El sudor mezclado con gotas de alcohol ruedan por mi cuello hasta manchar el escote de mi vestido. El dije de mi colgante se ha pegado a la piel que me recubre los pechos y sonrío como la estúpida borracha que soy ahora.
Un fuerte olor a piña colada inunda mis pulmones junto con la frescura de un aroma que no distingo. Cierro los ojos, sin la mínima certeza de qué hago o cómo me muevo. Solo escucho a Britt cantar de forma horrible mientras Abril grita a los cuatro vientos que ama a su ex. Elevo los brazos y la mirada al techo reluciente de la disco mientras mi cintura se contonea, haciéndome impactar contra pantalones irrespetuosos y portañuelas abultadas. Ahora nada de eso me importa.
«Voy a casarme». Me repito varias veces, muerdo mis labios en frustración y dejo que mis caderas sean poseídas por manos extrañas. Me dejo llevar.
«Me ha vendido a un viejo que no conozco...». Vuelvo a torturarme sin poder evitarlo. Lo aborrezco, odio a quien alguna vez tuvo el privilegio de llamarse padre.
—¡Voy al baño! —le grito a Britt al oído. Ella asiente sin dejar de saltar al ritmo de la música estrenduosa que ha logrado debilitar mis oídos.
Con un fuerte dolor de cabeza y el corazón cada vez más destrozado, camino intentando mantener la postura con la que he llegado, lo cual me resulta prácticamente imposible. El ardor en los dedos de mis pies me obligan a apoyarme de una pared. Recorro mis alrededores con la vista y entre tantas personas bebiendo y teniendo sexo con ropa, dudo que alguien se detenga a ver a una ebria quitarse los zapatos. Me despojo de mis peligrosos tacones y con la espalda arqueada esquivo a quienes se tropiezan en mi camino.
Las lágrimas se asoman, pensé que bebiendo superaría un poco la desgracia que se avecina y lo único que he conseguido es multiplicar mi dolor.La fila para entrar al baño es corta, me posiciono tras una morena que me supera dos veces en altura y no puedo evitar echarme a llorar, porque eso solo me recuerda lo pequeña e insignificante que soy ante las órdenes de mi padre.
Me llevo las manos a la cabeza. Mis sentidos quieren explotar y tomo una bocanada de aire cargada de ira e impotencia.
—¡¿Estás bien?! —me pregunta la morena y alzo la vista a su rostro. Lleva un maquillaje extremadamente exagerado pero su semblante preocupado me hace ignorar el largo exótico de sus pestañas y los razgos varoniles de su mentón.
—Eh... ¡Ebria estoy, como nueva! —le contesto y vuelvo a estallar en un llanto más que dramático. Me siento como la m****a.
Cubro mi rostro con mis manos y me ahogo sola. Una mano se posa en mi brazo y al dejar de cubrir mi cara me encuentro con la compasión de la joven —o el joven—, que me brinda apoyo emocional. No hago más que mentir con que el alcohol me pone sensible. Espero a que haga sus necesidades y una vez sola entre las enmarañadas paredes de los baños femeninos suelto un grito que me desgarra la garganta.
"Eres la solución a nuestros problemas, Ele..."
No puedo cargar con sus errores... No otra vez.
Dejo los tacones sobre el lavabo y abro el grifo para lavarme la cara. Levanto la vista y hago una mueca horrorizada al ver mi aspecto. Tengo todo el rimel regado alrededor de mis ojos, el delineado por suerte está intacto, al igual que el labial. Agarro un pedazo de papel sanitario y limpio el desastre negro que me hace parecer ridícula y fea. Sin embargo, de poco sirve, porque no puedo estar dos minutos sin llorar.
«¡Basta Elena, fuerza!». Me exijo a mí misma, con la confianza que han depositado mis hermanas en mi espíritu.
En estos momentos me siento destruida, vendida... Sin gota de dignidad ante la idea de doblegarme ante mi padre y un anciano que no tengo las mínimas ganas de conocer. Un escalofrío me recorre completa al imaginarme en la cama de un señor que bien podría ser mi abuelo. Siento asco, terror.
Agarro lo que me hace lucir cinco centímetros más alta de lo que soy y un poco más tranquila abro la puerta dispuesta a beber todo lo necesario hasta perder incluso la noción de quién soy. Descalza y mareada me encamino hacia el pasillo aglomerado que conduce la pista de baile, juro que el primero que me toque tendrá la suerte de irse conmigo a mi departamento.
—¡Mierda! —exclamo. Mis manos han amortiguado mi caída, pero nada disimula la posición extraña en la que he quedado, con mis cuatro extremidades apoyadas en el piso. Sin gota de control y equilibrio espero a que quien sea que me haya lanzado al suelo tenga la amabilidad de ayudarme.
