Sofía nunca en su vida se había sentido tan desorientada y confundida como ahora, mientras caminaba tambaleante por el angosto y oscuro pasillo de aquel tétrico lugar. Se sentía completamente perdida después de la terrible experiencia que acababa de vivir.
Había crecido en un orfanato después de que sus padres murieran cuando ella era pequeña. Nunca fue adoptada y tuvo que soportar el desprecio y la lástima de todos por su apariencia poco agraciada. Usaba unos enormes anteojos que resaltaban su fealdad. Desde muy joven, Sofía decidió volverse útil y valiosa a través de su honradez, integridad y bondad. Con el escaso dinero que ganaba trabajando en el orfanato logró comprarse esos anteojos. Aunque había intentado conseguir otro trabajo, siempre la rechazaban sin considerar nada más que su apariencia. Finalmente, había logrado un excelente trabajo con un gran salario y vivía en un hermoso apartamento. Por eso no podía entender por qué le había ocurrido esta terrible desgracia Y lo peor, es que se sentía culpable de lo que le había sucedido. ¡Ella sola había venido y entrado! ¿Cómo no salió huyendo al ver el sitio que era? ¿Por qué fue tan ingenua? ¿A quién iba a culpar de lo que había pasado? Al salir de la habitación se había encontrado con aquella mujer esperándola en el pasillo. Le dijo que volviera por sus cosas. Sofía sabía que tenía que hacer lo posible por escapar de ese espantoso sitio. Debía encontrar la forma de salir adelante después de esto. La mujer la dejó vestirse y le dio un sobre con dinero.—El cliente quedó más que complacido y te dejó más de lo que acostumbramos a pagar, toma, y esta es mi tarjeta, si quieres puedes venir cada vez que quieras. Aturdida y ausente, Sofía permitió que le guardara el dinero y la tarjeta en su bolso. La llevó hasta una puerta trasera que daba a una calle húmeda y oscura. Sin saber qué hacer o a dónde ir, la dejó allí completamente desorientada. Avanzó descalza por la oscura y solitaria calle. En su confusión, había tomado unos zapatos que no le servían y tuvo que quitárselos. No se atrevía a regresar a ese horrible lugar para cambiarlos. Sentía el frío suelo húmedo bajo sus pies. Un escalofrío recorrió todo su cuerpo, que aún conservaba la sensación fantasmal de las manos de ese hombre sobre su piel. Las lágrimas comenzaron a rodar por sus mejillas mientras una profunda desesperanza se apoderaba de ella.¿Cómo había llegado a esto? Hasta hace poco tenía una vida envidiable, un buen trabajo, un apartamento. Y ahora, ultrajada y humillada, deambulaba descalza y perdida en medio de la noche. Se sentía como una muñeca rota, algo que habían usado y luego desechado sin contemplaciones.El miedo se mezclaba con la rabia, la impotencia y la vergüenza. ¿Cómo pudo ser tan ingenua? Se odiaba a sí misma por haberse colocado en esa situación de vulnerabilidad. ¿En qué estaba pensando? Debió sospechar que algo andaba mal, por las cosas que le decía la mujer. Ahora no le quedaba nada, ni siquiera su dignidad.
Los sollozos sacudían todo su cuerpo mientras avanzaba sin rumbo. ¿Adónde iría? No tenía a nadie en este mundo a quien recurrir, estaba completamente sola, como cuando era niña en aquel frío orfanato. Pero esta vez no había nadie que la protegiera o le tendiera una mano amiga.
Sofía sintió que se hundía en un pozo oscuro de desolación. Ya no le quedaban fuerzas para luchar o salir adelante. Lo había perdido todo. Solo deseaba desaparecer para siempre de este mundo cruel que la había maltratado desde el día en que nació. El timbrar insistente de su teléfono hizo que reaccionara y lo tomara, no conocía quién la llamaba, pero lo tomó con miedo.—¿Hola?
—Hola —respondió una voz de mujer. —¿Eres la nueva asistente del señor López?
—Eso creo —respondió aguantando las ganas de sollozar,
—¿Sabes dónde está? —preguntó la voz apremiante sin hacer caso a la respuesta indecisa de ella.
—Esto es una emergencia, localízalo y dile que venga urgente, su padre se está muriendo.
—¿Muriendo? ¿A dónde debe ir? —preguntó ansiosamente, olvidando por un momento lo que le había sucedido y buscando con desesperación el número de su jefe, quien le contestó con la voz muy ronca y adormilado.
—Hola Sofía, ¿qué quieres a esta hora? Estoy cansado, sabes que no debes llamarme a no ser que sea urgente.
—Señor, señor…, me acaba de llamar una mujer diciendo que tenía que ir urgente porque su padre estaba muriendo —hablaba lo más rápido que podía, como si de esa manera fuera a evitar cualquier cosa que le fuera a reclamar su jefe.
