Ese día el señor López no había querido reunirse con nadie. Suspendió todas las reuniones y citas que tenía, luego de una acalorada discusión que había sostenido por teléfono con su madre y que Sofía había podido escuchar con claridad, pues la puerta de comunicación de los despachos estaba abierta y su jefe tenía el audio puesto.
—No puedes hacer eso mamá, por favor. Estás enferma del corazón. El doctor dijo que debías mantenerte tranquila, en un lugar relajado. ¿Cómo te vas a ir a viajar por el mundo en un crucero?
—Ese doctor no sabe lo que dice —le respondió la señor Elvira— quiere que me muera en esa casa solitaria donde todo me recuerda a tu padre. No, me iré y no me lo vas a impedir. Ya sabes la única manera en que me quedaré a tu lado.—No me volveré a casar jamás, te lo dije. Olvídate de eso.—Hijo, ya pasó tiempo de ese hecho, tienes que avanzar, quiero tener nietos antes de morirme. ¡Eres mi único hijo!—¡Que no mamá! ¡Olvídalo!—Pues no esperes encontrarme cuando llegues hoy a la casa, ya estoy encima del crucero. Adiós, te mandaré una postal de cada ciudad que visite.—No puedes hacer eso, mamá…, mamá… ¡Maldición!Por el sonido del teléfono Sofía supo que su jefe estaba muy alterado. ¿Qué sería eso tan malo que le habría sucedido? Con discreción cerró la puerta de comunicación y se dedicó a su trabajo, extrañada de sentir un silencio absoluto en el despacho de su jefe.
Después de la acalorada discusión con su madre por teléfono, el señor López se quedó en silencio durante unos minutos, recordando su pasado. Recordaba el momento en que se casó con la mujer que creía que era el amor de su vida, Delia. Cómo juntos habían empezado en la empresa familiar que su padre le había cedido en cuanto se graduó, y cómo habían trabajado juntos para hacerla crecer.
Pero también, recordaba el momento en que descubrió que su esposa lo estaba engañando con su mejor amigo Carlos. Al que en un acto de buena voluntad, o de estupidez, para demostrarle que no le importaba de dónde había nacido, le cedió un treinta por ciento de las acciones de la empresa. Por eso no podía olvidar cómo Delia y Carlos juntos, habían planeado traicionarlo y hacerlo perder todo lo que tenía.
Ahora recordaba el momento en que los descubrió en su cama haciendo el amor, y cómo se sintió traicionado y humillado. Cierra los ojos y se ve llegar esa fatídica noche en que regresó antes de su viaje, para darle la sorpresa a su esposa, con un enorme ramos de rosas rojas y el juego de joyas que tanto le había pedido. Fue lo más terrible que ha experimentado en toda su vida, al abrir la puerta le llegaron claros los fuertes gemidos provenientes de la habitación.
Aunque sabía exactamente lo que estaba sucediendo, tenía que verlo con sus propios ojos. Convencerse de que no era producto de su imaginación. Abrió la puerta de la habitación y encendió la luz. Allí, en medio de la cama los vio. No solo era su esposa quien lo traicionaba, sino el que creía que era su mejor amigo. No fue solo una traición, ¡fueron dos!, y cual de ellas más terribles y dolorosas.
El señor López sintió una punzada de dolor en el pecho al recordar aquella noche. Había sido el momento más doloroso y humillante de su vida. Había sentido que su mundo se venía abajo, que todo lo que había construido con su esposa y su amigo, se había desmoronado en un instante.
Recordaba cómo había caído al suelo, sin fuerzas, incapaz de procesar lo que estaba viendo, de cómo su esposa y su amigo habían intentado justificarse, y habían tratado de convencerlo de que todo era un error, una confusión. Pero él sabía la verdad. Sabía que lo habían traicionado, que habían planeado todo para quedarse con su empresa y su fortuna.
El señor López tiene muy claro todavía, el largo y doloroso proceso del divorcio. Había estado convencido de que lo perdería todo, que su ex esposa y su ex amigo lograrían quedarse con su empresa y su fortuna. Había luchado con todas sus fuerzas para recuperar las acciones, pero no había tenido éxito.
Se había casado con ella sin división de bienes, le tocaba la mitad de todo lo que tenía, es decir un treinta y cinco por ciento de las acciones, lo que los hacía los máximos accionistas y prácticamente dueños de todo lo suyo. Sin embargo, el día del juicio, algo increíble sucedió.
