Calia, jadeando por el esfuerzo y el miedo, intentó zafarse, pero la fuerza de él era inhumana. La arrastró con él, sus pasos firmes y llenos de autoridad mientras la llevaba a un lugar apartado, donde las sombras se alargaban y la multitud ya estaba reunida.El lugar estaba lleno de miembros de su manada, todos observando en silencio. Algunos con curiosidad, otros con ansias, sabían lo que se avecinaba. El suelo era de tierra, fangoso por la lluvia anterior, y la escena era más brutal de lo que Calia podría haber imaginado. Un círculo se formó alrededor de ella, su corazón latiendo frenéticamente mientras los ojos de todos se posaban sobre ella.—Esta noche, Calia aprenderá lo que significa desafiarme —dijo Aleckey, su tono helado y autoritario, con aquellos ojos dorados brillando en una rabia contenida, ya que Ebert había tomado control y no había vuelta atrás en lo que le haría a su luna.Calia levantó la cabeza, sus ojos llenos de miedo. El castigo era inevitable. Era la tradición
La hermana Calia volvió a comer, con ayuda de Isolde que iba todos los días a la habitación de Aleckey para conversar con su amiga. Aunque el recuerdo la perseguía en las pesadillas, ella no podía evitar sentirse mejor con la presencia de la mate de Taylor.—Sabes… Taylor —se quedó callada sin saber si decirle o no.—Dilo —pidió a su amiga mientras ponía otro trozo de pastel de chocolate en su boca.—Te va parecer una locura lo que diré…—Isolde —interrumpió mirándola con sus cejas rubias arqueadas mientras los dedos nerviosos de su amiga se retorcían en su regazo.—Taylor me ha pedido que nos uniéramos —soltó de golpe tratando de contener la respiración.—¿Unirse? —cuestiono con confusión.—Tener sexo —susurró con las mejillas rojas, Calia tocio con fuerza al atorarse con el trozo de pastel que tenía en su boca mientras miraba a su amiga con los ojos casi fuera de su órbita. Isolde solo se limitó a ofrecerle un vaso con agua para que pudiera tragar los restos de comida.—¡Esta loca!
Una semana había pasado desde el intento de asesinato de la loba misteriosa para la monja, y aunque Calia no lo demostraba, la curiosidad la consumía. No dejaba de preguntarse quién era realmente aquella mujer, qué historia la unía a Aleckey y por qué estaba tan dispuesta a matarla.Esa mañana, mientras Liora la ayudaba a prepararse, decidió preguntar.—¿Quién era ella? —su voz sonó tranquila, pero el reflejo de Liora en el espejo del tocador reveló un leve titubeo en sus movimientos.—Mi señora… —Liora bajó la mirada mientras pasaba un peine por el cabello de Calia—. Era alguien que solía tener esperanzas de convertirse en la luna de esta manada. Fue una seleccionada por el consejo para darle herederos fuertes al alfa —masculló.—¿Su amante? —interrogó, ya que dudaba que una mujer fuera capaz de tanto solo por una elección.—El alfa estuvo un tiempo con ella, pero luego paso de ella —susurró.Calia sintió un leve escalofrío recorrer su espalda, pero se obligó a mantener una expresión
Esa mañana después de la confesión de la gravedad de la maldición, Calia despertó con un objetivo distinto ganarse la confianza de Aleckey para escapar de ese destino al que estaba sometido el alfa. No quería formar parte un mundo que la aparto de todo, ya que los lobos no solo la habían sacado del convento, sino que también esos demonios como ella los llamaba, le quitaron la vida a sus padres.Una noche cuando Calia apenas era una niña las bestias atacaron su pequeña aldea, eliminaron a todos. Ella estuvo escondida detrás de tablas y vio con sus propios ojos inocentes cómo sus padres eran asesinados. No pudo gritar, no pudo moverse. Solo cuando el silencio regresó y los cuerpos quedaron fríos, una mujer encapuchada la sacó de su escondite y la llevó lejos. Esa mujer era una monja de un convento o eso fue lo que dijo cuando la dejo a ella pequeña en manos de la madre superiora, quien le aseguró que Dios la había salvado por un propósito mayor. Aunque Calia nunca volvió a saber de esa