—¿Qué? ¿Muriendo? —Sofía pudo escuchar claramente como su jefe había salido de la cama y caminaba presuroso por la habitación, en lo que seguía interrogándola. — ¿Dijiste que mamá llamó para decir que papá está muriendo?
—Sí, sí, pero colgó, no dijo nada más. Y, y.., no sé si fue su mamá, señor, no lo dijo y nunca he hablado con ella antes, no sabría decirle. Tampoco me dio tiempo a preguntar, porque como le dije colgó.
—Está bien, tuvo que ser ella, te dejo a cargo de todo. Me voy en el avión y no sé cuando regresaré. Yo trabajaré desde allá, ¿de acuerdo? ¿Cuento contigo, Sofía? De que hagas exactamente todo lo que te diga depende que la empresa no se vaya a la bancarrota. ¿Entiendes?
Sofía guardó silencio sin comprender ahora mismo lo que estaba sucediendo. Su jefe hablaba como si nada, y un terror muy grande se fue adueñando de ella. Pues por cómo reaccionaba el señor López, parecía que no estaba molesto con ella. Sin que respondiera, él siguió dándole órdenes de lo que debía y no debía hacer. Para colgar después de decirle que confiaba en ella. Entonces si no había sido su jefe, ¿con quién ella había estado en ese lugar infernal?Sofía colgó el teléfono con manos temblorosas. Un escalofrío recorrió su espalda. Si su jefe no estaba molesto con ella y actuaba como si nada hubiera pasado, eso solo podía significar una cosa: ¡él no había estado en ese espantoso lugar!Entonces... ¿con quién había estado? ¿Quién era ese hombre que abusó de ella? Un terror paralizante se apoderó de Sofía. Alguien la había engañado y atraído hasta ese sórdido prostíbulo, ¿sería el taxista? No podía recordar su rostro para ir a denunciarlo. Ya le parecía extraño que su jefe frecuentaba un lugar tan miserable como ese. Tenía que investigar todo primero.Trató de calmarse y pensar. Buscó en su bolso y encontró la tarjeta que le había dado aquella mujer. Decía "Club Atlantis" y tenía una dirección. Sofía sintió náuseas al verla. Rompió la tarjeta en pedazos y los tiró al suelo con rabia.Necesitaba respuestas. ¿Quién le había hecho esto? ¿Y por qué? Ella no era nadie importante, no entendía qué podrían ganar lastimándola de esa forma tan cruel. Sofía había dedicado su vida a trabajar duro y en silencio, sin meterse con nadie. Mientras caminaba de regreso a su apartamento, su mente formulaba posibles teorías, cada una más descabellada que la anterior. ¿Y si alguien poderoso la había elegido como víctima al azar? ¿O tal vez era una venganza contra su jefe, usándola a ella para darle una lección? Cada sospecha que surgía la llenaba de más preguntas sin respuesta. Al llegar a su edificio, Sofía se detuvo en seco. Observó las ventanas oscuras, preguntándose si alguien la estaría vigilando. ¿Podía confiar siquiera en sus propios vecinos? El terror de no saber la invadió. Necesitaba averiguar quién estaba detrás de todo esto, antes de que volvieran a por ella.Mientras tanto, el señor López, que hacía nada se había acostado, después de la llamada de Sofía avisando que su padre estaba en el lecho de muerte, salió corriendo dando voces a su guardia de seguridad.—¡Rápido, rápido! ¡Tenemos que ir al aeropuerto ya!El guardaespaldas, sobresaltado por los gritos, se montó rápidamente en el auto y salieron a toda velocidad hacia el aeropuerto. Durante el camino, el señor López no dejaba de pensar en su padre y en llegar a tiempo para despedirse. Estaba angustiado, hacía meses que no lo visitaba por sus constantes viajes de negocios. Se reprochaba no haber estado más pendiente de su salud. Al llegar al aeropuerto, corrió hacia los controles, para luego correr hacía la pista donde ya su avión estaba listo para despegar. Al abordar el avión que salía en media hora, llamó a su madre para tener más detalles, pero no lograba comunicarse. Finalmente, cuando el avión despegó, el señor López se reclinó en su asiento con una mezcla de tristeza y arrepentimiento. Rogaba poder llegar a tiempo para ver a su padre con vida por última vez y despedirse apropiadamente. Estaba tan concentrado en sus pensamientos que no se percató de la misteriosa persona que desde el aeropuerto en la distancia, lo observaba fijamenteSofía finalmente llegó a su hermoso apartamento y corrió directo al baño. Abrió la ducha y dejó que el agua casi hirviendo cayera sobre su cuerpo. Talló fuertemente su piel, como si quisiera borrar toda huella de lo que le había sucedido esa noche.
