Los dos se giraron hacia Sofía, quien había salido detrás de ellos junto con Javier y Mía, quien no se le despegaba. Incluso la señora Azucena y Elvira se acercaron al jardín, cautivadas por la conversación. Todos se quedaron asombrados al escuchar lo que César acababa de decir.—¿Qué significa eso que acabas de decir, César? —repitió Sofía, con incredulidad en su voz—. ¿Cómo es posible que los dos Javieres sean mis padres? ¡Eso es una locura! César miró a Sofía, tratando de encontrar las palabras adecuadas para explicar la situación tan confusa. —Sofí, espera un momento —dijo César, con voz suave pero firme—. No tengo todas las respuestas, pero estamos trabajando para resolver este misterio. Hay algo especial en tu caso y por eso lo estamos investigando a fondo —y volviendo a su conversación, pidió —. Bee, explicanos por qué dices eso que los dos son padres de Sofi.—No dije eso César, no lo son —respondió Bee—. Uno de ellos es su padre, pero debido a que son gemelos idénticos, es
Lady Sabina gritó aquello como si no le importara que uno de esos hijos que mencionaba, había estado nueve meses en su vientre. Hablaba del joven Henrry como si no fuera suyo, solo de su esposo. Lo había complacido en darle un heredero sólo para que la dejara tranquila, pero nunca lo sintió realmente suyo, sino, alguien que podía entorpecer sus planes. Por eso lo mandó a eliminar tan pronto aquel expresó su deseo de ser reconocido como un Cavendish y reclamar para él toda la herencia. Porque aunque trató de utilizarlo para su plan, el joven Henry parecía que había heredado toda la honorabilidad de la familia Cavendish. Desde niño fue el mejor en la escuela, el más honesto, sincero y respetable. Con influencia cuando llegó a los dieciséis años sobre toda la nobleza. Era admirado y reconocido como el futuro Lord Cavendish, el que llevaría de nuevo a la cima a esa honorable familia. Lo peor no era eso, sino que no se dejaba manipular por ella, hacía las cosas según el código de cond
Lord Henry se enderezó en su silla, los ojos fijos en su mayordomo con un hilo de esperanza en su mirada, sintiendo que de las palabras de él dependía su redención. Puede que después de todo no fueran ellos quienes acabaran con la vida de su primogénito, al menos, no los que lo llevaron a su muerte repentina. Por su parte el mayordomo Jeeves, aunque no escuchó todo lo que dijo Lady Sabina con claridad, si había escuchado lo suficiente para asegurar eso que le estaba preguntando su señor. No era por quitarse la culpa, porque ambos eran culpables de no reconocer en Javier, al hijo que había concebido con Lady Lorena y que se le parecía mucho. Si tan sólo su señor se hubiese detenido un día a observarlo sin los deseos de venganza, se hubiese reconocido en su primogénito, pues éste había heredado su mentón firme y cuadrado, como también hubiese distinguido las facciones delicadas de Lady Lorena, su belleza interior, el color de sus ojos, así como la generosidad que la caracterizaba
El joven Lord, aunque sabía que César era su esposo, no pudo evitar que una sombra de celos cruzara su mente al contemplar el abrazo entre los dos. El mayordomo, notó el cambio en la expresión de su señor y decidió intervenir antes de que los celos pudieran convertirse en algo más.—Mi Lord, ¿qué cree que haya pasado para que Lord Henry haya enviado a tantos hombres a cuidarlo? —preguntó, tratando de distraerlo con un tema de importancia. El joven Lord desvió la mirada de Sofía y se giró hacia su mayordomo. La pregunta lo sacó de sus cavilaciones personales y lo llevó de vuelta a las realidades de su posición. —No lo sé, es muy extraño —respondió con un tono reflexivo—. Lord Henry siempre ha sido reservado respecto a sus acciones, pero este súbito interés... Debe ser porque se quedó sin herederos directos o me mandó a vigilar. —No diga eso, mi Lord. Lord Henry siempre lo ha considerado como a un hijo —replicó el mayordomo con un tono suave, pero firme—. Nunca hizo distinción entre
