22. MATÍAS

Justo en ese momento, cuando estaba a punto de asentir, sonó su teléfono con un tono conocido rompiendo la magia del momento. Era la señora Lucrecia, llamándola. Sofía se sobresaltó y aprovechó la excusa para alejarse delicadamente de su jefe.

—Lo siento, debo atender esta llamada —se disculpó Sofía, sintiéndose aliviada de poner algo de distancia y escapar del encanto de su jefe, estuvo a punto de caer, se decía en lo que se alejaba.

—No te alejes mucho Sofi —dijo el señor López en lo que la seguía con la mirada y se preguntaba. ¿Quién la puede estar llamando a estas horas?

Miró su reloj, eran pasadas las doce de la noche. Volvió a mirar como se alejaba demasiado para su gusto, ante la mirada de rufianes que la miraban con deseo, y avanzó despacio detrás de ella. No quería que sintiera que invadía su privacidad. Con su mirada buscó a Fenicio que asintió y la siguió más de cerca.

Sofía todavía con todas las emociones y sensaciones que le había provocado su primer beso, se alejaba
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