Cuando el primer rayo de sol se filtró por las cortinas, Aleckey gruñó en su inconsciencia y sus dedos se apretaron levemente alrededor de los de Calia. Su respiración se hizo más profunda y, con un leve gemido de molestia, sus ojos finalmente se abrieron. Parpadeó varias veces, desorientado, hasta que su mirada se posó en ella. —Calia —su voz era rasposa, cargada de agotamiento. —No hables —lo reprendió suavemente—. Necesitas descansar. Él intentó incorporarse, pero el dolor lo obligó a quedarse quieto. Sus labios se torcieron en una mueca de frustración. —¿Acaso piensas dejarme morir? —interrogó con molestia a Ebert. —Ella está a nuestro lado solo cuando estamos heridos —dijo como si esa fuera razón más que suficiente para no sanar a Aleckey. —¿Cuánto tiempo estuve inconsciente? —Desde anoche. Apenas has dormido unas horas —respondió ella, sin soltar su mano. Aleckey la estudió en silencio. Sus ojos recorrieron su rostro, deteniéndose en la sombra de preocupación que oscurec
Calia, jadeando por el esfuerzo y el miedo, intentó zafarse, pero la fuerza de él era inhumana. La arrastró con él, sus pasos firmes y llenos de autoridad mientras la llevaba a un lugar apartado, donde las sombras se alargaban y la multitud ya estaba reunida.El lugar estaba lleno de miembros de su manada, todos observando en silencio. Algunos con curiosidad, otros con ansias, sabían lo que se avecinaba. El suelo era de tierra, fangoso por la lluvia anterior, y la escena era más brutal de lo que Calia podría haber imaginado. Un círculo se formó alrededor de ella, su corazón latiendo frenéticamente mientras los ojos de todos se posaban sobre ella.—Esta noche, Calia aprenderá lo que significa desafiarme —dijo Aleckey, su tono helado y autoritario, con aquellos ojos dorados brillando en una rabia contenida, ya que Ebert había tomado control y no había vuelta atrás en lo que le haría a su luna.Calia levantó la cabeza, sus ojos llenos de miedo. El castigo era inevitable. Era la tradición
La hermana Calia volvió a comer, con ayuda de Isolde que iba todos los días a la habitación de Aleckey para conversar con su amiga. Aunque el recuerdo la perseguía en las pesadillas, ella no podía evitar sentirse mejor con la presencia de la mate de Taylor.—Sabes… Taylor —se quedó callada sin saber si decirle o no.—Dilo —pidió a su amiga mientras ponía otro trozo de pastel de chocolate en su boca.—Te va parecer una locura lo que diré…—Isolde —interrumpió mirándola con sus cejas rubias arqueadas mientras los dedos nerviosos de su amiga se retorcían en su regazo.—Taylor me ha pedido que nos uniéramos —soltó de golpe tratando de contener la respiración.—¿Unirse? —cuestiono con confusión.—Tener sexo —susurró con las mejillas rojas, Calia tocio con fuerza al atorarse con el trozo de pastel que tenía en su boca mientras miraba a su amiga con los ojos casi fuera de su órbita. Isolde solo se limitó a ofrecerle un vaso con agua para que pudiera tragar los restos de comida.—¡Esta loca!
