Espero que no te asustes —le dijo riendo el comisario— Pero creo que eso compensará un poco los años de servicio, además que te vas a perder tu jubilación y los ahorros de toda tu vida.—Eso lo entiendo, pero esto es demasiado, comisario —dijo un poco perplejo todavía— Ni que me hubieran dado la jubilación de todo el departamento de policía, incluyendo al alcalde, llegaría a semejante cantidad de dinero.—Pues no te preocupes mucho por eso.—Pues sí me preocupo —replicó— ¿De donde rayos sacaron tanto dinero?—La mayor parte de ese dinero es de partidas especiales del servicio secreto y de decomisos y cosas así —espero que no te sientas espantado por esto tampoco.—No me espanto, comisario, pero no puedo dejar de sentir que le estoy quitando dinero a alguien —dijo finalmente.—Piensa que es por una buena causa —le dijo con voz suave— Es un dinero que no se puede regresar, así que la opción era perderlo o pasarlo a tu nombre, a mi me pareció bien.Steve Lonergan se quedó pensando por un
Lonergan se había quedado dormido mientras leía el libro que le había regalado el doctor Jones, así que cuando el piloto anunció que estaba llegando al aeropuerto internacional de Los Ángeles, le pareció que había pasado poco tiempo después de que habían despegado del aeropuerto de Chicago.Se desperezó un poco y una solicita sobrecargo se acercó para preguntarle si necesitaba algo. Él con amabilidad le dijo que no y se dispuso a abrochar su cinturón de seguridad mientras el avión se preparaba para el aterrizaje, el cual ocurrió sin novedad unos minutos más tarde.El comisario Arnold le dijo que alguien lo iría a buscar al aeropuerto, era un empleado de la tienda de antigüedades, se suponía que él le había comprado la tienda al antiguo dueño, por lo que esta especie de asistente lo buscaría para conducirlo a la tienda y luego a la casa donde viviría de ahora en adelante.El joven se llamaba Ronald Hicks, y era alguien que había estudiado en la universidad sobre historia y metalurgia a
Ronald seguía hablándole todavía cuando iban de camino hacia la elegante Brentwood Heights, uno de los barrios más elegantes de Los Ángeles. Las hermosas casas decían la calidad de vida y el alto costo que representaba vivir allí. Además de eso era un lugar sumamente tranquilo, a diferencia de Santa Mónica y de Beverly Hills, porque era un lugar más familiar, sin embargo era un sitio donde no todo el mundo podía adquirir una vivienda.Cuando Ronald se detuvo ante una enorme y hermosa vivienda, Lonergan se quedó admirado de su elegancia y hermosas líneas entre lo clásico y lo moderno.—Espero que le guste la casa —le dijo Ronald— No es lo mismo haberla visto en internet que verla en persona, ¿No es cierto?Steve suspiró, imaginó que parte de la fachada que ahora tenía incluía un agente de bienes raíces quien había adquirido esa vivienda para su uso personal.—Sí, no es lo mismo ver las fotos nada más, que verla en persona —le dijo Lonergan siguiéndole la corriente— Se ve más impresiona
Lonergan estuvo un buen rato escuchando al joven vendedor mientras este le mostraba los vehículos que tenían allí, había autos que sobrepasaban el millón de dólares con holgura, pero él no quería exagerar. Estaba acostumbrado a los autos sencillos como los Chevrolet o Ford, así que cualquier auto mejor que los más sofisticados de esas marcas estaría bien. Al final se decidió por un potente BMW que imponía con su presencia, pero no era tan costoso, después de acordar los pagos con su tarjeta de crédito y firmar los papeles de propiedad, el vendedor le hizo entrega de las llaves del auto.Este era de color negro, era uno de los colores preferidos de Steve en materia de autos, casi siempre había tenido autos de ese color, pensaba que se veían mas sobrios, y en eso tenía razón.Cuando salió conduciendo su auto nuevo de la agencia se dirigió a un centro de comercio que estaba cerca de la tienda de antigüedades, quería comprar algo de ropa y algunos accesorios, porque solo tenía unas poca
