La oscuridad la envolvía, densa y opresiva, como si el mismo aire que respiraba estuviera contaminado con un veneno desconocido. Calia sintió que su cuerpo flotaba entre la nada y el todo, atrapada en un limbo donde el tiempo no existía. Un viento helado la hizo estremecer, y cuando abrió los ojos, se encontró en una vieja granja, el lugar de su infancia, aunque ahora parecía distorsionado. El aroma de la paja y la madera quemada le invadió la nariz, pero algo más se filtraba en el aire: sangre. Su corazón comenzó a latir con violencia mientras avanzaba por el establo. Pequeñas luces titilaban desde el exterior de la casa principal de donde provenían gritos desgarradores. Calia se sintió más pequeña, más indefensa. Miró sus manos y, para su horror, no eran las de la mujer que era ahora. Eran las manos de un hombre. El miedo la paralizó. Recordaba esta escena. Había estado aquí antes. Pero en ese instante, su mente no era la de una niña aterrada escondida en un montón de paja. No.
Desde el fuerte y peludo lomo de Ebert, Calia observaba la abundante naturaleza del territorio de Aleckey. Las hojas de los árboles comenzaban a teñirse con los tonos otoñales, anunciando la llegada del invierno y dejando un aroma agradable en el aire fresco. Instintivamente, se cubrió más con la piel de oso que el rey de los lobos había colocado sobre sus hombros antes de abandonar la mansión.Era un reino próspero, pero marcado por las ruinas de los antiguos edificios que alguna vez habitaron los humanos. Ahora, la vegetación los rodeaba por completo y, en un par de siglos más, quizás terminaría por consumir aquellos bloques de concreto.Al aproximarse a los límites, tres lobos, mucho más pequeños que Aleckey, se acercaron e inclinaron levemente la cabeza. Sus ojos azules se fijaron en Calia con curiosidad e incredulidad. Para ellos, ella no pertenecía allí.—Alfa —saludó el líder del perímetro.—Tráeme una piel —ordenó Aleckey.Uno de los lobos salió hacia un pequeño campamento imp
El consejo volvió a reunirse tres días después de la salida de Aleckey con la monja a la frontera esta vez con un mensaje claro de su enemigo. Dos espías enviados a las tierras nuestras en donde se encontraba Draven habían sido encontrados sin vida. Peor aún, Draven no había ocultado su crimen; había enviado sus cabezas dentro de un saco ensangrentado hasta la fortaleza de Aleckey. El ambiente en la sala del consejo era tenso. El hedor a sangre aún impregnaba el aire, y los lobos presentes contenían la furia en sus rostros endurecidos.—Esto es un acto de guerra, Aleckey —gruñó Edrick, el cual es padre de Dimitri, con los nudillos blancos por la presión con la que apretaba el brazo de su silla—. Debes responder con fuerza. No podemos dejar que esto quede impune —incito a los demás para que reclamasen.—¡Exige su ejecución! —bramó otro de los consejeros—. No podemos permitir que tu hermano siga desafiando tu autoridad sin consecuencias.Los murmullos de aprobación llenaron la sala. Pe
Esa noche, Calia se vistió con un elegante vestido azul que resaltaba el tono plateado de su cabello, el cual dejó suelto, cayendo en suaves ondas más abajo de su cintura. Se miró en el espejo, sintiéndose satisfecha con el resultado, aunque su mente estaba en otro lugar. ¿Aceptaría Aleckey dormir con esa mujer?Sacudió la cabeza, apartando el pensamiento, y se puso de pie para dirigirse al piso inferior, donde se encontraba el comedor.Cuando ingresó, Taylor comenzó a toser, sorprendido por su presencia. Nadie esperaba verla allí esa noche, mucho menos cuando la omega invitada compartía la mesa con ellos. Astrid llevó su copa de vino a los labios, ocultando una sonrisa divertida, mientras que el rey alfa se levantó de su silla al verla.—Calia —la nombró con suavidad, buscando algo en sus ojos que no logró encontrar.—Esperaba cenar con ustedes esta noche —dijo con serenidad.—Por supuesto, ven.Pasó su brazo por detrás de su espalda, guiándola hacia su asiento, el mismo que siempre
