Capítulo 12

Cuando el primer rayo de sol se filtró por las cortinas, Aleckey gruñó en su inconsciencia y sus dedos se apretaron levemente alrededor de los de Calia. Su respiración se hizo más profunda y, con un leve gemido de molestia, sus ojos finalmente se abrieron. Parpadeó varias veces, desorientado, hasta que su mirada se posó en ella.

—Calia —su voz era rasposa, cargada de agotamiento.

—No hables —lo reprendió suavemente—. Necesitas descansar.

Él intentó incorporarse, pero el dolor lo obligó a quedarse quieto. Sus labios se torcieron en una mueca de frustración.

—¿Acaso piensas dejarme morir? —interrogó con molestia a Ebert.

—Ella está a nuestro lado solo cuando estamos heridos —dijo como si esa fuera razón más que suficiente para no sanar a Aleckey.

—¿Cuánto tiempo estuve inconsciente?

—Desde anoche. Apenas has dormido unas horas —respondió ella, sin soltar su mano.

Aleckey la estudió en silencio. Sus ojos recorrieron su rostro, deteniéndose en la sombra de preocupación que oscurec
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