Capitulo 2

—¡Miranda, Miranda! —me llama mi amiga, quién me viene persiguiendo, ya que después dela clase salí corriendo del salón. —¡Miranda, alto! —continua insistiendo, ya agotada de correr tras de mí.

—No puedo creer mi tan mala suerte. —comento, al fin deteniéndome, yo también estaba exhausta de correr.

—¿Me explicas para poder entender? —pregunta, encorvada con sus manos en sus rodillas, tomando aire.

—Theodor Lancaster es el mantenimiento de mi madre y Theo Lancaster su hijastro. Hasta lo que tengo entendido es un pedante insoportable hijo de papi. —le explico.

—¿Y como sabes eso? —pregunta confundida. —Se supone que no sabías nada de ese hombre, ni siquiera si tenía familia. —

—Pues al principio, cuando mamá se fue, dijo el nombre de ese sujeto y yo me sentía tan mal, abandonada, que me puse a investigar y descubrí que era un multimillonario inglés, con empresas y asociaciones en este país, que tenía un hijo y había enviudado. —le conté, mi tono y expresión cambiaron por completo, en vez de irá reflejaba tristeza, ya no me dolía como antes, pero era una herida que aún estaba allí. —Edo es todo lo que sé, no volví a buscar más de ellos, pero en uno de esos artículos salía que su hijo era un rebelde que creía que el mundo era de él simplemente por tener el papá que tenía. —

—Ahora entiendo porque te afecta tanto. —exclama mi amiga, dándome un fuerte abrazo.

—¡No, deja! —le frito con una voz quebrada y enojada, alejándola de mí. —No quiero que sientas lastima por mí porque para mí madre fue más importante un hombre y el dinero que sus hijos. Pues no, no quiero que sientan lastima por mí, gracias a las decisiones de esa mujer. Y ya no quiero hablar más del tema, tengo trabajo. —

Tal vez fui un poco dura con mi amiga, cuando simplemente ella quería ser un apoyo para mí. Yo solo comencé a alejarme, pero ella no me dejaba sola, nunca lo haría, éramos como hermana. Nos encaminamos a mi trabajo, había conseguido un trabajo en una lujosa cafetería, solo trabajaba unas cuantas horas y el pago era bueno.

—No entiendo tú necesidad de trabajar. —comenta mi amiga. Se encontraba sentada en la barra, mientras le preparaba un café. —Tu padre te ha ofrecido Miles de veces pagar por tus cosas y tienes una beca en la universidad, no hay necesidad de que trabajes. —

—Ya mi padre tiene suficiente con pagar todas las estupideces en que mi hermano se gasta su dinero. Además, yo trabajando puedo pagar por mis cosas y ser más independiente y no me afecta en nada en los estudios. —le explico, mientras le sirvo su café.

—Por cierto, sé que te molesta el tema, pero ¿Le contarás a tú padre que te encontrarás con tú hermanastro? —pregunta, tímidamente, con miedo a mi reacción, mientras le tomaba un sorbo a su café.

—Le tengo que decir, pero ahora no, aún no digiero la noticia, ¿No habrá manera de cambiar? —lanzo la pregunta, subiendo que no habría respuesta.

Sarah no me dio respuesta, el profesor era muy estricto y no cambiaba nada nunca. Cómo cosas del destino, a la misma cafetería donde me encontraba, Theo y su amigo Octavio decidieron ir a comer. Yo sabía de la existencia de Theo, pero nunca había visto una foto de él, así que no sabía en realidad como era.

—¿Dices qué Jazmín no te gusta para nada? —le pregunta Octavio a Theo, mientras que caminaban hacía una mesa.

—Es linda sí y una divinura en la cama, pero me aburre, digamos que me gusta divertirme y una chica que sea divertida, pero no solo eso, quiero más que frivolidad. —le explica.

—O se, que quieres belleza, pero también cerebro. —analiza Octavio, un poco sorprendido, ya que no imaginaba a su amigo con ese tipo de gusto en mujer.

—Algo así. —le afirma. —Iré al baño, ¿Ordenas tú? —

—Solo si pagas tú. —los dos se ríen.

La vida está llena de sorpresas y coincidencias, está parecía ser una de ellas. Yo iba camino a ser la entrega de una orden a una de la mesas, era una entrega grande y pesada, así que iba caminando con cuidado y viendo al suelo para no caer, Theo venía levantándose de su mesa sin apartar la mirada de su amigo mientras se reían, así que cuando se dio vuelta ya yo estaba tras de él, no se dio cuenta de mi y yo no me di cuenta de él, así que al voltear chocamos haciendo un gran desastre, ya que toda la charola cayo al suelo y llenándonos de comida y batidos la ropa.

—¿Qué te pasa? ¿ No ves por donde vas? —grito totalmente alterada tratando de limpiarme la comida de la ropa.

—La que por lo visto no ves es otra. —me responde igual de enojado. Alza la miraba y me observa de pies a cabeza. —¿Cómo una chica tan linda puede ser tan despistada? —pregunta en un tono coqueto fastidioso para mí gusto.

—¿Cómo un chico tan guapo puede ser tan idiota? —le respondo muy cortante.

En eso aparece el gerente de la cafetería, con una cara de enojo y obviamente la que saldría mal de todo esto sería yo.

