Palabras no dichas

El fresco viento de la medianoche hacía presencia en el crujido de las hojas de los árboles cercanos y en el silbido sutil que se creaba en diversos lugares del barrio. Ahí se encontraba Danilo en medio de las sombras y tenues luces de los faroles que de cuando en cuando parpadeaban por lo antiguos que eran y que, pese al paso del tiempo aun seguían en funcionamiento.

Volteó a ver a su izquierda y divisó la fornida figura de Callum, con su traje oscuro de aviador y su porte de luchador. Se maldijo internamente porque había olvidado la presencia del guardaespaldas-piloto-“salvador” que no le caía bien del todo, pero que no tenía opción por el momento, después de todo era su primer guardaespaldas en la vida y aunque le costara admitirlo había demostrado respeto y sabía pilotar.

—Bien, Callum, ya puedes regresar a la avioneta. Yo vuelvo después —espetó con tono seco.

—No puedo volver si usted está aquí —respondió y su tono sonaba tajante a los oídos de Danilo.

—¿En serio no puedes simple
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