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5. Debes estar segura de desear eso.

A Bleid le incomodó de manera inmediata, sin poder evitarlo, la forma directa en la que le había externado sus deseos aquella mujer.

Él se había pasado dos siglos encerrado en aquella gruta y, aunque sabía que ahora las mujeres no se comportaban como antes, la forma de decirle que quería tener intimidad con él, lo puso furioso.

“Celos” fue el sentimiento que apareció en sus pensamientos. Eso hizo que sintiera unas enormes ganas de reclamar a la joven y de marcarla. Para él era impensable que después de haber estado encerrado tanto tiempo encontrara a su luna y descubrir esa parte de ella.

Tanto el hombre, como él lobo se llenaron de celos que necesitaban sacar, de pensamientos de con otros hombres, escapando también y proponiendoles lo mismo.

Pero pese a que ese sentimiento empezaba a nublar sus sentidos. Bleid era consciente de que no haría nada para lastimar a su luna. Por lo que tardó en responderle antes de tirar de ella nuevamente hacia él, acorralandola entre su cuerpo y un gran árbol de abeto que había a un lado del sendero por donde caminaban.

—Debes estar segura de desear eso, estar conmigo — pese a la rudeza de sus palabras, sus acciones eran diferentes.

Bleid acercó su rostro al de la joven, bajando hasta su cuello, embriagándose de su aroma, intoxicándose por lo bien que ella olía..

Audrey deseó aquel beso que él negó y había desviado hasta su cuello, pero eso no impidió que un gemido saliera de su boca al notar esos labios deslizándose por la piel de su cuello.

— Yo no podría estar más segura de ello…— susurró con la voz visiblemente afectada por la excitación.

Bleid sentía como la sangre en su cuerpo empezaba a fluir de manera rápida a causa del bombeo frenético de su corazón. Deteniendo su avance justo en el momento en que sintió el deseo de morder la parte de su cuerpo donde se unía su hombro y su cuello, morder esa parte del cuerpo de la joven. Haría que él jamás la soltara o permitiera que ella se alejara. Porque de hacerlo ambos sufrirían un dolor tan grande que podría llevarlos hasta la muerte.

— Debes estar segura… Necesito que lo estes — susurró Bleid alejándose de su cuello y levantando su mirada buscando la de ella.

Ella asintió agarrando su rostro y atrayéndolo para besarlo nuevamente, poder sentir ese beso que antes había quedado ahogado en su piel.

Las manos de la chica se deslizaron por el cuello del hombre para abrazarlo y luego se pegó más a él mientras lo besaba, pero no como la primera vez que lo había hecho, esta vez lo hacía del modo en que él la había besado antes, inundando su boca, reclamándola y se habría convertido en un beso eterno si no hubiera escuchado la voz de gente acercándose a su posición.

Bleid no necesito más para convencerse de que ella deseaba estar con él. Tal vez no fuera consciente de que no sería algo pasajero o de una noche, Pero no importaba. Él se encargaría de que no le quedara deseo alguno de alejarse de él después de esa noche, La besó con dulzura y al mismo tiempo con el deseo que ella despertaba en él.

Un sentimiento cálido que iba calentando no sólo su sangre, sino su corazon, derritiendo la escarcha que había estado formándose durante los 200 años llenos de soledad y furia.

— Debemos irnos ya o van a encontrarnos.

— Entonces no perdamos más el tiempo— le respondió a la joven tomándola de la mano, haciéndola caminar en dirección a la propiedad colindante con la de los Vangelis la ex propiedad de los extintos Wolfgang —ven, por aquí. No tardaremos en llegar hasta el lugar donde me estoy alojando.

Por supuesto que no dejaría que nadie esa noche lo alejara de ella. No hasta que él hubiera cumplido el deseo de ambos, hasta que la hubiera hecho suya y ya nadie pudiera arrebatársela.

La chica sin duda estaba nerviosa, nada la haría retroceder, era la primera vez que se planteaba algo así, toda una locura, pero tal vez quería saber lo que era decidir sobre su vida por una noche, jugar a dejarse llevar por sus deseos y eso hizo, aferrada a la mano de ese hombre que la llevaba a saber a dónde.

Si no hubiera estado tan ansiosa por escapar de su familia o, tal vez, si fuera una chica normal que hubiera podido salir con chicos sin que estos terminaran espantados por sus guardas dos o tres días después de conocerlos. Tal vez se habría planteado si era buena idea marcharse con un desconocido sin decirle a nadie dónde iba.

Apenas caminaron unos diez minutos cuando ya estaban llegando a una casa, era extraño, creía que todos los alrededores y media ciudad les pertenecía a su familia por eso observó a aquel hombre intrigada justo antes de preguntar.

— ¿Le alquilaste esta casa a mi familia?

—¿Tu familia?— le preguntó intrigado. Si no hubiera estado ansioso por estar con ella hubiera visto lo evidente. Pero en ese momento era lo mejor para él o, mejor dicho, para ambos, lo mejor era no ver lo obvio.

Frente a ellos una enorme mansión, parecida a la de los Vangelis en majestuosidad, apareció ante sus ojos, pese a lo descuidada que se veía, seguía siendo espectacular.

Sobre todo el jardín lleno de rosales que, pese al abandono, en esos momentos se encontraban floreciendo, como si estuvieran felices de que un integrante de los Wolfang se encontrara de nuevo habitando la tierra.

—Esta tierra y mansión pertenece a mi familia, desde hace varias generaciones atrás, pero dejemos de hablar de eso…— mencionó él, atrayendo el cuerpo de la joven de nuevo a sus brazos justo en el momento en que las puertas de la mansión Wolfgang se cerraron, dejando al par de amantes resguardados de la mirada de curiosos.

Esta vez Bleid no se contuvo al momento de besar a la joven estrechando entre sus brazos sin darle ningún tipo de oportunidad de escapar.

—Te deseo… angel…

Ella enredó las piernas alrededor de la cadera de él, en el instante en que fue sujetada del trasero y levantada, cuanto más lo besaba más crecía su deseo y esa humedad entre las piernas que confirmaba su excitación.

Él no podía negarse a nada que ella deseara, de inmediato camino hasta el inicio de las escaleras subiendo por ella mientras seguía besandola.

Si hubiera sido una simple humana, hubiera parado de golpe alejándola, pero no era una simple humana era su luna.

Su otra mitad, su mate. La otra mitad de su alma.

— Llévame a la cama…— le pidió ella entre beso y beso mientras desabrochaba ansiosa la camisa del hombre que la llevaba cargando escaleras arriba. Tenía ganas de ver el fuerte cuerpo que había podido notar a través de la camisa.

Poco le importó que algunos botones saltaran, era demasiada esa ansia, si, eso debía ser un flechazo.

El flechazo que horas atrás le habían dicho que no existía, que era una invención del cine o las novelas románticas, ese sentimiento y excitación mezclados sólo podía explicarse con que aquello era amor. Pero es difícil saberlo para alguien como ella que jamás se había enamorado.

Bleid no tardó en caer en la cama atrapando a la joven bajo el colchón y su cuerpo. Se encontraba ansioso y muy nervioso, no es que fuera su primera vez, pero si era la primera vez que estaba con su luna.

El lobo en su interior estaba al igual que él, ansioso, por lo que no pudo controlar sus movimientos rompiendo parte del vestido de la joven.

Dejando al descubierto su piel blanca y lechosa, la cual no dudo en bajar a besar, dejando besos suaves que de inmediato enrojecieron la piel de la joven.

—Mi angel, mi luna.

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