—¿Qué has hecho, Miranda? —me grita muy enojado. —Señor, lo siento, está chica por lo visto vino inútil hoy. —

—Oiga, tampoco le hable así, solo fue un accidente. —intentaba defenderme.

—No me defiendas, no lo necesito, yo puedo sola. —le reclamo su intento de ayuda.

—¡Por favor, Miranda! No le hables así a los clientes. —me continúa regañando el gerente.

—Lo siento, señor. Esto fue un accidente, no fue intencional. —le trataba de explicar, pero el gerente estaba más enojado que yo por lo visto.

—No me interesan tus explicaciones, Miranda. Mira el desastre que acabas de hacer, como le hablas al cliente. —comienza a señalar todo lo que aparentemente estaba haciendo mal. —Ahora, te pido que recojas y limpies todo, luego te vas, estás despedida. —

—No señor, no puede despedirme. —le suplico.

—No Miranda, ya tomé mi decisión. —confirmo, muy firme y decidido.

—Está bien, pues como ya no trabajo aquí, no tengo porque limpiar esto, pídaselo a los que sí son sus empleados. —le respondo, obviamente enojada porque me despidió, me quité el delantal y lo lancé al suelo y me fui a buscar mi bolso para irme de ese lugar.

Me fui rezongando, obvio bastante enojada por lo sucedido, no fue mi culpa, fue culpa de ese tipo que se atravesó en mi camino.

—¡Hey, chica, detente! —escucho que alguien me sigue y que me llama, volteo a ver quién era y era él otra vez, ¿Qué quería ahora? —Miranda, ¿Verdad? —dijo mi nombre.

—¿Qué quieres ahora? ¿Burlarte de mí por qué por tú culpa me despidieron? —le reclamo.

—¿Por mi culpa? —preguntó, muy indignado de que le acusara. —Fuiste tú quién no veía por dónde iba y chocó contra mí. —

—En verdad que eres un idiota. —que sínico era. Me doy la vuelta para irme, pero siento que me toman del brazo y me regresan, era él y del jalón que me dio, quedamos muy cerca, tanto que si me acercaba un centímetro más, terminaría besándolo. De cerca era aún más apuesto y debo admitir que no me molestaría besarlo, esos labios gruesos, en tono rosado, eran demasiado provocativos. ¡Por Dios, Miranda! ¿Qué te pasa? Es un extraño. —¡Suéltame! —le exijo mientras le arrebato mi brazo, alejándome de ese momento incómodo.

—¿Cómo una chica tan bella puede ser tan obstinada? —pregunta, con una sonrisa de medio lado, bastante coqueta. —Entiendo que estés enojada, ese gerente no fue muy justo contigo, pero si quieres hablo con él para que te regrese tú trabajo. —propone.

—No gracias, no me gusta estar debiendo favores. —digo. Me doy la media vuelta y está vez si me voy dejándolo con la palabra en boca.

—¿Quién era esa chica? —pregunta Octavio, quién salió de la cafetería luego de que yo me fui. —¡Está loca! —

—Demasiado y quiero saber quién es y tú te encargaras de averiguarlo. —le responde Theo, un poco ido sin perderme de vista mientras me alejo.

Me sentía humillada, además de sucia de comida y bastante enojada, hoy no era mi día, eso era seguro. Caminé al metro para irme a casa, en mi celular recibía muchas llamadas de mi amiga, la había dejado e la cafetería, no le respondí ninguna llamada, no quería hablar con nadie, por lo menos no por ahora.

El metro me dejaba a una cuadra de mi casa, así que caminé un poco, iba totalmente distraída, sin darme cuenta de mi entorno, caminando de forma automática.

—¡Miranda! —escuché a lo lejos, pero estaba tan sumergida en mis pensamientos que no volteaba a ver. —¡Miranda! —volví a escuchar, pero está vez sentí nuevamente un jalón por el brazo. —¡Miranda! —dijo otra vez, era Samanta era una amiga de mi madre y fue de mucho apoyo para mí cuando nos abandonó.

No lo pensé dos veces y me lancé a ella a darle un abrazo, con ella podía ser más emocional, con todos los demás prefería ser fría, solo Samanta sabe todo lo que sufrí. Ella vivía cerca de mi casa y por como me vio, supo que necesitaba hablar con alguien; así que acepte su invitación y me fui con ella a su casa, a contarle sobre mi larga mañana.

—No puedo creer que te toca entrevistar al hijo del hombre por el cual tú madre los abandonó. —comenta sorprendida por lo que le contaba. Tomábamos té que preparó para tomar mientras conversábamos. —¿Irás mañana con él? —

—Me toca, el profesor no me cambiará la persona, tengo que hacer mi tesis, solo tengo 6 meses. —le explico, un poco deprimida.

—Pues creo que esta puede ser una oportunidad para enfrentar a tú madre. —dice, con cara de que se le había ocurrido una loca idea. Obviamente la miré con confusión. —Tienes 6 meses en los que tendrás que verte con ese chico, puede que en cualquier oportunidad te encuentres con ella, ni ese chico ni su padre deben saber quién eres, es hora de hacerle frente a tú madre. —

Si plan en verdad que era loco, e innecesario, yo no quería saber nada de mi madre, pero si tenía encontrarme con Theo Lancaster, haría lo posible por no encontrarme a mi madre y obvio diría quién soy.

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