Estrujo mi rostro con mis manos, fugaces recuerdos de lo que ocurrió hace unas horas pasan como flechas por mi mente y me detengo solo en los que al parecer disfruté... Disfrutamos. Jadeos, quejidos, palabras sucias y gemidos mezclados es lo que más recuerdo. Me levanto de la cama y camino de un lado a otro en la habitación, de vez en cuando desvío la mirada a la desconocida que duerme ajena a mi caos mental y diversos sentimientos negativos me confunden.
Ella no debe estar aquí, y yo no debo pensar tanto...
—Arrodíllate —le exijo y me sonríe. Unos dientes perfectos relucen y me fijo en sus labios carnosos color carmín.
Se deja caer con delicadeza de rodillas sobre la alfombra, acomoda su cabello sobre uno de sus hombros y levanta la mirada para encontrarse con mi desesperada inquietud. Lame sus labios, desde mi posición puedo ver el deseo que recorre sus ojos y los provocativos gestos que hace con su boca. Echo mi cabeza hacia atrás y cierro los ojos para recibirla, pero ante la ausencia de su acto, llevo una mano a su cabeza incitándola a que inicie.
—No, mírame mientras te pruebo...
«Dios». Mi mente evoca los flashbacks a medida que el silencio me obliga a recordarlos.
Me prometí que no volvería a dormir con una mujer, juré no volver a hacerlo, y estoy a punto de defraudarme a mí mismo por cerrar los ojos junto a una mujer que ni siquiera conozco.«¡Ella debe irse, demonios!».
—Ey —emito, mientras palmeo uno de sus hombros repetidas veces.
Su cuerpo se retuerce levemente y un rostro ajeno se asoma tras innumerables mechones rojizos. Con una de sus manos aparta su melena y una mirada perdida contacta conmigo. Llevo mis manos a mis caderas y con actitud demandante denoto las facciones de mi mentón en una mueca despectiva.
—Es hora de que te vayas —inquiero.
Se estruja el rostro y, sin emitir sonido alguno, comienza a recomponerse entre las sábanas.
Supongo que desee vestirse, por lo que me doy la vuelta en dirección al closet en busca de cualquier escusa que le permita privacidad. Pensé que, al igual que las demás que han pasado por aquí, me agredería físicamente con cachetadas y empujones, mínimo que usaría la defensa verbal. Pero no, la ausencia de cualquiera de los mencionados actos me desconcierta. Aún así, no me detengo a indagar en ello, y de espaldas espero a que se aliste y si es posible, que se marche seguidamente.
—Oye —su suave voz hace presencia—, no encuentro mi sujetador.
—Eh, no tengo idea de don... —empiezo a decir volteándome pero freno mis palabras al encontrarla completamente desnuda frente a mí.
Le recorro el cuerpo con descaro, mis ojos se deleitan de principio a fin, sin excluir curva alguna de su anatomía perfecta.
—Da igual —reitera y entorna los ojos para darse la vuelta en busca de su vestido y sus bragas. Aprovecho la ocasión para admirar su figura trasera, tan exquisita como la delantera. Cada jodida parte de su cuerpo es divinidad pura.
Me rasco la nuca y desvío la mirada al techo, presiono mis ojos y me castigo mentalmente porque no puedo doblegarme ahora, y por mucho que desee recordar con detalles lo ocurrido con semejante mujer, no será hasta dentro de unas horas que recordaré todo. Y debo tener claro que, si lo que a mí conciencia llega fue demasiado bueno, eso no sería escusa para una segunda vez. Los tiempos de repetir noches de sexo hay terminado definitivamente y no será un cuerpo majestuoso quien hará la diferencia...
Me recuesto a la puerta luego de cerrarla tras la retirada de mi... Dios, no sé ni cómo llamarle a eso. Descalzo y únicamente en boxer me dirijo a la cocina en busca de algo para beber, saco una jarra de jugo y la sirvo en un vaso. Por suerte he dejado mi celular sobre la mesa, lo agarro y al encenderlo trago una porción de jugo con dificultad. Es las tres de la mañana.
«Joder la dejé irse sola a estas horas». Me recrimino y seguidamente le resto importancia. No la conozco, y si no objetó ante mi comportamiento, posiblemente esté acostumbrada a ello. No la volveré a ver, así que no tengo porqué sentir absolutamente nada al haberla despachado en plena madrugada.
