Mi pequeño y gran secreto
Mi pequeño y gran secreto
Por: Bris
1: SOFÍA

Cuando Sofía entró nerviosa en la oficina del director ejecutivo, pudo sentir su mirada penetrante agobiándola como si estuviera juzgando su valía. A pesar de su inquietud, ella se mantuvo firme con una feroz determinación de obtener el trabajo. El CEO, se quedó observándola en lo que leía su expediente, aunque tenía excelentes calificaciones, no tenía experiencia laboral. ¿Por qué su antigua asistente se la propondría? 

 Es verdad que reunía las características que le exigió en su físico, es una mujer sin gracia femenina oculta detrás de sus enormes espejuelos. Por la manera tan correcta y sencilla que viste, se percata que es una buena e inocente chica, muy lejos de lo que necesita, piensa. Pero al notar su confianza, y porque su antigua asistente se la recomendó, decide entrevistarla.

—Sofía, ¿estás casada?

—No, señor.

—¿Tienes novio?

—Tampoco, señor. 

—¿Familiares, amistades, conocidos que impidan que realices tu trabajo?

—No, señor. Si leyó mi expediente, soy huérfana, vivo y trabajo en un orfanato. Vine porque la señora Imelda insistió mucho en que yo era la persona indicada que usted necesitaba. Como ella es muy buena conmigo, al decirme que había cerrado una entrevista con usted, no quise que quedara mal. Nunca imaginé que fuera en una empresa como esta. ¿Puedo saber por qué pregunta sobre mi vida personal?

—Porque el trabajo que te voy a ofrecer es de veinticuatro horas, no puedes negarte a venir a mi encuentro, ni a ir conmigo a ningún lugar que sea necesario. Tienes que estar disponible para mí todo el tiempo. No te preocupes, te pagaré un buen salario y todas las horas extras que hagas, y si crees que es poco puedes decírmelo después que pases el periodo de prueba de quince días. ¿Alguna pregunta?

—Señor, no sé si podré cumplir con eso que me pide. Le acabo de decir que vivo en el orfanato, eso queda fuera de la ciudad. Tengo que tomar dos buses para llegar aquí. Y el último pasa a las once de la noche, después de esa hora, no puedo salir. Así que no puedo aceptar su trabajo, aunque quiera —dijo soltando un suspiro. 

 Sofía se había hecho a la idea de que al fin iba a poder salir del orfanato y vivir la vida normal de las personas. Pero con eso que él CEO le estaba exigiendo, aunque quería hacerlo, le iba a ser imposible cumplirlo. Por su parte el señor López se había quedado mirándola curioso, al parecer ella no tenía ni idea que el trabajo que le ofrecía era el de su asistente personal, casi confidente, y que con el enorme salario del mismo, podría alquilar un buen apartamento en uno de los mejores repartos de la ciudad.  

 Y por un momento entendió el motivo por el que se la había recomendado su anterior asistente. Sofía era un diamante en bruto que él podría moldear a su antojo sin que ella protestara, sobre todo, no era una belleza que lo persiguiera queriendo meterse en su cama y en su vida. ¡Justo lo que necesitaba! Y se sintió satisfecho con ella. Por eso en un tono condescendiente le habló.

—Ya veo que la señora Imelda, no le dijo a cuánto asciende el salario de la asistente personal del CEO de esta empresa, deje que le muestre —dijo anotando la cifra en un papel y extendiéndolo a Sofía que lo tomó y abrió los ojos desmesuradamente, para beneplácito del señor López, que había cumplido con la promesa que le hizo a la señora Imelda de no engañar a la chica. —Y eso solo es por ocho horas. Las otras horas restantes que usted se verá obligada a trabajar, agendando mi vida personal en estricto secreto, se las pagaré el doble. Por lo que si acepta, le haré ahora mismo un cheque como adelanto de su salario de prueba, para que alquile un buen apartamento muy cerca de la empresa, así no tendrá que tomar bus, y cuando aprenda a conducir si no sabe, le otorgaré un auto. ¿Qué responde a mi oferta? ¿Acepta?

 Ahora mismo Sofía tenía un nudo en la garganta que no la dejaba hablar, en lo que trataba que las lágrimas tintineantes en sus ojos, no rodaran por sus mejillas. No podía creer que al fin, después de veintitrés años iba al fin abandonar el orfanato. El señor López la miraba complacido, pensando en hacerla su sombra, su confidente y su más fiel aliada en su desordenada vida. Sabía de solo observar a la joven, que ella era ese tipo de personas, honesta, confiable y fiel. Aunque empezaba a impacientarse al ver que ella no respondía.

—¿Y bien? ¿Acepta iniciar hoy mismo con sus quince días de prueba? —insistió ahora no queriendo perderla.

—¿Hoy? ¿Hoy debo empezar? —preguntó ella sin todavía creer que su suerte iba a cambiar en ese instante en que ya el señor López asumiendo que ella había aceptado le alargaba no un cheque, sino una tarjeta de banco para que tuviera para sus gastos.