Su padre apareció de pronto en la sala, trayendo consigo los verdaderos documentos de propiedad de la empresa. El abogado de la familia demostró que las acciones que tenía su ex amigo eran falsas, y que su propio padre las había creado para darle la ilusión de que le entregaba la empresa con todo a su hijo.
El señor López no podía creer lo que estaba pasando. Había estado al borde de la ruina, convencido de que lo perdería todo. Pero de pronto, gracias a la intervención de su progenitor que por algún motivo nunca confió en Carlos ni en su esposa Delia, todo había cambiado. Había abrazado a su anciano padre, agradecido y emocionado, sintiendo una mezcla de alivio y gratitud al saber que su fortuna y la de su familia estaban a salvo.
Pero también había sentido una profunda tristeza y decepción hacia su ex esposa y su ex amigo. Habían intentado hacerlo perder todo, pero habían fracasado gracias a la intervención de su padre. En medio de la sala del juicio, mientras el juez daba la sentencia del divorcio, el señor López abrazó a su papá con lágrimas en los ojos. Había sido un momento emotivo y grandioso, uno en que se había sentido agradecido por tenerlo a su lado.
Mientras tanto, Delia gritaba improperios y maldiciones hacia él, incapaz de aceptar que había perdido todo lo que había intentado robarle. Pero el señor López no podía preocuparse por ella en ese momento. Estaba demasiado ocupado sintiendo gratitud hacia su padre y aliviado de que lo hubiese engañado de esa manera y no le entregara en realidad la fortuna familiar. Su padre se disculpó diciendo que solo lo tenía a prueba. En ese momento, lejos del temor que sentía su padre de que se ofendiera, le estaba grandemente agradecido por no confiar en él, porque tenía razón.
Aunque había logrado reconstruir su vida y su fortuna después del divorcio, el señor López nunca olvidaría el momento en que su padre le había salvado de la ruina. Había sido un momento que tenía presente cada día de su vida. La desconfianza de su padre en él, que estaba envuelto en una burbuja de amor y engaños, que podía ver desde afuera y él no. Lo hicieron sentir que el amor y la lealtad de su familia, eran lo más importante en el mundo. Que debía confiar ciegamente solo en ellos dos.
También había aprendido una lección valiosa después de su divorcio y la traición. Tomó la decisión de que no volvería a tener ninguna de las dos relaciones que habían estado a punto de destruirlo: una relación de negocios y una relación amorosa. Había entendido que, en ambos casos, era importante conocer muy bien a la otra persona y tener una comunicación clara y sincera antes de confiar ciegamente sin dudar.
¡Ese error jamás lo volvería a cometer! Porque después de lo que había pasado, no estaba seguro de que pudiera volver a confiar en alguien de esa manera. Así que había decidido centrarse en su trabajo y en sí mismo, trabajando duro para reconstruir su vida y su fortuna. Había creado esa empresa nueva, lejos de las sombras del pasado, y había logrado hacerla crecer gracias a su dedicación y esfuerzo.
Pero a pesar de su éxito, seguía sintiendo una profunda tristeza y decepción por lo que había pasado. Sabía que nunca podría olvidarlo, nunca podría perdonar a su ex esposa y a su ex amigo por lo que le habían hecho. Por eso seguía viviendo solo, sin comprometerse con nadie ni en los negocios ni en el amor. Sabía que era una decisión solitaria, y también, que era la única forma en que podía protegerse a sí mismo y a su fortuna.
Su madre era otra historia. A pesar de quererla, su insistencia en buscarle una relación lo desesperaba. Miles de veces lo había engañado, citándolo para comer con ella y al final lo dejaba solo con una mujer. Ya estaba al borde de la locura, y ahora se había vuelto a ir de viaje en un crucero. No sabía qué hacer con su madre. No quería perderla, pero tampoco podía soportar sus intentos constantes de encontrarle una pareja. Había intentado hablar con ella, explicarle que no estaba interesado en tener una relación en ese momento, pero ella parecía no entenderlo.
De un lado, entendía que su madre quería verlo feliz y acompañado. Por otro lado, sentía que ella no respetaba su decisión de no tener una relación en ese momento. Estaba cansado de tener que explicarse una y otra vez, de sentirse presionado para encontrar a alguien.
Por ahora, lo único que podía hacer era esperar a que su madre regresara del crucero y tratar de hablar con ella de nuevo. Sabía que no sería fácil, pero esperaba que pudiera hacerle entender que necesitaba tiempo para sanar sus heridas y recuperarse antes de pensar en tener una relación.
