Con Lujo de Detalles

Brendan caminaba de un lado a otro de la sala de interrogatorio, a la espera de que su amigo y el comisario Howard O’Neill se aparecieran de una vez por todas y le indicaran cómo proceder. Le habían hecho mil y un preguntas que él no había sido del todo capaz de responder, por lo que, en muchos casos, ante la falta de credulidad del comisario y del detective Doyle, no le había quedado más remedio que atenerse a la quinta enmienda, con el fin de no complicar su caso, mientras esperaba que su abogado defensor apareciera para poder asesorarlo en esa circunstancia.

—¿Qué demonios haré ahora? —le preguntó a su abogado, llevándose las manos a la cabeza, mientras miraba el descascarillado techo de la sala de interrogatorios. Aparentemente, por muchos años que pasaran, las dependencias policiales no dejaban de ser un lugar decrépito, de paredes diáfanas y completamente deprimente. Quizás esa era una de las maneras de imponer la autoridad, aunque él no lograra encontrarle el más mínimo sentido
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