Landon trataba de imprimirle la mayor velocidad a su patrulla, la sirena estaba a todo lo que daba y la coctelera lanzaba destellos azules y rojos por doquier que pasaba como una exhalación. Cuando llegó a la entrada del barrio donde vivía bajó la velocidad y apagó la sirena. Se fue acercando con rapidez pero en silencio.Se detuvo a unos cincuenta metros de la casa y descendió del coche patrulla, sacó su automática y la sostuvo con la izquierda mientras comprobaba que tenía la magnum en la funda de la cintura hacia la espalda. A esta la llamaba “el juez” porque cuando disparaba no le tenía misericordia a nadie.Landon era bueno disparando con ambas manos, pero después de comprobar que “el juez” estaba en su lugar se pasó la nueve milímetros para la mano derecha y comenzó a avanzar agazapado, de manera que presentara un menor blanco ante posibles tiradores, pero pudo llegar a las escaleras que subían la porche sin ningún problema.Se escuchaba una suave melodía desde adentro, sin duda
Landon aprovechó a que el comisario Arnold salió de la casa al pequeño patio de atrás para recoger varias cajas de municiones y salir por la puerta hasta su patrulla, abrió la cajuela y tiró las municiones de cualquier manera, que se unieron a otras que tenía allí junto con varias armas.Luego subió a la patrulla y tomando el croquis que había conseguido en la casa de O’Malley, se dirigió hacia la región de los muelles, cuando llegó a la calle donde habían unos grandes galpones, que casi nadie utilizaba, apagó las luces del auto y se bajó cerrando la puerta con cuidado.Con la misma cara que había tenido cuando lo encontró el comisario en la cocina junto al cadáver de su esposa, abrió la maletera del auto, extrajo de primero un chaleco antibalas de la policía, se lo colocó y ajustó los cierres y correas hasta que le ajustó perfectamente al cuerpo. Después sacó una escopeta semi automática de diez tiros y la colocó en un costado, también extrajo un fusil de asalto y otras dos pistolas,
El doctor Fletcher estaba al lado de la cama donde yacía el teniente Landon, había aprobado el tratamiento con calmantes que había prescrito el doctor Jones, éste le había comentado de lo sobresaltado que había quedado después de que él se había ido por lo que consideró que era lo mejor.El paciente se removía inquieto en la cama y el doctor esperaba pacientemente a que despertara, había decidido esperar allí para ver la reacción de este al despertar. Eso le daría la pauta del tratamiento a seguir y si era posible que el paciente ya hubiera asumido su vida de nuevo a pesar de sus pérdidas.No tuvo que esperar durante mucho tiempo, Landon murmuró algo entre sueños y de pronto se levantó y quedó sentado en la cama, tenía los ojos abiertos de para en par y respiraba un pòco agitadamente, pero tardó solo unos segundos así, después le dio un vistazo a la habitación y se recostó de nuevo.—Buenos días, doc —le dijo al psicólogo sin abrir los ojos de nuevo.—Me alegra verlo tranquilo, tenien
—¿Cómo que no existo? —logró preguntar Landon después de durar varios segundos en silencio mirando a su jefe a los ojos.El comisario Arnold soltó un suspiro antes de comenzar a hablar de nuevo.—Tuvimos que fingir tu muerte, Landon —dijo el comisario con voz contenida— Tuviste un hermoso funeral y estás enterrado en la tumba del memorial al lado de tu esposa.Landon tenía los ojos bien abiertos y fijos en el comisario, pero no decía nada. El comisario después de una breve pausa siguió hablando.—Tuvimos que hacerlo, Landon. Han habido demasiados ataques y sabemos que no se quedarán quietos hasta que todos los involucrados en el caso estén muertos —dijo con voz grave— El FBI cree que hay alguien más arriba de Robson, y mucho más poderoso, que está moviendo los hilos para cobrar venganza.Landon se quedó callado por un rato más, su vista estaba fija en las sábanas que le cubrían las piernas, el comisario y los doctores permanecieron callados respetando su silencio. Finalmente suspiró y
