Sofía, con su rostro serio y ojos fijos en la salida, apenas prestaba atención a las palabras del señor López. Su mente estaba en otro lugar, un lugar lleno de pensamientos y preocupaciones que parecían nublar su percepción del presente. Se movía con una velocidad y determinación que evidenciaban su urgencia. El señor López, pacientemente seguía a Sofía con la maleta de ella en sus manos. A pesar de la indiferencia de la joven, él intentaba hacer conversación, preguntándole cómo se sentía, si se acordaba de algo, cualquier cosa que pudiera romper el muro de silencio que ella había erigido. Pero Sofía respondía con monosílabos, su tono era cortante, casi rudo. No porque no le quisiera contestar al señor López, sino porque su mente estaba en otro lugar, consumida por una urgencia que la desesperaba. Debía encontrar rápido una farmacia y comprar la pastilla salvadora. Finalmente, alcanzaron la salida del aeropuerto. Sofía se detuvo brevemente, inspirando profundamente como si intenta
El señor López se quedó en silencio, mirando por la ventana. Su mente estaba llena de pensamientos conflictivos. Por un lado, no podía soportar la idea de haber herido a Sofía, que siempre había sido eficiente e inocente. Por otro lado, la idea de casarse de nuevo le producía un miedo profundo.Había pasado por un matrimonio desastroso. Delia lo había traicionado de la peor manera posible, dejándolo con cicatrices emocionales profundas y un miedo persistente al compromiso. No quería volver a pasar por eso. No quería volver a sentir ese dolor.Pero también sabía que tenía una responsabilidad hacia Sofía si resultaba que se había propasado con ella. No podía simplemente ignorar sus acciones y seguir adelante como si nada hubiera pasado. Tenía que hacer lo correcto, incluso si eso significaba enfrentarse a sus miedos más profundos.¿Y si me equivoco de nuevo? Pensó. ¿Y si resulta que Sofía no es quien creo que es? ¿Y si termino herido de nuevo? Pero luego recordó a Sofía, su sonrisa amab
Sofía, temblorosa, llamó de inmediato a Fenicio, mientras con cuidado y miedo pasaba la mano por la espalda de su jefe. Con un pañuelo, limpiaba el sudor de su frente, mirándolo con profunda preocupación. Por un instante, el señor López la observó con gratitud. —Sería una excelente esposa—, pensó, antes de que la llegada apresurada de Fenicio interrumpiera sus reflexiones y lo llevara al hospital.Fue atendido por el mismo médico que el día anterior. Sofía, aún asustada, no soltaba su mano y continuaba secando su frente con un pañuelo. Ella misma se encargó de explicar la situación al doctor, quien la observó con atención.—¿Es usted su esposa? —preguntó el doctor. Sin esperar respuesta, continuó—. Señora, no se preocupe. Solo debe asegurarse de que su esposo no coma en cualquier lugar. López, las pruebas indican que has vuelto a ingerir esa extraña sustancia. ¡Debes cuidarte! ¿Qué has comido hoy?—Solo el desayuno habitual en casa: un café y unas tostadas, y el almuerzo en el restau
El Sr. López se detuvo para mirarla, era la primera vez que ella lo saludaba por su apelativo, y lo tuteaba. ¿Qué le pasaría a su asistente hoy? Se preguntó en lo que se ponía de frente a ella. Que por algún motivo ese día, Sofía se puso a observarlo detenidamente. López era un hombre imponente, con una estatura alta y una postura recta y elegante. Llevaba el cabello corto y una barba bien recortada. Sus ojos de mirada penetrante observaron curiosamente a su asistente, notando cómo su labio inferior temblaba ligeramente, algo imperceptible para otros pero no para él. No apartó la mirada de ella, lo cual podía resultar intimidante, mientras trataba de adivinar el motivo detrás de su comportamiento inusual. Sofía lo miraba con miedo. ¿Por qué había tenido que saludarlo de esa manera, si nunca lo hacía de ese modo? Se cuestionaba mientras observaba su acercamiento lento y medido. La piel pálida, suave y perfumada de su rostro, usualmente marcada por un ceño fruncido, estaba ahora a
