Elena:
Estúpida y sin dominio propio. Así me siento. Como una jodida títere colgando de las manos de mi padre.
Doblo las prendas de vestir restantes y las acomodo una encima de la otra, procurando que todo quepa a la perfección para no dejarme nada. Mientras empaco, mi mente no deja de maquinar todo lo que ha ocurrido estos últimos días, desde la fatídica noticia de que papá estaba en el hospital tras una golpiza, hasta la gloriosa noche que tuve con "no sé quién" en la que ocurrió "cierta cosa", de lo cual no recuerdo mucho, pero de alguna forma, no desaparece la idea de la escapada de mi cabeza. Me dejo caer sobre el colchón de mi cama y luego de soltar un profundo y melancólico suspiro, me tallo la cara en busca de una paz que bien poco podría durar.Pienso en mí, en cómo será mi vida desde el jodido momento en el que pise mi nueva casa... «¿Qué casa, de cuál m*****a casa estoy hablando? Ese nunca sería mi hogar». Medito. Un nudo se forma en mi garganta, tirando toda mi fortaleza interior a una esquina de mi cuarto. En estas circunstancias, dónde mi opinión no vale absolutamente nada, solo puedo sentirme como m****a.—¿Ele? —pronuncia Evelina desde la puerta de mi habitación. Levanto la mirada y me encuentro con la suya preocupada—. Aquí estás...
A pasos cortos llega hasta mi posición y se sienta a mi lado. Uno de sus brazos me rodea los hombros y dejo caer mi cabeza contra su cuello, luchando contra las ganas de soltar el llanto.
—Sé que es difícil, yo te entiendo y...
—No Eve, por favor, charlas de motivación es lo menos que necesito ahora, y una m****a, no entiendes nada, no digas que lo haces, no eres tú quien debe casarse con un desconocido y abandonar toda una vida —asevero sin siquiera exaltarme. Cuando la ira me tiene al límite pierdo las fuerzas y las ganas de discutir por cosas que no tienen remedio.
Evelina es nuestra hermana mayor, podría definirla como el orgullo de la familia que Emily —la mediana de las tres—, y yo, nunca podríamos ser. A sus treinta y cuatro años es una mujer realizada, con un maravilloso esposo y dos hermosas hijas gemelas de ocho años. Es la más experimentada y sabia de las tres, a la que recurrimos ante cualquier problema por no tener el apoyo de una madre.
A Evelina le tocó guiarnos, enseñarnos a ser fuertes y a vivir persiguiendo metas; a Emily, con veintiocho años, le ha correspondido estudiar sin límites, no culmina una carrera para iniciar otra, vive al tope de trabajo y los estudios la excluyen de nuestro pequeño círculo afectivo; y a mí, la menor de las tres, con veinticinco años, recién graduada y con más sueños de los que he podido contar, me ha tocado salvar la vida de las únicas tres personas que tengo.No pedí ser la elegida para la cláusula de un contrato ridículo montado por un millonario, y tampoco puedo hacer nada para impedirlo. El dinero tiene más poder que las malditas leyes de un estado, lo cual me ata a un destino del que se me hará difícil escapar.
Quisiera entenderlo todo, pero las explicaciones son tan pobres que solo me queda acceder, llorar y sentirme desgraciada hasta que un milagro se apiade de mí.—Yo... Tienes razón, perdóname... Ojalá pudiera remediarlo, de verdad. —Su voz se quiebra y me besa la sien.
—Mi pesadilla a penas comienza, no sé cómo podré con todo esto —mascullo, hundida en mi propio agujero, con la mente perdida en pensamientos que no quiero experimentar—, lo odio tanto Eve...
—No digas eso —me susurra, succiona por la nariz y toma mi rostro entre sus manos. Fija sus ojos en los míos y veo sus mejillas encendidas, su semblante triste.
Recorro sus lindas facciones, esas que heredó de la mujer que nos dió la vida. Es la única de las tres que lleva su mismo color de cabello rubio, con unas ondas casi perfectas. Sus ojos verdosos con matices cafés es lo único que tenemos en común, eso y el contorno de unos labios envidiables. Eve siempre ha sido mi ejemplo a seguir, mi motivo más fuerte, mi madre y mi hermana mayor en una misma persona, y la idea de vivir a kilómetros de ella me desarma.
—Es tu padre, pese a todo es tu papá. —Termina de hablar, rozando mis mejillas con sus pulgares de una forma dulce.
