Cuando la afamada hackers Bee, despertó aquella mañana porque todas sus pantallas abrieron de pronto con un gran letrero de —Hello Bee—, su corazón saltó pensando que había sido por primera vez en la vida hackeada y corrió a su centro de operaciones Bee, siempre vestida con su característica sudadera con capucha negra y sus lentes de montura gruesa, se precipitó hacia su centro de operaciones. Su rostro se iluminó con la luz azulada de las pantallas mientras sus dedos volaban sobre el teclado, intentando rastrear la fuente del mensaje. —Hello Bee— seguía parpadeando en todas las pantallas, sin importar cuántas veces intentara cerrarlo. No había señales de un ataque malicioso o un intento de robo de datos, lo que la dejaba confundida. ¿Quién se tomaría la molestia de hackearla solo para saludarla?De repente, una nueva ventana se abrió en una de las pantallas. Un mensaje parpadeaba en letras blancas sobre un fondo negro: —No tienes que temer, Bee. Solo quiero hablar y conocernos.
Fenicio se encogió de hombros y guardó silencio en lo que pensaba si lo había visto anteriormente, mientras se conectaba con Airis que le envió todas las fotos y videos que le pidió de ese sitio. Ya desde el día anterior César lo había conectado permanentemente con ella.—No lo sé, Mía. Pero he visto cosas extrañas en mi tiempo. Y este hombre... algo no me cuadra. Voy a mantener un ojo en él. Mientras tanto, Bee en combinación con Airis, estaba trabajando a toda velocidad para recopilar información sobre el misterioso vendedor de flores. Con cada pieza nueva de información que descubrían, la imagen se volvía más clara. Cuando César estaba listo junto a Sofía, para salir hacía la empresa, recibió un mensaje de Airis.“Tengo la información que necesitas, César. El hombre es un ex empleado de la empresa rival como sospechabas. Pero hay más…, parece que ha estado trabajando en secreto no para ellos durante todo este tiempo, sino para él, y posiblemente intentando robar nuestra tecnología
Sofía, desde el auto, observó la intensa conversación entre su esposo y su suegro. Aunque no podía escuchar las palabras, las expresiones en sus rostros decían suficiente. Algo serio estaba ocurriendo, algo que estaba relacionado con el vendedor de flores y ella misma. ¿Qué nueva amenaza se cernía sobre ellos? ¿Acaso no iba a poder encontrar la felicidad con el hombre que amaba? Decidida, sacó su teléfono y le mandó un mensaje a Airis.—Cuñada, ¿puedes decirme qué problema tenemos? —Escribió, su pulso acelerándose mientras esperaba la respuesta. Después de unos instantes, la respuesta de Airis llegó.—Tu familia. Eso fue todo. No hubo más explicaciones. Sofía frunció el ceño, desconcertada. ¿Qué familia? Ella no tenía familia, al menos no una biológica. La única familia que tenía era la que había formado con César. ¿A qué se refería Airis? Con un creciente sentido de inquietud, Sofía decidió que necesitaba respuestas. Y las necesitaba ahora.Sofía sintió un gran alivio al ver a César
El hombre parecía haber esperado esta reacción de parte de Sofía. Con una expresión tranquila, estaba a punto de explicar, esperando aclarar la confusión de ella, que lo miraba con recelo. Pero antes de que pudiera decir algo más, Fenicio y Mía aparecieron por la puerta, apuntándole con sus armas.—¿Cómo lograste colarte hasta aquí? —preguntó Fenicio, su voz firme y decidida—. La empresa está cerrada.—No lo está —respondió el hombre con calma—. Yo venía a pedir una entrevista con su jefe y la puerta estaba abierta. Al ver que no había nadie en la recepción pensé en llegar a la cafetería, que siempre hay personas, y me encontré con la señorita Sofía.—Señora Sofía Cavendish —dijo Fenicio en tono serio, bajando el arma, notando cómo al hombre se le iluminaban los ojos—. ¿Quieres una entrevista con César? El hombre asintió, mirando a Fenicio con una expresión de alivio. Parecía que finalmente estaba llegando a donde quería llegar. Sin embargo, aún quedaba por ver qué tenía que decir
