Tras finalizar la llamada con O’Neill, Adam se dejó caer en el sofá de cuero negro que se encontraba en una de las esquinas de la habitación, mientras continuaba intentando entender qué era lo que acababa de ver.¿Qué diablos hacía aquella Tablet allí? ¿Qué significaba el mensaje que parpadeaba, como la cuenta regresiva de una bomba? Pero, sobre todo, ¿qué tenía que ver con su hijo?Si Brendan había sido realmente quien había dejado aquel mensaje: ¿qué era lo que estaba queriéndole decir?—El pasado se hace presente; y me cobraré lo que, en un pasado, se cobró mi presente y mi futuro. No tengo nada que perder, cuando nunca he tenido nada —susurró, repitiendo las palabras que había leído una y otra vez, mientras le informaba su descubrimiento a O’Neill.No entendía qué demonios significaba todo aquello. ¿Dónde estaba Amelia Carter? ¿Qué significaba aquel mensaje? Y, por sobre todas las cosas, ¿qué tenía que ver su hijo en todo aquello?Suspiró y se llevó las manos a la cabeza, alborotá
Alahan se adentró en las dependencias de los peritos forenses, hecho una tromba.Hacía más de dos horas que los dispositivos móviles habían sido enviados para que los analizaran y nadie había sido capaz de aportar un rayo de luz en aquel maldito y oscuro laberinto en el que se encontraban.Al cruzar las puertas acristaladas, se encontró con que todos los que debían estar trabajando arduamente en los análisis de los móviles se encontraba repantigados en un sofá que se encontraba contra la pared final de las oficinas compartidas, hablando, riendo y bebiendo café, como si allí no hubiese nada importante que hacer.—¿Qué diablos están haciendo? —preguntó, alzando las cejas y cruzando los brazos.Los cuatro técnicos detuvieron todo lo que estaban haciendo, en un parpadeo, y se voltearon hacia él, abriendo los ojos de par en par.—¿Qué te pasa, Al? —preguntó Kiana, sonriendo mientras se acercaba hacia él pavoneándose.—¿Qué me pasa? ¿En serio lo preguntas? Hay demasiado trabajo que hacer.—
De camino a la comisaría, O’Neill observó cómo Alahan salía de las dependencias de los peritos en tecnología, como si hubiese sido escupido por un huracán.Sin pensárselo dos veces, se encaminó hacia él y, bajando la ventanilla y sintiendo cómo el gélido aire del otoño se adentraba en el coche, gritó:—¡DOYLE!El aludido miró alrededor de él, desconcertado, hasta que sus ojos dieron con el coche patrulla en el que se encontraba Howard O’Neill.—¿Qué sucede? —preguntó el comisario, una vez Al se subió en el asiento del copiloto.—No tenemos ni una puta mierda —escupió con odio.—¿Cómo? Pero ¿y los móviles? ¿Los videos?—No hay nada. Nada de nada.—Eso es imposible, como mínimo deberíamos poder saber cuándo fue grabado el video.—Howard, cuando digo nada es nada —dijo, apretando los dientes. Se sentía completamente impotente—. No sé si lo sabes ya, pero lo único que lograron los forenses fue hallar dos muestras de ADN, con una amplia coincidencia entre ambas.—Sí, lo sabía —dijo O’Neill
Una vez llegaron al puerto, Al le indicó a Howard la ruta hasta la cabaña costera que quería visitar y que era propiedad de los Warren.No estaba seguro de encontrar algo, pero no perdía nada con intentarlo. Con un poco de suerte la corazonada que acababa de tener, si no les devolvía a Amy de inmediato, al menos podría darles una pista de por dónde continuar, qué camino tomar.En cuanto llegaron a la ubicación que Al le había indicado, este se apeó del coche en un abrir y cerrar de ojos y se encaminó hacia la puerta delantera, sin muchas esperanzas; sin embargo, para su sorpresa esta se encontraba abierta.Frunciendo el ceño, empujó la abertura de metal y se adentró lentamente mientras se llevaba la mano a la cinturilla del pantalón. Desde que había sido incluido en aquel caso, su jefe le había entregado un permiso especial para portar un arma calibre 22 por precaución. Si bien jamás había utilizado un arma estando de servicio, sí había hecho las prácticas correspondientes que lo habi