El nuevo Steve Lonergan estaba tranquilo en su cama, el dolor se había retirado a lo más profundo de su conciencia, la asombrosa capacidad de su cerebro para asumir las situaciones, por más difíciles que fueran, le había salvado la cordura en este trance donde prácticamente lo había perdido todo, así que solo le quedaban dos caminos:O aceptaba su nueva personalidad, y situación, o simplemente se volaba la tapa de los sesos, no había nada más allá de eso. Aunque sabía que su vida a partir de este momento iba a ser completamente diferente lo aceptó sin tapujos, nunca había sido un hombre derrotista, así que ¿qué le quedaba? Salir adelante y vivir lo que le quedara de vida disfrutando los momentos.La conversación con el psicólogo le había servido de catarsis, se sentía como un hombre nuevo, se miraba al espejo procurando fijar en su mente ese nuevo rostro, de manera que no se sorprendiera cuando se viera cada mañana al espejo, o cuando se viera en un espejo en cualquier centro comercia
Espero que no te asustes —le dijo riendo el comisario— Pero creo que eso compensará un poco los años de servicio, además que te vas a perder tu jubilación y los ahorros de toda tu vida.—Eso lo entiendo, pero esto es demasiado, comisario —dijo un poco perplejo todavía— Ni que me hubieran dado la jubilación de todo el departamento de policía, incluyendo al alcalde, llegaría a semejante cantidad de dinero.—Pues no te preocupes mucho por eso.—Pues sí me preocupo —replicó— ¿De donde rayos sacaron tanto dinero?—La mayor parte de ese dinero es de partidas especiales del servicio secreto y de decomisos y cosas así —espero que no te sientas espantado por esto tampoco.—No me espanto, comisario, pero no puedo dejar de sentir que le estoy quitando dinero a alguien —dijo finalmente.—Piensa que es por una buena causa —le dijo con voz suave— Es un dinero que no se puede regresar, así que la opción era perderlo o pasarlo a tu nombre, a mi me pareció bien.Steve Lonergan se quedó pensando por un
Lonergan se había quedado dormido mientras leía el libro que le había regalado el doctor Jones, así que cuando el piloto anunció que estaba llegando al aeropuerto internacional de Los Ángeles, le pareció que había pasado poco tiempo después de que habían despegado del aeropuerto de Chicago.Se desperezó un poco y una solicita sobrecargo se acercó para preguntarle si necesitaba algo. Él con amabilidad le dijo que no y se dispuso a abrochar su cinturón de seguridad mientras el avión se preparaba para el aterrizaje, el cual ocurrió sin novedad unos minutos más tarde.El comisario Arnold le dijo que alguien lo iría a buscar al aeropuerto, era un empleado de la tienda de antigüedades, se suponía que él le había comprado la tienda al antiguo dueño, por lo que esta especie de asistente lo buscaría para conducirlo a la tienda y luego a la casa donde viviría de ahora en adelante.El joven se llamaba Ronald Hicks, y era alguien que había estudiado en la universidad sobre historia y metalurgia a
Ronald seguía hablándole todavía cuando iban de camino hacia la elegante Brentwood Heights, uno de los barrios más elegantes de Los Ángeles. Las hermosas casas decían la calidad de vida y el alto costo que representaba vivir allí. Además de eso era un lugar sumamente tranquilo, a diferencia de Santa Mónica y de Beverly Hills, porque era un lugar más familiar, sin embargo era un sitio donde no todo el mundo podía adquirir una vivienda.Cuando Ronald se detuvo ante una enorme y hermosa vivienda, Lonergan se quedó admirado de su elegancia y hermosas líneas entre lo clásico y lo moderno.—Espero que le guste la casa —le dijo Ronald— No es lo mismo haberla visto en internet que verla en persona, ¿No es cierto?Steve suspiró, imaginó que parte de la fachada que ahora tenía incluía un agente de bienes raíces quien había adquirido esa vivienda para su uso personal.—Sí, no es lo mismo ver las fotos nada más, que verla en persona —le dijo Lonergan siguiéndole la corriente— Se ve más impresiona