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108. NO TODO EN LA VIDA SON TRISTEZAS

Cuando todos se levantaron al otro día, había un ambiente de prisas y preparaciones. La vieja mansión, con su estilo renacentista y que la señora Elvira había ido llenando de luz y color en los días anteriores, había cambiado de pronto en una sola noche.

Las grandes y pesadas cortinas, que impedían que entrara la luz, estaban todas abiertas, dejando que el sol lo inundara todo y revelando los increíbles y antiguos muebles que mantenían el esplendor de su grandeza en aquella época. Cada lámpara dorada de araña que colgaba del techo estaba iluminada. Los sirvientes se movían presurosos.

El mayordomo, con su impecable uniforme negro y su porte distinguido, dirigía a los sirvientes con voz firme. En la cocina, los chefs trabajaban diligentemente, preparando platos exquisitos. El olor a café recién hecho se mezclaba con el aroma de pan recién horneado.

En cada rincón de la mansión, se podía sentir la anticipación y el esfuerzo por crear una experiencia memorable. A medida que avanzab
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