Teresa se inclinó hacia adelante, reduciendo la distancia entre ella y el joven Lord, la intensidad de su mirada fija en la suya. “Sofía”, dijo simplemente, y con esa palabra, puso en marcha el delicado juego de ajedrez en el que cada movimiento debía ser calculado con la máxima precisión. El Joven Lord se tensó ligeramente, pero su rostro permaneció impasible. Teresa observó la reacción, archivando cada detalle en su mente aguda. Había mucho en juego, pero estaba decidida a jugar sus cartas con la maestría de quien ha aprendido a hacerlo en las calles más duras de la vida.—Continúe—, dijo el Joven Lord finalmente, dando permiso no solo a que ella hablara, sino también a que el peligroso baile entre ellos comenzara. El Joven Lord, cuya atención había sido capturada completamente al mencionar a Sofía, escuchó con una mezcla de cautela y curiosidad mientras Teresa desplegaba ante él los contornos de su plan. A medida que las palabras de Teresa tejían la historia de engaño y pérdida,
La vida está llena de situaciones inverosímiles, aquellas que desafían nuestra lógica y racionalidad. Son esas experiencias que nos hacen cuestionar nuestras creencias y ampliar nuestros horizontes. A veces, nos encontramos con coincidencias sorprendentes, conexiones inexplicables o eventos que desafían todas las probabilidades. Estas cosas inverosímiles nos recuerdan que el mundo es un lugar lleno de misterios y maravillas, donde lo imposible puede volverse posible. Nos invitan a mirar más allá de lo evidente y a explorar las posibilidades infinitas que la vida nos ofrece. En ocasiones, estas situaciones nos desafían a confiar en nuestra intuición y en lo desconocido, a aceptar que no siempre podemos encontrar respuestas lógicas para todo. Nos enseñan a abrazar la incertidumbre y a encontrar belleza en lo inexplicable. Al reflexionar sobre las cosas inverosímiles de la vida, nos damos cuenta de que la realidad es mucho más compleja y fascinante de lo que podemos imaginar. Nos inv
Los dos se giraron hacia Sofía, quien había salido detrás de ellos junto con Javier y Mía, quien no se le despegaba. Incluso la señora Azucena y Elvira se acercaron al jardín, cautivadas por la conversación. Todos se quedaron asombrados al escuchar lo que César acababa de decir.—¿Qué significa eso que acabas de decir, César? —repitió Sofía, con incredulidad en su voz—. ¿Cómo es posible que los dos Javieres sean mis padres? ¡Eso es una locura! César miró a Sofía, tratando de encontrar las palabras adecuadas para explicar la situación tan confusa. —Sofí, espera un momento —dijo César, con voz suave pero firme—. No tengo todas las respuestas, pero estamos trabajando para resolver este misterio. Hay algo especial en tu caso y por eso lo estamos investigando a fondo —y volviendo a su conversación, pidió —. Bee, explicanos por qué dices eso que los dos son padres de Sofi.—No dije eso César, no lo son —respondió Bee—. Uno de ellos es su padre, pero debido a que son gemelos idénticos, es
Lady Sabina gritó aquello como si no le importara que uno de esos hijos que mencionaba, había estado nueve meses en su vientre. Hablaba del joven Henrry como si no fuera suyo, solo de su esposo. Lo había complacido en darle un heredero sólo para que la dejara tranquila, pero nunca lo sintió realmente suyo, sino, alguien que podía entorpecer sus planes. Por eso lo mandó a eliminar tan pronto aquel expresó su deseo de ser reconocido como un Cavendish y reclamar para él toda la herencia. Porque aunque trató de utilizarlo para su plan, el joven Henry parecía que había heredado toda la honorabilidad de la familia Cavendish. Desde niño fue el mejor en la escuela, el más honesto, sincero y respetable. Con influencia cuando llegó a los dieciséis años sobre toda la nobleza. Era admirado y reconocido como el futuro Lord Cavendish, el que llevaría de nuevo a la cima a esa honorable familia. Lo peor no era eso, sino que no se dejaba manipular por ella, hacía las cosas según el código de cond
