EPÍLOGO En el dorado crepúsculo de una era, la familia Cavendish y sus seres queridos se encontraban en un remanso de paz que, tras años de turbulencias, parecía un sueño cristalizado en la realidad. La mansión, se mantenía como el corazón palpitante de la familia, un lugar donde el pasado y el futuro se entrelazaban en perfecta armonía. Elvira y Sir Alexander, eran el núcleo de un amor que se extendía a través de su hijo hacía sus nietos, pequeñas chispas de su legado que llenaban cada rincón con risas y carreras. Su vejez era un lienzo pintado con los colores del atardecer, cálidos y acogedores. —Padres —los llamó César al entrar junto a la feliz Sofía y sus hijos— tenemos una noticia que anunciar. —¿Y cuál es si se puede saber? —preguntó Sir Alexander. —Pues no sé si alguno de ustedes se acuerda de que Sofí y yo estamos casados, pero nunca celebramos una boda, y quiero que lo hagamos ahora, que todo parece que está en su lugar. Mamá, ¿nos ayudas? La petición de César resonó
Cuando Sofía entró nerviosa en la oficina del director ejecutivo, pudo sentir su mirada penetrante agobiándola como si estuviera juzgando su valía. A pesar de su inquietud, ella se mantuvo firme con una feroz determinación de obtener el trabajo. El CEO, se quedó observándola en lo que leía su expediente, aunque tenía excelentes calificaciones, no tenía experiencia laboral. ¿Por qué su antigua asistente se la propondría? Es verdad que reunía las características que le exigió en su físico, es una mujer sin gracia femenina oculta detrás de sus enormes espejuelos. Por la manera tan correcta y sencilla que viste, se percata que es una buena e inocente chica, muy lejos de lo que necesita, piensa. Pero al notar su confianza, y porque su antigua asistente se la recomendó, decide entrevistarla.—Sofía, ¿estás casada?—No, señor.—¿Tienes novio?—Tampoco, señor. —¿Familiares, amistades, conocidos que impidan que realices tu trabajo?—No, señor. Si leyó mi expediente, soy huérfana, vivo y tra
Sofía se encontraba en su oficina, nerviosamente mirando el reloj. Había intentado llamar a la señora Imelda, la mujer que solía conseguirle mujeres para su jefe, pero no había podido localizarla. Ya era casi la hora de la cita y no tenía a nadie que pudiera sustituir a la chica que había cancelado.El miedo de que la fueran a despedir la invadió y comenzó a sudar frío. Sabía que su jefe era muy exigente y que no toleraba errores. ¿Qué iba a hacer ahora? ¿Cómo iba a explicarle que no había conseguido una sustituta? Se sentía atrapada y sin salida. Fue entonces cuando tomó la absurda decisión de ir personalmente a explicarle a su jefe lo que había sucedido en vez de llamarlo.Tomó su bolso y salió corriendo, sin pensar en las consecuencias de su decisión. Un taxi parecía que esperaba por ella justo en la entrada. Cuando llegó al sitio, no se esperaba que fuera como aquel. El lugar era extraño, con luces rojas que apenas le permitían distinguir los rostros de las personas. Sofía se detu
Sofía nunca en su vida se había sentido tan desorientada y confundida como ahora, mientras caminaba tambaleante por el angosto y oscuro pasillo de aquel tétrico lugar. Se sentía completamente perdida después de la terrible experiencia que acababa de vivir. Había crecido en un orfanato después de que sus padres murieran cuando ella era pequeña. Nunca fue adoptada y tuvo que soportar el desprecio y la lástima de todos por su apariencia poco agraciada. Usaba unos enormes anteojos que resaltaban su fealdad. Desde muy joven, Sofía decidió volverse útil y valiosa a través de su honradez, integridad y bondad. Con el escaso dinero que ganaba trabajando en el orfanato logró comprarse esos anteojos. Aunque había intentado conseguir otro trabajo, siempre la rechazaban sin considerar nada más que su apariencia. Finalmente, había logrado un excelente trabajo con un gran salario y vivía en un hermoso apartamento. Por eso no podía entender por qué le había ocurrido esta terrible desgracia Y lo pe