Las pruebas eran irrefutables. César miró los documentos detenidamente, una y otra vez, como si esperara que cambiaran de alguna manera. Pero siempre decían lo mismo: Javier López, hijo de los López, era el legítimo heredero de la fortuna que ahora estaba en sus manos. El registro de nacimiento, las pruebas de ADN, todo apuntaba a la misma conclusión. Y lo que era aún más sorprendente, las pruebas de consanguinidad demostraban que Javier y Sofía eran padre e hija. ¿Serían reales? César se volvió hacia Fenicio, buscando algún tipo de guía o consejo. Pero Fenicio parecía tan desconcertado como él. —No sé qué decir, César —dijo Fenicio—. Esto…, tenemos que investigarlo. Hacer nuestras propias pruebas. César asintió, volviendo a mirar los documentos. Sin embargo, su instinto le advertía que tenía que proteger a Sofía. Y eso significaba averiguar qué quería exactamente Javier López. —Necesito tiempo para procesar esto —dijo finalmente César—. Hablar con mis abogados. Javier asintió
Sofía se quedó en silencio, en espera de que le respondiera mirándolo, sus ojos llenos de confusión y sospechas. No sabía si debía creerle o no. Todo lo que sabía era que su vida acababa de dar un giro inesperado y no tenía idea de qué hacer al respecto. Las palabras de Javier resonando en su cabeza. Y fueron como un detonador que trajeron a su mente todo lo que había pasado en todos los años desde que comenzó a verlo. Levantó la cabeza al ver que el hombre no le contestaba y siguió hablando con amargura. —Me viste sufrir y pasar trabajo sola con aquella turba de personas queriendo cada cual sacar provecho de mi parecido con la mujer que me llevó en su vientre, porque el título de madre aunque se biológica le queda muy grande a Victoria —seguía hablando como si tuviera de pronto muchas cosas por decir—. Ahora vienes, me das este sobre donde dice que fuiste el que me dio una madre tan diabólica como Victoria y quieres que te deje ser mi padre—Sofía…—Sofía nada, ¿si en verdad eres
Sofía desmayada seguía en los brazos de su esposo, mientras el chofer conducía rápidamente seguido de varios autos de seguridad hacia la mansión de los Cavendish. Finalmente, ante los esfuerzos de César y Mía, abrió los ojos y se encontró con la mirada preocupada de su esposo.—¿Qué te dijo que te puso así, Sofi? —preguntó él—. Estoy aquí para lidiar con cualquier problema, cariño. Sofía se abrazó a César y dejó que todo el susto que tenía atragantado en su garganta saliera. En ese momento, no sabía qué pensar. Estuvo a punto de creer al hombre que decía llamarse Javier López. ¿Qué iba a pasar ahora? ¿Y ese otro que entró era su padre o era un impostor? ¿Cuál de los dos había sido su guardia? Al ver lo confundida que estaba, César decidió no insistir. Mía le había hecho un resumen de lo que dijera el primer Javier López y, según ella, era el verdadero. El segundo había utilizado muchas artimañas para acercarse a Sofía y constantemente trató de alejarla de César, sin revelar su ide
Fenicio observó la escena con atención, tratando de comprender la verdad detrás de las acusaciones y la furia desatada entre los dos hombres gemelos. Mientras los hombres de seguridad mantenían separados a los hermanos, Fenicio decidió intervenir y obtener respuestas claras.—¡Basta! —gritó Fenicio con voz autoritaria, poniendo fin a la pelea—. Es hora de que ambos se expliquen claramente. Quiero saber la verdad sobre lo que sucedió en el pasado y cuál es su relación con los Cavendish. El primer Javier, arregló su traje y respiró profundamente antes de hablar nuevamente.—Como dije antes, Yavier se confabuló con los Cavendish para cometer actos nefastos contra nuestra familia. Yo estuve ausente durante todos estos años porque fui secuestrado por ellos y mantenido cautivo en su mansión mientras él hacía los trabajos que le encomendaba Lord Henry —dijo muy serio el primer Javier—. Logré escapar y vine aquí disfrazado vigilando lo que hacía, y para proteger a mi hija Sofía de su acech