Denise se llevó el índice a los labios y se mordió la uña con impaciencia. Realmente no sabía qué demonios hacer. Tenía que buscar una manera de estar seguros de que lo que hablaran quedaría entre ellos y no se filtraría, bajo ningún concepto a quien estaba detrás de la desaparición de su hija.—Tienes gasolina —repuso Denise, frunciendo el ceño y mirando el marcador que indicaba que estaba completamente lleno.—¿Qué quieres hacer? —preguntó Adam, alzando las cejas.—Vamos a nuestra cabaña —respondió, haciendo referencia a la cabaña que recientemente habían adquirido a las afueras de Dublín.—Pero eso se encuentra a una hora en coche —dijo Brendan, abriendo los ojos de par en par.—Lo sé, pero tenemos que alejarnos cuanto sea posible y necesitamos un lugar que no todos conozcan. Si nos rastrean hasta allí es porque tenemos alguien cerca que sabe lo que está sucediendo y quién estás detrás.—¿Por qué piensas así? ¿En quién desconfías?—En nadie, pero intento suponer qué pasaría si la p
Denise miró la hora en su teléfono móvil, comprobando que solo restaban veinte minutos para el mediodía, para la hora pautada, para el momento clave, el momento decisivo en el que sabrían si su plan funcionaba o si… Tragó saliva y se obligó a apartar aquel pensamiento de su mente. Tenía que tener fe y esperanza.—Tranquila, todo saldrá bien —dijo la voz de Liam a sus espaldas, haciendo que se diera la vuelta.Habían acordado que Adam y Brendan irían con el dinero hacia el punto que el secuestrador les había indicado, mientras ellos se mantenían en la retaguardia junto a O’Neill y uno de sus hombre.Denise por un momento había creído que el comisario no les permitiría llevar a cabo aquella locura sin un buen refuerzo policial, por lo que no había podido evitar sorprenderse cuando este estuvo de acuerdo con el plan que habían ideado, o, mejor dicho, que Brendan había propuesto y habían decidido llevar a cabo.—Lo sé, confío en que será así, pero eso no evita que los nervios y la ansieda
Alahan conducía como un bendito loco. No podía creer que estuviera llegando tarde, que lo hubieran dejado fuera de todo aquello. ¿Qué diablos había pasado? Había puesto tanto de sí, había dedicado tantas horas a que todo aquello saliera bien para que, a último momento, todos decidieran ignorarlo por completo y no informarle de lo que estaba sucediendo. Si no hubiese sido porque había decidido interceptar la red móvil de Howard O’Neill ni siquiera se hubiese enterado de lo que pretendían llevar a cabo.¿Quiénes se creían que eran? Él era quien tenía que estar allí no Brendan Warren, era él el que tenía que demostrar de lo que era capaz no un simple ratón de biblioteca. Sí, podía ser su amigo y todo lo que quisiera, pero eso no quitaba la rabia que sentía al pensar que aquel maldito una vez más se saldría con la suya, una vez más…Inspiró profundamente y apretó el acelerador. Tenía que llegar a tiempo, no podía quedarse con la sensación de haber fracasado una vez más en su trabajo, en s
—Creo que lo mejor es que nos acerquemos y estemos atentos a cualquier cosa —dijo O’Neill, viendo como Alahan se alejaba rumbo a la cabaña. No podía detenerlo, pero sí podía hacer hasta lo imposible para evitar un error por su parte.—¿Estás seguro? —preguntó Liam, sintiendo como el corazón le daba un vuelco—. ¿No crees que es demasiado arriesgado?—Estamos en el juego, tenemos que jugar. No podemos seguir esperando. Brendan lleva demasiado tiempo allí dentro, algo no anda bien. En la teoría, dejaría las maletas en donde le había indicado el secuestrador. Adam me envió un mensaje hace un momento, diciéndome que le había dado un móvil auricular a su hijo. Tiene modo de comunicarse con su padre, si así lo quisiera. ¿Por qué no lo hace? No tengo idea, pero no me da buena espina.—Vamos. Por el amor de Dios, vamos a ver que sucede —dijo Denise, deshaciéndose del abrazo en la que la había rodeado Liam y acomodándose por enésima vez el abrigo—. No puedo esperar más. Encima Adam, que está má
