Sofía miraba al señor López con los ojos llenos de lágrimas. Una parte de ella quería decir que sí, pero algo muy escondido en su conciencia le decía que no podía seguir con esa relación, que no iba a ir a ningún lado. Ella era una huérfana abandonada por la vida y él, dueño de una de las más prestigiosas empresas de tecnología que existían. Y para Sofía, hacía mucho tiempo que los cuentos de fantasía habían dejado de existir. No existían príncipes encantados que salvaran a las princesas en peligro. Y mucho menos que se hicieran cargo de una huérfana con un gran secreto a cuestas, que le había estado mintiendo casi desde que lo conoció. Abrazó con todas sus fuerzas al señor López, despidiéndose de lo que pudo ser y no fue, luego se alejó. El señor López permitió que Sofía se marchara sin presionarla. La comprendía perfectamente, ¿cómo podía esperar que confiara en él después de la vida que le había mostrado y hermosas mujeres persiguiéndolo? Necesitaba demostrar su preocupación p
Sofía soltó el teléfono asustada y miró a Fenicio que la observaba aterrada, y sin poder aguantar más la agonía que tenía en el pecho con todo lo que estaba sucediendo, soltó el llanto, tan fuerte que el señor López vino a ver qué sucedía y le dedicó una mirada matadora a Fenicio.—¿Qué le hiciste, Fenicio?—Nada, yo no le hice nada, ella respondió una llamada de tu teléfono rojo, ¿qué le dijiste que se puso así?—¿Yo? Yo no la he llamado ni mandado a nadie que me llame, ¿cómo va a llamar de ese teléfono? Vamos Sofi, estás muy nerviosa, tómate esta agua —le decía el señor López en lo que le limpiaba las lágrimas preocupado. —¿Qué te dijeron para ponerte así?—¿En serio López, no le diste a nadie tu carta de este teléfono? No es mentira, estaba presente cuando sonó y luego ella comenzó a llorar. ¿Qué te dijeron, Sofía? —preguntaba realmente preocupado Fenicio. Sofía solo lloraba desconsoladamente, por lo que López optó por llevarla a su casa y decir que no trabajara en todo el día. L
Joaquín se quedó pensativo, sin estar seguro de qué hacer. La situación era extraña y no quería poner en riesgo a Sofía. Pero tampoco quería arruinar una posible sorpresa para ella. Mientras deliberaba, la pareja intercambió miradas nerviosas, esperando que su plan funcionara. Luego el portero entró en la garita, y llamó al señor López a su número personal que lo respondió al instante.—Sí.—Señor soy el portero Joaquin, ¿usted le mandó una sorpresa a su novia? Aquí hay una pareja diciendo que trajeron algo para ella, parecen sospechosos.—¿Una sorpresa? No, no deje pasar a nadie a ver a Sofía, ¿de acuerdo? Que la dejen con usted. Ella es huérfana, no tiene a nadie que le mande nada excepto yo. ¿De acuerdo?—Entendido, señor López —respondió Joaquín, su tono lleno de determinación. Colgó el teléfono y volvió a la pareja que le esperaba. —Lo siento, pero no puedo dejarles pasar —dijo firmemente—. Si tienen una entrega para la señorita Sofía, pueden dejarla conmigo y yo me aseguraré d
López se quedó mirando fijo a Fenicio que le sostuvo la mirada. ¿En verdad estaba pensando tan lejos con Sofía? Se preguntó y para su sorpresa todo él respondió de igual manera. —Sí, estoy seguro que con Sofía seré feliz, nunca desconfiaré de ella. Podré dormir y viajar tranquilo, Sofi nunca me mentiría ni me traicionaría. Mamá tiene razón, es hora de que rehaga mi vida y lo haré con Sofi.—Pues te apoyo, creo que es una buena elección, en el tiempo que lleva trabajando con nosotros ha demostrado ser muy leal, sincera, honesta y te dice siempre la verdad. Será una excelente esposa si logras primero que confíe en ti y segundo, que vea que vas en serio. No te apures con ella, ve despacio, hazte su amigo fuera del trabajo, llévala a todas partes. Invítala, no la obligues.—De acuerdo, gracias por los consejos, porque no te miento, me siento torpe enamorando a una mujer. Con Delia fue todo tan fácil, y con las demás solo las saco a algún lugar sin tener que esforzarme, pero con Sofi me
