Después de que Sir Alexander le contara todo lo que sabía sobre el joven Lord, quien estaba decidido a ser el único heredero de su fortuna y se había convertido en su peor enemigo. César decidió llevar a Javier y a Sofía a sus habitaciones. Antes de hacerlo, le dio instrucciones a Fenicio para que resolviera el problema de los gemelos idénticos y aceptó la idea de su jefe de seguridad de utilizar a Airis.—Javier, es tarde, debes ir a tu habitación—, le pidió a su hijo pequeño, quien insistía en dormir con ellos. —Mamá y papá necesitan descansar, mañana podrás dormir con nosotros, te lo prometo.—Deja que duerma con nosotros, César —intervino Sofía al ver la determinación de su hijo—. Siempre ha dormido conmigo, solo será hoy.—Hoy necesitamos estar solos, Sofi. Prometo que mañana dormirá con nosotros—, respondió César, acompañando a Javier a su habitación. El niño no soltaba su mano, como si tuviera miedo de quedarse allí. —Está bien, no me iré hasta que te duermas—, aceptó César, a
En la vida, todos cometemos errores. Algunos son pequeños y fácilmente perdonables, mientras que otros son tan profundos y devastadores que son imperdonables. Estos errores, pueden llevarnos a cometer actos que nunca podríamos imaginar. ¿Qué nos impulsa a tomar decisiones tan drásticas? ¿Qué nos hace perder la perspectiva y lastimar a aquellos que más amamos? Por lo general somos impulsados por la ira y la sed de venganza, esos sentimientos poderosos y arrolladores. Nos consumen y nos ciegan ante las consecuencias de nuestros actos. En nuestra sed de justicia, podemos llegar a cometer atrocidades que nunca podríamos imaginar. Pero es importante recordar que cada acción tiene una reacción, y que nuestros errores pueden tener un costo demasiado alto. Nadie es perfecto. Todos cometemos errores, grandes y pequeños. En Capitalia Lord Henry sostenía el resultado de las pruebas de paternidad en sus manos, sintiendo cómo su corazón se llenaba de una profunda conmoción. Las palabras escr
Mía se había quedado observando a Fenicio ante lo que había dicho. Éste seguía vigilando al francotirador por lo binoculares como si lo que dijera no fuera nada. —¿En serio me estás proponiendo matrimonio aquí detrás de un muro, vigilando a un francotirador Fenicio? —preguntó con la voz entrecortada— ¿Tan poca cosa te parezco para que no merezca que me hagas una linda proposición? Se puso de pie alejándose furiosa ante la mirada incrédula de Fenicio, que no sabía que había hecho mal, pensó que se alegraría cuando le dijera que se casarían. No podía seguirla, por lo que vio cómo se alejaba y se introducía en la mansión sin mirar una sola vez hacía detrás. ¿Qué diablos había hecho mal? Se le daba muy mal esto de las relaciones serias, y con Mía lo quería todo, pero sobre todo hacerla feliz. La imagen de Mía se desvanecía con cada zancada que la alejaba. Fenicio permanecía inmóvil, con los prismáticos aún en sus manos y la mirada fija en el espacio vacío que ella había dejado. La in
Lady Sabina había sido una mujer de la nobleza con una personalidad retorcida y maquiavélica. Desde su juventud, ha sido conocida por su astucia y su habilidad para manipular a los demás en beneficio propio. Su matrimonio con Lord Henry no fue por amor, sino por conveniencia y con un único objetivo en mente: utilizar el odio de su esposo hacia su propia familia para apoderarse de toda la fortuna de los Cavendish y convertirse en una mujer poderosa. Lady Sabina es una experta en ocultar sus verdaderas intenciones detrás de una fachada de amabilidad y cortesía. Es capaz de sonreír y charlar con gracia en la sociedad, mientras en su interior trama planes retorcidos para lograr sus ambiciones desmedidas. Su mente está llena de estrategias y conspiraciones, siempre buscando la manera más eficiente de alcanzar sus objetivos. No le importa pisotear a cualquiera que se interponga en su camino, incluso si eso significa destruir vidas y deshonrar a aquellos que alguna vez amó. Ella utilizó
