O’Neill suspiró y miró a través de la ventanilla, mientras encendía un cigarro, antes de poner el coche en marcha. Tenía mil preguntas y necesitaba respuestas.—Alahan —dijo, tras darle la primera calada al cigarrillo—, entiendo que, en este momento, estemos ambos en la misma posición jerárquica, pero me gustaría que me dijeras todo lo que sabes. Estamos en el mismo bando y lo sabes muy bien.—No sé qué quieres que te diga, Howard —repuso, mirándolo de soslayo, mientras sacaba un cigarro del paquete que el comisario había dejado en la guantera—. ¿Acaso no confías en mí? —La confianza es algo muy difícil de ganar, mucho más si se le oculta información a un compañero.—No sé de qué estás hablando, en serio —dijo, soltando el humo a través de sus fosas nasales.—¿Cómo supiste que este era el lugar?—Ya te lo dije: el cuadro. Simplemente reconocí el cuadro.—Sigo sin creerlo del todo, pero supongamos que es como dices…—Es como digo —repuso, alzando una ceja.—Supongamos que en eso tiene
A la mañana siguiente, Brendan se despertó sobresaltado al oír como alguien trasteaba con la puerta de su celda. Con lentitud, abrió los ojos y esperó, impaciente, a que su vista se adaptara a la leve luminosidad del calabozo, antes de mirar a su izquierda y ver a O’Neill acompañado del mismo guardia de la noche anterior.¿Es que acaso ese hombre no descansaba? Desde que lo habían encerrado, aquel sujeto había permanecido allí día y noche sin denotar en su rostro el más mínimo cansancio. ¿Qué clase de brujería era aquella?Encogiéndose de hombros y quitándole importancia a aquel pensamiento sin sentido, se incorporó y se sentó en el camastro.—Buenos días —saludó Howard, abriendo la puerta—. Puedes salir.Brendan se puso de pie y observó al comisario con una mirada que intentaba transmitirle que necesitaba que le creyera y que confiara en él. Sin embargo, el hombre se limitó a mirarlo sin la más mínima muestra de comprensión.—Ya sabes que tienes que permanecer en la ciudad hasta que
Denise se colocó el abrigo y salió hacia el pasillo del edificio, cerrando la puerta del departamento de su hija con todo el sigilo posible. Lo último que quería era que Liam y Nancy despertaran y la detuvieran. Quizás lo que estaba haciendo era una locura, pero no podía quedarse con la duda. Los «y si…» y quedarse de brazos cruzados ya no eran una opción en su vida. Hacía tiempo que había dejado de ser esa muchacha que lo dudaba todo, ahora era una mujer decidida a hacer lo imposible por encontrar a su hija.Una vez llegó al ascensor, pulsó el botón de llamada y esperó impacientemente a que el elevador subiera hasta el cuarto piso.Nerviosa, se llevó el índice a los labios y comenzó a mordisquearse la uña. Hacía tiempo que había dejado esa costumbre atrás, sin embargo, ahora, que la ansiedad se hacía presente una vez más, de una manera casi destructiva, no había podido evitar retomar sus antiguas costumbres.Sin apartar el dedo de sus labios, alzó la vista y comprobó que el ascensor
Adam frunció el ceño, incrédulo.—¿Me estás diciendo que mi hijo salió de prisión preventiva y a la primera que fue a ver fue a ti?—No lo sé. No sé si yo fui la primera, la segunda o la decimoquinta —respondió, encogiéndose de hombros—. Lo único que sé es lo que te estoy diciendo. Tu hijo se presentó en el bloque de departamentos en el que se encuentra el de Amy, y me sorprendió a punto de montarme en el ascensor de camino hacia aquí —agregó.—¿Cómo es posible que…? —Inspiró profundamente—. ¡Maldito malagradecido! —exclamó, llevándose una mano a la cintura y otra a la cabeza.—Oye, entiendo que eres su padre, pero ¿por qué te pones de ese modo? —preguntó, alzando una ceja.—Pues es que no me tiene en cuenta, yo intento hacer hasta lo imposible para ayudarlo, para demostrar que él no tiene nada que ver con la desaparición de Amy, y, en lugar de venir a verme para poder solucionar las cosas, decide ir a verte a ti, luego de despedir a su abogado.Denise lo observó con la boca abierta.