Lord Henry se enderezó en su silla, los ojos fijos en su mayordomo con un hilo de esperanza en su mirada, sintiendo que de las palabras de él dependía su redención. Puede que después de todo no fueran ellos quienes acabaran con la vida de su primogénito, al menos, no los que lo llevaron a su muerte repentina. Por su parte el mayordomo Jeeves, aunque no escuchó todo lo que dijo Lady Sabina con claridad, si había escuchado lo suficiente para asegurar eso que le estaba preguntando su señor. No era por quitarse la culpa, porque ambos eran culpables de no reconocer en Javier, al hijo que había concebido con Lady Lorena y que se le parecía mucho. Si tan sólo su señor se hubiese detenido un día a observarlo sin los deseos de venganza, se hubiese reconocido en su primogénito, pues éste había heredado su mentón firme y cuadrado, como también hubiese distinguido las facciones delicadas de Lady Lorena, su belleza interior, el color de sus ojos, así como la generosidad que la caracterizaba
El joven Lord, aunque sabía que César era su esposo, no pudo evitar que una sombra de celos cruzara su mente al contemplar el abrazo entre los dos. El mayordomo, notó el cambio en la expresión de su señor y decidió intervenir antes de que los celos pudieran convertirse en algo más.—Mi Lord, ¿qué cree que haya pasado para que Lord Henry haya enviado a tantos hombres a cuidarlo? —preguntó, tratando de distraerlo con un tema de importancia. El joven Lord desvió la mirada de Sofía y se giró hacia su mayordomo. La pregunta lo sacó de sus cavilaciones personales y lo llevó de vuelta a las realidades de su posición. —No lo sé, es muy extraño —respondió con un tono reflexivo—. Lord Henry siempre ha sido reservado respecto a sus acciones, pero este súbito interés... Debe ser porque se quedó sin herederos directos o me mandó a vigilar. —No diga eso, mi Lord. Lord Henry siempre lo ha considerado como a un hijo —replicó el mayordomo con un tono suave, pero firme—. Nunca hizo distinción entre
El doctor había sido una sombra en el pasado de Sofía, un eco persistente de aquellos días oscuros en el orfanato. Al verlo junto a su hijo, seguido por su súbita muerte, había superado su capacidad de resistencia emocional. Las lágrimas, una vez contenidas, brotaron nuevamente, y ella se permitió un momento de vulnerabilidad, sollozando en los brazos de César. Él, en un silencio cargado de promesas, se convirtió en su pilar inquebrantable. La repentina aparición del doctor, irrumpiendo en la habitación con una urgencia que les obligó a levantar la mirada y ponerse de pie para recibirlo, aumentó la tensión.—¿Qué ocurre, doctor? —inquirió César, su voz teñida por la ansiedad que le oprimía el pecho.—Tranquilos —dijo el doctor, con una calma que contrastaba con la premura de su entrada—. Los análisis confirmaron que a Javier no le administraron el veneno —explicó—. Y esto que tenemos aquí no es el antídoto; es el veneno mismo. Él estaba a punto de inyectárselo. Todos compartieron
De vuelta a la mansión, después de comprobar que todo estaba bajo control, la familia Cavendish se encontraba trabajando arduamente en las medidas propuestas por César para asegurar la propiedad. Además, habían tomado la decisión de devolver la fortuna a los López, sin importar cuál de los dos Javieres fuera su suegro. En una reunión junto a Sofía, ella había estado de acuerdo con la sugerencia de su esposo. No buscaría más quién era su padre, si realmente la amaban, resolverían esa situación entre ellos y se lo informarían. Hasta entonces, ninguno de los dos se acercaría a ella ni a sus hijos.—¿Estás segura de que esto es lo que quieres, Sofía? —preguntó el primer Javier.—Sí, después de todo, no tengo ninguna relación afectiva con ustedes. Toda mi vida la viví en un orfanato y ninguno de los dos vino por mí. Ahora debo preocuparme por mi estabilidad emocional y la de mis hijos. Cuando decidan ser sinceros y decirme quién es mi verdadero padre y quién es mi tío, entonces los deja