* * *
—Cardenal, y nada de brillos —preciso y Boris asiente para luego retirarse contoneándose entre los refractores y las cámaras.
—El cordinador dice que necesita su aprobación para iniciar con el proyecto, que conste que aún no llega Derek, y usted sabe que es nuestro mejor camarógrafo —recalca Darci, mi asistente personal.
—Debió haber iniciado hace... —Miro mi reloj de pulsera—, quince minutos, un minuto más y las consecuencias caerán sobre tí, a Derek lo veo luego.
—Pero...
—Darci —pronuncio y asiente retirándose de prisa.
Darci es una señora que bien podría ser mi madre. Su edad oscila entre los cincuenta y sesenta años, rubia y delgada. De personalidad desconfiada y meticulosidad casi extrema, justo lo que necesito a mi lado mientras estoy en la Compañía de comerciales "Clark", un negocio familiar dentro de la industria televisiva y el comercio mediante marketing y canales de propaganda.
—Señor lo busca su abogado, Darci lo mandó a pasar a su despacho —me comunica uno de los camarógrafos y tras precisar pequeños detalles con el coordinador me dirijo a su encuentro.
Abro la puerta y encuentro a David sentado frente a mi escritorio, al notar mi llegada se levanta y ya frente a él estrechamos nuestras manos. Tomo asiento y David me imita para luego depositar unos papeles encima de la mesa.
—Traigo buenas noticias Hero —comunica e intercambiamos miradas, la mía curiosa y la suya destilando misterio.
—Eso esperaba —confiezo, ansioso por sus prontas palabras.
—Ha firmado, ya tenemos las dos firmas —me dice extendiéndome una carpeta con el contrato.
—Excelente —contesto y ojeo las páginas.
Efectivamente, las dos firmas llacen claras en el acápite que lo amerita y justo al final, plasmo la mía como cierre definitivo de la negociación.
—Hero, disculpa que me entrometa, pero... ¿Estás seguro de lo que estás haciendo?
Su inesperada pregunta me hace pensar por un lapso de segundos. Y la verdad, nunca tomo una decisión sin estar lo suficientemente seguro antes.
—Por supuesto, tengo mis motivos —respondo, agarrando el puente de mi nariz con mis índice y pulgar.
—Pues... Espero que sepa lo que hace. Y otra cosa ¿la conoce? —cuestiona y a esta pregunta tengo respuesta evidente.
—No necesito conocerla ahora, lo haré el día de la ceremonia. —Me encojo de hombros y me recuesto del espaldar de la silla.
—Mmm, como usted crea correcto —dice incrédulo y me muestra otros papeles—. Este de aquí es una copia, la guardaré en caso de cualquier malentendido. —Cambia de tema y le sigo el hilo.
—De acuerdo ¿eso era todo? —le cuestiono, tengo asuntos pendientes que pretendo resolver ahora.
—Sí... Luego te llamo para el tema de Valeria.
La solo mención de su nombre me causa escalofríos. Suelto un profundo suspiro y no hago más que asentir. David nota mi estado y se marcha para no incomodarme más, lo cual agradezco. Cierro los ojos e intentando dejar de pensar en lo que esa pequeña me recuerda, vienen a mi otro tipo de pensamientos, unos que llevan varias noches inquietándome...
—No voy a tratarte con ternura, pequeña —le susurro al oído, teniéndola de espaldas, en posición de cuatro puntos sobre la cama.
Así tengo una vista jodidamente emmbragadora de su curvilíneo cuerpo, su cintura se ve más fina y se multiplica el ancho de sus caderas.
—No quiero que lo hagas —contesta y agarro su cabello, haciéndola emitir un intenso quejido que pone mis bellos de punta.
—Perdóname —le suelto al mismo tiempo que entro en ella de una sola estocada.
M****a se siente tan bien...
—¡Ahhh, Dios! ¿Qué? —chilla y exclama sin entender lo que dije.
—Me dijiste que te pidiera perdón así, inclinada para mí... Vamos pequeña, perdóname.
Mientras hablo juego con su entrada, limitándome a lo que realmente deseo, que no es más que hundirme toda la jodida noche dentro de ella.
—Por favor —suplica, mis provocaciones nos están matando a ambos, pero deseo continuar con este juego que hemos iniciado.
—¿Me perdonas, eh?
—¿Y si no qué? —gimotea, meneándose contra mi erección.
Tiro nuevamente de su cabello y la hago gemir más fuerte. Atrapo uno de sus pechos con mi mano libre y llevo mi boca a su oído.
