Sofía sintió cómo las lágrimas comenzaban a acumularse en sus ojos. El peso de su secreto, ahora en manos de Mía, parecía más pesado que nunca. Pero no era solo su bienestar lo que estaba en juego, era el de su hijo, su pequeño Javier.—Tú no tiene corazón Mía, amenazar a un pobre bebé así. ¡Eres…, eres…, de lo peor! ¡Una mujer sin corazón!Mía se rió con sarcasmo. Veía que la inocente de Sofía ni discutir sabía, era una presa fácil para hacerla hacer todo lo que quisiera Delia. Aunque el hijo no fuera suyo. —El corazón no sirve de nada en los negocios, Sofía. Si quieres triunfar, debes estar dispuesta a pasar por encima de quien sea necesario. Así funciona el mundo real, aunque tú prefieras vivir en tu fantasía. Fuiste una tonta en traer a ese pequeño de tu hermana de crianza aquí. ¿Creíste que no lo iba a utilizar? Ya no te necesito para acercarme al señor López, observa y verás. La frialdad y la falta de escrúpulos de Mía la habían dejado sin palabras. Pero a pesar de la traición
El señor López llegaba a toda velocidad al lugar que su madre le había indicado, se preguntaba cuándo había regresado de su viaje. Se sorprendió al descubrir que se trataba de un hotel. ¿Qué hacía allí? Sin embargo, no se detuvo a reflexionar. Entró junto a Fenicio al edificio y se acercó apresuradamente a la recepción.—Por favor, mi madre me acaba de llamar diciéndome que ha tenido un accidente aquí —dijo con voz tensa.—¿Aquí, señor? —preguntó la recepcionista con una expresión de confusión.—Sí, su nombre es Elvira López. Yo soy su hijo —explicó rápidamente.Antes de que la recepcionista pudiera responder, una hermosa mujer se acercó a ellos con una sonrisa en su rostro.—¿López? ¿Eres César López? —preguntó, su sonrisa se ensanchó al ver su confirmación. —Tu madre no me engañó, eres muy bien parecido.La urgencia de la situación quedó momentáneamente eclipsada por la sorpresa ante la aparición de esta desconocida. César López parpadeó, sorprendido por el giro inesperado de los ac
Mía suspiró mientras recogía las revistas y platos sucios que Delia había dejado esparcidos por todo el apartamento. A pesar de ser hermanas, las dos mujeres eran como el día y la noche. Mía, ordenada y responsable, contrastaba fuertemente con Delia, quien era despreocupada y dejaba que los demás se encargaran de su desorden.Cuando Delia la buscó y le reveló que eran medio hermanas, Mía no le creyó hasta que vio el resultado de las pruebas de ADN. A pesar de sus diferencias, Mía sintió una conexión instantánea con Delia. Lo que nunca imaginó era que toda la ayuda que le había brindado su hermana era parte de un plan mayor para engañar al señor López.—¿Y cómo te fue con Sofía? ¿Hiciste exactamente lo que te dije? —preguntó Delia.—Sí, lo hice, exactamente —dijo Mía. —¿Era necesario amenazarla así? Vi al CEO con deseo de ayudarla. No sé de qué sirve que haya dicho que es mi sobrino. Eso fue muy arriesgado, ¿y si llegaba a despedirme? —No importa, ahora te ves diferente a los ojos de
El señor López se encontraba en un dilema en su oficina tras recibir una invitación a una fiesta de alto perfil que no podía rechazar. No estaba dispuesto a asistir con una acompañante desconocida, temiendo revivir la desafortunada experiencia que había tenido durante el último viaje. Por lo tanto, optó por invitar a Sofía que era confiable, y lo cuidaba, decidido a no tomar nada.Al observar su reacción de sorpresa y la manera en que contemplaba la tarjeta en sus manos, una ola de preocupación lo invadió. ¿Estaría Sofía preparada para asistir a un evento de tal envergadura? Sin embargo, ya no había vuelta atrás, ella se había marchado y había declinado su oferta de recogerla en su casa.Sofía insistió en llegar por sus propios medios, optando por un taxi. Aunque a él no le agradaba la idea, decidió no insistir. Respetaría su decisión y esperaba que todo saliera bien esa noche.Mientras conversaba con su vecina y amiga Lucrecia. Sofía la miró con incredulidad ante sus palabras. ¿Estab