O’Neill suspiró y miró a través de la ventanilla, mientras encendía un cigarro, antes de poner el coche en marcha. Tenía mil preguntas y necesitaba respuestas.—Alahan —dijo, tras darle la primera calada al cigarrillo—, entiendo que, en este momento, estemos ambos en la misma posición jerárquica, pero me gustaría que me dijeras todo lo que sabes. Estamos en el mismo bando y lo sabes muy bien.—No sé qué quieres que te diga, Howard —repuso, mirándolo de soslayo, mientras sacaba un cigarro del paquete que el comisario había dejado en la guantera—. ¿Acaso no confías en mí? —La confianza es algo muy difícil de ganar, mucho más si se le oculta información a un compañero.—No sé de qué estás hablando, en serio —dijo, soltando el humo a través de sus fosas nasales.—¿Cómo supiste que este era el lugar?—Ya te lo dije: el cuadro. Simplemente reconocí el cuadro.—Sigo sin creerlo del todo, pero supongamos que es como dices…—Es como digo —repuso, alzando una ceja.—Supongamos que en eso tiene
A la mañana siguiente, Brendan se despertó sobresaltado al oír como alguien trasteaba con la puerta de su celda. Con lentitud, abrió los ojos y esperó, impaciente, a que su vista se adaptara a la leve luminosidad del calabozo, antes de mirar a su izquierda y ver a O’Neill acompañado del mismo guardia de la noche anterior.¿Es que acaso ese hombre no descansaba? Desde que lo habían encerrado, aquel sujeto había permanecido allí día y noche sin denotar en su rostro el más mínimo cansancio. ¿Qué clase de brujería era aquella?Encogiéndose de hombros y quitándole importancia a aquel pensamiento sin sentido, se incorporó y se sentó en el camastro.—Buenos días —saludó Howard, abriendo la puerta—. Puedes salir.Brendan se puso de pie y observó al comisario con una mirada que intentaba transmitirle que necesitaba que le creyera y que confiara en él. Sin embargo, el hombre se limitó a mirarlo sin la más mínima muestra de comprensión.—Ya sabes que tienes que permanecer en la ciudad hasta que
Denise se colocó el abrigo y salió hacia el pasillo del edificio, cerrando la puerta del departamento de su hija con todo el sigilo posible. Lo último que quería era que Liam y Nancy despertaran y la detuvieran. Quizás lo que estaba haciendo era una locura, pero no podía quedarse con la duda. Los «y si…» y quedarse de brazos cruzados ya no eran una opción en su vida. Hacía tiempo que había dejado de ser esa muchacha que lo dudaba todo, ahora era una mujer decidida a hacer lo imposible por encontrar a su hija.Una vez llegó al ascensor, pulsó el botón de llamada y esperó impacientemente a que el elevador subiera hasta el cuarto piso.Nerviosa, se llevó el índice a los labios y comenzó a mordisquearse la uña. Hacía tiempo que había dejado esa costumbre atrás, sin embargo, ahora, que la ansiedad se hacía presente una vez más, de una manera casi destructiva, no había podido evitar retomar sus antiguas costumbres.Sin apartar el dedo de sus labios, alzó la vista y comprobó que el ascensor
Adam frunció el ceño, incrédulo.—¿Me estás diciendo que mi hijo salió de prisión preventiva y a la primera que fue a ver fue a ti?—No lo sé. No sé si yo fui la primera, la segunda o la decimoquinta —respondió, encogiéndose de hombros—. Lo único que sé es lo que te estoy diciendo. Tu hijo se presentó en el bloque de departamentos en el que se encuentra el de Amy, y me sorprendió a punto de montarme en el ascensor de camino hacia aquí —agregó.—¿Cómo es posible que…? —Inspiró profundamente—. ¡Maldito malagradecido! —exclamó, llevándose una mano a la cintura y otra a la cabeza.—Oye, entiendo que eres su padre, pero ¿por qué te pones de ese modo? —preguntó, alzando una ceja.—Pues es que no me tiene en cuenta, yo intento hacer hasta lo imposible para ayudarlo, para demostrar que él no tiene nada que ver con la desaparición de Amy, y, en lugar de venir a verme para poder solucionar las cosas, decide ir a verte a ti, luego de despedir a su abogado.Denise lo observó con la boca abierta.