El doctor había sido una sombra en el pasado de Sofía, un eco persistente de aquellos días oscuros en el orfanato. Al verlo junto a su hijo, seguido por su súbita muerte, había superado su capacidad de resistencia emocional. Las lágrimas, una vez contenidas, brotaron nuevamente, y ella se permitió un momento de vulnerabilidad, sollozando en los brazos de César. Él, en un silencio cargado de promesas, se convirtió en su pilar inquebrantable. La repentina aparición del doctor, irrumpiendo en la habitación con una urgencia que les obligó a levantar la mirada y ponerse de pie para recibirlo, aumentó la tensión.—¿Qué ocurre, doctor? —inquirió César, su voz teñida por la ansiedad que le oprimía el pecho.—Tranquilos —dijo el doctor, con una calma que contrastaba con la premura de su entrada—. Los análisis confirmaron que a Javier no le administraron el veneno —explicó—. Y esto que tenemos aquí no es el antídoto; es el veneno mismo. Él estaba a punto de inyectárselo. Todos compartieron
De vuelta a la mansión, después de comprobar que todo estaba bajo control, la familia Cavendish se encontraba trabajando arduamente en las medidas propuestas por César para asegurar la propiedad. Además, habían tomado la decisión de devolver la fortuna a los López, sin importar cuál de los dos Javieres fuera su suegro. En una reunión junto a Sofía, ella había estado de acuerdo con la sugerencia de su esposo. No buscaría más quién era su padre, si realmente la amaban, resolverían esa situación entre ellos y se lo informarían. Hasta entonces, ninguno de los dos se acercaría a ella ni a sus hijos.—¿Estás segura de que esto es lo que quieres, Sofía? —preguntó el primer Javier.—Sí, después de todo, no tengo ninguna relación afectiva con ustedes. Toda mi vida la viví en un orfanato y ninguno de los dos vino por mí. Ahora debo preocuparme por mi estabilidad emocional y la de mis hijos. Cuando decidan ser sinceros y decirme quién es mi verdadero padre y quién es mi tío, entonces los deja
Lord Henry apretó suavemente la mano de su hijo, sintiendo la intensidad de sus emociones compartidas. Sus ojos reflejaban una mezcla de amor paternal y determinación inquebrantable.—Hanrriet, nunca dudes de mi amor por ti. Eres el único hijo que me queda y haré todo lo que esté a mi alcance para asegurarme de que estés a salvo —afirmó Lord Henry con voz firme—. No puedo soportar la idea de perder a otro hijo. No permitiré que tu madre te haga más daño. El joven Lord asintió, incapaz de encontrar las palabras adecuadas para expresar su gratitud hacia su padre en ese momento. —Padre…, yo…, hay algo que necesito decirte —murmuró el joven Lord con un nudo en la garganta, deseando encontrar el coraje para compartir sus secretos Lord Henry lo interrumpió suavemente, acariciando su mejilla con ternura. Aunque era un hombre de apariencia dura y fría, sabía que en su corazón era un alma sufrida. Conocía cada detalle de su personalidad, sus pasiones y sus sueños. Hanrriet era un joven ta
Lady Sabina se quedó pensativa. Sentía que algo no estaba bien, pero por el momento no podía hacer más que esperar a que su hijo se pusiera en contacto con ella. Su mirada se posó en su dama de compañía que entró presurosa. —¿Y bien, lo hizo? —preguntó ansiosamente.—Mi Lady, me temo que le tengo malas noticias —dijo la dama temblando de miedo ante la mirada de su señora. — Reginald no solo falló en inyectar el veneno a Javier, sino que lo atraparon y se suicidó con la pastilla de cianuro en su muela. Con la noticia impactante de su dama de compañia, Lady Sabina se quedó sin palabras. No podía creer lo que estaba escuchando.—¡No puede ser! —exclamó Lady Sabina, sintiendo una mezcla de ira y miedo. —¿Cómo pudo fallar Reginald? ¡Y ahora se ha quitado la vida ese imbécil! La dama de compañía bajó la mirada, temerosa de la reacción de su señora. Sabía de lo que era capaz cuando algo no salía como ella planeaba —Lo siento mucho, mi Lady. Lady Sabina se sentó en una silla cercana,