Trago y siento la garganta reseca, como si mi esófago hubiese sido revestido por una capa de lija. Carraspeo e intento alejar aquella sensación, pero es en vano. ¿Qué diablos me sucede? No recuerdo nada. ¿Qué ha sucedido? ¿Dónde demonios estoy? ¿Por qué no puedo recordar? No lo sé y eso me aterra.Lentamente, abro mis ojos y la luz de los tubos fluorescentes que se encuentran sobre mí me ciegan, obligándome a fruncir mis párpados.¿Dónde estoy? ¿Qué es este lugar?Con calma, sintiendo cada uno de mis músculos agarrotados, miro hacia un lado y percibo una silueta de espaldas a mí. Es evidente que se trata de una mujer, pero, cuando se gira hacia mí, soy incapaz de reconocerla.Tengo miedo.¿Por qué no puedo recordar?Mientras fuerzo mi mente al máximo, intentando ubicar su imagen en mi mente, comprobando que me es imposible, la desconocida se acerca a mí con lentitud, y me dedica una mirada compasiva antes de decir con voz suave:—Por fin estás de vuelta. —Sus ojos se anegan en lágrima
Amy suspiró y observó el cielo a través del parabrisas. Este se había ido poblando lentamente de enormes nubarrones que auguraban una potente tormenta eléctrica, haciéndole agradecer haber llegado justo a tiempo.Bostezando, paró el motor de su diminuto coche de tres puertas y se apeó de él, arrebujándose en el grueso abrigo de piel de imitación que su madre le había regalado por su vigésimo sexto cumpleaños, antes de dirigirse al maletero y tomar su equipaje. Una vez tuvo la maleta y su bolso de mano, tomó las llaves de su coche y, tras pulsar un botón, bloqueó las puertas y activó la alarma. No vivía en una zona demasiado peligrosa, pero su madre le había enseñado que «mujer precavida vale por dos», por lo que había adquirido la costumbre de asegurar todas sus pertenencias. «Mamá», pensó Amy y sonrió, al recordar a Denise con sus ojos anegados en lágrimas. Era consciente de que, a pesar de que llevase ocho años viviendo sola, el paso que había dado aún llenaba a su madre de felici
—Señores pasajeros, estamos a tan solo un par de minutos de comenzar el descenso hacia el aeropuerto de Dublín, les pedimos que por favor se coloquen sus cinturones de seguridad y sigan el protocolo correspondiente, para un aterrizaje seguro —resonó la voz del piloto a través de los altavoces del avión. ¿En serio? ¿Ya estaban a punto de aterrizar? ¿En qué momento se le habían pasado aquellas horas que, antaño, se le habían antojado eternas? Suspiró y miró por la ventanilla que se encontraba a su lado, antes de colocarse el cinturón de seguridad. No podía creer que, después de tanto tiempo, por fin volvía a Irlanda para quedarse y no solo por Navidad y Año Nuevo. Le parecía que había sido ayer que había pisado el aeropuerto de Dublín para tomar un vuelo rumbo a Londres; un vuelo que lo alejaría no solo de su país, sino también de todos aquellos a quienes amaba. No obstante, en aquel momento, hacía siete años, había creído que era lo correcto, aun cuando se había arrepentido cada segu
—¿Qué haces, cielo? —preguntó Adam, frunciendo el ceño mientras bajaba las escaleras, al ver que Erín se encontraba trapeando el suelo de mármol de la enorme sala de la mansión que él había heredado junto con la cristalería cuando sus padres fallecieron.Si bien le había ofrecido a Rebecka, su hermana, la parte correspondiente a aquella vivienda, esta no había hecho más que rechazarlo una y otra vez, por lo que habían decidido, de común acuerdo, que ella solo se encargaría de la parte de la empresa que le correspondía y se quedaría con la vivienda que sus padres habían adquirido a las afueras de Cork.—Limpio —respondió la mujer, alzando la vista por un segundo, antes de encogerse de hombros y continuar con la tarea—. Veo que la edad te está volviendo cada vez más ciego, cariño —agregó entre risas.—Muy graciosa —repuso Adam, blanqueando los ojos—. Ya sabes lo que opino de…—Lo sé, sé muy bien lo que opinas —lo interrumpió—, pero tú también sabes a la perfección que no puedo vivir en