—Desde el momento en que me vendió a un desconocido dejó de serlo —recalco con rabia. Frunzo mis labios y ella baja la mirada, dejando escapar un par de lágrimas más.
No espero a que me responda para ponerme de pie y terminar de acomodar mis cosas. No quiero irme de aquí porque es esta mi vida, es este mi hogar... Pero también es la casa del hombre que arruinó mi futuro por no saber controlar sus vicios, y ese motivo es suficiente para querer esfumarme lo más rápido posible.
—Quiero que sepas que no estoy conforme con todo esto Ele, yo voy a hacer todo lo posible por ayudarte, tiene que haber algo que pueda...
—Gracias, pero seamos realistas, ayer cerré un pacto irreversible, dejemos las esperanzas a un lado, porque ya las he perdido —la interrumpo con una seguridad penetrante y decisiva. Ya no tengo nada más que hacer aquí.
Un nudo se forma en mi garganta cuando culmino de hablar y el sentimiento de impotencia que siento es tan grande que unas ganas de golpear la pared se apoderan de mi cuerpo.
—Eso es lo último que se pierde, puedes rendirte cuando quieras Elena, yo no lo haré —replica aseverando su palabras, imponiendo una promesa que enciende una pequeña mecha de fé en mi interior.
Me sumiso ante su declaración. Bajo la mirada, trago en seco. Eve pasa por mi lado sin decir nada, me regala una mirada triste y una lágrima se desliza por su mejilla. Lleva una de sus manos a mi rostro y me acaricia con una ternura que me hace flaquear, caigo rendida a su toque, confío en lo que sus ojos me transmiten y asiento y suelto un profundo suspiro.
Ella se aleja, cerrando la puerta tras su silenciosa retirada. Expulso todo el aire acumulado en mis pulmones y agarro mi maleta de mano junto con una mochila. Le doy una última mirada a mi habitación y hago lo mismo con los pasillos que dejo atrás con cada paso que avanzo hacia la puerta.La tensión aumenta cuando al bajar las escaleras, me encuentro con el detestable causante de mi estado parado junto a Emily. Lo miro unos segundos, en los que le transmito todo el dolor que siento en estos momentos, quiero que se sienta tan culpable al punto de que llore junto conmigo, pero el maldito es tan orgulloso como canalla. Me avergüenzo de él y de cada una de las promesas que nos hizo a mí y a mis hermanas, esas que nunca pudo cumplir.
Desvío la mirada a mi hermana, quien a diferencia de Eve, no se encuentra triste. Su rostro está serio y abre sus brazos para recibirme, o más bien despedirme. Me aproximo a ella y le pido que continúe sus múltiples estudios, y que si es posible, que se marche con su novio Ander a otra ciudad si no quiere pasar por lo mismo que yo.
Confío en que eso no vaya a pasar, pero no descarto la posibilidad, ya de papá lo espero todo.—Estaré rezando por tí, te amo mucho —musita en mi oído y deja un beso en mi cara.—También te amo, huye cuando tengas la oportunidad —le digo esto último en voz alta, lo suficiente para que nuestro padre lo escuche. No veo su reacción, pero ojalá sea de culpa.
—Lo haré, no te preocupes por mí, prométeme que vas a cuidarte —me pide y ahora sí veo dejos de tristeza en su semblante.
—Sabes que siempre me cuido, lamento que no pueda oponerme a la cama de un viejo extraño —recalco, alzando nuevamente la voz.
—¡Ya te dije que no es un viejo Elena! ¡Recuerda que lo harás por tu familia, ten un poco de conciencia! —reclama papá, formando un escándalo que no estoy dispuesta a continuar. Mis hermanas observan en silencio, es increíble el respeto que este hombre nos ha hecho mostrar ante él, ahora me arrepiento de cumplir con todas sus estúpidas reglas.
—Por eso mismo he firmado, por ellas —las señalo a ambas y regreso la vista a su figura—, porque por tí creeme que no movería ni un dedo.
Sus labios se abren en reproche, sin embargo, basta la mirada de súplica que le lanza Eve para que no conteste. Bien sabe lo mal que me encuentro como para permitir que mi padre siga palpando en mis heridas.
Me despido de Emily y luego de Eve, a esta última me aferro tanto que duele como el demonio soltarme de su agarre. Juntamos nuestras frentes y tras promesas y palabras de cariño, finalmente nos soltamos.