Esa mañana, Aleckey decidió quedarse junto a Calia. Le ordenó a Taylor hacerse cargo del entrenamiento mientras él paseaba con su luna por el laberinto.El aire helado de la mañana envolvía la fortaleza, pero Aleckey no parecía afectado por el frío. Su torso desnudo brillaba bajo el sol gélido de las primeras horas del día, su piel bronceada contrastando con el clima invernal. Caminaba con paso seguro, sin mostrar signos de incomodidad, como si la temperatura no tuviera ningún efecto en él. Calia, en cambio, llevaba una capa gruesa sobre su vestido para resguardarse del frío, aunque aún así sentía escalofríos que no tenían que ver solo con el clima.—¿Las clases con Astrid te están ayudando a comprender mi mundo? —preguntó Aleckey, su voz profunda rompiendo el silencio.—Prefiero los libros —respondió ella, con la mirada distraída—. Aunque la mayoría están en un idioma que no entiendo.Aleckey la observó con atención mientras salían del laberinto y se adentraban en los jardines, donde
El primer día de la semana llegó con una radiante luna nueva por lo que más de treinta jóvenes se encontraban en un extenso claro del territorio de Aleckey fuera de los muros que protegen la aldea del rey.Calia, de pie junto al alfa y los miembros del consejo, observaba con el estómago revuelto cómo los jóvenes lobos caían al suelo, sus cuerpos retorciéndose de dolor mientras la transformación tomaba control de ellos. Sus gritos eran desgarradores, un coro de sufrimiento que llenaba el aire helado de la noche. Algunos lograban resistir, sus huesos crujiendo mientras su forma cambiaba, pero otros… otros simplemente no sobrevivirían.La monja tenía sus uñas encajadas en la palma de su mano tachando ese acto como algo barbárico. No podía llamarlo de otra manera. Verlos suplicar mientras sus cuerpos se fracturaban y se reconstruían le parecía inhumano, y lo peor era la indiferencia con la que los lobos adultos observaban. Era un rito de paso, una prueba que todos debían superar. Pero Cal
Para calmar los ánimos después de la brutal transformación, Aleckey organizó una celebración en la mansión. El gran salón se llenó de música, el aroma de la comida y el murmullo de conversaciones animadas. Los lobos que habían superado la prueba bebían con orgullo, disfrutando del reconocimiento que se les otorgaba.Calia, aunque reacia, decidió asistir. Se vistió con un elegante vestido azul que resaltaba el tono plateado de su cabello. Su presencia atrajo miradas de curiosidad y recelo, pero ella no se inmutó. Si quería entender más sobre este mundo, debía observar de cerca. Y debía fingir.Aleckey la mantuvo cerca durante la mayor parte de la noche, con su mano en la parte baja de su espalda, dejando claro su dominio. Pero los conspiradores esperaban el momento justo para ejecutar su plan.Zackia apareció vestida con un ceñido vestido rojo, con una sonrisa seductora en los labios. Se acercó a Aleckey con la seguridad de quien había compartido su cama en el pasado.—Alfa, ¿me conced
La astucia del beta y alfa era digna de admirar cuando decidieron cambiar de escondite, ya que sabían que la ira de Aleckey no tardaría en alcanzarlos, y aunque confiaban en que su trampa los había puesto por delante, no estaban dispuestos a arriesgarse. El alfa era implacable cuando se trataba de lo suyo.Calia se encontraba encadenada dentro de un carruaje cubierto del cual tiraban los dos lobos, ella tenía su cuerpo debilitado y su mente al borde del colapso. Había perdido la noción del tiempo desde que la tomaron prisionera. No sabía cuánto había dormido ni cuánto había estado despierta en ese estado de constante aquella valeriana seguía golpeando su sistema. Lo único claro para la monja era que la estaban moviendo lejos de Aleckey, adentrándose en el territorio neutral donde los lobos desterrados vivían sin ley. Un lugar donde nadie vendría a rescatarla.—Edran, ¿qué haremos con ella cuando lleguemos? —preguntó, tirando de las cadenas del carruaje como si fuera un caballo en vez