El fresco viento de la medianoche hacía presencia en el crujido de las hojas de los árboles cercanos y en el silbido sutil que se creaba en diversos lugares del barrio. Ahí se encontraba Danilo en medio de las sombras y tenues luces de los faroles que de cuando en cuando parpadeaban por lo antiguos que eran y que, pese al paso del tiempo aun seguían en funcionamiento.Volteó a ver a su izquierda y divisó la fornida figura de Callum, con su traje oscuro de aviador y su porte de luchador. Se maldijo internamente porque había olvidado la presencia del guardaespaldas-piloto-“salvador” que no le caía bien del todo, pero que no tenía opción por el momento, después de todo era su primer guardaespaldas en la vida y aunque le costara admitirlo había demostrado respeto y sabía pilotar.—Bien, Callum, ya puedes regresar a la avioneta. Yo vuelvo después —espetó con tono seco.—No puedo volver si usted está aquí —respondió y su tono sonaba tajante a los oídos de Danilo.—¿En serio no puedes simple
Danilo avanzaba a paso ligero por esa estrecha calle pavimentada que presentaba baches, grietas y desniveles por el nulo mantenimiento que desde hacía mucho tiempo nadie se dignaba a solucionar. Sus pisadas resonaban en la tranquilidad de la madrugada, los cuales eran acompañados por el constante canto de los grillos que a sus oídos, parecían burlarse de él.Cada paso parecía una alegoría de su propia auto-recriminación, como si las suelas de sus zapatos formales fueran un eco de esa situación que resonaba en cada resquicio de la calle. Su conciencia no lo dejaba en paz ni un segundo.«Maldito idiota, Danilo», susurraba para sí mismo y se regañaba por haber dejado escapar la única oportunidad que el universo le había regalado, y todo por no haber tenido el coraje de decir lo que realmente sentía.Un suspiro de resignación se escapó de sus labios al recordar lo cerca que la tenía y lo cobarde que fue por enésima vez, mientras comenzaba a andar por un tramo oscuro, allí donde los farole
En un abrir y cerrar de ojos, Don Lepe irrumpió en el ambiente festivo como si se tratara de un oscuro espectro entre las luces y la música. El bullicio se iba desvaneciendo de manera gradual cuando su imponente figura se abría paso entre la multitud, seguido de cerca por un par de oficiales de policía uniformados que lo acompañaban.Los murmullos inquietos comenzaron a recorrer cada resquicio del bar y los rostros de la gente ebria ya no estaban iluminados, sino que algunos se agrupaban a murmurar con expectación e incluso temor. Pronto el DJ obedeció las demandantes indicaciones de Jenny y detuvo la música electrónica. Fue en ese entonces que un silencio envolvió el ambiente.Así fue que, don Lepe se detuvo a espaldas de Danilo, su mirada estaba fija en él, sus brazos cruzados y su ceño fruncido que casi alineaba sus dos espesas cejas. Con una voz amenazante espetó:—Vaya, vaya… Estaba esperando la noche en que osaras poner un pie en mi bar nuevamente, desgraciado. Te fui claro en d
Era un nuevo día, el sol relucía en casi todos los resquicios del centro de Baja Mira y Mary cabeceaba; sus ojos se sentían pesados, tanto que le costaba mantenerlos abiertos por mucho tiempo. Había llegado temprano a la oficina, pero en realidad existía una muy buena razón y era porque no había podido dormir nada en absoluto, debido a razones de peso para ella.En su mente hacía eco lo que había acontecido después de que supuestamente se despidió de su amigo a medianoche… pero aquel “hasta pronto” había sido todo lo contrario, porque un par de horas después de que ella se preparaba para dormir, justo en el momento en el que yacía en su cama con su confortable pijama, el incesante toquido, acompañado de las constantes vibraciones de su celular interrumpieron cualquier posibilidad de paz.Con un suspiro de frustración ella se había levantado y al llegar hasta la puerta, el nudo en su estómago se hizo al ver la cara de angustia que Danilo estaba esbozando. Su frente estaba perlada de su