Pero para mi mala suerte, esa ayuda no llega.
Me dejo caer a un lado y maldigo mil veces porque nadie es capaz de socorrerme. Recargo mi cabeza contra la pared tras mi espalda y junto mis piernas para impedir que se me suba el vestido. Me siento como el demonio y el puchero se forma solo en mis labios, no soy lo suficientemente fuerte como para ignorar la carga que llevo en mis hombros.
—Hija de puta —pronuncia una voz masculina a mi lado y vagamente giro el rostro. Un hombre se encuentra a mi lado, tumbado en la misma posición que yo y prácticamente igual de destruido.
Lleva una camisa blanca remangada hasta sus codos y unos pantalones negros empolvados a la altura de sus tobillos. Luce bien, aunque demacrado. Una barba incipiente viaja desde su mentón hasta su barbilla, otorgándole un aspecto maduro. Su cabello está revuelto, es oscuro y brillante, lastima que no pueda ver más, desde mi posición solo alcanzo presenciar el lateral de su rostro.
—Esa niña no es mía —musita apretando los dientes y por la cercanía de nuestros cuerpos logro decifrar un par de frases más.
—¡Estás tirado en el medio de un pasillo, obstruyes el paso! —le alzo la voz para que pueda escucharme y sigue mis réplicas hasta hacer contacto conmigo. Sorbo por la nariz ante la consecuencia de mis lágrimas y observo un par de ojos encendidos de llanto escanearme completa.
—¡No es qué tú estés en una buena posición como para hacer la diferencia! —me contesta ensimismado, casi débil.
Alzo mis cejas en acuerdo a sus palabras y le enseño mi pulgar. Desvío la mirada a mis manos y las noto temblorosas.
«Otra crisis de ansiedad, perfecto Ele». Me digo y presiono mis uñas contra la carne de la palma de mis manos en un intento por calmar mi inquietud.
No consigo frenar los mareos que me descontrolan la mente y opto por presionar mis ojos en espera de que se me pase por arte de magia.
—¡Levántate! —Nuevamente la voz del hombre triste me sorprende y levanto la mirada para encontrarlo parado frente a mí con sus manos estiradas.
Desde mi posición lo veo demasiado alto y corpulento como para no babear. No me niego a su invitación, de inmediato le extiendo una de mis manos y sin eficacia pretendo pararme como una mujer normal. Lo cual es absurdo, porque estoy tan mareada que a penas puedo levantarme sola.
Agarro mis tacones y permito que el extraño me levante como pluma, la facilidad con la que lo hace y la torpeza con la que impacto contra su pecho debido a mi no tan alta estatura, son el detonante perfecto para una crisis de nerviosismo que no ví venir.
Sus manos han viajado a mi cintura y mi rostro está pegado a su pecho. El aroma exquisito que desprende su camisa me embriaga de divinidad y cierro los ojos para disfrutar de un pequeño viaje a las alturas. Toda la tristeza de hace un momento ha sido sustituida por cosquillas entre mis piernas y culpo al alcohol por ser el mejor amigo de mis hormonas.
Levanto la vista y hago contacto con una mirada curiosa, calculadora y hermosa que me hace delirar. El color que no pude apreciar antes se hace presente y recorro con delirio los matices azulados que resaltan tras unas pobladas pestañas negras. Recorro las facciones de su fisonomía y me detengo en unos labios rojizos agrietados de un modo demasiado carnosos para ser real. Lamo mis labios involuntariamente y regreso la mirada al poseedor de tanta belleza concentrada.
—Disculpa por hacerte caer —pronuncia y su aliento amentolado con rastros de vodka se funde con mi respiración.
Niego hipnotizada y carraspeo para contestar.
—Debiste disculparte cuando me tuviste en cuatro ante tus narices —suelto sin pensar y trago en seco, pero no tengo ni gota de arrepentimiento por lo que el alcohol me hace decir.
Sus ojos se encienden y muerde su labio inferior haciéndome divagar en pensamientos sucios que deseo ejecutar.
—Eres una atrevida, pequeña —susurra inclinándose para acercarse a mis labios. No contesto, porque de hacerlo puede que le cuente todo lo inapropiado que tengo en mente—, ahora mismo te odio, así como la odio a ella —farfulla y suelta aire por su nariz con brusquedad. Sus manos bajan a mi trasero y lo aprieta de un modo que me hace soltar un quejido.
«Demonios no sé quién rayos es "ella", pero sí joder, necesito que me siga odiando».