Atravieso la puerta del que por veinticinco años fue mi hogar y entro a un auto que ha sido enviado para recogerme y llevarme a un apartamento en Chicago. El chofer guarda mis cosas en el maletero y cuando todo está listo enciende el vehículo. Mi cabeza reposa en la ventanilla y a través de esta les doy una última mirada a mis hermanas, acrecentando el punzante dolor que tengo instaurado en mi frágil pecho. Al señor que las acompaña siquiera le presto atención, este ya no la merece...El auto se pone en marcha y mi pesadilla inicia veinte kilómetros después.Elena—¿Falta mucho para llegar? —le pregunto al señor que, diez o quince años mayor que yo y vestido de traje, conduce el vehículo que me llevará a mi desgracia. —Un poco —contesta seco, intercambiando una mirada conmigo a través del espejo retrovisor. —Gracias —respondo y encuentro entretenimiento en el borde de mi vestido floreado. Suelto un suspiro profundo y me dejo caer contra el espaldar del asiento. Bajo la mirada y mientras mis dedos se dedican a juguetear con la tela de franela, mi mente viaja a los días dónde la paz de los Jones llegó a su fin. —Dime qué hiciste ahora papá —soyoza Eve entre lágrimas. Su maquillaje está corrido y tiene el cabello alborotado de lo tanto que se ha movido dentro del hospital. Emily reposa a mi lado, sentada en un sillón con la mirada perdida como siempre. No opina ni tampoco demuestra preocupación. Y aunque su actitud ha sido siempre la misma, me incomoda la serenidad con la que nos observa en silencio. La hago a un lado cuando intenta po
Hero:Viene a pasos lentos y temerosos. Su estatura no debe superar los 95cm y tiene el cabello extraordinariamente largo, de un color rubio con tonalidades doradas, nada que ver conmigo o su madre. De rostro angelical, ojos cafés, nariz pequeña y puntiaguda, cejas claras y labios rojizos. Lleva puesto un vestido rosa holgado hasta sus rodillas y un par de zapatillas blancas llenas de piedrecitas brillantes. Sostiene contra su pecho una muñeca castaña con tirabuzones y bata repleta de vuelos, es casi tan hermosa como ella. Se aproxima de la mano de Boris, ella es la única persona que está al tanto de todo, siendo la mejor amiga de Ashley —la madre de la niña—, y trabajando para mí, la noticia le calló de gratis. Boris es transexual, de piel oscura, cabello rizado y cuerpo equipado por cirugías estéticas, cada vez se asemeja más a una mujer hecha y derecha. Es quien ha cuidado de Valeria desde hace dos meses. La semana pasada descubrí, mediante exámenes de ADN, que la pequeña no es m
Elena:Coloco mi portátil sobre la almohada y me cruzo de piernas sobre el colchón. Abril y Brit me observan a través de la pantalla, la primera torciendo sus labios y la otra sorbiendo de un jugo con una pajita. —Pero podrías aprovechar y hablar con el señor Clark, preguntarle cuál es el propósito del contrato —propone Abril, sus ojos cafés están abiertos a la par, desde aquí puedo ver sus pupilas dilatadas. Tiene su cabello negro recogido en un moño desaliñado y viste con un pijama de pikachu. —Llevo dos días aquí y no lo he conocido aún —contesto, encogiéndome de hombros con desgano. Estoy cansada de disfrazar mi tristeza con llamadas y sonrisas improvisadas. —Seguro es un viejo horroroso que quiere que le des herederos —apunta Brit y saborea el líquido en su boca, hace una mueca y alza su dedo índice—, ¡Oh, oh! ¿Y si se está muriendo y solo busca quien cuide de sus vienes? —Me dijo el chófer que Claus tiene un hijo, Brit. —Siendo así... ¿Y si...? Ruedo los ojos ante tales
Elena:Siempre me he considerado una mujer altiva, que no se doblega ante nadie y que pone sus objetivos al frente de sus obligaciones. Todo eso cambió desde que la fatídica noticia de las deudas de mi padre llegó a mis oídos por su boca ignorante. En esta fecha habría entrado al Instituto de niños autistas de mi pueblo, estaría feliz rodeada de pequeños con dificultades especiales. Era ese mi sueño desde adolescente, uno que luché por conseguir y que ahora, gracias al descuido del héroe que idolatré cundo pequeña —el cual se ha convertido en villano—, tuve que tirar mis aspiraciones a la basura. Ana levanta a la par sus cejas y me extiende una mano para saludarme. Hago lo mismo y sonreímos con serenidad. —Elena, ella es Ana, la asistente del caso de Valeria. Estará aquí con nosotros hasta que la adopción se haga oficial —me explica la doña cuyo nombre desconozco y asiento fingiendo sorpresa, como si supiera de que carajos está hablando. «¿Adopción? ¿Qué rayos?». Veo en su mirada