La primera semana junto a Astrid la llevaron a Calia a conocer más de la especie del alfa. Aprendió que ellos creen en una divinidad a la cual llaman luna y que también le dicen así a la pareja del líder de la manada, o sea a ella. Aunque claro, la sacerdotisa la llamaba por su sombre, sin ningún ápices de respeto. A las charlas se unió Isolde lo que provoco que la monja se sintiera más cómoda al tenerla a su lado.En silencio cada vez que Isolde le confesaba sobre enamoramiento, Calia pedía a Dios que la perdonara por eso. Tampoco se atrevía a juzgar a su hermana de fe, ya que no confiaba en ella por estar vinculada a Taylor que es segundo al mando y mejor amigo de Aleckey.Todas la información se seguía a cumulando en la cabeza de Calia, por ahora ninguna de ella suficiente para ayudarle a escapar o deshacerse del vínculo al que la había sometido Aleckey, por lo que la biblioteca en la mansión se convirtió en su segundo refugio.El gruñido de la puerta hizo que Calia levante su cabe
La mañana siguiente Calia se fue temprano al templo y agradeció no a verse encontrado con Aleckey. Su mente solo reproducía la sensación de los labios del alfa sobre los suyos, no podía evitar que sus mejillas se sonrojen de pensarlo, de recordar su palma caliente en su nuca y el recorrido de su lengua en su labio inferior.Durante las explicaciones que daba una chica a la que Astrid ese día dejo a cargo de sus enseñanzas, Calia no pudo prestarle atención a nada más que a la renombrada fiesta que se haría a la diosa de la luna en tres días cuando la luna se encuentra llena.Por lo que, cuando salió del templo el aire fresco golpeo su piel caliente, intentando enviar sus pensamientos a otra cosa que no sea Aleckey. Se detuvo a observar las inscripciones en un pilar de piedra pensó a verla visto escrita en un libro de la biblioteca del alfa, sin embargo, el gruñido a su espalda rasgó el silencio en el que estaba sumergida. Antes de que pudiera reaccionar, un oso salvaje emergió de entre
Los siguientes días las cosas eran más complicadas en el interior de Calia, ella era acompañada por Aleckey hasta el templo y este se despedía de ella arrancándole de sus pulmones todo el aire con besos que la monja no evita, ni apartaba. No era capaz de rechazarlo, no cuando llevaba una lucha dentro.Por otro lado, Aleckey apenas estaba sentándose en una silla en el salón de guerra por una audiencia inesperada. Los miembros del consejo estaban sentados alrededor de una mesa de roble macizo, sus expresiones marcadas por la incertidumbre. El alfa estaba despreocupado, con los codos apoyados sobre la mesa y los dedos entrelazados. Su mirada dorada centelleaba con furia contenida, no perdonaba todavía su necedad de que Calia no era la mujer correcta para reinar a su lado y si esta reunión era para eso muchas cabeza iba a correr por el lugar.—¿Por qué la reunión? —cuestiono a nadie en específico, pero un espía fue quien dio la cara.—Majestad, vengo de muy lejos para informarle sobre alg
Cuando Calia estuvo en la casa, se fue directo a la habitación para cambiarse de ropa. Se sentó frente al espejo intentando aclarar sus ideas después de lo que ocurrió en el río. No tenía duda de que sentía algo por Aleckey o que quizás se estaba formando algún vínculo más allá del que tienen por la marca. Ella había leído libros que explican cosas sobre los lobos, le aterraba la forma en que son tan bestiales y temía que este le hiciera algo de lo que leyó.—¿En serio lo estás pensando? —se cuestionó ante su reflejo, en donde solo veía una mujer de cabello plateado mordiendo su labio inferior y con sus ojos brillándole. No había nada más que esto, pensó; Aleckey no es como aquellos lobos que mataron a sus padres, pensaba la monja.Isolde, ella quizás tenía razón, pensaba. Calia pasó una mano por su cuello sintiéndose acalorada, cepilló su cabello otra vez y luego estranguló sus dedos sobre su vestido de seda de dormir. Respiro profundo con su vista puesta en la puerta, se puso de pie