El lunes llegó y con él la obligación para Sofía de salir de su casa. Desde que regresara en la madrugada del sábado, se había dedicado a dormir, bañarse y llorar. El señor López sólo le había enviado un mensaje diciendo que hablarían por video desde la empresa.Cuando sonó la alarma, Sofía se despertó casi congelada. Se había quedado dormida llorando dentro de la bañera. Temblando, se levantó y se preparó un café bien cargado. Necesitaba espabilarse y enfrentar este día con la mayor normalidad posible.Se vistió con su usual traje sastre gris y se miró al espejo. Sus ojos aún estaban hinchados, pero había logrado cubrir las ojeras con maquillaje. Peinó su cabello en un moño apretado y se colocó los lentes. Lucía como la eficiente y competente Sofía de siempre.Salió rumbo a la oficina, caminando rápidamente con la mirada al frente, evitando cruzarse con cualquier persona. Al llegar, se encerró en su despacho y se concentró en su trabajo. Respondió diligentemente los emails y las lla
Ese día el señor López no había querido reunirse con nadie. Suspendió todas las reuniones y citas que tenía, luego de una acalorada discusión que había sostenido por teléfono con su madre y que Sofía había podido escuchar con claridad, pues la puerta de comunicación de los despachos estaba abierta y su jefe tenía el audio puesto.—No puedes hacer eso mamá, por favor. Estás enferma del corazón. El doctor dijo que debías mantenerte tranquila, en un lugar relajado. ¿Cómo te vas a ir a viajar por el mundo en un crucero?—Ese doctor no sabe lo que dice —le respondió la señor Elvira— quiere que me muera en esa casa solitaria donde todo me recuerda a tu padre. No, me iré y no me lo vas a impedir. Ya sabes la única manera en que me quedaré a tu lado.—No me volveré a casar jamás, te lo dije. Olvídate de eso.—Hijo, ya pasó tiempo de ese hecho, tienes que avanzar, quiero tener nietos antes de morirme. ¡Eres mi único hijo!—¡Que no mamá! ¡Olvídalo!—Pues no esperes encontrarme cuando llegues h
Fenicio era el jefe de seguridad del señor López, tanto en la empresa como en su vida personal. Era un hombre de mediana edad, con una apariencia seria y decidida. Con una complexión fuerte y atlética, lo que indicaba que se cuidaba físicamente y se mantenía en forma. Su cabello lo llevaba corto y era oscuro, como su barba bien recortada. Sus ojos eran de un color marrón, lo que le daba una mirada penetrante y decidida. Entró decidido en el despacho del señor López, con una expresión preocupada en su rostro. Se sentó frente a él y suspiró antes de hablar.—Lo siento, López. No he encontrado ninguna pista sólida todavía. Pero sigo trabajando en ello y espero tener noticias pronto —dijo, con un tono de frustración. Fenicio y el señor López se habían conocido en una reunión de negocios en la que estaba trabajando como agente de seguridad. Durante la reunión, Fenicio pudo demostrar su habilidad para anticiparse a los peligros y tomar medidas preventivas, lo que impresionó al señor L
Sofía lo miró con agonía, no quería hablar de su vida privada con su jefe. Pero tampoco quería que él se pusiera a investigar por su cuenta y descubriera su pequeño y gran secreto, por lo que caminó hasta detenerse frente a su buró. Tomó aire y dijo:—Sí, señor. Hay algo más como veo que sospecha. Si ellos se enteran de que trabajo aquí y gano tanto dinero, me harán darles todo mi salario como pago por mi estancia en el orfanato como antes.—¿Antes?—Sí, ellos me ubicaban en los lugares a trabajar y cobraban mi salario, solo me daban una mesada. Además, me harán pedirle dinero a usted y hacerles favores constantemente. No descansarán hasta que me despida y me vea obligada a volver allí —explicó, con un tono triste. El señor López la miró desconfiado, sin saber si creerle o no. Esa no era la imagen que tenía de esos centros que se llamaban orfanatos. Para él recogían y cuidaban a los bebés abandonados y hacían todo lo posible por darles una vida decente. Ignorando que a veces en ello