—Estás preciosa —balbucea y deliza su lengua por mi labio inferior. Mis bellos se ponen de punta y me voy humedeciendo como una jodida adolescente—, incluso más que esa m*****a... —interrumpe sus palabras y tira de mi labio con una mordida dolorosa.
He perdido la pizca de dignidad que me quedaba, así que sin más, estampo una de mis manos contra la portañuela de sus pantalones y agarro con poco éxito su miembro erecto y grueso. Necesitaría ambas para acunarlo perfectamente y eso me hace enmudecer.
—Vente conmigo y probemos si te queda —susurra con picardía en mi oído y no tengo que darle muchas vueltas para acceder.
«Si en un mes me casaré con un anciano, más me vale aprovechar con cuánto galanazo se plante en mi camino». Y sin pensar en mis principios, salgo del club a escondidas de mis amigas y subo al auto de un desconocido.
HeroAbro los ojos con lentitud. Emito gruñidos mientras me estiro y luego de bostezar, un preocupante bulto sobre mi pecho me hace pegar un respingo. «¡Mierda». Me llevo las manos al rostro, maldigo en mi interior y con cuidado, alzo su brazo y me deshago de su toque, sintiéndome aún más imbécil de lo que normalmente soy. Expulso una cantidad exagerada de aire por mi nariz, me siento en el borde de la cama y miro hacia atrás, donde el cuerpo voluptuoso de una mujer reposa entre las sábanas.Su cintura desnuda y amoldada es lo único que sobresale a la vista, y un poco más abajo, un empinado trasero forma un bulto exótico y redondo. Una melena de extraño color naranja natural se expande por su espalda y parte de la almohada que se halla bajo su rostro. Se ve tranquila, inocente, sumida en sueños que no quisiera interrumpir por respeto y amabilidad...Estrujo mi rostro con mis manos, fugaces recuerdos de lo que ocurrió hace unas horas pasan como flechas por mi mente y me detengo solo e
Elena:Estúpida y sin dominio propio. Así me siento. Como una jodida títere colgando de las manos de mi padre. Doblo las prendas de vestir restantes y las acomodo una encima de la otra, procurando que todo quepa a la perfección para no dejarme nada. Mientras empaco, mi mente no deja de maquinar todo lo que ha ocurrido estos últimos días, desde la fatídica noticia de que papá estaba en el hospital tras una golpiza, hasta la gloriosa noche que tuve con "no sé quién" en la que ocurrió "cierta cosa", de lo cual no recuerdo mucho, pero de alguna forma, no desaparece la idea de la escapada de mi cabeza. Me dejo caer sobre el colchón de mi cama y luego de soltar un profundo y melancólico suspiro, me tallo la cara en busca de una paz que bien poco podría durar.Pienso en mí, en cómo será mi vida desde el jodido momento en el que pise mi nueva casa... «¿Qué casa, de cuál maldita casa estoy hablando? Ese nunca sería mi hogar». Medito. Un nudo se forma en mi garganta, tirando toda mi fortalez
Elena—¿Falta mucho para llegar? —le pregunto al señor que, diez o quince años mayor que yo y vestido de traje, conduce el vehículo que me llevará a mi desgracia. —Un poco —contesta seco, intercambiando una mirada conmigo a través del espejo retrovisor. —Gracias —respondo y encuentro entretenimiento en el borde de mi vestido floreado. Suelto un suspiro profundo y me dejo caer contra el espaldar del asiento. Bajo la mirada y mientras mis dedos se dedican a juguetear con la tela de franela, mi mente viaja a los días dónde la paz de los Jones llegó a su fin. —Dime qué hiciste ahora papá —soyoza Eve entre lágrimas. Su maquillaje está corrido y tiene el cabello alborotado de lo tanto que se ha movido dentro del hospital. Emily reposa a mi lado, sentada en un sillón con la mirada perdida como siempre. No opina ni tampoco demuestra preocupación. Y aunque su actitud ha sido siempre la misma, me incomoda la serenidad con la que nos observa en silencio. La hago a un lado cuando intenta po
Hero:Viene a pasos lentos y temerosos. Su estatura no debe superar los 95cm y tiene el cabello extraordinariamente largo, de un color rubio con tonalidades doradas, nada que ver conmigo o su madre. De rostro angelical, ojos cafés, nariz pequeña y puntiaguda, cejas claras y labios rojizos. Lleva puesto un vestido rosa holgado hasta sus rodillas y un par de zapatillas blancas llenas de piedrecitas brillantes. Sostiene contra su pecho una muñeca castaña con tirabuzones y bata repleta de vuelos, es casi tan hermosa como ella. Se aproxima de la mano de Boris, ella es la única persona que está al tanto de todo, siendo la mejor amiga de Ashley —la madre de la niña—, y trabajando para mí, la noticia le calló de gratis. Boris es transexual, de piel oscura, cabello rizado y cuerpo equipado por cirugías estéticas, cada vez se asemeja más a una mujer hecha y derecha. Es quien ha cuidado de Valeria desde hace dos meses. La semana pasada descubrí, mediante exámenes de ADN, que la pequeña no es m