Una semana había pasado desde el intento de asesinato de la loba misteriosa para la monja, y aunque Calia no lo demostraba, la curiosidad la consumía. No dejaba de preguntarse quién era realmente aquella mujer, qué historia la unía a Aleckey y por qué estaba tan dispuesta a matarla.Esa mañana, mientras Liora la ayudaba a prepararse, decidió preguntar.—¿Quién era ella? —su voz sonó tranquila, pero el reflejo de Liora en el espejo del tocador reveló un leve titubeo en sus movimientos.—Mi señora… —Liora bajó la mirada mientras pasaba un peine por el cabello de Calia—. Era alguien que solía tener esperanzas de convertirse en la luna de esta manada. Fue una seleccionada por el consejo para darle herederos fuertes al alfa —masculló.—¿Su amante? —interrogó, ya que dudaba que una mujer fuera capaz de tanto solo por una elección.—El alfa estuvo un tiempo con ella, pero luego paso de ella —susurró.Calia sintió un leve escalofrío recorrer su espalda, pero se obligó a mantener una expresión
Esa mañana después de la confesión de la gravedad de la maldición, Calia despertó con un objetivo distinto ganarse la confianza de Aleckey para escapar de ese destino al que estaba sometido el alfa. No quería formar parte un mundo que la aparto de todo, ya que los lobos no solo la habían sacado del convento, sino que también esos demonios como ella los llamaba, le quitaron la vida a sus padres.Una noche cuando Calia apenas era una niña las bestias atacaron su pequeña aldea, eliminaron a todos. Ella estuvo escondida detrás de tablas y vio con sus propios ojos inocentes cómo sus padres eran asesinados. No pudo gritar, no pudo moverse. Solo cuando el silencio regresó y los cuerpos quedaron fríos, una mujer encapuchada la sacó de su escondite y la llevó lejos. Esa mujer era una monja de un convento o eso fue lo que dijo cuando la dejo a ella pequeña en manos de la madre superiora, quien le aseguró que Dios la había salvado por un propósito mayor. Aunque Calia nunca volvió a saber de esa
La primera semana junto a Astrid la llevaron a Calia a conocer más de la especie del alfa. Aprendió que ellos creen en una divinidad a la cual llaman luna y que también le dicen así a la pareja del líder de la manada, o sea a ella. Aunque claro, la sacerdotisa la llamaba por su sombre, sin ningún ápices de respeto. A las charlas se unió Isolde lo que provoco que la monja se sintiera más cómoda al tenerla a su lado.En silencio cada vez que Isolde le confesaba sobre enamoramiento, Calia pedía a Dios que la perdonara por eso. Tampoco se atrevía a juzgar a su hermana de fe, ya que no confiaba en ella por estar vinculada a Taylor que es segundo al mando y mejor amigo de Aleckey.Todas la información se seguía a cumulando en la cabeza de Calia, por ahora ninguna de ella suficiente para ayudarle a escapar o deshacerse del vínculo al que la había sometido Aleckey, por lo que la biblioteca en la mansión se convirtió en su segundo refugio.El gruñido de la puerta hizo que Calia levante su cabe
—¡Esta noche no fallaremos! —rugió Alfa Aleckey, su voz resonando como un trueno en la oscuridad del bosque. Sus ojos dorados brillaban con una ferocidad que helaba la sangre—. No volveremos con las manos vacías.—¡Sí, mi alfa! —respondieron los lobos a su alrededor, sus aullidos rompiendo el silencio de la noche. Solo un instante, las sombras de sus cuerpos se movían en sincronía, una danza letal de depredadores al acecho.A la cabeza de la manada, un lobo de pelaje rojizo lideraba la cacería. Su cuerpo era imponente, músculos poderosos se flexionaban bajo su grueso pelaje mientras se deslizaba con una velocidad imposible entre los árboles. Era Aleckey Strong, el rey alfa, el lobo más poderoso del reino. Los acompañantes de Aleckey, guerreros leales, lo seguían con disciplina. Sus cuerpos se movían en sincronía, una danza de sombras y fuerza que hacía temblar a cualquier criatura del bosque. La sangre de la cacería hervía en sus venas, pero esta noche no buscaban carne. No, es
Calia despertó con el cuerpo entumecido, un dolor punzante en el cuello y un calor sofocante envolviéndola. Parpadeó varias veces hasta que su visión borrosa comenzó a aclararse. Estaba tumbada sobre algo blando y cálido, cubierta por gruesas pieles de oso que desprendían un fuerte aroma a bosque y sangre. Su respiración se aceleró al recordar lo último que había sucedido.El ataque.El hombre de cabello rojo.Los colmillos hundiéndose en su piel.La marca ardiente que ahora latía en su cuello como una herida fresca.Calia se incorporó de golpe, soltando un quejido cuando el dolor la atravesó como un cuchillo. Se llevó una mano temblorosa a la zona afectada y sintió la carne sensible, el leve relieve de los colmillos grabados en su piel. Su corazón martilló con más fuerza contra su pecho.—No… no… —susurró, mirando a su alrededor.El campamento era rudimentario: una fogata central crepitaba, desprendiendo un aroma a leña y carne asada, y varias pieles estaban dispuestas en el suelo. A