Como estaba en una especie de promontorio desde donde se veía sólo un costado de la playa, subió a la pequeña colina de arena que le impedía ver hacia el otro costado de la playa. Eran apenas las nueve de la mañana, a esa hora la zona estaba bastante sola, ya estaban entrando la época de frío por lo que las personas que iban a disfrutar un poco de la playa ,o de sus espacios, llegaba un poco más tarde, generalmente a la hacia la hora del mediodía, cuando la temperatura era más cálida.Cuando terminó de subir a la pequeña cima, pudo ver, a unos cien metros de dónde él estaba, a tres hombres que tenían rodeada a una chica vestida con ropa de deporte, seguramente utilizaba ese lugar para trotar. Los tipos tenían una pinta de matones que tiraba de espaldas, Lonergan hubiera esperado encontrarse a tipos así en las calles de Nueva York o Chicago, pero allí, en las frescas playas californianas, definitivamente desentonaban.Lonergan no dudó ni un segundo, ya uno de los sujetos había tratado
El sujeto que tenía el brazo fracturado no se quejaba, pero la palidez de su rostro denotaba el dolor que estaba sintiendo en ese momento. El que había chocado con la palmera estaba algo lastimado pero no mucho, mientras el que había tratado de sacar el arma estaba pálido pero con la ira contenida, se le notaba en la expresión del rostro.Lonergan entonces le sacó el cargador a la pistola y lo vació en el piso hasta que quedó completamente vacío, accionó el arma para verificar que no quedaba ningún cartucho en ella y entonces la desarmó casi por completo con movimientos rápidos. Luego la tiró hacia la arena.—Ahora pueden marcharse, y espero que no se vuelvan a atravesar en mi camino —le dijo con voz dura.Pero los chicos tenían una idea diferente en la mente, porque no había terminado de pronunciar esas palabras cuando los dos que estaban aún en condiciones de pelear, se abalanzaron hacia él al mismo tiempo. La chica, quien había permanecido callada durante todo ese tiempo dió un gri
Lonergan se echó a reír ante el comentario de la chica, en verdad tenía muchísimo tiempo que no compartía con alguien que lo hiciera sonreír con tanto gusto.—¿Eres siempre tan franca? —le preguntó curioso.—Así soy siempre, mi amigas dicen que soy demasiado frontal, y mi madre dice que soy un dolor de cabeza —confesó con toda tranquilidad.—Jajajajaja —la risa franca de Steve se dejó escuchar en la solitaria playa, donde el sol estaba comenzando a pegar con fuerza.—¿Qué te da tanta risa?—Lo desfachatada que eres, niña —le dijo Lonergan.—Gracias por lo de niña, pero ya casi tengo treinta años —dijo ella con algo de orgullo.—Pues te felicito, te ves muy joven aún —le dijo admirado.—¡Gracias! —replicó ella sonriendo— Entonces estamos igual, ¿no?—Así parece —rió él de nuevo.Entonces Lonergan caminó hasta donde había dejado tirada la pistola de los facinerosos, se agachó y tomó las piezas que había tirado, incluyendo el cargado, y se las echó al bolsillo mientras regresaba a donde
Steve y Bridgette estuvieron compartiendo durante bastante rato, los dos se sentían bastante a gusto el uno con el otro, increíblemente, a pesar de la amplia diferencia de edad entre ellos, tenían muchas cosas en común. De hecho, tenían más cosas en común que antagónicas.Entre otras cosas, a ambos les gustaba el deporte y los ejercicios, y ambos lo practicaban de buena gana todos los días, con excepción de los domingos. También les gustaban los autos, en especial los coches deportivos de marca, y para subrayar el punto, a los dos les encantaban las armas de fuego y disparar, al igual que la cacería. Así que la conversación entre ellos era sumamente fluida y era tan amena que ninguno de los dos se dió cuenta de que eran casi las doce del mediodía y ellos habían estado tomando jugos y comiendo helados y tortas (a los que eran fanáticos también). La primera que se dió cuenta fue Bridgette porque vio la hora pensando que era aún temprano, porque le agradaba mucho conversar con este homb