Todos se giraron y quedaron sorprendidos al ver a Teresa Vivaldi, quien estaba precisamente en esa tienda con varios vestidos en sus manos. El señor López frunció el ceño, sintiendo que esto no era una simple casualidad.—¿Es tu novia? —preguntó Teresa con un tono despectivo. —Oh, perdón —se disculpó al llegar frente a ellos. —Es solo tu asistente Sofía. ¿A quién le comprarás un regalo?, creo que yo puedo ayudarte mejor que ella. Es evidente que no sabe nada de moda. Sofía sintió como si la golpearan en el estómago. No solo se sentía menospreciada por las palabras de Teresa, sino que también se daba cuenta de lo evidente que era su diferencia de estatus social por el modo que la miraba de arriba abajo con desprecio. Observó a Teresa con una mezcla de admiración y desconfianza. Sabía que pertenecía a un mundo al que ella nunca podría acceder por completo. Sentía como si estuviera parada en un escenario al que no pertenecía realmente, como si fuera una impostora en medio de personas s
López caminaba con su mano apoyada en la espalda de Sofía sintiendo que nada había salido como lo había planeado por culpa de Teresa Vivaldi. ¿Quién diablos se creía para seguirlo y humillar a Sofía? Todo era culpa de su madre, ahora la tenía detrás de él. Pero lo que más le molestaba era que veía lo que sentía Sofía reflejado en su rostro, y no sabía cómo borrar eso. Avanzaban por el medio de las personas, hasta que fueron a dar a una lujosa joyería, donde López se detuvo, pero Sofía retrocedía asustada.—¿Qué es Sofi? Te dije que compraríamos ropa y joyas, vamos no temas —dijo López tirando de ella, pero era como si se hubiera petrificado con la mirada fija en un hombre —. ¿Lo conoces? Para sorpresa de López, ella giró y se refugió en sus brazos escondiendo el rostro en su pecho. Por instinto la apretó contra su cuerpo, giró despacio, al tiempo que les hacía una señal a sus hombres que los cubrieron. Pero antes de que pudieran marcharse, un hombre muy elegante se interpuso ante
Sofía, al levantarse al día siguiente, había recibido un mensaje de que no debía ir a su trabajo, porque López había viajado, y le había concedido los días que restaban de la semana. Se sintió muy feliz, porque hacía mucho que quería salir a pasear con su pequeño. Al abrir la puerta de su apartamento, se quedó anonadada al ver la cantidad de bolsas que le habían enviado. Suspirando se dedicó a entrarlas, decidió desempacar más tarde, el día estaba realmente hermoso. Le llamó la atención una bolsa que decía para el bebé, llena de juguetes, y una nota, diciendo que eran para ayudarla en el cuidado del nieto de la señora Lucrecia, lo cual hizo que suspirara. ¿Debía ahora que le confesó todo sobre Montenegro, hablarle de lo que le había sucedido? Su jefe creía que el niño era nieto de Lucrecia, aunque si lo veía se iba a dar cuenta que era el que Mía había dicho que era su sobrino. ¡Qué lío! Quizás deba decirle la verdad, y quitarme a esa odiosa de arriba, pensaba en lo que se dirigía
El señor López se quedó mirando fijo la hermosa imagen de Sofía sonriente y feliz con su hijo. Y junto al dolor y la tristeza que sentía por su traición, también sintió ira. Ira contra Sofía por haberle mentido, ira contra sí mismo por haber sido tan ingenuo de nuevo. ¿Cómo pudo no darse cuenta? ¿Cómo pudo no ver las señales? Dio dos pasos hacia ella, quería sacarse el dolor que le laceraba el pecho, quitarle esa sonrisa de su rostro, cuando algo lo detuvo y se giró para la señora Lucrecia que lo observaba curiosa.—¿Sola dijo? —logró preguntar decidido a saber toda la historia de su asistente mentirosa, antes de ir a reclamarle su traición.. La señora Lucrecia miró con desconfianza ahora al extraño, que había cambiado de color visiblemente afectado por la historia. ¿Sería el padre de Javier? Se preguntó, inquieta. ¿Por qué le hacía tantas preguntas? Pero algo en su mirada le decía que sus intenciones no eran malas, así que decidió responderle con sinceridad, a lo mejor era el hom