Las lágrimas se mezclaban con el agua mientras Sofía frotaba una y otra vez, hasta dejar su piel enrojecida. Se sentía tan humillada, tan impotente. Había momentos en que la rabia y la indignación la invadían, queriendo gritar y romper todo a su paso. Luego venían olas de vergüenza y culpa, preguntándose una y otra vez cómo pudo permitir que esto pasara. Se suponía que era una mujer fuerte e independiente, que podía cuidar de sí misma. Pero la habían engañado y usado como a una muñeca.Tras una hora bajo el agua hirviendo, Sofía se miró al espejo. Apenas se reconocía, con los ojos hinchados de tanto llorar y la piel lastimada por el tallado. Se sentía como una cascarón vacío, sin esperanzas. Pero en el fondo, muy en el fondo, una pequeña llama de rabia seguía viva. No podía permitir que esto quedara impune. Secándose las lágrimas, Sofía se prometió encontrar al culpable y hacerlo pagar. No sabía cómo, pero tenía que haber una pista, una forma de descubrir quién estaba detrás de todo. Y cuando lo hiciera, se aseguraría de que se pudriera en la cárcel por el resto de su miserable vida. Ese pensamiento fue lo único que le dio fuerzas para seguir adelante.El lunes llegó y con él la obligación para Sofía de salir de su casa. Desde que regresara en la madrugada del sábado, se había dedicado a dormir, bañarse y llorar. El señor López sólo le había enviado un mensaje diciendo que hablarían por video desde la empresa.Cuando sonó la alarma, Sofía se despertó casi congelada. Se había quedado dormida llorando dentro de la bañera. Temblando, se levantó y se preparó un café bien cargado. Necesitaba espabilarse y enfrentar este día con la mayor normalidad posible.Se vistió con su usual traje sastre gris y se miró al espejo. Sus ojos aún estaban hinchados, pero había logrado cubrir las ojeras con maquillaje. Peinó su cabello en un moño apretado y se colocó los lentes. Lucía como la eficiente y competente Sofía de siempre.Salió rumbo a la oficina, caminando rápidamente con la mirada al frente, evitando cruzarse con cualquier persona. Al llegar, se encerró en su despacho y se concentró en su trabajo. Respondió diligentemente los emails y las lla
Ese día el señor López no había querido reunirse con nadie. Suspendió todas las reuniones y citas que tenía, luego de una acalorada discusión que había sostenido por teléfono con su madre y que Sofía había podido escuchar con claridad, pues la puerta de comunicación de los despachos estaba abierta y su jefe tenía el audio puesto.—No puedes hacer eso mamá, por favor. Estás enferma del corazón. El doctor dijo que debías mantenerte tranquila, en un lugar relajado. ¿Cómo te vas a ir a viajar por el mundo en un crucero?—Ese doctor no sabe lo que dice —le respondió la señor Elvira— quiere que me muera en esa casa solitaria donde todo me recuerda a tu padre. No, me iré y no me lo vas a impedir. Ya sabes la única manera en que me quedaré a tu lado.—No me volveré a casar jamás, te lo dije. Olvídate de eso.—Hijo, ya pasó tiempo de ese hecho, tienes que avanzar, quiero tener nietos antes de morirme. ¡Eres mi único hijo!—¡Que no mamá! ¡Olvídalo!—Pues no esperes encontrarme cuando llegues h
Fenicio era el jefe de seguridad del señor López, tanto en la empresa como en su vida personal. Era un hombre de mediana edad, con una apariencia seria y decidida. Con una complexión fuerte y atlética, lo que indicaba que se cuidaba físicamente y se mantenía en forma. Su cabello lo llevaba corto y era oscuro, como su barba bien recortada. Sus ojos eran de un color marrón, lo que le daba una mirada penetrante y decidida. Entró decidido en el despacho del señor López, con una expresión preocupada en su rostro. Se sentó frente a él y suspiró antes de hablar.—Lo siento, López. No he encontrado ninguna pista sólida todavía. Pero sigo trabajando en ello y espero tener noticias pronto —dijo, con un tono de frustración. Fenicio y el señor López se habían conocido en una reunión de negocios en la que estaba trabajando como agente de seguridad. Durante la reunión, Fenicio pudo demostrar su habilidad para anticiparse a los peligros y tomar medidas preventivas, lo que impresionó al señor L