¿Han escuchado alguna vez la historia del patito feo que se transformó en un majestuoso cisne? Esa fue la impresión que embargó al señor López al ver a una belleza conocida acercándose. Era como si una criatura mítica, un cisne, emergiera de la nada, desplazándose con gracia y dignidad entre la multitud.No era simplemente la belleza lo que lo dejó sin aliento. Había en ella una delicadeza y sencillez que se desprendían de su ser de manera casi etérea. Su vestido, de un negro profundo y elegante, caía sobre su figura con una sofisticación que no necesitaba de adornos ostentosos para destacar. Se movía con una gracia que parecía innata, cada paso que daba parecía estar coreografiado para un baile solo de ella. Pero lo que más llamó su atención en lo que trataba de convencerse que esa mujer que se deslizaba hacía él, era su asistente, sin los enormes espejuelos que siempre escondían sus increíbles y hermosos ojos, que estaban fijos en los suyos y que veía por primera vez. Era el bril
Justo en ese momento, cuando estaba a punto de asentir, sonó su teléfono con un tono conocido rompiendo la magia del momento. Era la señora Lucrecia, llamándola. Sofía se sobresaltó y aprovechó la excusa para alejarse delicadamente de su jefe.—Lo siento, debo atender esta llamada —se disculpó Sofía, sintiéndose aliviada de poner algo de distancia y escapar del encanto de su jefe, estuvo a punto de caer, se decía en lo que se alejaba.—No te alejes mucho Sofi —dijo el señor López en lo que la seguía con la mirada y se preguntaba. ¿Quién la puede estar llamando a estas horas? Miró su reloj, eran pasadas las doce de la noche. Volvió a mirar como se alejaba demasiado para su gusto, ante la mirada de rufianes que la miraban con deseo, y avanzó despacio detrás de ella. No quería que sintiera que invadía su privacidad. Con su mirada buscó a Fenicio que asintió y la siguió más de cerca. Sofía todavía con todas las emociones y sensaciones que le había provocado su primer beso, se alejaba
El señor López se había pasado la noche en su auto frente al edificio de Sofía. Fenicio había comprobado que Matías no la había llevado hasta su casa, lo cual podría significar que en verdad no eran tan cercanos. Los celos lo consumían ligados con el miedo al engaño y la decepción. Varias veces arrancó el auto y se alejó, pero entre más lo hacía, más temía que Sofía lo engañara. Al final, luego de que el portero le asegurara de que ahí jamás había estado ese sujeto, decidió irse. Pero al llegar a su casa su mente no dejaba de funcionar sin dejarlo dormir. Por su parte, los incidentes de ese día le habían servido de lección a Sofía, no solo con su jefe que la había tratado muy diferente. Hasta llegó a pedirle que fuera suya, después de confesarle que le gustaba como mujer. No tenía idea de cómo iba a arreglar eso, aunque debía hacerlo. Sobre todo esos hechos, le enseñaron que debía cuidar sus emociones. El susto de que su hijo estaba enfermo, la hizo decir cosas que no debía a
El señor López no podía sacarse de la cabeza la imagen de Sofía yéndose con Matías. Los celos y la desconfianza se apoderaron de él, aunque luchaba por contenerse. Su pasado lo atormentaba. La infidelidad de su ex esposa con su socio aún le dolía profundamente. Desde entonces, le costaba confiar en los demás. Temía volver a ser traicionado y quedarse solo. Sintió desde el primer día que la conoció, que Sofía era diferente y había confiado en ella ciegamente. Pero verla con otro hombre despertó sus peores miedos. ¿Y si ella también lo abandonaba como lo hizo su esposa? No podría soportar perderla. Necesitaba mantenerla a su lado a como diera lugar. Debía alejar a Matías de Sofía, fuera como fuera. Ella era solo para él, más ahora que había descubierto la belleza escondida de su asistente y su gran amor por ella. Los celos lo cegaban, llevándolo a pensar incluso en hacer algo desesperado. —¿Fenicio, son en verdad confiables esas noticias? —preguntó sin dejar de mirar los pies desc