Justo en ese momento, cuando estaba a punto de asentir, sonó su teléfono con un tono conocido rompiendo la magia del momento. Era la señora Lucrecia, llamándola. Sofía se sobresaltó y aprovechó la excusa para alejarse delicadamente de su jefe.—Lo siento, debo atender esta llamada —se disculpó Sofía, sintiéndose aliviada de poner algo de distancia y escapar del encanto de su jefe, estuvo a punto de caer, se decía en lo que se alejaba.—No te alejes mucho Sofi —dijo el señor López en lo que la seguía con la mirada y se preguntaba. ¿Quién la puede estar llamando a estas horas? Miró su reloj, eran pasadas las doce de la noche. Volvió a mirar como se alejaba demasiado para su gusto, ante la mirada de rufianes que la miraban con deseo, y avanzó despacio detrás de ella. No quería que sintiera que invadía su privacidad. Con su mirada buscó a Fenicio que asintió y la siguió más de cerca. Sofía todavía con todas las emociones y sensaciones que le había provocado su primer beso, se alejaba
El señor López se había pasado la noche en su auto frente al edificio de Sofía. Fenicio había comprobado que Matías no la había llevado hasta su casa, lo cual podría significar que en verdad no eran tan cercanos. Los celos lo consumían ligados con el miedo al engaño y la decepción. Varias veces arrancó el auto y se alejó, pero entre más lo hacía, más temía que Sofía lo engañara. Al final, luego de que el portero le asegurara de que ahí jamás había estado ese sujeto, decidió irse. Pero al llegar a su casa su mente no dejaba de funcionar sin dejarlo dormir. Por su parte, los incidentes de ese día le habían servido de lección a Sofía, no solo con su jefe que la había tratado muy diferente. Hasta llegó a pedirle que fuera suya, después de confesarle que le gustaba como mujer. No tenía idea de cómo iba a arreglar eso, aunque debía hacerlo. Sobre todo esos hechos, le enseñaron que debía cuidar sus emociones. El susto de que su hijo estaba enfermo, la hizo decir cosas que no debía a
El señor López no podía sacarse de la cabeza la imagen de Sofía yéndose con Matías. Los celos y la desconfianza se apoderaron de él, aunque luchaba por contenerse. Su pasado lo atormentaba. La infidelidad de su ex esposa con su socio aún le dolía profundamente. Desde entonces, le costaba confiar en los demás. Temía volver a ser traicionado y quedarse solo. Sintió desde el primer día que la conoció, que Sofía era diferente y había confiado en ella ciegamente. Pero verla con otro hombre despertó sus peores miedos. ¿Y si ella también lo abandonaba como lo hizo su esposa? No podría soportar perderla. Necesitaba mantenerla a su lado a como diera lugar. Debía alejar a Matías de Sofía, fuera como fuera. Ella era solo para él, más ahora que había descubierto la belleza escondida de su asistente y su gran amor por ella. Los celos lo cegaban, llevándolo a pensar incluso en hacer algo desesperado. —¿Fenicio, son en verdad confiables esas noticias? —preguntó sin dejar de mirar los pies desc
El señor López, el lunes llegó una hora antes a su oficina deseando ver a su asistente. Ella todavía no había llegado, por lo que disimuladamente trató de ver si ella tenía algo sobre Matías en su buró, sin resultados. Impaciente la esperó dejando la puerta que comunicaba sus despachos abierta, incluso, corrió su buró para tener una mejor vista. Aunque la presencia de Fenicio, lo distrajo. Mientras, Sofía estaba bien temprano fuera del imponente rascacielos, su corazón lo tenía acelerado con anticipación. Respiró hondo y cruzó las puertas, entrando en ese mundo de trajes y corbatas que la hacían sentir hoy más que nunca pequeña a pesar de que ya estaba acostumbrada. Finalmente llegó al último piso, donde se encontraba la oficina del director ejecutivo. Debía explicarle que no tuvo más remedio que irse rápido por la supuesta emergencia de su vecina, y por qué lo hizo con su enemigo. Pero ahora no sabía cómo justificar su comportamiento ante su jefe de no habérselo dicho y tampoc