—O sino voy a entrar de todos modos, y te dejaré retorciéndote, no alcanzarás el placer que has venido a buscar —gruño y dejo una mordida en su cuello.
—Mierda si te perdono, solo fóllame de una vez...
«¿¡Por qué no dejo de pensar en ella?!».
Elena:Estúpida y sin dominio propio. Así me siento. Como una jodida títere colgando de las manos de mi padre. Doblo las prendas de vestir restantes y las acomodo una encima de la otra, procurando que todo quepa a la perfección para no dejarme nada. Mientras empaco, mi mente no deja de maquinar todo lo que ha ocurrido estos últimos días, desde la fatídica noticia de que papá estaba en el hospital tras una golpiza, hasta la gloriosa noche que tuve con "no sé quién" en la que ocurrió "cierta cosa", de lo cual no recuerdo mucho, pero de alguna forma, no desaparece la idea de la escapada de mi cabeza. Me dejo caer sobre el colchón de mi cama y luego de soltar un profundo y melancólico suspiro, me tallo la cara en busca de una paz que bien poco podría durar.Pienso en mí, en cómo será mi vida desde el jodido momento en el que pise mi nueva casa... «¿Qué casa, de cuál maldita casa estoy hablando? Ese nunca sería mi hogar». Medito. Un nudo se forma en mi garganta, tirando toda mi fortalez
Elena—¿Falta mucho para llegar? —le pregunto al señor que, diez o quince años mayor que yo y vestido de traje, conduce el vehículo que me llevará a mi desgracia. —Un poco —contesta seco, intercambiando una mirada conmigo a través del espejo retrovisor. —Gracias —respondo y encuentro entretenimiento en el borde de mi vestido floreado. Suelto un suspiro profundo y me dejo caer contra el espaldar del asiento. Bajo la mirada y mientras mis dedos se dedican a juguetear con la tela de franela, mi mente viaja a los días dónde la paz de los Jones llegó a su fin. —Dime qué hiciste ahora papá —soyoza Eve entre lágrimas. Su maquillaje está corrido y tiene el cabello alborotado de lo tanto que se ha movido dentro del hospital. Emily reposa a mi lado, sentada en un sillón con la mirada perdida como siempre. No opina ni tampoco demuestra preocupación. Y aunque su actitud ha sido siempre la misma, me incomoda la serenidad con la que nos observa en silencio. La hago a un lado cuando intenta po
Hero:Viene a pasos lentos y temerosos. Su estatura no debe superar los 95cm y tiene el cabello extraordinariamente largo, de un color rubio con tonalidades doradas, nada que ver conmigo o su madre. De rostro angelical, ojos cafés, nariz pequeña y puntiaguda, cejas claras y labios rojizos. Lleva puesto un vestido rosa holgado hasta sus rodillas y un par de zapatillas blancas llenas de piedrecitas brillantes. Sostiene contra su pecho una muñeca castaña con tirabuzones y bata repleta de vuelos, es casi tan hermosa como ella. Se aproxima de la mano de Boris, ella es la única persona que está al tanto de todo, siendo la mejor amiga de Ashley —la madre de la niña—, y trabajando para mí, la noticia le calló de gratis. Boris es transexual, de piel oscura, cabello rizado y cuerpo equipado por cirugías estéticas, cada vez se asemeja más a una mujer hecha y derecha. Es quien ha cuidado de Valeria desde hace dos meses. La semana pasada descubrí, mediante exámenes de ADN, que la pequeña no es m
Elena:Coloco mi portátil sobre la almohada y me cruzo de piernas sobre el colchón. Abril y Brit me observan a través de la pantalla, la primera torciendo sus labios y la otra sorbiendo de un jugo con una pajita. —Pero podrías aprovechar y hablar con el señor Clark, preguntarle cuál es el propósito del contrato —propone Abril, sus ojos cafés están abiertos a la par, desde aquí puedo ver sus pupilas dilatadas. Tiene su cabello negro recogido en un moño desaliñado y viste con un pijama de pikachu. —Llevo dos días aquí y no lo he conocido aún —contesto, encogiéndome de hombros con desgano. Estoy cansada de disfrazar mi tristeza con llamadas y sonrisas improvisadas. —Seguro es un viejo horroroso que quiere que le des herederos —apunta Brit y saborea el líquido en su boca, hace una mueca y alza su dedo índice—, ¡Oh, oh! ¿Y si se está muriendo y solo busca quien cuide de sus vienes? —Me dijo el chófer que Claus tiene un hijo, Brit. —Siendo así... ¿Y si...? Ruedo los ojos ante tales