Brendan salió del cuarto de baño, envuelto en una toalla mientras se secaba el cabello rubio que había dejado crecer al punto en el que ya no era capaz de controlarlo. Sin embargo, su apariencia física jamás le había importado demasiado y mucho menos ahora.Rápidamente se encaminó hacia la cama y tomó la ropa que había adquirido recientemente en una de las tiendas de la zona. Había decidido hospedarse en el mismo hotel en el que lo había visitado e interrogado O’Neill, aunque no le hiciera ni pizca de gracia, con la intención de estar más cerca de su padre y de todo lo que pudiera suceder.En el momento en el que se abotonaba la camisa, un golpe en la puerta lo hizo alzar la cabeza, frunciendo el ceño. ¿Quién podía ser? Nadie sabía que había decidido regresar allí, al menos no por el momento, ya que pensaba comunicárselo a O’Neill en los próximos minutos, demostrándole buena voluntad y que no tenía ni la más mínima intención de huir de la ciudad.Pensando en que quizás se trataba del
Liam abrió los ojos, sobresaltado, al escuchar el insistente sonido de su móvil. Rápidamente encendió la lamparilla de noche, percatándose de que su esposa no se encontraba junto a él, tal y como recordaba, y, confuso, tomó el aparato que se encontraba sobre la mesilla de noche.—¿Hola? —preguntó, adormilado.Se incorporó de inmediato en la cama al oír un quejido del otro lado de la línea.—¿Amy? ¿Eres tú? —inquirió con el corazón en un puño.Un nuevo quejido rompió el silencio, antes de que se oyeran unos pasos, una puerta que se cerraba abruptamente y la comunicación se interrumpiera abruptamente.Con la bilis ascendiendo por su garganta, se puso de pie y se encaminó hacia la cocina en busca de su esposa, pensando en que, quizás, se había levantado en busca de algo para comer, dado que se había pasado la hora del almuerzo. Sin embargo, cuando cruzó la puerta de la habitación, solo se encontró con Nan durmiendo en el sofá de la sala y ni rastro de Denise. ¿Dónde diablos se habría met
O’Neill miró su teléfono móvil por enésima vez, esperando que Alahan se dignase a contestar. No le agradaba en lo más mínimo que se hubiese ausentado sin previo aviso y no estuviera dando ni la más mínima señal de vida. Aquello no hacía más que incrementar su incomodidad con respecto a lo que había sucedido la noche anterior.—¿En dónde demonios te has metido, Doyle? —preguntó en un susurro—. ¿Qué es lo que sabes y no me quieres contar?Suspiró y le dio por enésima vez a la opción de llamada, sin ninguna esperanza de tener suerte esta vez.Luego de hablar con el matrimonio Carter, se había intentado comunicar inmediatamente con Alahan Doyle sin obtener ni la más mínima respuesta, por lo que no le había quedado más remedio que llamar a la central de pericias informáticas y solicitar el examen de las líneas telefónicas por su cuenta. No obstante, sabía que todo se haría con mayor rapidez y eficiencia si el jefe de aquella sección, Alahan Doyle, aparecía de una buena vez. No obstante, aq
Brendan se paseaba de un lado a otro de la habitación, bajo la atenta mirada de su padre. Estaba cansado, agotado, los dedos y las manos completamente agarrotados de tanto teclear en busca de información. Sin embargo, no había logrado dar con nada que les permitiera saber en qué punto estaban, quién estaba detrás de todo y, sobre todo, dónde diablos podía estar Amelia.—No puede ser. Es imposible que no haya ni el más mínimo registro en la red. Tiene que haber una manera de dar con Amelia —dijo entre dientes mientras se llevaba las manos en la cabeza.—Tranquilo, hijo —repuso Adam, acercándose a Brendan y colocando ambas manos sobre los hombros de su primogénito—. Llevas solo unas cuantas horas, no puedes esperar a solucionar todo ya.—El tema es que no sabemos cuánto le quede a Amy, qué es lo que pretenden hacerle… —murmuró con angustia—. No podemos darnos el lujo de perder más tiempo.—Lo sé, Bren, créeme que soy consciente de ello, pero estresándote no lograrás nada. Descansa, toma