124. EL FRANCOTIRADOR

Fenicio comenzó a vislumbrar una posible verdad detrás de esta compleja situación. Parecía que el primer Javier había sido secuestrado por su hermano, quien había trabajado para la empresa contraria durante un tiempo. Ahora debía encontrar pruebas que respaldaran estas afirmaciones y determinar quién estaba diciendo la verdad.

—Sí, fui yo el que le vendí los floreros a Imelda, pero no me sirvieron de mucho, no podía captar el audio, ni lo que hacían en las computadoras—afirmó el segundo.

—Y si es así —dijo mirándolo fijo—, ¿qué hacías haciéndote pasar por un mendigo en Capitalia para acercarte a la señora Sofía sabiendo que ella, por haberse criado en un orfanato, de seguro te emplearía, como fue el caso? Además, te hacías una falsa cicatriz en tu ceja y cojeabas de un pie.

El segundo Javier pareció sorprendido por la pregunta o por ver que sabía todo de él, pero rápidamente recuperó la compostura.

—Lo siento, pero no sé de qué está hablando. Yo nunca me hice pasar por un mendigo e
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