El Joven Lord, tras el sombrío retorno del cementerio, se encerró en el silencio de sus habitaciones. A pesar de su impecable atuendo y su porte aristocrático, su rostro era un espejo de hielo, reflejando un alma que no había conocido el calor del afecto genuino. A solas, permitió que la máscara de indiferencia se deslizara por un instante, revelando un atisbo de la turbulencia que yacía debajo. En este espacio privado, los muros eran testigos del único lugar donde él permitía que las grietas en su fachada se hicieran evidentes. Aquí, no había necesidad de mantenerse firme ante la mirada inquisitiva de Lady Sabina ni ante el desprecio apenas velado de Lord Henry. En la quietud de su habitación, el Joven Lord se permitía contemplar su reflejo en el espejo, buscando en sus propios ojos la respuesta a una pregunta que nunca había formulado en voz alta: ¿Qué sería de él si las circunstancias hubieran sido diferentes?El monólogo interno del Joven Lord fluye mientras se acerca a la venta
Después de César asegurarse que su pequeño estaba en buenas manos, llamó a unos guardias de seguridad y los puso delante de su puerta dando órdenes de que nadie podía entrar en esa habitación sin su permiso. No bastando con eso, envió a varios a apostarse en la parte de afuera de la habitación de su hijo. No dejaría que nada le sucediera. Más calmado regresó a su habitación donde Sofía ya dormía algo inquieta. Tomó un baño rápido y luego de tomar de un golpe un whisky, se introdujo en la cama al lado de su esposa abrazándola contra su pecho, para que se sintiera segura y dejara de hablar en sueños. César yacía despierto en la oscuridad, escuchando la respiración entrecortada de Sofía, que poco a poco se fue haciendo más suave y rítmica, señal de que había encontrado la paz en su abrazo protector. A pesar del cansancio que le pesaba en los párpados, la mente de César no dejaba de girar, repasando cada detalle del día, cada sombra que pudiera haber pasado por alto. La habitación est
Mientras César veía a su gran amiga y confidente Airis despertar, sentía como una sensación de control lo llenaba, algo que tanto necesitaba en ese momento de incertidumbre. Cuando al fin vio aparecer la imagen de la mujer y sus ojos se abrieron y le sonrió, su cara se iluminó.—Hola Airis, bienvenida de vuelta mi querida amiga, éste es tu nuevo hogar. Aquí estarás segura.—Gracias César. ¿Cómo puedo ayudarte?—Airis, necesito que tomes el control del sistema de operaciones y que solo me des a mí permiso sobre él. Activa todos los protocolos de seguridad, revisa las grabaciones de las cámaras de las últimas horas y alerta sobre cualquier actividad sospechosa o desconocida dentro y alrededor de la propiedad —ordenó César con firmeza.—Cómo órdenes César —con un suave parpadeo todas las pantallas alrededor comenzaron a poner la imagen de Airis—listo, control adquirido, ¿en qué más deseas mi ayuda?—Saca todos nuestros drones, están listos para operar como siempre en la terraza, haz un
La satisfacción de Sir Alexander era palpable; su legado estaba asegurado y mejorado, no por la fuerza o el poder, sino por el ingenio y la sabiduría de su semilla, su hijo. —Es un nuevo amanecer para los Cavendish, gracias a mi hijo —murmuró para sí mismo, permitiendo que su orgullo paterno llenara la habitación tanto como el silencio respetuoso del mayordomo que admiraba ver como César y Airis parecían una sola mente. La conexión entre ellos era la culminación de años de trabajo meticuloso, una simbiosis entre el creador y su creación. César, con sus dedos danzando sobre las interfaces de control, dirigía las operaciones con una fluidez que sólo podía venir de una comprensión íntima de la máquina que él mismo había construido. Airis respondía con la misma precisión, su programación avanzada permitiendo una interacción casi telepática con su creador. Mientras César ajustaba parámetros y enviaba comandos, las pantallas proyectaban en tiempo real la implementación de cada acción. Ai