—Llegamos, morrita —dice ella tirando de mi brazo de forma violenta—. Henry, espérame afuera. No te vayas por si intenta escapar esta culera.
—Está bien —cierra la puerta y sale del baño.
Sé que por mi desobediencia me está pasando lo que me está pasando. Si tan solo no me hubiera escondido de las escoltas de papá... Mientras viajaba, uno de los escoltas me envió un mensaje diciendo que ya había llegado a España, por ello me estaba esperando a las afueras del aeropuerto. Me dio tanta rabia cuando lo leí que inmediatamente lo bloqueé. Estaba muy al pendiente de no ser vista por el escolta, quien por su parte no paraba de buscarme con sus ojos. Me escondí como rata y con mi ignorancia fui a la salida del aeropuerto donde supuestamente Sasha me esperaba.
—¿Qué tanto piensas? ¡Rápido! Quítate la ropa.
Me quito toda la ropa que llevo en mi cuerpo de manera rápida, quedando desnuda. Me meto a la ducha y empiezo a bañarme. Al terminar, ella me dice:
—Ten —me entrega una bolsa negra que contiene algo en su interior. La tomo y la abro, y al descubrir lo que hay dentro, de inmediato me niego a ponerme lo que trajo.
—Jamás me pondré esta cochinada —le tiro la bolsa a los pies y arranco la cortina del baño y me la coloco de ropa.
—¡Ostias, no seas terca y ponte eso, o de no llamaré a Carlos!
La miro con odio y empiezo a colocarme la ropa. ¿Qué estoy haciendo? ¿Acaso estoy perdiendo la cabeza? ¿Cómo rayos acepté ponerme esta porquería? Si mi padre me viera así, le daría un infarto. Pero no tengo más alternativas que obedecer a esta gente de España. El vestido es un body negro muy sensual.
—Qué linda te ves, sirena —ella saca su celular y empieza a tomarme varias fotos.
—¿Qué estás haciendo?
—Ya verás cómo los hombres soltarán dinero por ti. Eres fenomenal.
Luego de un par de fotos, ella llama a Henry y este entra para llevarme escoltada hasta una habitación. Al entrar, un suspenso y muchas preguntas invaden mi mente. ¿Qué es esto? Veo varias chicas: algunas morenas, blancas, negras y mestizas sentadas en el piso. Algunas están intactas, otras golpeadas y otras dormidas.
Me siento tan extraña e incómoda. Ellas, al verme, agachan sus cabezas sin darme importancia, menos una de ellas, que me mira detenidamente. Por su apariencia, parece que ha sido maltratada a diario.
Sus ojos están vacíos, sus labios pálidos como hojas y su mirada como un mismísimo cadáver. Me acerco a ella y trato de hablarle, pero me da la espalda y se encoge de brazos.
—Hola, soy Estrella. Mira, solo quiero hablar.
—¿Qué quieres saber, niña? —es la voz más triste y fría que he escuchado.
—¿Cómo te llamas? —pensé que no me diría su nombre, pero luego de algunos minutos, ella responde.
—Maritza. Sabes, llevo aquí tres días, en los cuales no sé si es de día o de noche. Me imagino que eres nueva —gracias a Dios me habló, pero con una voz sin ganas.
—Sí, pero... tengo miedo. No sé qué harán conmigo. Extraño a mi familia. Me quiero ir. No aguanto más —entro en crisis y empiezo a hablar sin parar, hasta que ella pone su mano en mi hombro.
—Tranquila, saldremos de aquí —su voz pasiva cautivó y alivió mi susto, y como si fuera poco, una ligera sonrisa salió de su rostro.
—Gracias, Maritza —somos interrumpidas por una bocina que está en la esquina de la pared.
—Cassandra, Victoria, Tigresa y Maritza, salgan. Las esperan en los cubículos, y mucho ojo en no complacer a los hombres —la voz de Carlos, creo, se hace escuchar mediante la bocina.
—¿A dónde vas, Maritza?
Ella se acomoda su ropa, más sexy que como estaba antes. Luego va al nochero, se coloca un poco de maquillaje y pinta sus labios de color rojo pasión. Para terminar, rocía un poco de perfume en todo su cuerpo.