Sofía se encontraba en un dilema, debatiéndose entre cumplir con las órdenes de su jefe y cuidar de su pequeño. Sabía que las reuniones como ésta solían durar al menos dos horas y que el señor López no la dejaba moverse de su lado para asistirlo. ¿Qué iba a hacer con su hijo? Sentía un nudo en la garganta al pensar en su pequeño durmiendo bajo su escritorio en la oficina. Sabía que no debería haberlo traído, pero no tenía a nadie más que pudiera cuidarlo en ese momento.Ahora se sentía atrapada, sin saber qué hacer. Miró a su hijo, profundamente dormido. ¿Quizás tendría tiempo de correr a arreglar todo y regresar con la excusa de su dolor de estómago? Acarició a su pequeño, suspiró y cerró las puertas con llave, tanto la de salida como la que comunicaba con la oficina de su jefe, especialmente esa.Se quedó parada frente a la puerta, preguntándose si no sería mejor confiar en su jefe. Tal vez él entendería y no la despediría. Pero, ¿estaba dispuesta a correr ese riesgo? ¿A poner en j
Después de cambiarse a un traje nuevo, el Sr. López regresó a su despacho, sólo para quedarse paralizado al ver a un niño encima de su escritorio. ¿Podría ser este el secreto que Sofía estaba ocultando? ¿Podría ser este niño hijo de ella? ¿Pero…, qué hacía allí y como fue a parar encima de su buró un bebé tan pequeño? ¿Quién está empeñado en que conociera a éste niño? Con todas estas preguntas revoloteando en su mente, decidió que necesitaba hablar con Sofía, para entender qué estaba pasando. Si era lo que ella estaba ocultando, no lo dejaría allí, solo, en tan gran peligro, pensó. Corrió a sujetar al bebé que estaba a punto de caerse y que al verlo le sonrió sin miedo, mientras jugaba con sus llaves. Algo raro estaba sucediendo y él tenía que averiguarlo.Mientras tanto, Sofía miraba aterrada la manta vacía en su despacho. ¿Dónde podría haberse escondido su pequeño y gran secreto?—Javier…, bebé, ¿dónde estás cariño? —llamó, buscándolo por todas partes sin éxito.Empezó a entrar en
Sofía sintió cómo las lágrimas comenzaban a acumularse en sus ojos. El peso de su secreto, ahora en manos de Mía, parecía más pesado que nunca. Pero no era solo su bienestar lo que estaba en juego, era el de su hijo, su pequeño Javier.—Tú no tiene corazón Mía, amenazar a un pobre bebé así. ¡Eres…, eres…, de lo peor! ¡Una mujer sin corazón!Mía se rió con sarcasmo. Veía que la inocente de Sofía ni discutir sabía, era una presa fácil para hacerla hacer todo lo que quisiera Delia. Aunque el hijo no fuera suyo. —El corazón no sirve de nada en los negocios, Sofía. Si quieres triunfar, debes estar dispuesta a pasar por encima de quien sea necesario. Así funciona el mundo real, aunque tú prefieras vivir en tu fantasía. Fuiste una tonta en traer a ese pequeño de tu hermana de crianza aquí. ¿Creíste que no lo iba a utilizar? Ya no te necesito para acercarme al señor López, observa y verás. La frialdad y la falta de escrúpulos de Mía la habían dejado sin palabras. Pero a pesar de la traición
El señor López llegaba a toda velocidad al lugar que su madre le había indicado, se preguntaba cuándo había regresado de su viaje. Se sorprendió al descubrir que se trataba de un hotel. ¿Qué hacía allí? Sin embargo, no se detuvo a reflexionar. Entró junto a Fenicio al edificio y se acercó apresuradamente a la recepción.—Por favor, mi madre me acaba de llamar diciéndome que ha tenido un accidente aquí —dijo con voz tensa.—¿Aquí, señor? —preguntó la recepcionista con una expresión de confusión.—Sí, su nombre es Elvira López. Yo soy su hijo —explicó rápidamente.Antes de que la recepcionista pudiera responder, una hermosa mujer se acercó a ellos con una sonrisa en su rostro.—¿López? ¿Eres César López? —preguntó, su sonrisa se ensanchó al ver su confirmación. —Tu madre no me engañó, eres muy bien parecido.La urgencia de la situación quedó momentáneamente eclipsada por la sorpresa ante la aparición de esta desconocida. César López parpadeó, sorprendido por el giro inesperado de los ac