Elena:Coloco mi portátil sobre la almohada y me cruzo de piernas sobre el colchón. Abril y Brit me observan a través de la pantalla, la primera torciendo sus labios y la otra sorbiendo de un jugo con una pajita. —Pero podrías aprovechar y hablar con el señor Clark, preguntarle cuál es el propósito del contrato —propone Abril, sus ojos cafés están abiertos a la par, desde aquí puedo ver sus pupilas dilatadas. Tiene su cabello negro recogido en un moño desaliñado y viste con un pijama de pikachu. —Llevo dos días aquí y no lo he conocido aún —contesto, encogiéndome de hombros con desgano. Estoy cansada de disfrazar mi tristeza con llamadas y sonrisas improvisadas. —Seguro es un viejo horroroso que quiere que le des herederos —apunta Brit y saborea el líquido en su boca, hace una mueca y alza su dedo índice—, ¡Oh, oh! ¿Y si se está muriendo y solo busca quien cuide de sus vienes? —Me dijo el chófer que Claus tiene un hijo, Brit. —Siendo así... ¿Y si...? Ruedo los ojos ante tales
Elena:Siempre me he considerado una mujer altiva, que no se doblega ante nadie y que pone sus objetivos al frente de sus obligaciones. Todo eso cambió desde que la fatídica noticia de las deudas de mi padre llegó a mis oídos por su boca ignorante. En esta fecha habría entrado al Instituto de niños autistas de mi pueblo, estaría feliz rodeada de pequeños con dificultades especiales. Era ese mi sueño desde adolescente, uno que luché por conseguir y que ahora, gracias al descuido del héroe que idolatré cundo pequeña —el cual se ha convertido en villano—, tuve que tirar mis aspiraciones a la basura. Ana levanta a la par sus cejas y me extiende una mano para saludarme. Hago lo mismo y sonreímos con serenidad. —Elena, ella es Ana, la asistente del caso de Valeria. Estará aquí con nosotros hasta que la adopción se haga oficial —me explica la doña cuyo nombre desconozco y asiento fingiendo sorpresa, como si supiera de que carajos está hablando. «¿Adopción? ¿Qué rayos?». Veo en su mirada
Hero:—Lo sé mamá, solo lo olvidé. Es mucho lo que tengo en la cabeza, se me pasó la fecha, cuando Monroe me lo dijo pensé que algo había salido mal, que Claus se había apresurado en ir a buscarla, pero no, m****a era hoy —le explico y me llevo una mano a la frente, tumbado sobre la cama de mi apartamento—, pero lo que sí recuerdo es haberle dicho que debía traerla aquí, no a la mansión.—Con lo que me acabas de decir, estoy segura de que también te equivocaste en eso, quizá le dijiste "mansión" y ahora no recuerdas —me contesta serena desde el otro lado de la línea.—Te juro que sí le dije... —Freno mis palabras y suelto un suspiro—, eso es lo de menos, la verdad. Te llamé para decirte que ya está en casa, y que voy a necesitar que vengas antes, por favor, no quiero ni imaginar lo que pasará si Ana y ella se cruzan y comienzan a hacerse preguntas la una a la otra. Encima, se me pasó decirle a la asistente que me voy a casar.—Hero, David te dijo que ese detalle es muy importante, si t
Elena:Pensé en esconderme tras los arbustos abultados. El aroma a maleza purificó mis pulmones mientras, en silencio, observaba a ese hombre bien fornido y de apariencia celestial. Mi vista se endulzó durante cortos minutos, en los cuales indagué y recordé. Es él, por supuesto que lo recuerdo. ¿Se acordará él de mí? Mis pensamientos fueron interrumpidos por los ladridos de Iron, el cachorro se lanzó a correr por todo el jardín como potro salvaje en plena pradera, llevándose en su ozico una de mis sandalias. Rodeó al galán entre aullidos de felicidad y siguió su trote hasta la cocina. No tuve más opción que correr tras él, buscando huir de mencionado personaje vestido de traje. Corrí, pero no pude evitar mirarlo de reojo. Él también me miró, pude persibir su curiosa mirada seguirme hasta que desaparecí de su campo visual. Fue algo raro, extraño... * * * Me niego a seguir sus órdenes. En el contrato leí que tengo mi propia habitación, al menos h