—Pues... verás, niña, voy a ganarme la vida, trabajando —murmura y sale del cuarto en compañía de otras chicas. Miro a mi alrededor y las demás chicas empiezan a ponerse de pie, a acomodar sus vestidos y a hacer lo mismo que hizo Maritza. Qué tristeza da ver a estas chicas jugarse la vida de esta manera tan miserable.
Me salgo de mis pensamientos al escuchar la voz de la cachetona.
—Oye tú, sirena, ven rápido —camino hasta la entrada de la puerta—. Este es Johan, él será el cirujano que realizará tus implantes de culo y tetas.
—Pero ¿no era mañana? —ella me hace callar chasqueando sus labios ovalados.
—Para mañana es tarde, tonta. Y tú, Henry, atála y llévala al auto —ordena.
—Sí, señora —me ata de los brazos y me empuja para que camine, pero yo me niego.
—¡Que camines, hija de perra!
—No quiero. No quiero ponerme eso que llaman implantes. Así como estoy, soy perfecta. Prefiero morir antes que colocarme eso —la cachetona saca un arma y me la pone en la cabeza.
—Si no te mueves, te disparo. Rápido, pedazo de estúpida.
—Entonces, mátame.
—Cachetona, por favor, sé más pasiva —dice el hombre llamado Johan—. Niña, colabora, ¿sí? Ven —me toma del brazo de manera frágil y tierna, insistiendo en que dé el primer paso. Yo asiento con miedo y empiezo a caminar. Antes de salir del club, Henry me pone una cinta en la boca junto con una capucha.
Ya vamos en el auto. ¿Para dónde? No sé, lo que sí sé es que apenas mi padre se entere, no les va a alcanzar la vida para pagar todo lo que me están haciendo.
—Llegamos, “sirena” —dice Henry y me baja del auto. Él me guía hasta lo que imagino es la entrada, abre la puerta y entramos. A mi nariz llegan muchos olores: cigarrillo, perfume, lavanda y menta. No sé exactamente qué es esto, si una casa, un hospital o simplemente una casa clandestina donde se realizan los implantes.
—Sirena, no te va a pasar nada. Solo vas a sentir una pinchadita en tu brazo y te vas a dormir en cuestión de segundos —dijo Johan, el malnacido que se presta para estas porquerías. Me acuesta en una "cama" y me pide que respire profundo. Luego siento una punzada en mi brazo, y es verdad, un sueño arrepentido se apodera de mí, tanto que mi cuerpo se afloja.
Yo, en mi ignorancia, le dije a la cachetona que prefería morir, pero no, la realidad es que quiero vivir, para volver a ver a mis padres. Y si me toca jugarme la vida como aquellas chicas, lo haré, lo haré con todas las de la ley. Pero eso sí, quiero ver a carne viva cuando mi padre venga y los masacre en frente de mí. Porque de eso sí estoy segura: sé que mamá siempre me mintió cuando yo le decía que quería visitar a mi abuelo para Navidad, pero ella siempre me dijo que en otra ocasión, ya que mi abuelo estaba enfermo. Sabía que era mentira; solo no íbamos porque el nombre de mi padre había hecho historia con respecto a bandas criminales, extorsión, tráfico de drogas y muchas cosas más. Por ello nos fuimos a Turquía a comenzar de cero. Claro está que en ese entonces yo estaba en la panza de mi madre. ¿Cómo lo supe? Pues mi hermoso hermano Tayyar me lo contó.
... Una hora después ...
—Levántate, sirena. Los tiburones te esperan —despierto de aquellos recuerdos vividos con mi familia luego de escuchar la repugnante voz de Henry. Intento levantarme, pero me es imposible, ya que siento mi pecho comprimido y mis caderas pesadas.
