Era un nuevo día, el sol relucía en casi todos los resquicios del centro de Baja Mira y Mary cabeceaba; sus ojos se sentían pesados, tanto que le costaba mantenerlos abiertos por mucho tiempo. Había llegado temprano a la oficina, pero en realidad existía una muy buena razón y era porque no había podido dormir nada en absoluto, debido a razones de peso para ella.En su mente hacía eco lo que había acontecido después de que supuestamente se despidió de su amigo a medianoche… pero aquel “hasta pronto” había sido todo lo contrario, porque un par de horas después de que ella se preparaba para dormir, justo en el momento en el que yacía en su cama con su confortable pijama, el incesante toquido, acompañado de las constantes vibraciones de su celular interrumpieron cualquier posibilidad de paz.Con un suspiro de frustración ella se había levantado y al llegar hasta la puerta, el nudo en su estómago se hizo al ver la cara de angustia que Danilo estaba esbozando. Su frente estaba perlada de su
El señor Duncan, con un movimiento brusco hizo a un lado la silla de escritorio y solo se limitó a colocar sus manos sobre la pared blanca, para dejar a Mary sin salida. Ella solo se limitó a voltear el rostro a un lado y a respirar fuerte por la impotencia que sentía, pero la mano del hombre la tomó por el mentón y la obligó a encararlo.—Mary, Mary… ¿Acaso no sabes que yo soy un hombre de influencia?, quedar mal conmigo es el equivalente a quedarte sin trabajo aquí y en todas partes —dijo el señor Duncan en un susurro y Mary comenzó a tapar su rostro con sus manos, porque el desagradable y tibio aliento de él chocaba contra ella—. Tú misma estás sepultando tu carrera si me desobedeces, tu currículum se verá manchado y tu récord laboral también. Lo entiendes, ¿verdad? Y quita tus manos, quiero verte mejor.Mary hervía de rabia, se sentía acorralada, pero a pesar de todo lo que estaba carcomiendo su paciencia en su interior obedeció, apartó sus temblorosas manos y encaró aquella regor
—En seguida voy —respondió Mary, tomando la compostura que la caracterizaba.La secretaria, con su ya típica expresión de molestia se dio la vuelta para retirarse sin decir ninguna palabra, lo cual solo desconcertó a Mary mucho más, pero intentó no prestarle atención, suficiente tenía con sus propios dilemas como para preocuparse por lo que esa mujerCon la misma, la joven se despidió de Angela, quien levantó los pulgares para desearle toda la suerte del mundo y con sonrisas genuinas se dijeron adiós. Así Mary se dirigió hacia la sala de conferencias, pero esa incómoda tensión de lo que había pasado con el señor Duncan la tenía mal.A cada paso que daba, el ambiente se volvía mucho más pesado, como si algo en el aire estuviese cargado de energía negativa… de malas vibras. No sabía si se debía a lo oscuro que el pasillo se iba tornando o a la progresiva ausencia de personas por los alrededores… eso vaya que le provocaba escalofríos y no ayudaba en nada a esa sensación de inquietud. Alg
Por los estrechos y poco iluminados pasillos de salida la habían visto raro... No estaba corriendo como loca, o esa era su propia impresión. En su mente rondaba la idea de que, ante los ojos de todos, ella no sería capaz de contradecir al jefe, de levantarle la voz y mucho menos se atrevería a dejarlo tirado sin aliento por un golpe en su zona pélvica.«Se lo buscó, cruzó todas las líneas que no debía. Solo me estaba defendiendo», pensó para apaciguar el escándalo de pensamientos en su cabeza.Las miradas consternadas y dubitativas de algunos de sus compañeros de trabajo le indicaban que ya comenzarían las teorías de cosas que ni siquiera les constaba, pero ignoró ese detalle para encerrarse en su oficina.Mary se encontraba en una crisis interna, mientras recogía sus cosas de ese recinto que fue su oficina por tanto tiempo y que en cuestión de segundos solo pasaría a ser una habitación vacía sin nada de significado. La rabia, la tristeza, aquella sensación aberrante de haber sido un
