capitulo 3

—¿Tienes hambre? —¿Quién querría tener hambre contigo al lado? Sigo negando mientras él adivina, pero ya me cansé, me rindo, no le insistiré más.

—Si es para orinar, ven y te ayudo, pero con una condición: tienes que dejarte lamer esas tetas.

Niego en forma intermitente y esto lo hace enojar tanto que me toma del cuello con una mano y con la otra conduce. Me quedo quieta, aguantando el dolor para que no cometa una trágica locura (o sea, pegarme un tiro), pero su mano es liberada cuando su celular suena.

—Te salvaste, malnacida —saca el celular y contesta enojado—. Sí, señor, ya le dije que aquí llevo a su próxima perra. ¿Qué, acaso las otras perras no están atendiendo bien a los hombres?

Dios mío, papi, ayúdame. Papi... me van a vender o prostituir. No, no...

Luego cuelga la llamada y acelera su auto a toda marcha, hasta que llegamos a un club o prostíbulo (creo). En general, no conozco mucho las raíces de esta ciudad. Me lo imagino ya que veo afuera muchas chicas vestidas con poca ropa, abrazadas con hombres. Además, en mi país, las chicas que visten así son prepago.

—Ven, baja —abre la puerta y sale, luego abre la mía y de un brusco jalón me saca del auto. Las personas que habitan aquí me ven como si nada, como si traer chicas obligadas fuera el pan de cada día...

Al entrar, el primer sonido que impacta mis oídos es una música electrónica que retumba por todo el lugar, acompañado de risas y gritos. Este entorno no me gusta, tengo miedo, mientras soy arrastrada del antebrazo hacia algún lugar desconocido. Me detengo luego de ver lo que tanto imaginé que harían conmigo. Quedo en shock y una sensación de ganas de vomitar rodea mi estómago.

¡Por la madre de Dios! ¿Qué es esto? ¡Qué asco! Nada más ver a esas mujeres deslizar su trasero por ese tubo me da náuseas, pero lo más repugnante son los hombres morbosos que acarician su cuerpo.

Soy sacada de mis pensamientos tras oír la estruendosa voz del hombre cerca de mi tímpano.

—¿Qué haces ahí parada como estatua? Ven y ándale, que el señor te quiere ver... ¡rápido, hija de perra!

Me jala y me lleva hasta un cuartito pequeño, que parece ser una oficina.

Al entrar completamente, veo a un señor ya de edad sentado en un sillón, cruzado de piernas.

—Señor, aquí está la puti puerca —dice el cerdo.

—Uy, nada mal para mi gusto —dice el viejo y me examina con sus asquerosos ojos de arriba abajo, luego se levanta del asiento—. Bossa, te puedes marchar —ordena con voz firme. Así que ese es el nombre del cerdo, “Bossa”. Él le hace caso y sale del lugar dejándome con este pervertido. El sonido de la puerta le da la confianza para pasar uno de sus dedos sobre la cinta que cubre mi boca. Pensé que la quitaría, pero no fue así.

—Me imagino que debes tener bonitos labios, perfectos para darme una mamada, y esos ojos tan grandes como para pedir más y más durante el acto sexual, pero...

Él se detiene y toma un mechón de mi pelo, lo olfatea.

—Tu cabello rosa huele a sandía. Además, sabes algo, para convertirte en una perfecta prostituta tienes que: primero, cambiar ese color de cabello a rubio, eso llama más la atención de los clientes; segundo, ponerte un poco más de bubis y pompis; y tercero, aprender a fingir en la cama. Claro está, no todos los hombres excitan a una mujer. —No, yo no quiero eso. Yo solo quiero irme y estar cerca de mis padres. Yo no soy de tener novios, además nunca he besado a nadie, ya que mi papá es muy estricto conmigo y me recalca a diario que el día que me enamore de alguien que realmente me valore es donde encontraré el amor de mi vida. Para mi sorpresa, nunca me he enamorado.

El hombre sale de la puerta y le pone seguro. Por mi parte, comienzo a averiguar cada rinconcito de este lugar. Tengo que encontrar ya sea un teléfono o una salida. Busco como ratón de monte por todo el lugar, y nada, no hay nada, solo archivos, ropa y conservantes.

Soy sorprendida por el crujir de la puerta. Entra una mujer de aspecto fatal, acompañada del mismo señor de hace un momento. Está llena de tatuajes y silicona, parece una muñeca.

—Así que esta es la nueva. No está nada mal, pero con un toque se verá mejor —ella se acerca a mí y me mira de reojo.

—Por cierto, es virgen —la mujer, al escuchar la noticia, aplaude de felicidad y abraza al señor.

—Creo que nos pagarán mucho por ella.

—Sí, eso creo, aunque podamos dejarla en el club. Es bonita, lo único que no me gusta es que está un poco plana, tanto que parece una tabla. Bueno, ya le envié un mensaje a Johan para que mañana mismo la opere.

—Sí, cariño —ella besa los labios de ese baboso animal. Luego se despegan y el hombre retira la cinta de mi boca y dice con malicia en sus ojos:

—Efectivamente, como lo imaginé, tienes unos labios chupadores.

—Señor, déjeme ir, por favor. Yo no soy quien busca, está equivocado —le ruego por mi liberación, pero nada, no me hace caso.

—Cállate, te quité la cinta para hacerte unas preguntas, así que haz silencio o de lo contrario te violaré.

Me quedo callada, intentando controlarme, pero luego escucho a la mujer reír.

—Ay, Carlos, deja las payasadas. Si la violas, el hombre que la compre se dará cuenta. Además, por su acento me parece que es extranjera y ¿sabes lo que significa, verdad? —el hombre asiente, pero ¿qué significa lo que ella dijo? Estoy tan confundida.

—Lo sé, "cachetona". Solo la estoy presionando.

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