—¡No puedo levantarme, me duele el cuerpo! —exclamé, aferrada a las sábanas. Por cierto, puedo hablar; me imagino que ellos quitaron la cinta de mi boca mientras dormía.—Déjame y te explico. En estos momentos, tus implantes fueron colocados con éxito, por ello te quedarán en reposo durante dos meses —dijo Johan, como siempre, con su voz pasiva.—Señor, me siento mareada —él se echó a reír. De momento, siento que mi capucha es retirada de mi cabeza y es ahí donde por fin veo mi cuerpo.¿Qué es esto? Mis senos están súper grandes y mis nalgas son anchas y gruesas. Esta no soy yo, definitivamente no soy yo.—Te ves muy linda, es más, ahora sí pareces una sirena —dijo Henry, quien me mira de forma morbosa.—Bueno, Henry, ya ella está lista. Llévala y me haces el favor y me traes a Fernanda, la que trajeron hoy.¿Qué? ¿Acaso todos los días traen chicas nuevas? ¡Qué hijos de perra! Pobres niñas indefensas, mira que venir aquí engañadas.—Ah, Johan, esta mañana recibí un mensaje de Sasha dic
Me acuesto en la cama y siento como si un peñón me cayera encima. —Aquí puedes estar tranquila, le pediré a las chicas que duerman en las otras habitaciones. —Pero… Esto es grande ellas también tienen derecho de venir. —Sirena, solo quiero que estés bien y te recuperes pronto—notó a Henry un poco extraño, no sé durante el camino, no se atrevió a verme a la cara. Pero bueno, yo creo que él es bipolar, él me arropa, me regala una “sonrisa” y sale de la habitación, que raro ese sonriendo algo se trae. Luego de algunos minutos siento como si la anestesia se me hubiera pasado, ya que el dolor que tenía se ha advertido cinco veces más que el anterior, mis quejidos quieren salir, pero los detengo mordiendo mi lengua, prometí que no lloraría por esta gente de España. Tengo que aguantar… De momento escucho el crujido de la puerta y de inmediato intentó voltear, pero no puedo porque mi cuello está inflamado, si no estoy mal creo que fue por culpa del hombre que me trajo por primera vez al cl
Ellas se retiraron de la habitación, por su parte la cachetona se había marchado mucho antes de que empezaran a hacer su labor. Mientras me veo detenidamente en el espejo admirando mi belleza y que será de ella, si estos hijos de perra me vendan a un hombre el cual le gusta golpear mujeres, alguien toca la puerta. El individuo no se inmuta en decir quién es cuando de inmediato entra a la propiedad, pensé que sería el hombre de anoche, pero no, no fue él, era Henry otra vez, ya que lo vi atreves del espejo. —Hola estrellita, qué linda te ves. —Mira, Henry no trata de ser amable conmigo por qué eso no te luce. —Solo vine a pedirte perdón, bueno por haberte tratado mal. —Ya lo hecho está hecho, te puedes largar—le digo combinar la espalda. —No, no seas grosera, yo estoy muy apenado—él acaricia mi mejilla y me mira fijamente. Henry es muy lindo, no lo había analizado bien, pero el malvado se manda tremendo cuerpo y un rostro espectacular, pero es malo, para mí es malo, sé que es es
—Estos malditos nunca hacen nada solos—dice Carlos dándome un empujón para ponerse de pie.Se dirige a la puerta y la abre como puertas de iglesia de par en par, elevó mi rostro y veo a Henry muy tenso, pensé que no me miraría pero si lo hizo, luego de mirarme su rostro cambió de tenso a bobo hasta casi que su Baba sale de su boca, me imagino por como estoy vestida parezco prostituta barata.le pido ayuda en silencio y él solo desvía sus ojos marrones hacia Carlos quién lo mira como lobo salvaje.—Jefe tenemos problemas—le explica con voz pasiva.—¿Y ahora cuál es tu joda?—dice colocándose el cinturón.—Uno de los clientes está herido, al parecer otro le sacó una navaja y lo apuñaló—Carlos toma a Henry de la camisa y lo empuja contra la pared.—¿¡Dime por qué m****a dejas entrar a los clientes con armas!?—Jefe, yo no estaba vigilando en la entrada, usted sabe que a mí los sábados me toca en las bodegas.—Si es verdad, entonces qué hicieron con el herido?.—No lo se señor, solo sé que