La puerta del despacho de su asistente al cerrarse, lo hizo salir de sus recuerdos, para concentrarse en su asistente ejecutiva. Desde que regresara, se preguntaba si Sofía sería capaz de traicionarlo de igual manera. Porque ella se había ganado su confianza y eso lo hacía temer. Sofía era todo un enigma para él. Desde antes de regresar había notado algo extraño en ella.
Estaba seguro que había cambiado. No sabía explicar cómo, pero ésta Sofía no era la que él había dejado. No solo físicamente, que se había convertido en más mujer, sino…, ¡no podía explicarlo! Pero esta Sofía, no era su Sofía ingenua, era diferente. Se quedaba por ratos observándola, tratando de saber que era, sin conseguirlo. ¿Qué pasaría en su ausencia? La puerta se abrió en ese momento para dejar pasar a su jefe de seguridad.
—¿Y? ¿Pudiste saber lo que te pedí?
Fenicio era el jefe de seguridad del señor López, tanto en la empresa como en su vida personal. Era un hombre de mediana edad, con una apariencia seria y decidida. Con una complexión fuerte y atlética, lo que indicaba que se cuidaba físicamente y se mantenía en forma. Su cabello lo llevaba corto y era oscuro, como su barba bien recortada. Sus ojos eran de un color marrón, lo que le daba una mirada penetrante y decidida. Entró decidido en el despacho del señor López, con una expresión preocupada en su rostro. Se sentó frente a él y suspiró antes de hablar.—Lo siento, López. No he encontrado ninguna pista sólida todavía. Pero sigo trabajando en ello y espero tener noticias pronto —dijo, con un tono de frustración. Fenicio y el señor López se habían conocido en una reunión de negocios en la que estaba trabajando como agente de seguridad. Durante la reunión, Fenicio pudo demostrar su habilidad para anticiparse a los peligros y tomar medidas preventivas, lo que impresionó al señor L
Sofía lo miró con agonía, no quería hablar de su vida privada con su jefe. Pero tampoco quería que él se pusiera a investigar por su cuenta y descubriera su pequeño y gran secreto, por lo que caminó hasta detenerse frente a su buró. Tomó aire y dijo:—Sí, señor. Hay algo más como veo que sospecha. Si ellos se enteran de que trabajo aquí y gano tanto dinero, me harán darles todo mi salario como pago por mi estancia en el orfanato como antes.—¿Antes?—Sí, ellos me ubicaban en los lugares a trabajar y cobraban mi salario, solo me daban una mesada. Además, me harán pedirle dinero a usted y hacerles favores constantemente. No descansarán hasta que me despida y me vea obligada a volver allí —explicó, con un tono triste. El señor López la miró desconfiado, sin saber si creerle o no. Esa no era la imagen que tenía de esos centros que se llamaban orfanatos. Para él recogían y cuidaban a los bebés abandonados y hacían todo lo posible por darles una vida decente. Ignorando que a veces en ello
El señor López decidió viajar a una conferencia en una ciudad distante, con el objetivo de expandir su red de contactos y explorar nuevas oportunidades de negocios. Sofía lo acompañó como su asistente ejecutiva, encargada de organizar todos los detalles del viaje. La señora Lucrecia se había quedado con su bebé, y aseguró que no debía preocuparse. Sin embargo, ella contrató a una niñera para que la ayudara todo el fin de semana que faltaría. Se encontraban en la mañana en una lujosa sala de conferencias del hotel en que se habían hospedado la noche anterior a su llegada. Habían viajado para reunirse con posibles inversores interesados en que invirtieran en sus empresas. —Señor, nunca lo había visto tan nervioso —dijo Sofía alcanzándole un vaso de agua— tome un poco. Además, si no quiere hacerlo, ¿para qué vinimos?—Solo exploramos las opciones —contestó Lopez bebiendo el agua y se quedó con el vaso suspendido mirando fijo. Sofía giró su cabeza y vio entrar a una elegante pareja.