El señor Duncan, con un movimiento brusco hizo a un lado la silla de escritorio y solo se limitó a colocar sus manos sobre la pared blanca, para dejar a Mary sin salida. Ella solo se limitó a voltear el rostro a un lado y a respirar fuerte por la impotencia que sentía, pero la mano del hombre la tomó por el mentón y la obligó a encararlo.—Mary, Mary… ¿Acaso no sabes que yo soy un hombre de influencia?, quedar mal conmigo es el equivalente a quedarte sin trabajo aquí y en todas partes —dijo el señor Duncan en un susurro y Mary comenzó a tapar su rostro con sus manos, porque el desagradable y tibio aliento de él chocaba contra ella—. Tú misma estás sepultando tu carrera si me desobedeces, tu currículum se verá manchado y tu récord laboral también. Lo entiendes, ¿verdad? Y quita tus manos, quiero verte mejor.Mary hervía de rabia, se sentía acorralada, pero a pesar de todo lo que estaba carcomiendo su paciencia en su interior obedeció, apartó sus temblorosas manos y encaró aquella regor
—En seguida voy —respondió Mary, tomando la compostura que la caracterizaba.La secretaria, con su ya típica expresión de molestia se dio la vuelta para retirarse sin decir ninguna palabra, lo cual solo desconcertó a Mary mucho más, pero intentó no prestarle atención, suficiente tenía con sus propios dilemas como para preocuparse por lo que esa mujerCon la misma, la joven se despidió de Angela, quien levantó los pulgares para desearle toda la suerte del mundo y con sonrisas genuinas se dijeron adiós. Así Mary se dirigió hacia la sala de conferencias, pero esa incómoda tensión de lo que había pasado con el señor Duncan la tenía mal.A cada paso que daba, el ambiente se volvía mucho más pesado, como si algo en el aire estuviese cargado de energía negativa… de malas vibras. No sabía si se debía a lo oscuro que el pasillo se iba tornando o a la progresiva ausencia de personas por los alrededores… eso vaya que le provocaba escalofríos y no ayudaba en nada a esa sensación de inquietud. Alg
Por los estrechos y poco iluminados pasillos de salida la habían visto raro... No estaba corriendo como loca, o esa era su propia impresión. En su mente rondaba la idea de que, ante los ojos de todos, ella no sería capaz de contradecir al jefe, de levantarle la voz y mucho menos se atrevería a dejarlo tirado sin aliento por un golpe en su zona pélvica.«Se lo buscó, cruzó todas las líneas que no debía. Solo me estaba defendiendo», pensó para apaciguar el escándalo de pensamientos en su cabeza.Las miradas consternadas y dubitativas de algunos de sus compañeros de trabajo le indicaban que ya comenzarían las teorías de cosas que ni siquiera les constaba, pero ignoró ese detalle para encerrarse en su oficina.Mary se encontraba en una crisis interna, mientras recogía sus cosas de ese recinto que fue su oficina por tanto tiempo y que en cuestión de segundos solo pasaría a ser una habitación vacía sin nada de significado. La rabia, la tristeza, aquella sensación aberrante de haber sido un
La sala principal de la gran mansión estaba iluminada por la luz del día entre las cortinas claras y el viento las mecía con suavidad. Esa brisa apacible de la mitad de la tarde llegaba hasta el rostro del devastado Danilo, que estaba sentado a la mesa luego de un almuerzo de lujo, pero a pesar de las delicias que había degustado era como si su estómago siguiera con un vacío imposible de llenar.Su mente no lo dejaba en paz a pesar de que ya llevaba destapada la segunda botella de vino y para colmo no dejaba de recibir llamadas de un par de números desconocidos. Cada vez que el dispositivo vibraba, Danilo lo levantaba y lo silenciaba con desesperación mientras intentaba regodearse en la penumbra de sus recuerdos y emociones.Entre pensamiento y pensamiento recordó como él mismo le había dado su número a Jenny para que lo llamara por cualquier cosa, que él se haría cargo, pero a la vez sentía que ese había sido un error muy grave, quizá el peor que había cometido en su vida hasta el mo