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3. Te daré la libertad que pides.

Las palabras de la joven y su presencia tenían un efecto tranquilizador en Bleid, a su lado era como si olvidara todo su pasado, los doscientos años de rencor acumulados en aquella fortaleza, todo parecía dejar de tener importancia. 

Dejaban de existir sus deseos de venganza, lo único que deseaba era estar más tiempo por ella, la llevaría lejos de ahí y de esas personas, tal y como ella le pedía, no dudó en tirar de su mano y seguir andando por ese pasillo.

Encontrarse a solas solo hacía que Bleid deseara volver a tomarla entre sus brazos, sujetándola fuertemente contra su cuerpo y besandola. Trataba de mantenerse sereno y no sucumbir ante sus deseos, pero no pudo hacerlo después de que ella fuera la que eliminara esa distancia y se atreviera a hacer aquello que él se moría por hacer.

Fue sentir su aliento mezclado con el de ella, el suave aleteo de esos delicados labios contra los suyos lo que hizo que Bleid perdiera el control y, cuando terminó de besarlo, él evitó que se alejara del todo, pasando su brazo derecho por el talle de la joven y así volver a besarla, pero esta vez no fue un beso casto, fue un beso arrebatado, cargado de sentimientos que iban despertando a medida que sus labios parecían sincronizarse.

Por un instante Audrey también se olvidaba de todo, no era su primer beso, había salido con algunos chicos, no demasiados pero jamás ninguno la había besado más allá de ese leve roce de labios que ella le dio al desconocido.

Pero cuando ese hombre misterioso la besó de esa forma, las piernas le temblaron y casi las sintió desfallecer, jamás había tenido esa sensación de flojera y a la vez poder absoluto, como si todo lo pudiera mientras se mantuviera así, esa lengua recorriendo su boca y casi diciéndole que ella le pertenecía, sus labios encajando a la perfección y devorándose.

Bleid no pudo evitar sentir gozo al ver como los bellos ojos grises de la joven se cerraron, disfrutando del beso que ambos estaban compartiendo, del pequeño gemido que escapó de sus labios en el momento en que su lengua se abrió paso hacia el interior de su boca y acariciaba la lengua de ella la cual no dudo en hacer lo mismo, danzando entre sí.

—Niña Audrey…— la voz de una mujer se dejó escuchar en el pasillo rompiendo el encanto del momento, haciendo que ambos dejaran de besarse y el miedo de tener que separarse se hiciera presente entre ellos.

La voz de su nana la hizo volver a la realidad, si la encontraban, la noche con ese hombre misterioso terminaría y ella no podía permitirlo.

—Debemos salir de aquí Ángel… Te daré la libertad que pides — mencionó él con la respiración agitada y la voz ronca, descansando su frente contra la de ella. 

Alzando su vista y perdiéndose una vez más por un momento en su mirada antes de correr con ella por el pasillo hasta la puerta que los llevaría al jardín, hacia la libertad que ambos deseaban

— Por favor, hazlo — pidió la chica quitándose el antifaz, aunque había dicho que no lo haría hasta escapar, quitándole a él también el suyo.

Era tan guapo, con esas cejas marcadas, unas largas pestañas negras enmarcando unos ojos profundamente verdes.

Lo guió hasta el jardín y le mostró lo alto que era el muro que la separaba del exterior, como si siempre hubiera sido una prisionera, ella no podría saltar por sí sola, pero tal vez si le ayudaba podía saltar esa pared y salir de allí.

Si que era un ángel, era la mujer más hermosa que él hubiera visto, su cabello platinado cayendo en suaves rizos enmarcando su exquisito y angelical rostro con piel de porcelana, que solo era opacado por los bellos ojos grises de la joven.

Sin duda tenía que ser descendiente de la diosa Selene, la mismísima luna que él adoraba cada noche de luna llena. En el fondo sabía que su cabello platinado y ojos grises era una característica única de los Vangelis. Pero no pensaría en eso, ya que ella era su luna, no importaba que fuera humana, ni siquiera que fuera una Vangelis, en ese momento solo importaba que la tenía con él.

— Este es el único lugar por el que podríamos salir pero yo no soy capaz de escalar esa pared, tu pareces fuerte.

Bleid sonrió ante la sugerencia de la joven, realmente no tenía idea de cuan fuerte era.

—Tranquila, te sacaré de aquí— mencionó  tomándola en brazos y sin ningún esfuerzo brincar arriba de la barda y después saltar con ella al otro lado.

Decir que no sorprendió a Audrey, era una mentira, esperaba que la ayudara a escalar y luego lo hiciera él, pero dio un inmenso salto con ella en brazos, con la facilidad de quién salta un simple bordillo.

La respiración de Audrey se agitaba en los brazos del desconocido, cuando su madre le dijo que el amor a primera vista no existía, estaba mintiendo, porque si lo que ella sentía en ese instante no era amor, debía ser algo muy parecido.

Fue muy consciente de ello cuando ese hombre la soltó y volvió a posar los pies en el suelo haciendo que sintiera la ausencia de su cercanía una vez más.

—Ahora somos libres, mi bello ángel.¿Por qué no caminamos mientras hablamos?

— ¿Cómo hiciste eso?— preguntó curiosa pero no asustada mientras se giraba a observar esa pared ahora desde fuera. — Vamos, tenemos unas horas hasta que mi familia se movilice y ponga a todo el pueblo a buscarme.

Porque si algo tenía claro Audrey, era que su familia no interrumpiría la fiesta, sería un escándalo que ella hubiera escapado con un desconocido, así que, como mucho, dirían que se encontraba mal y se fue a descansar.

Pero luego de eso, nada les impediría barrer la ciudad en su búsqueda.

—Bueno, no fue difícil— mencionó Bleid sin ser capaz de encontrar las palabras para explicarse. 

Tenía claro que ella no era como él, que la joven se trataba de una simple humana. Pero no por eso él la quería o la deseaba menos, todo lo contrario, estaba convencido que daría su vida por ella.

Por supuesto que sus deseos de venganza seguirían ahí latiendo en su corazón, pero en esos momentos ya no eran su motor de vida. No con su luna frente a él.

— Me parece un buen plan ese de caminar — aseguró ella tomando su mano y entrelazando los dedos con los de él, como si necesitara tocarlo de algún modo — pero me parece mucho mejor que me lleves a tu casa, o tal vez seas extranjero, nunca te había visto por aquí, en ese caso tendré que entrar a tu hotel a escondidas si lo que quiero es pasar la noche contigo.

Era directa, tenía que serlo si quería aprovechar el tiempo que le quedaba. Porque después de eso estaría mucho más vigilada y condenada a casarse con Alfred y ella no quería que su primera vez fuera con él, poco importaba la impresión que ese hombre se llevara de ella, posiblemente no podría volver a verlo.

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