El consejo volvió a reunirse tres días después de la salida de Aleckey con la monja a la frontera esta vez con un mensaje claro de su enemigo. Dos espías enviados a las tierras nuestras en donde se encontraba Draven habían sido encontrados sin vida. Peor aún, Draven no había ocultado su crimen; había enviado sus cabezas dentro de un saco ensangrentado hasta la fortaleza de Aleckey. El ambiente en la sala del consejo era tenso. El hedor a sangre aún impregnaba el aire, y los lobos presentes contenían la furia en sus rostros endurecidos.—Esto es un acto de guerra, Aleckey —gruñó Edrick, el cual es padre de Dimitri, con los nudillos blancos por la presión con la que apretaba el brazo de su silla—. Debes responder con fuerza. No podemos dejar que esto quede impune —incito a los demás para que reclamasen.—¡Exige su ejecución! —bramó otro de los consejeros—. No podemos permitir que tu hermano siga desafiando tu autoridad sin consecuencias.Los murmullos de aprobación llenaron la sala. Pe
Esa noche, Calia se vistió con un elegante vestido azul que resaltaba el tono plateado de su cabello, el cual dejó suelto, cayendo en suaves ondas más abajo de su cintura. Se miró en el espejo, sintiéndose satisfecha con el resultado, aunque su mente estaba en otro lugar. ¿Aceptaría Aleckey dormir con esa mujer?Sacudió la cabeza, apartando el pensamiento, y se puso de pie para dirigirse al piso inferior, donde se encontraba el comedor.Cuando ingresó, Taylor comenzó a toser, sorprendido por su presencia. Nadie esperaba verla allí esa noche, mucho menos cuando la omega invitada compartía la mesa con ellos. Astrid llevó su copa de vino a los labios, ocultando una sonrisa divertida, mientras que el rey alfa se levantó de su silla al verla.—Calia —la nombró con suavidad, buscando algo en sus ojos que no logró encontrar.—Esperaba cenar con ustedes esta noche —dijo con serenidad.—Por supuesto, ven.Pasó su brazo por detrás de su espalda, guiándola hacia su asiento, el mismo que siempre
Esa mañana, Aleckey decidió quedarse junto a Calia. Le ordenó a Taylor hacerse cargo del entrenamiento mientras él paseaba con su luna por el laberinto.El aire helado de la mañana envolvía la fortaleza, pero Aleckey no parecía afectado por el frío. Su torso desnudo brillaba bajo el sol gélido de las primeras horas del día, su piel bronceada contrastando con el clima invernal. Caminaba con paso seguro, sin mostrar signos de incomodidad, como si la temperatura no tuviera ningún efecto en él. Calia, en cambio, llevaba una capa gruesa sobre su vestido para resguardarse del frío, aunque aún así sentía escalofríos que no tenían que ver solo con el clima.—¿Las clases con Astrid te están ayudando a comprender mi mundo? —preguntó Aleckey, su voz profunda rompiendo el silencio.—Prefiero los libros —respondió ella, con la mirada distraída—. Aunque la mayoría están en un idioma que no entiendo.Aleckey la observó con atención mientras salían del laberinto y se adentraban en los jardines, donde
El primer día de la semana llegó con una radiante luna nueva por lo que más de treinta jóvenes se encontraban en un extenso claro del territorio de Aleckey fuera de los muros que protegen la aldea del rey.Calia, de pie junto al alfa y los miembros del consejo, observaba con el estómago revuelto cómo los jóvenes lobos caían al suelo, sus cuerpos retorciéndose de dolor mientras la transformación tomaba control de ellos. Sus gritos eran desgarradores, un coro de sufrimiento que llenaba el aire helado de la noche. Algunos lograban resistir, sus huesos crujiendo mientras su forma cambiaba, pero otros… otros simplemente no sobrevivirían.La monja tenía sus uñas encajadas en la palma de su mano tachando ese acto como algo barbárico. No podía llamarlo de otra manera. Verlos suplicar mientras sus cuerpos se fracturaban y se reconstruían le parecía inhumano, y lo peor era la indiferencia con la que los lobos adultos observaban. Era un rito de paso, una prueba que todos debían superar. Pero Cal