La sala principal de la gran mansión estaba iluminada por la luz del día entre las cortinas claras y el viento las mecía con suavidad. Esa brisa apacible de la mitad de la tarde llegaba hasta el rostro del devastado Danilo, que estaba sentado a la mesa luego de un almuerzo de lujo, pero a pesar de las delicias que había degustado era como si su estómago siguiera con un vacío imposible de llenar.Su mente no lo dejaba en paz a pesar de que ya llevaba destapada la segunda botella de vino y para colmo no dejaba de recibir llamadas de un par de números desconocidos. Cada vez que el dispositivo vibraba, Danilo lo levantaba y lo silenciaba con desesperación mientras intentaba regodearse en la penumbra de sus recuerdos y emociones.Entre pensamiento y pensamiento recordó como él mismo le había dado su número a Jenny para que lo llamara por cualquier cosa, que él se haría cargo, pero a la vez sentía que ese había sido un error muy grave, quizá el peor que había cometido en su vida hasta el mo
El silencio incómodo invadió el comedor de la mansión por unos segundos. Claudio, con un movimiento de cabeza se excusó y en silencio se retiró, en cambio Lourdes miraba a Callum y luego a Danilo, esperando alguna reacción por parte de alguno. Observó que el mayordomo la llamaba con la mirada, pero hizo caso omiso y con un ademán cínico, tras cruzar las piernas, se acomodó más en su silla.Danilo no pudo contener la intriga que se formaba en su pecho y se levantó de la silla mientras se reclinaba en la mesa debido al leve mareo y fijó su mirada demandante en el guardaespaldas estoico que tenía frente a él, las ansias de saber si su plan había dado resultado le recorría todo el cuerpo.—¿Y entonces qué pasó, Callum? —preguntó con dureza en su voz— ¿Qué es eso tan difícil de decir? Ya me estás desesperando, carajo.Callum, siempre inexpresivo, se acercó un par de pasos en el otro extremo de la mesa antes de responder.—El dueño de los Restaurantes Baja Mira se tardó en recibirme —Callum
En el centro de un espeso bosque desconocido y apartado de la civilización a penas se dejaba ver ella abrió los ojos después de un lapso grande de penumbra. Al recuperar la conciencia observó su entorno, era una habitación de paredes color crema, algo sucias y descascaradas por el paso del tiempo y la humedad, además estaba tan pequeña que parecía sofocarla. La rectangular ventana apenas dejaba colar algunos rayos de la luna y los grillos cantaban en las afueras.Mary intentó incorporarse, pero un tirón en sus manos se lo impidió. El miedo se apoderó de ella cuando la sensación de algo agarrando sus muñecas le hizo ver que estaba atada de manos y pies a los extremos de la cama en la que estaba acostada, aun con sus ropas de la empresa. Una gota de sudor surcó su frente y su respiración incrementó. Con la misma intentó gritar, pero un pañuelo amarrado a su boca ahogó aquel llamado de auxilio.La joven comenzó a examinar con más detalle, buscando algo que le ayudara a desatarse, pero no
Danilo, una vez más se había sumergido en uno de esos sueños lúcidos donde aparecía la mujer de sus sueños. Ambos estaban en una especie de casa de campo, lejos de todo el bullicio de la ciudad; todo a su alrededor era paz y tranquilidad.La habitación principal era un desorden de ropas desperdigadas por el suelo. Él y Lara habían tenido toda una noche de pasión tan buena, que no solo se había remontado a hacerlo en la cama… habían hecho de las suyas en la sala, en la cocina y en la ducha. El cuerpo de esa mujer lo volvía loco como ningún otro… pero sabía que solo se trataba de un sueño, el mejor hasta el momento.La brisa fresca entraba en la habitación y llegaba hasta la cama que compartía Danilo con Lara. Ambos estaban enredados en sus propios cuerpos y sonreían como dos tontos mientras contemplaban la tranquilidad del panorama.Danilo sentía un remolino de alegría, pero también la melancolía lo invadía. Esa mezcla de emociones lo llevó a romper el ameno silencio:—Lara… mi amor, ¿