Todos se giraron y quedaron sorprendidos al ver a Teresa Vivaldi, quien estaba precisamente en esa tienda con varios vestidos en sus manos. El señor López frunció el ceño, sintiendo que esto no era una simple casualidad.—¿Es tu novia? —preguntó Teresa con un tono despectivo. —Oh, perdón —se disculpó al llegar frente a ellos. —Es solo tu asistente Sofía. ¿A quién le comprarás un regalo?, creo que yo puedo ayudarte mejor que ella. Es evidente que no sabe nada de moda. Sofía sintió como si la golpearan en el estómago. No solo se sentía menospreciada por las palabras de Teresa, sino que también se daba cuenta de lo evidente que era su diferencia de estatus social por el modo que la miraba de arriba abajo con desprecio. Observó a Teresa con una mezcla de admiración y desconfianza. Sabía que pertenecía a un mundo al que ella nunca podría acceder por completo. Sentía como si estuviera parada en un escenario al que no pertenecía realmente, como si fuera una impostora en medio de personas s
López caminaba con su mano apoyada en la espalda de Sofía sintiendo que nada había salido como lo había planeado por culpa de Teresa Vivaldi. ¿Quién diablos se creía para seguirlo y humillar a Sofía? Todo era culpa de su madre, ahora la tenía detrás de él. Pero lo que más le molestaba era que veía lo que sentía Sofía reflejado en su rostro, y no sabía cómo borrar eso. Avanzaban por el medio de las personas, hasta que fueron a dar a una lujosa joyería, donde López se detuvo, pero Sofía retrocedía asustada.—¿Qué es Sofi? Te dije que compraríamos ropa y joyas, vamos no temas —dijo López tirando de ella, pero era como si se hubiera petrificado con la mirada fija en un hombre —. ¿Lo conoces? Para sorpresa de López, ella giró y se refugió en sus brazos escondiendo el rostro en su pecho. Por instinto la apretó contra su cuerpo, giró despacio, al tiempo que les hacía una señal a sus hombres que los cubrieron. Pero antes de que pudieran marcharse, un hombre muy elegante se interpuso ante
Sofía, al levantarse al día siguiente, había recibido un mensaje de que no debía ir a su trabajo, porque López había viajado, y le había concedido los días que restaban de la semana. Se sintió muy feliz, porque hacía mucho que quería salir a pasear con su pequeño. Al abrir la puerta de su apartamento, se quedó anonadada al ver la cantidad de bolsas que le habían enviado. Suspirando se dedicó a entrarlas, decidió desempacar más tarde, el día estaba realmente hermoso. Le llamó la atención una bolsa que decía para el bebé, llena de juguetes, y una nota, diciendo que eran para ayudarla en el cuidado del nieto de la señora Lucrecia, lo cual hizo que suspirara. ¿Debía ahora que le confesó todo sobre Montenegro, hablarle de lo que le había sucedido? Su jefe creía que el niño era nieto de Lucrecia, aunque si lo veía se iba a dar cuenta que era el que Mía había dicho que era su sobrino. ¡Qué lío! Quizás deba decirle la verdad, y quitarme a esa odiosa de arriba, pensaba en lo que se dirigía
El señor López se quedó mirando fijo la hermosa imagen de Sofía sonriente y feliz con su hijo. Y junto al dolor y la tristeza que sentía por su traición, también sintió ira. Ira contra Sofía por haberle mentido, ira contra sí mismo por haber sido tan ingenuo de nuevo. ¿Cómo pudo no darse cuenta? ¿Cómo pudo no ver las señales? Dio dos pasos hacia ella, quería sacarse el dolor que le laceraba el pecho, quitarle esa sonrisa de su rostro, cuando algo lo detuvo y se giró para la señora Lucrecia que lo observaba curiosa.—¿Sola dijo? —logró preguntar decidido a saber toda la historia de su asistente mentirosa, antes de ir a reclamarle su traición.. La señora Lucrecia miró con desconfianza ahora al extraño, que había cambiado de color visiblemente afectado por la historia. ¿Sería el padre de Javier? Se preguntó, inquieta. ¿Por qué le hacía tantas preguntas? Pero algo en su mirada le decía que sus intenciones no eran malas, así que decidió responderle con sinceridad, a lo mejor era el hom