60. Sé que te da miedo perderme.

Alexander sonrió con ironía, sus ojos brillaban en una muestra de todo lo que sentía por ella. Hay cosas que se pueden ocultar de muchas formas, pero los ojos jamás mienten cuando se trata del amor.

—Un cliché tan antiguo como el tiempo mismo —replicó, acariciando la mejilla de Franchesca con el pulgar.

La acercó aún más a su cuerpo, inhalando su dulce aroma como si fuera una droga adictiva, su droga, su marca favorita de heroína a la que no dejaría jamás porque no quería dejar de ser un adicto. En ese momento, el mundo entero se desvanecía, quedando solo él y ella. No existía nada más.

—Un cliché que me encanta vivir contigo —respondió ella sin dejar de verlo a los ojos—. Te amo, y haría eso y más por conservarte a mi lado.

Ella no dudó en acercarse a él, buscando su calor, porque estar lejos de él le provocaba frío el cual se iba con su cercanía. Su piel se erizó en el mismo instante que él deslizó su nariz por su cuello, haciéndola no solo estremecer sino también suspirar.

—Y yo ha
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