Para calmar los ánimos después de la brutal transformación, Aleckey organizó una celebración en la mansión. El gran salón se llenó de música, el aroma de la comida y el murmullo de conversaciones animadas. Los lobos que habían superado la prueba bebían con orgullo, disfrutando del reconocimiento que se les otorgaba.Calia, aunque reacia, decidió asistir. Se vistió con un elegante vestido azul que resaltaba el tono plateado de su cabello. Su presencia atrajo miradas de curiosidad y recelo, pero ella no se inmutó. Si quería entender más sobre este mundo, debía observar de cerca. Y debía fingir.Aleckey la mantuvo cerca durante la mayor parte de la noche, con su mano en la parte baja de su espalda, dejando claro su dominio. Pero los conspiradores esperaban el momento justo para ejecutar su plan.Zackia apareció vestida con un ceñido vestido rojo, con una sonrisa seductora en los labios. Se acercó a Aleckey con la seguridad de quien había compartido su cama en el pasado.—Alfa, ¿me conced
La astucia del beta y alfa era digna de admirar cuando decidieron cambiar de escondite, ya que sabían que la ira de Aleckey no tardaría en alcanzarlos, y aunque confiaban en que su trampa los había puesto por delante, no estaban dispuestos a arriesgarse. El alfa era implacable cuando se trataba de lo suyo.Calia se encontraba encadenada dentro de un carruaje cubierto del cual tiraban los dos lobos, ella tenía su cuerpo debilitado y su mente al borde del colapso. Había perdido la noción del tiempo desde que la tomaron prisionera. No sabía cuánto había dormido ni cuánto había estado despierta en ese estado de constante aquella valeriana seguía golpeando su sistema. Lo único claro para la monja era que la estaban moviendo lejos de Aleckey, adentrándose en el territorio neutral donde los lobos desterrados vivían sin ley. Un lugar donde nadie vendría a rescatarla.—Edran, ¿qué haremos con ella cuando lleguemos? —preguntó, tirando de las cadenas del carruaje como si fuera un caballo en vez
La cálida cama de Aleckey fue lo primero que sintió Calia al momento de abrir sus ojos. Un mareo atravesó su cabeza volviendo a cerrar sus ojos azules, su cuerpo todavía se encontraba resentido por la valeriana. Su mente tardó en ubicarse, pero cuando logró enfocar su vista, lo primero que vio fue la figura del alfa.Aleckey se encontraba justo al lado de la chimenea de su habitación, con su espalda ancha y musculosa iluminada por la luz anaranjada del fuego. Su largo cabello rojo estaba trenzado, cayendo sobre su piel marcada por antiguas cicatrices de batalla. Vestía solo un pantalón de cuero, dejando su torso al descubierto, un recordatorio para Calia de su fuerza y de la vida salvaje a la que este pertenecía.La monja intentó moverse, pero un leve quejido escapó de sus labios al sentir el dolor en sus extremidades. El sonido llamó la atención de Aleckey, quien giró de inmediato, sus ojos verdes posándose sobre ella con intensidad. En ellos había: una mezcla de alivio y furia conte
Una semana transcurrió después de la ejecución y en la que Calia se recluyo en la habitación del alfa con miedo a que le pasara algo aunque este le aseguro de que la casa era segura. Sin embargo, ella se negó a integrarse como cada mañana al desayuno en donde Aleckey se encontraba sentado, frente a una mesa de madera rústica cubierta de pan fresco, carne asada y frutas. A su lado, Taylor, su beta de confianza, se servía una generosa porción de carne, observando a su alfa con atención.—He reforzado la frontera después de escuchar que hay movimientos de vampiros en territorio neutral —comentó Taylor, masticando un trozo de carne.Aleckey asintió con gesto pensativo, su mirada fija en un punto distante. Sabía que los problemas aún no habían terminado, no sabiendo que sus hermanos en el exilio estaban juntos planeando algo. El sonido de pasos apresurados interrumpió su conversación. La puerta del comedor se abrió de golpe y dos figuras irrumpieron con energía. Axel y Asher.Los gemelos b