Hero:—Lo sé mamá, solo lo olvidé. Es mucho lo que tengo en la cabeza, se me pasó la fecha, cuando Monroe me lo dijo pensé que algo había salido mal, que Claus se había apresurado en ir a buscarla, pero no, m****a era hoy —le explico y me llevo una mano a la frente, tumbado sobre la cama de mi apartamento—, pero lo que sí recuerdo es haberle dicho que debía traerla aquí, no a la mansión.—Con lo que me acabas de decir, estoy segura de que también te equivocaste en eso, quizá le dijiste "mansión" y ahora no recuerdas —me contesta serena desde el otro lado de la línea.—Te juro que sí le dije... —Freno mis palabras y suelto un suspiro—, eso es lo de menos, la verdad. Te llamé para decirte que ya está en casa, y que voy a necesitar que vengas antes, por favor, no quiero ni imaginar lo que pasará si Ana y ella se cruzan y comienzan a hacerse preguntas la una a la otra. Encima, se me pasó decirle a la asistente que me voy a casar.—Hero, David te dijo que ese detalle es muy importante, si t
Elena:Pensé en esconderme tras los arbustos abultados. El aroma a maleza purificó mis pulmones mientras, en silencio, observaba a ese hombre bien fornido y de apariencia celestial. Mi vista se endulzó durante cortos minutos, en los cuales indagué y recordé. Es él, por supuesto que lo recuerdo. ¿Se acordará él de mí? Mis pensamientos fueron interrumpidos por los ladridos de Iron, el cachorro se lanzó a correr por todo el jardín como potro salvaje en plena pradera, llevándose en su ozico una de mis sandalias. Rodeó al galán entre aullidos de felicidad y siguió su trote hasta la cocina. No tuve más opción que correr tras él, buscando huir de mencionado personaje vestido de traje. Corrí, pero no pude evitar mirarlo de reojo. Él también me miró, pude persibir su curiosa mirada seguirme hasta que desaparecí de su campo visual. Fue algo raro, extraño... * * * Me niego a seguir sus órdenes. En el contrato leí que tengo mi propia habitación, al menos h
Hero:El agua refresca todo el cansancio acumulado tras las mil vueltas que di hoy en la ciudad. Papeles, cámaras, modelos, un nuevo conductor y un asistente despedido, todo me da vueltas en la cabeza y estrujo mi cabello en busca de dispersar las punzadas que atraviesan mis sentidos. Salgo con los pies húmedos y los deslizo sobre la alfombra del baño, abro la puerta y observo mi ropa acomodada sobre la cama.Sonrío al aire cuando, de imprevisto, la conversación de esta mañana que tuve con Elena se detiene en mi poco sana mente. Digo "poco sana" porque no hubo un segundo de la charla en el que no pensara cosas indebidas con ella. Desde follármela contra el closet hasta ponerla de rodillas igual que aquella m*****a noche, la misma que no me deja dormir tranquilo sin fantasearla antes.Me froto la cara una vez vestido y bajo las escaleras a trote directo al comedor para la cena. Llego y una mesa rectangular repleta de comida me recibe. Mi madre está sentada al lado de Valeria en un late
Elena:Sus pardos ojos poseedores de pestañas kilométricas me escanean el rostro, ocultando en el suyo una curiosidad palpante a la vista. Mientras tanto, intento disimular mi sorpresa prestando atención a las palabras de Hade, quien parlotea con dulzura de trivialidades. —¿Y si vamos al parque con Ana? —le pregunta Boris a la pequeña rubia que juega en el césped a nuestra derecha. Su silencio la lleva a arrodillarse para intentarlo nuevamente—. ¿Qué dices nena? ¿Vienes con tía Boris y Ana? Valeria asiente con la mirada en el piso y deja sus juguetes para ponerse de pie y tomar la mano de la morena. —Dale un beso a la abuela Hade.—Diviértete —canturrea su abuela inclinándose para besar su mejilla. Ambas se alejan en busca de Ana y nos dejan a solas. La sonrisa de Hade no se hace esperar entre tanta incomodidad. Me invita a la terraza que se encuentra del otro lado de la piscina y nos dirigimos al lugar. Alzo la vista y detallo las vigas altas que sujetan un techo de tejas. La somb