Las pruebas eran irrefutables. César miró los documentos detenidamente, una y otra vez, como si esperara que cambiaran de alguna manera. Pero siempre decían lo mismo: Javier López, hijo de los López, era el legítimo heredero de la fortuna que ahora estaba en sus manos. El registro de nacimiento, las pruebas de ADN, todo apuntaba a la misma conclusión. Y lo que era aún más sorprendente, las pruebas de consanguinidad demostraban que Javier y Sofía eran padre e hija. ¿Serían reales? César se volvió hacia Fenicio, buscando algún tipo de guía o consejo. Pero Fenicio parecía tan desconcertado como él. —No sé qué decir, César —dijo Fenicio—. Esto…, tenemos que investigarlo. Hacer nuestras propias pruebas. César asintió, volviendo a mirar los documentos. Sin embargo, su instinto le advertía que tenía que proteger a Sofía. Y eso significaba averiguar qué quería exactamente Javier López. —Necesito tiempo para procesar esto —dijo finalmente César—. Hablar con mis abogados. Javier asintió
Sofía se quedó en silencio, en espera de que le respondiera mirándolo, sus ojos llenos de confusión y sospechas. No sabía si debía creerle o no. Todo lo que sabía era que su vida acababa de dar un giro inesperado y no tenía idea de qué hacer al respecto. Las palabras de Javier resonando en su cabeza. Y fueron como un detonador que trajeron a su mente todo lo que había pasado en todos los años desde que comenzó a verlo. Levantó la cabeza al ver que el hombre no le contestaba y siguió hablando con amargura. —Me viste sufrir y pasar trabajo sola con aquella turba de personas queriendo cada cual sacar provecho de mi parecido con la mujer que me llevó en su vientre, porque el título de madre aunque se biológica le queda muy grande a Victoria —seguía hablando como si tuviera de pronto muchas cosas por decir—. Ahora vienes, me das este sobre donde dice que fuiste el que me dio una madre tan diabólica como Victoria y quieres que te deje ser mi padre—Sofía…—Sofía nada, ¿si en verdad eres
Sofía desmayada seguía en los brazos de su esposo, mientras el chofer conducía rápidamente seguido de varios autos de seguridad hacia la mansión de los Cavendish. Finalmente, ante los esfuerzos de César y Mía, abrió los ojos y se encontró con la mirada preocupada de su esposo.—¿Qué te dijo que te puso así, Sofi? —preguntó él—. Estoy aquí para lidiar con cualquier problema, cariño. Sofía se abrazó a César y dejó que todo el susto que tenía atragantado en su garganta saliera. En ese momento, no sabía qué pensar. Estuvo a punto de creer al hombre que decía llamarse Javier López. ¿Qué iba a pasar ahora? ¿Y ese otro que entró era su padre o era un impostor? ¿Cuál de los dos había sido su guardia? Al ver lo confundida que estaba, César decidió no insistir. Mía le había hecho un resumen de lo que dijera el primer Javier López y, según ella, era el verdadero. El segundo había utilizado muchas artimañas para acercarse a Sofía y constantemente trató de alejarla de César, sin revelar su ide
Fenicio observó la escena con atención, tratando de comprender la verdad detrás de las acusaciones y la furia desatada entre los dos hombres gemelos. Mientras los hombres de seguridad mantenían separados a los hermanos, Fenicio decidió intervenir y obtener respuestas claras.—¡Basta! —gritó Fenicio con voz autoritaria, poniendo fin a la pelea—. Es hora de que ambos se expliquen claramente. Quiero saber la verdad sobre lo que sucedió en el pasado y cuál es su relación con los Cavendish. El primer Javier, arregló su traje y respiró profundamente antes de hablar nuevamente.—Como dije antes, Yavier se confabuló con los Cavendish para cometer actos nefastos contra nuestra familia. Yo estuve ausente durante todos estos años porque fui secuestrado por ellos y mantenido cautivo en su mansión mientras él hacía los trabajos que le encomendaba Lord Henry —dijo muy serio el primer Javier—. Logré escapar y vine aquí disfrazado vigilando lo que hacía, y para proteger a mi hija Sofía de su acech