—Muy bien, para iniciar venga conmigo —dijo sin esperar por la respuesta de Sofía, que lo siguió mirando la tarjeta brillar en su mano, hasta una puerta en un costado del despacho que daba a otro —esta es su oficina, como ve, tiene de todo lo que pueda necesitar, su trabajo de hoy será estudiar todas las recomendaciones que le dejó la señora Imelda. Supongo por su título que sabe andar con todo ello. 

—Sí, sí señor, sé todo lo que dice mi expediente, no le mentí.

—Muy bien, mire este teléfono blanco es para cuando llame mi madre, se llama Elvira, solo ella lo utiliza. Estos dos negros son para las cosas del trabajo, y este rojo es para mi vida personal nocturna y es muy confidencial, y solo usted tiene derecho a responder por él. Esa es mi agenda privada, que nadie debe ver excepto usted y yo, ni siquiera mi madre. Esta otra, es la del trabajo, y esta es la de mi vida social pública como CEO de esta empresa y mi madre. ¿Entendió?

 Sofía tenía una nula experiencia como asistente personal de un gran empresario en la gran ciudad. Por eso, aunque asentía a todo lo que le decía el señor López, estaba muy lejos de comprender a qué se refería con vida personal nocturna. Se dijo que le preguntaría a la señora Imelda. 

—Sofía, de todo eso, quiero recalcar lo del teléfono rojo y mi vida personal nocturna. Soy un hombre soltero que tiene necesidades que satisfago en silencio. Eso es muy importante, porque usted será la encargada de concertar esas citas nocturnas con las mujeres que le diga, reservar la habitación en un hotel y mandar al otro día el regalo de despedida. Y nunca, escúcheme bien, ¡nunca me repita la misma mujer! ¿Entendido? Pero sobre todo, jamás ellas deben saber con quién van a tener esa cita. Espero que la señora Imelda le haya dejado todas las instrucciones de cómo actuar, y esta agenda privada deberá traerla con usted sin perderla jamás. Revísela y mire a ver si tengo algo para hoy, es viernes. Así comienza a tomar experiencia, cuando termine, puede retirarse. No te necesitaré durante el fin de semana para que puedas mudarte. Pero a partir del lunes es oficial. Esa tarjeta que le di tiene suficiente dinero para que alquile donde vivir, y se compre todo lo que necesite, usted misma luego se lo descontará de su salario. ¿De acuerdo? 

 Sofía asintió con la cabeza y vio cómo el señor López se alejaba cerrando la puerta que comunicaba sus oficinas. Por suerte para ella la señora Imelda había dejado todo muy bien explicado y no le fue difícil cumplir con todas las exigencias de su jefe. Su primer día de prueba todo lo había dejado arreglado la antigua asistente, por lo que solo tuvo que llamar a la mujer y dejarle todas las indicaciones.  Aunque no le gustaba esa parte del trabajo, lo demás la llenaba de felicidad porque era lo que ella había estudiado y le encantaba hacer.

 Se había alquilado por quince días un pequeño apartamento no muy lejos de la empresa que le permitía ir y venir rápidamente. Era muy modesto por miedo a que no cumpliera con lo que se esperaba de ella y la despidieran en quince días. También, porque todo le parecía extremadamente caro. Éste era en un edificio viejo, sobreviviente ante los enormes nuevos que lo rodeaban, y tenía un hermoso parque al frente.

 Los quince días pasaron y el señor López estaba de lo más complacido con su eficiente trabajo, por lo que le firmó un contrato indefinido, para felicidad de Sofía que se vio obligada por exigencia de su jefe a mudarse para un edificio más cercano y nuevo. Lo que hizo que su renta subiera, y no solo eso. El señor López que fue quien se lo buscó, pagó adelantado todo un año. Resignada se mudó, aunque no podía negar que tenía un buen gusto su jefe, se enamoró de su casa al instante.

 Era viernes y como siempre, arregló la cita de su jefe, cuando ya estaba lista para retirarse, el teléfono rojo sonó.

—Hola, soy Miria, la chica de la cita de hoy. Lo siento mucho, pero se me ha presentado un problema y no voy a poder asistir, me da pena avisar con tan poco tiempo, pero se trata de un asunto familiar. Lo siento mucho — y colgó

 ¿Y ahora qué iba a hacer? —se preguntaba nerviosamente Sofía— ya el señor López había salido como era su costumbre para allá. Y precisamente estaba desesperado por ese día, luego de una semana sumamente estresante. Trató de llamar a la señora Imelda  para que la ayudara, pero no pudo localizarla. ¿De dónde iba a sacar a una mujer de esas para su jefe en una hora?

Capítulos gratis disponibles en la App >
capítulo anteriorcapítulo siguiente

Capítulos relacionados

Último capítulo