—Déjeme y lo ayudo señor—dice Jesús y ambos me agarran de los brazos y me sacan como bulto de la habitación, miró desesperada en busca de Henry y no lo veo, soy llevado a un cuarto oscuro, donde no escucho ni veo nada, ellos me sientan en una silla y luego se van y cierran la puerta ¿Qué es esto?Poco después las luces se encienden y soy sorprendida por la voz de la cachetona quien sostiene un micrófono.—Hola a todos queridísimos invitados y compradores—estoy sentado de espaldas ¿acaso esto es una subasta? Intento voltear a quien les habla la cachetona pero ella me fulmina con sus ojos transmitiendo odio. me quedo donde estoy haciendo caso a su disgusto—En el día de hoy tenemos a una mujer exótica y caliente llamada sirena, quien busca como loca a ver que hombre acaba con su preciada y majestuosa virginidad!.—Venga ya tía, decime cuánto vale y le romperé ese culo de unas!—grita un hombre desde el fondo—Ostias mujer dime cuánto vale y me la llevo hoy mismo—dice otro hombre con voz
—Señor si no se retira, téngalo por seguro que ninguno saldrá vivo, así que por favor retírese—me dice uno de ellos.—Yo solo vengo a buscar a mi hija estrella.—Yo no conozco a ninguna estrella.—Entonces quién me llamó?, y no me digas que no fue de aquí, porque en el reporte aparece este apestoso lugar.—Señor lárguese, este es un lugar privado, aquí no traemos a mujeres sin su consentimiento—dice una mujer vestida sexi con sus brazos llenos de tatuajes.—Por favor cachetona, retírate que este galán lo que quiere es una guerra.—Chicos ustedes seis buscan a estrella, nosotros nos quedamos, si este tipo quiere pelea pues con mucho gusto se la daré—tomo mi arma y la llevó al nivel de mi pecho apretando el gatillo y este sale como bala de cañón impactando en el tórax de uno de los escoltas.No me importa si muero hoy, lo que más quiero y deseo es que mi hija esté sana y salva, me deslizó por la mesa del bar para ocultarme de los impactos causados por estos hijos de perra, están locos q
—¿Qué tanto me ves?—le pregunto y él se echa a reír.—Pues, anhelando probar tu zona húmeda.—Mira yo no quiero nada contigo, no me gustas, me das asco, eres feo—me detiene.—Que yo soy que?—me reclama en tono incrédulo y se levanta de la cama, me agarra del brazo y me levanta a su altura—sabes algo, jamás y nunca había escuchado que una mujercita me haya llamado de esta manera—su voz se clava en mi oído y cada palabra dicha por él salpica en mi rostro decenas de chispas de saliva—eres muy bonita, pero tu boca daña tu imagen.—Mire señor, no me obligué a quererlo, no puedo, simplemente no puedo, así que por favor déjeme en paz.—Esta imbécil—eleva su mano para darme un golpe, al saber que eso se avecina cierro mis ojos esperando otro de sus puños, pero no, no fue así, él me tumbo a la cama y salió enojado por la puerta, dándolo seguro, uh, me duele...me siento mal creo que sí sigo así moriré antes, mis heridas aún están vivas, y como me está pensando este salvaje creo que no sanarán rápido
—¿Qué tanto me ves?—le preguntó y él se echó a reír.—Pues, anhelando probar tu zona húmeda.—Mira yo no quiero nada contigo, no me gustas, me das asco, eres feo—me detiene.—Que yo soy que?—me reclama en tono incrédulo y se levanta de la cama, me agarra del brazo y me levanta a su altura—sabes algo, jamás y nunca había escuchado que una mujercita me halla llamado de está manera—su voz se clava en mi oído y cada palabra dicha por el salpica en mi rostro decenas de chispas de saliva—eres muy bonita, pero tu boca daña tu imagen.—Mire señor, no me obligué a quererlo, no puedo, simplemente no puedo, así que por favor déjeme en paz.—Esta imbécil—eleva su mano para darme un golpe, al saber que eso se avecina cierro mis ojos esperando otro de sus puños, pero no, no fue así, el me tumbo a la cama y salió enojado por la puerta, dándolo seguro, auh, me duele...me siento mal creo que sí sigo así moriré antes, mis heridas aún están vivas, y como me está pensando este salvaje creo que no sanarán