Sir Alexander detuvo lo que hacía para mirar a su amada, y al ver la expresión de miedo reflejada en su rostro se apresuró a tomarle las manos y decirle con cariño. —No te preocupes querida, lo tengo todo bajo control —y viendo como ella lo miraba incrédula agregó—, no creo que sepa que César es realmente mi hijo, por eso está fuera de peligro.—¿En verdad crees eso? —dijo Elvira sentándose a su lado— Victoria debe haber sabido que mi hijo era tuyo, y por eso aceptó cambiar de niños, siguiendo el juego de Javier al que había engañado haciéndole creer que su embarazo era suyo, o a lo mejor ella creía que lo era.—Puede que tengas razón, eso explicaría porque salió huyendo de Capitalia —dijo pensativo el Sir.—¿A qué te refieres? ¿No lo hizo por huir de ti? —preguntó Elvira.—No querida, no te conté que hasta hace poco fue que supe que Sofía no era mía, yo no había descubierto su engaño. Alguien me avisó que la había visto saliendo escondida con su guardia de seguridad en medio de la
Fenicio comenzó a vislumbrar una posible verdad detrás de esta compleja situación. Parecía que el primer Javier había sido secuestrado por su hermano, quien había trabajado para la empresa contraria durante un tiempo. Ahora debía encontrar pruebas que respaldaran estas afirmaciones y determinar quién estaba diciendo la verdad.—Sí, fui yo el que le vendí los floreros a Imelda, pero no me sirvieron de mucho, no podía captar el audio, ni lo que hacían en las computadoras—afirmó el segundo.—Y si es así —dijo mirándolo fijo—, ¿qué hacías haciéndote pasar por un mendigo en Capitalia para acercarte a la señora Sofía sabiendo que ella, por haberse criado en un orfanato, de seguro te emplearía, como fue el caso? Además, te hacías una falsa cicatriz en tu ceja y cojeabas de un pie. El segundo Javier pareció sorprendido por la pregunta o por ver que sabía todo de él, pero rápidamente recuperó la compostura.—Lo siento, pero no sé de qué está hablando. Yo nunca me hice pasar por un mendigo e
Elvira al sentir como Sofía se había quedado mirándola en silencio, levantó la mirada y se la sostuvo, luego con un suspiro comenzó a hablar con seriedad.—No sé exactamente qué sucedió con la familia López, pero lo que sí sé es que los Cavendish no son todos terribles —dijo Elvira sosteniendo su mirada—. Hay bondad en algunos de ellos, sobre todo en Alexander que es el que tiene que ver con nosotros. Y de mi hijo no tengo que hablarte, lo crió Javier, que aunque cometió errores fue un padre ejemplar. Le supo inculcar buenos valores y no fue envenenado por los Cavendish. Sofía miró agradecida a Elvira, pero al mismo tiempo se dio cuenta de que algo le ocultaba. Aunque no obtuvo las respuestas que buscaba, no quiso insistir. Le tocaría a ella averiguar la verdad, y sabía que contaba con el apoyo de César para averiguar todo. —Sofi, hija. La ciudad de Capitalia está llena de historias y secretos de todas nuestras familias como puedes ver. Pero mi consejo es que no te dejes tragar po
Teresa Vivaldi estaba sentada en la cárcel, disfrazada. Montenegro se sorprendió cuando le anunciaron que su esposa había ido a visitarlo, aunque no tenía ninguna. Sin embargo, decidió salir y ver de quién se trataba. Se encontró con una extraña mujer que no reconoció. Tomó el teléfono y se lo colocó en el oído.—Soy yo —dijo Teresa, bajando sus espejuelos oscuros. Montenegro quedó perplejo al escuchar esas palabras. Reconoció la voz de Teresa, pero no podía entender cómo estaba allí. Teresa, manteniendo la compostura, continuó hablando con voz firme pero controlada.—He venido a hablar contigo, Montenegro —susurró al teléfono— tengo asuntos que necesito resolver. Montenegro, aún sin comprender del todo lo que estaba sucediendo, decidió escuchar lo que Teresa tenía que decir. Estaba seguro de que había algo más detrás de esta visita inesperada.—Soy todo oídos querida, ¿a qué debo el honor de tu visita? ¿Y como hiciste para regresar a este país donde te están buscando? Teresa man