Sofía vaciló ante la pregunta que le había hecho Lucrecia de cómo iban las cosas en el trabajo con Mía, luego comenzó a contarle sobre las dificultades que estaba enfrentando. De todas las cosas que le hacía y que ella no sabía cómo manejar. Cuando terminó, Lucrecia se quedó en silencio por un momento antes de hablar. Pensando que decir para ayudarla. —Querida, te diré algo que aprendí hace mucho tiempo. A veces, el cambio más difícil es el que más necesitamos. No puedes controlar cómo te tratan los demás, pero puedes controlar cómo te tratas a ti misma. Sofía la miró, confundida. ¿Qué podría hacer en contra de Mía que siempre tenía una respuesta para todo y no la dejaba ni pensar? —¿Qué quiere decir? —Quiero decir que tienes que aprender a defenderte. Tienes que aprender a decir "no" cuando sea necesario. Tienes que aprender a valorarte a ti misma y a no dejar que los demás te hagan sentir inferior. —Lucrecia tomó su mano y le dio un apretón amistoso. —Eres una mujer joven, inte
Delia se había quedado mirando a Montenegro tendido en su cama luego de una extenuante sesión de intimidad. Había girado sobre sus pasos al escuchar la pregunta que este le había realizado sin poder creer que Mía no le hubiera informado sobre ese detalle.—¿Qué quieres decir con prometida? ¿Qué prometida? López no está con nadie, eso me consta. Mi hermana lo vigila de cerca como bien sabes.—Pues a Mía se le debe haber olvidado decirte que él anda con su asistente para todas partes y la presenta como su prometida.—Ah, hablas de la tonta de Sofía —respiró aliviada y se dirigió al baño desde donde le dijo— no son nada, le ha dado ahora por decir eso, para que no se le acerquen las mujeres.—¿Estás segura de eso? Lo ví en la Gran Manzana comprando de todo para ella —dijo ahora Montenegro con un extraño brillo en su mirada, ¿le entregaría la virginidad Sofía a López?—¿En La Gran Manzana? —preguntó ahora Delia con el ceño fruncido—. ¿No me digas que la llevó a la tienda de su madrina As
El señor López sonrió para sí mismo. Por ahora, el secreto de Sofía estaría a salvo con él. Ya habría tiempo para ganarse su confianza y que le confesara todo y lo dejara conocer a su pequeño. Debía ser paciente para conquistarla cómo se debe, no imponerse. Por ahora tenía algo más importante en mente. Ya no estaba molesto porque ella le hubiera mentido en ese sentido, parecía que en todo lo demás era verdad lo que le dijo. Después de haber llamado a Imelda, el miedo y las dudas comenzaron a desaparecer de su pecho. Ahora mismo estaba mirando a Sofía detenida delante de él con ese traje gris que tanto odiaba. Ella lo había saludado como todos los días. Él la saludó de igual manera sin dejar de mirarla como si esperara que ella le confesara algo más.—No, no señor. Montenegro no ha aparecido por mi edificio —respondió cuando él le preguntó muy serio.—Muy bueno eso, ¿y Matías?—Tampoco señor, ¿por qué tendría que aparecer ese periodista en mi edificio? —preguntó preocupada notando q
La semana pasó de esa manera, con las constantes visitas de Mía, sin que él protestara. Sofía se sentía frustrada, había rechazado a su jefe, y ahora él se había ido con otra, lo cual le demostraba que ella no era importante para él. Los suspiros de ella, eran seguidos sin poder evitarlos. Por su parte el señor López, quería lograr que ella confiara en él sin importar cómo. También, quería endurecer a Sofía en todos los sentidos, por eso hacía venir a Mía cada día a su despacho sabiendo que molestaba a Sofía. El día del cambio de vestuario, Sofía, con la cabeza gacha y ruborizada, se sentía incómoda mientras el señor López la inspeccionaba en silencio detenido frente a su buró. Esperaba algún comentario sobre su cambio de apariencia, pero el jefe no mencionó nada al respecto, ni a favor ni en contra. Luego él habló con su voz autoritaria de siempre, rompiendo el silencio tenso.—Ya es la hora —dijo—. Toma todas las carpetas y sígueme. Sofía asintió tímidamente, sintiendo cóm