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2. Su próxima pareja de baile.

Pero al girarse ella pudo comprobar que el tiempo no se detenía con ellos y Alfred la había encontrado caminando hacia ellos con una sonrisa de oreja a oreja en el rostro al pensar que se saldría con la suya, pero estaba equivocado.

Si ese hombre quería ser su prometido, tendría que ir despacio, no podía simplemente esperar que ella se lanzara en picado a una relación de por vida con alguien que ni siquiera sabía si le gustaba.

Bleid no pudo evitar sonreír ante la respuesta de la joven, por supuesto que era un ángel.

Un hermoso ángel de ojos grises y cabello plateado que venía a eliminar las nubes negras que parecían siempre estar sobre él.

—Su próxima pareja de baile — dijo de repente ella agarrándole la mano para casi arrastrarlo al centro de la pista.

Bleid Wolfang, por primera vez, se quedó sin saber qué decir o que hacer y se dejó arrastrar por la joven.

No había ninguna duda de que esa mujer era su luna. No solo él estaba seguro, también lo estaba su lobo y el hecho de que ella se encontrara en esa fiesta que daban sus enemigos, los Vangelis. Era algo que lo llenaba de ansiedad y de deseos de protegerla, de dejar a un lado su venganza solo para protegerla a ella.

Audrey estaba segura de que mientras bailara con otro hombre, su familia no podría interrumpirla, al menos no hasta que esa pieza terminara y luego ya vería cómo seguir huyendo de su…. ¿Novio? Ni siquiera habían hablado de eso y ya parecía que todos esperaban que le pidiera matrimonio aquella noche, todos menos ella, no dejaría que eso pasara.

Fue entrar en la pista de baile y ser el centro de atención, todos se preguntaban quién era el hombre que bailaba con la benjamina de la familia Vangelis, sabían que esa joven era inalcanzable para la mayoría, nunca salía con chicos a menos que fueran aprobados por su hermano y eso sucedía muy pocas veces.

Pero nadie era capaz de negar lo perfecta que se veía la pareja, ella de blanco, pura y con ese aspecto casi etéreo y él con sus ropas negras y ese antifaz del mismo tono, como si fueran el yin y el yang, la luz y la oscuridad, dos lados tan opuestos qué juntos hacen el equilibrio perfecto. Solo había dos personas que no estaban de acuerdo con las murmuraciones a su alrededor.

El hermano mayor de la joven y también jefe de cabeza de la familia Vangelis y Alfred, quien veía con ira como la mujer que él codiciaba, se encontraba en los brazos de otro hombre.

La pareja parecía encajar por simple instinto, por naturaleza, sus brazos envolvían a la joven a la perfección y ni qué decir de sus cuerpos acoplándose al bailar, a los ojos de los demás parecía que no era la primera vez que bailaban.

Bleid no había dejado de ver a los ojos a la joven, ni un momento y por supuesto que no la dejaría marchar tan fácilmente. Necesitaba conocer su rostro.

—¿Me dejarías ver tu rostro, hermoso ángel?— le preguntó al oído, pegándola aún más a su cuerpo — necesito saber quién eres.

Por lo que tras terminar la canción, ver que un par de hombres se acercaban a ellos y darse cuenta de que ella se ponía nerviosa, por ese hecho, no dudo en tomarla de la mano y sacarla de la pista.

— Te dejaré ver mi rostro cuando estemos a solas.

Respondió la joven dejándose llevar por ese hombre que la había cautivado en la pista y le había dejado una sensación de frío en todo el cuerpo al alejarse de él, por eso en ese instante nada le haría soltar esa mano que tiraba de ella a un lugar apartado.

Gregory el hermano mayor de Audrey maldijo al ver cómo el hombre huía con ella de la pista de baile, llamando a la nana de esta.

—Por favor ve por ella, dile a mi hermana que deje de comportarse como la niña que ya no es.

En esos momentos Gregory estaba odiando haber dejado que su madre diera un baile de máscaras en lugar de la fiesta que daban todos los años, mucho más sobria.

No se lo podían permitir, sobre todo ahora que le había llegado la información de que el último sobreviviente de los Wolfang había llegado a esas tierras y vuelto a tomar posesión de ellas.

La llegada del último Wolfang solo significaba peligro para ellos. Porque estaba claro que vendría con ansias de venganza.

Él más que nadie sabía qué era lo que había hecho que ambas familias se enfrentarán en el pasado.

Sin embargo, estaba claro que cuando los Vangelis desterraron a los Wolfang, ellos habían crecido considerablemente al tomar posesión de todo aquello que les pertenecía a sus enemigos.

Bleid no dudo en llevar a la joven tomada de la mano a través de los invitados de la fiesta a un lugar menos concurrido.

—Angel, esta es tu casa, guíame hacia un lugar tranquilo.

— No quiero quedarme aquí— le pidió la chica sin dudar mientras se quitaba las alas para no cargar con tanto peso y se acercaba a él.

Estaban en un pasillo solitario que los llevaba al jardín, pero no uno público al que todos los invitados podían acceder a través del salón, sino uno más privado, por el que a ella le gustaba pasear.

Audrey se acercaba peligrosamente a él, ese hombre le atraía de un modo que le resultaba inexplicable, por lo que no se aguantaría de hacer lo que le apetecía, no cuando sabía que no tardarían en encontrarla y arrastrarla a una situación irremediable, su forzado compromiso con el chico que todos creían perfecto para ella.

Se pegó más a él recuperando ese calor agradable que recorría su cuerpo mientras estuvieron bailando y puso las manos sobre el pecho del hombre, esos marcados pectorales que la hicieron sonrojarse levemente, algo que era muy fácil de ver a causa de su tez extremadamente blanca.

Audrey se alzó de puntillas y lo besó, fue apenas un leve roce de labios, no tenía tiempo de nada más si quería escapar, cosa que lamentó porque le hubiera gustado perderse en ese beso.

— Sácame de aquí, si me sacas de esta casa te mostraré mi rostro, solo quiero ser libre por unas horas.

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