El señor López no podía controlar sus emociones. Jamás pensó que volver a encontrarse con Delia y Carlos causaría tantos estragos en él. A medida que avanzaban las conferencias que les interesaban, López se sentía cada vez más agobiado al terminar. Por lo que se despidieron y cada cual se fue para su habitación en la noche. Pues su avión salía al otro día bien temprano. Sofía estaba hablando con la señora Lucrecia, por video y vio que su niño estaba feliz dormido en su cuna.—Ya terminamos, mañana regresamos —le decía a la señora Lucrecia.—Está bien, no te preocupes, ya viste que el niño está bien, sal a divertirte un poco.—No lo creo, fue extenuante. El vuelo es a primera hora, de seguro después del medio día estaremos allá.—Aquí estaremos. Sal un poco, aprovecha que eres joven.—No insista, hoy el día fue muy largo. Buenas noches Lucrecia y gracias —colgó y salió del baño lista a acostarse cuando la puerta sonó. Al abrir, en ella se encontraban el señor López con Fenicio.—Sofí
Sofía se había quedado sin saber que hacer, por inercia y porque todavía su cabeza estaba nublada por el alcohol y el dolor, sin percatarse de lo que hacía, ante los ojos desorbitados del señor López, levantó su vestido para mirar si eran suyas.—¡Cielos! —gritó al darse cuenta de lo que había hecho, no solo el señor López tenía su braga en la mano, ¡ella había acabado de levantar su vestido delante de él enseñándole todo! El señor López en la misma situación o peor que ella, la miraba estupefacto por medio de su resaca. Sin poder creer que ella hubiese levantado su vestido, y mucho menos que él tuviera sus bragas en la mano. Sin pensarlo dos veces, Sofía se las arrebató apenada y corrió hacia el baño, sintiéndose completamente desconcertada. ¿Que rayos sucedió en esa cama? Se preguntaba sin poder recordar nada.― ¡Fenicio! —Vociferó el señor López sin comprender en su mente entumecida por el alcohol lo que sucedía. Pues tampoco recordaba nada. —¿Qué demonios está pasando aquí? ¿
Sofía, con su rostro serio y ojos fijos en la salida, apenas prestaba atención a las palabras del señor López. Su mente estaba en otro lugar, un lugar lleno de pensamientos y preocupaciones que parecían nublar su percepción del presente. Se movía con una velocidad y determinación que evidenciaban su urgencia. El señor López, pacientemente seguía a Sofía con la maleta de ella en sus manos. A pesar de la indiferencia de la joven, él intentaba hacer conversación, preguntándole cómo se sentía, si se acordaba de algo, cualquier cosa que pudiera romper el muro de silencio que ella había erigido. Pero Sofía respondía con monosílabos, su tono era cortante, casi rudo. No porque no le quisiera contestar al señor López, sino porque su mente estaba en otro lugar, consumida por una urgencia que la desesperaba. Debía encontrar rápido una farmacia y comprar la pastilla salvadora. Finalmente, alcanzaron la salida del aeropuerto. Sofía se detuvo brevemente, inspirando profundamente como si intenta
El señor López se quedó en silencio, mirando por la ventana. Su mente estaba llena de pensamientos conflictivos. Por un lado, no podía soportar la idea de haber herido a Sofía, que siempre había sido eficiente e inocente. Por otro lado, la idea de casarse de nuevo le producía un miedo profundo.Había pasado por un matrimonio desastroso. Delia lo había traicionado de la peor manera posible, dejándolo con cicatrices emocionales profundas y un miedo persistente al compromiso. No quería volver a pasar por eso. No quería volver a sentir ese dolor.Pero también sabía que tenía una responsabilidad hacia Sofía si resultaba que se había propasado con ella. No podía simplemente ignorar sus acciones y seguir adelante como si nada hubiera pasado. Tenía que hacer lo correcto, incluso si eso significaba enfrentarse a sus miedos más profundos.¿Y si me equivoco de nuevo? Pensó. ¿Y si resulta que Sofía no es quien creo que es? ¿Y si termino herido de nuevo? Pero luego recordó a Sofía, su sonrisa amab
Sofía, temblorosa, llamó de inmediato a Fenicio, mientras con cuidado y miedo pasaba la mano por la espalda de su jefe. Con un pañuelo, limpiaba el sudor de su frente, mirándolo con profunda preocupación. Por un instante, el señor López la observó con gratitud. —Sería una excelente esposa—, pensó, antes de que la llegada apresurada de Fenicio interrumpiera sus reflexiones y lo llevara al hospital.Fue atendido por el mismo médico que el día anterior. Sofía, aún asustada, no soltaba su mano y continuaba secando su frente con un pañuelo. Ella misma se encargó de explicar la situación al doctor, quien la observó con atención.—¿Es usted su esposa? —preguntó el doctor. Sin esperar respuesta, continuó—. Señora, no se preocupe. Solo debe asegurarse de que su esposo no coma en cualquier lugar. López, las pruebas indican que has vuelto a ingerir esa extraña sustancia. ¡Debes cuidarte! ¿Qué has comido hoy?—Solo el desayuno habitual en casa: un café y unas tostadas, y el almuerzo en el restau