Sofía lo miró con agonía, no quería hablar de su vida privada con su jefe. Pero tampoco quería que él se pusiera a investigar por su cuenta y descubriera su pequeño y gran secreto, por lo que caminó hasta detenerse frente a su buró. Tomó aire y dijo:—Sí, señor. Hay algo más como veo que sospecha. Si ellos se enteran de que trabajo aquí y gano tanto dinero, me harán darles todo mi salario como pago por mi estancia en el orfanato como antes.—¿Antes?—Sí, ellos me ubicaban en los lugares a trabajar y cobraban mi salario, solo me daban una mesada. Además, me harán pedirle dinero a usted y hacerles favores constantemente. No descansarán hasta que me despida y me vea obligada a volver allí —explicó, con un tono triste. El señor López la miró desconfiado, sin saber si creerle o no. Esa no era la imagen que tenía de esos centros que se llamaban orfanatos. Para él recogían y cuidaban a los bebés abandonados y hacían todo lo posible por darles una vida decente. Ignorando que a veces en ello
El señor López decidió viajar a una conferencia en una ciudad distante, con el objetivo de expandir su red de contactos y explorar nuevas oportunidades de negocios. Sofía lo acompañó como su asistente ejecutiva, encargada de organizar todos los detalles del viaje. La señora Lucrecia se había quedado con su bebé, y aseguró que no debía preocuparse. Sin embargo, ella contrató a una niñera para que la ayudara todo el fin de semana que faltaría. Se encontraban en la mañana en una lujosa sala de conferencias del hotel en que se habían hospedado la noche anterior a su llegada. Habían viajado para reunirse con posibles inversores interesados en que invirtieran en sus empresas. —Señor, nunca lo había visto tan nervioso —dijo Sofía alcanzándole un vaso de agua— tome un poco. Además, si no quiere hacerlo, ¿para qué vinimos?—Solo exploramos las opciones —contestó Lopez bebiendo el agua y se quedó con el vaso suspendido mirando fijo. Sofía giró su cabeza y vio entrar a una elegante pareja.
El señor López no podía controlar sus emociones. Jamás pensó que volver a encontrarse con Delia y Carlos causaría tantos estragos en él. A medida que avanzaban las conferencias que les interesaban, López se sentía cada vez más agobiado al terminar. Por lo que se despidieron y cada cual se fue para su habitación en la noche. Pues su avión salía al otro día bien temprano. Sofía estaba hablando con la señora Lucrecia, por video y vio que su niño estaba feliz dormido en su cuna.—Ya terminamos, mañana regresamos —le decía a la señora Lucrecia.—Está bien, no te preocupes, ya viste que el niño está bien, sal a divertirte un poco.—No lo creo, fue extenuante. El vuelo es a primera hora, de seguro después del medio día estaremos allá.—Aquí estaremos. Sal un poco, aprovecha que eres joven.—No insista, hoy el día fue muy largo. Buenas noches Lucrecia y gracias —colgó y salió del baño lista a acostarse cuando la puerta sonó. Al abrir, en ella se encontraban el señor López con Fenicio.—Sofí
Sofía se había quedado sin saber que hacer, por inercia y porque todavía su cabeza estaba nublada por el alcohol y el dolor, sin percatarse de lo que hacía, ante los ojos desorbitados del señor López, levantó su vestido para mirar si eran suyas.—¡Cielos! —gritó al darse cuenta de lo que había hecho, no solo el señor López tenía su braga en la mano, ¡ella había acabado de levantar su vestido delante de él enseñándole todo! El señor López en la misma situación o peor que ella, la miraba estupefacto por medio de su resaca. Sin poder creer que ella hubiese levantado su vestido, y mucho menos que él tuviera sus bragas en la mano. Sin pensarlo dos veces, Sofía se las arrebató apenada y corrió hacia el baño, sintiéndose completamente desconcertada. ¿Que rayos sucedió en esa cama? Se preguntaba sin poder recordar nada.― ¡Fenicio! —Vociferó el señor López sin comprender en su mente entumecida por el alcohol lo que sucedía. Pues tampoco recordaba nada. —¿Qué demonios está pasando aquí? ¿
Sofía, con su rostro serio y ojos fijos en la salida, apenas prestaba atención a las palabras del señor López. Su mente estaba en otro lugar, un lugar lleno de pensamientos y preocupaciones que parecían nublar su percepción del presente. Se movía con una velocidad y determinación que evidenciaban su urgencia. El señor López, pacientemente seguía a Sofía con la maleta de ella en sus manos. A pesar de la indiferencia de la joven, él intentaba hacer conversación, preguntándole cómo se sentía, si se acordaba de algo, cualquier cosa que pudiera romper el muro de silencio que ella había erigido. Pero Sofía respondía con monosílabos, su tono era cortante, casi rudo. No porque no le quisiera contestar al señor López, sino porque su mente estaba en otro lugar, consumida por una urgencia que la desesperaba. Debía encontrar rápido una farmacia y comprar la pastilla salvadora. Finalmente, alcanzaron la salida del aeropuerto. Sofía se detuvo brevemente, inspirando profundamente como si intenta