Ahora mismo Sofía no sabía cómo reaccionar a esa pregunta, y solo atinó a asentir con la cabeza nerviosamente. El señor López dijo eso en espera de que ella le reafirmara que jamás le mentía y sonrió al ver como ella decía que sí a las dos cosas que le preguntó. Aunque en su mente seguía dando vueltas la imagen de la bella Sofía sonriéndole feliz a Matías. Tendría que idear una forma más sutil de averiguar la verdad de sus sentimientos. Aunque ella le había dicho eso, los celos se habían apoderado de su ser sin poder evitarlo. El señor López se levantó despacio, a Sofía le parecía que lo hacía en cámara lenta, al tiempo que se sentía un gatito indefenso al que iban a comerse. Y de esa misma manera vio como su jefe con una mirada que parecía desnudarla, se le acercó, se inclinó para estar a su altura, levantó con suma delicadeza sus gafas y preguntó de nuevo.—¿Eres mía Sofi, verdad? — y como mismo había hecho en el baile, la besó sin esperar su respuesta. No fue un beso desenfrenad
Al día siguiente, cuando Sofía salió de su edificio, casi le da un infarto al ver el lujoso auto de su jefe esperando por ella en la entrada.—Buenos días señorita Sofía —la saludó el viejo y amable portero— su novio lleva un rato esperando por usted.—Cof…, cof…, cof.., ¿mi novio ha dicho? —preguntó con los ojos muy abiertos.—Sí, es lo que me dijo él, ¿no es así?Sofía no sabía qué responder. La idea de ser vista con su jefe como si fueran una pareja le resultaba incómoda. Sin pensarlo dos veces, corrió hacia el auto, empujó a su jefe dentro y se metió apresuradamente, cerrando la puerta con cuidado para evitar miradas indiscretas.—¿Señor, qué cree que está haciendo? —exclamó Sofía, tratando de controlar su respiración agitada.—Buenos días, Sofi. Mira, te traje el café como te gusta —dijo su jefe con una sonrisa mientras le entregaba un vaso de café caliente—. Somos novios, Sofi. Vendré a recogerte todos los días, es lo justo.Sofía se quedó sin palabras, sintiendo cómo el rubor
Sofía miraba al señor López con los ojos llenos de lágrimas. Una parte de ella quería decir que sí, pero algo muy escondido en su conciencia le decía que no podía seguir con esa relación, que no iba a ir a ningún lado. Ella era una huérfana abandonada por la vida y él, dueño de una de las más prestigiosas empresas de tecnología que existían. Y para Sofía, hacía mucho tiempo que los cuentos de fantasía habían dejado de existir. No existían príncipes encantados que salvaran a las princesas en peligro. Y mucho menos que se hicieran cargo de una huérfana con un gran secreto a cuestas, que le había estado mintiendo casi desde que lo conoció. Abrazó con todas sus fuerzas al señor López, despidiéndose de lo que pudo ser y no fue, luego se alejó. El señor López permitió que Sofía se marchara sin presionarla. La comprendía perfectamente, ¿cómo podía esperar que confiara en él después de la vida que le había mostrado y hermosas mujeres persiguiéndolo? Necesitaba demostrar su preocupación p
Sofía soltó el teléfono asustada y miró a Fenicio que la observaba aterrada, y sin poder aguantar más la agonía que tenía en el pecho con todo lo que estaba sucediendo, soltó el llanto, tan fuerte que el señor López vino a ver qué sucedía y le dedicó una mirada matadora a Fenicio.—¿Qué le hiciste, Fenicio?—Nada, yo no le hice nada, ella respondió una llamada de tu teléfono rojo, ¿qué le dijiste que se puso así?—¿Yo? Yo no la he llamado ni mandado a nadie que me llame, ¿cómo va a llamar de ese teléfono? Vamos Sofi, estás muy nerviosa, tómate esta agua —le decía el señor López en lo que le limpiaba las lágrimas preocupado. —¿Qué te dijeron para ponerte así?—¿En serio López, no le diste a nadie tu carta de este teléfono? No es mentira, estaba presente cuando sonó y luego ella comenzó a llorar. ¿Qué te dijeron, Sofía? —preguntaba realmente preocupado Fenicio. Sofía solo lloraba desconsoladamente, por lo que López optó por llevarla a su casa y decir que no trabajara en todo el día. L