Elena:Siempre me he considerado una mujer altiva, que no se doblega ante nadie y que pone sus objetivos al frente de sus obligaciones. Todo eso cambió desde que la fatídica noticia de las deudas de mi padre llegó a mis oídos por su boca ignorante. En esta fecha habría entrado al Instituto de niños autistas de mi pueblo, estaría feliz rodeada de pequeños con dificultades especiales. Era ese mi sueño desde adolescente, uno que luché por conseguir y que ahora, gracias al descuido del héroe que idolatré cundo pequeña —el cual se ha convertido en villano—, tuve que tirar mis aspiraciones a la basura. Ana levanta a la par sus cejas y me extiende una mano para saludarme. Hago lo mismo y sonreímos con serenidad. —Elena, ella es Ana, la asistente del caso de Valeria. Estará aquí con nosotros hasta que la adopción se haga oficial —me explica la doña cuyo nombre desconozco y asiento fingiendo sorpresa, como si supiera de que carajos está hablando. «¿Adopción? ¿Qué rayos?». Veo en su mirada
Hero:—Lo sé mamá, solo lo olvidé. Es mucho lo que tengo en la cabeza, se me pasó la fecha, cuando Monroe me lo dijo pensé que algo había salido mal, que Claus se había apresurado en ir a buscarla, pero no, m****a era hoy —le explico y me llevo una mano a la frente, tumbado sobre la cama de mi apartamento—, pero lo que sí recuerdo es haberle dicho que debía traerla aquí, no a la mansión.—Con lo que me acabas de decir, estoy segura de que también te equivocaste en eso, quizá le dijiste "mansión" y ahora no recuerdas —me contesta serena desde el otro lado de la línea.—Te juro que sí le dije... —Freno mis palabras y suelto un suspiro—, eso es lo de menos, la verdad. Te llamé para decirte que ya está en casa, y que voy a necesitar que vengas antes, por favor, no quiero ni imaginar lo que pasará si Ana y ella se cruzan y comienzan a hacerse preguntas la una a la otra. Encima, se me pasó decirle a la asistente que me voy a casar.—Hero, David te dijo que ese detalle es muy importante, si t
Elena:Pensé en esconderme tras los arbustos abultados. El aroma a maleza purificó mis pulmones mientras, en silencio, observaba a ese hombre bien fornido y de apariencia celestial. Mi vista se endulzó durante cortos minutos, en los cuales indagué y recordé. Es él, por supuesto que lo recuerdo. ¿Se acordará él de mí? Mis pensamientos fueron interrumpidos por los ladridos de Iron, el cachorro se lanzó a correr por todo el jardín como potro salvaje en plena pradera, llevándose en su ozico una de mis sandalias. Rodeó al galán entre aullidos de felicidad y siguió su trote hasta la cocina. No tuve más opción que correr tras él, buscando huir de mencionado personaje vestido de traje. Corrí, pero no pude evitar mirarlo de reojo. Él también me miró, pude persibir su curiosa mirada seguirme hasta que desaparecí de su campo visual. Fue algo raro, extraño... * * * Me niego a seguir sus órdenes. En el contrato leí que tengo mi propia habitación, al menos h
Hero:El agua refresca todo el cansancio acumulado tras las mil vueltas que di hoy en la ciudad. Papeles, cámaras, modelos, un nuevo conductor y un asistente despedido, todo me da vueltas en la cabeza y estrujo mi cabello en busca de dispersar las punzadas que atraviesan mis sentidos. Salgo con los pies húmedos y los deslizo sobre la alfombra del baño, abro la puerta y observo mi ropa acomodada sobre la cama.Sonrío al aire cuando, de imprevisto, la conversación de esta mañana que tuve con Elena se detiene en mi poco sana mente. Digo "poco sana" porque no hubo un segundo de la charla en el que no pensara cosas indebidas con ella. Desde follármela contra el closet hasta ponerla de rodillas igual que aquella m*****a noche, la misma que no me deja dormir tranquilo sin fantasearla antes.Me froto la cara una vez vestido y bajo las escaleras a trote directo al comedor para la cena. Llego y una mesa rectangular repleta de comida me recibe. Mi madre está sentada al lado de Valeria en un late