Kevin sabía que tenía que ser cuidadoso por ella. Se había sentido aterrorizado con el primer contacto de su piel, porque a pesar de que ella había estado con otro hombre y había dado a luz a un bebé, tenía una inocencia que él había visto hora tras hora al pintarla. Y si iba a arrebatarle esa inocencia, estaba decidido a darle placer a cambio. Ella era increíblemente receptiva y sensible, y su cuerpo parecía fluir bajo sus manos. Su piel se volvía aún más cálida en cada punto que él cubría con sus labios, pero aunque ella le entregaba todo lo que le pedía, aún conservaba cierto aire de timidez, de duda, y él quería llevarla más allá de ese límite. Lentamente, con movimientos que eran apenas un susurro contra su piel, le fue quitando el camisón mientras seguía el paso del encaje con sus labios. Cuando la oyó gemir, sintió que estallaba en llamas. Jamás había imaginado que un sólo sonido podía llegar a ser tan excitante y seductor. Con la boca abierta, le cubrió de besos la piel h
Días después, reflexionó que ella no cambiaría nada en él, ni de su apariencia ni de su forma de ser. A veces deseaba que él se abriera un poco más, que compartiera con ella sus sentimientos y sus ideas, pero no había perdido la esperanza, y creía que algún día llegaría a hacerlo.Quería formar parte de su vida completamente, como amante, esposa y compañera, pero de momento sólo había llegado a ser las primeras dos cosas.En ese momento se abrió la puerta, y se volvió hacia ella.—Si estás lista, podemos…Él se paró en seco y se la quedó mirando con la boca abierta. Aquella era la mujer de la que ella misma le había hablado, la que aparecía en las portadas de las revistas y se ponía delante de una cámara luciendo sedas y abrigos de piel. Estaba frente al espejo, y su cuerpo esbelto y perfecto estaba cubierto por un vestido colorazul medianoche de corte sencillo, que le dejaba los hombros y el cuello al descubierto y enmarcaba sus senos de forma cautivadora, antes de caerle en líneas
Mientras bebía un sorbo del champán que parecía fluir incesantemente entre los invitados, recordó que a su hermano pequeño le encantaban las fiestas como aquella, la risa, la gente y los rumores. Michael había sido un cotilla impenitente.Todo el mundo le adoraba a los pocos minutos de conocerlo, y era una persona extrovertida, divertida y cariñosa tanto con los desconocidos como con sus amigos.Michael había sido el verdadero héroe, ya que siempre estaba haciendo favores sin pedir nada a cambio, y siempre estaba dispuesto a ayudar o a mostrarsu entusiasmo.por un proyecto.Sin embargo, tenía una vena de genio y firmeza que le había proporcionado un cierto equilibrio, y que había impedido que fuera demasiado… demasiado bueno, por decirlo de alguna manera.Dios, aún lo echaba mucho de menos, a veces con una intensidad insoportable.En aquella fiesta había personas que habían conocido a su hermano, que habían.conversado y brindado con él. A lo mejor eso era lo que había hecho que su dol
—¿Por qué estás haciendo esto? —susurró—. ¿Qué importancia puede tener para ti mi pasado?—Querida, todo lo que tiene que ver con Kevin tiene importancia para mí. Voy a hacer que llegue a la cima, y no pienso dejar que nada impida su ascenso a lo más alto. Por cierto, me gusta mucho tu vestido —añadió. En ese momento vio que Amanda se acercaba a ellas, y se escabulló sin añadir nada más.—¿Estás bien, querida? Te has puesto blanca como la cera. Ven, siéntate en una silla.—No, necesito algo de aire —consiguió decir, antes de ir a toda prisa hacia las puertas acristaladas que daban a la terraza de piedra.Amanda la siguió, y una vez fuera, la tomó del brazo y la condujo a una silla.—Vamos, siéntate un rato, antes de que Kevin nos encuentre. Si te ve así, me echará la culpa por hacer que salgas y que empieces a hacer vida social demasiado pronto.—No tiene nada que ver con eso.—Y mucho que ver con Marion —Amanda tomó el vaso de agua que Laurent estaba apretando con fuerza, y le dijo c
Estaba en el jardín cuando empezó a nublarse. Se había acostumbrado a pasar allí las mañanas, mientras el niño dormía o se mecía en su columpio. La casa se ensuciaba poco, y Kevin sólo era descuidado cuando estaba pintando, así que normalmente tenía pocas tareas en las que ocuparse. Lo cierto era que había tantas habitaciones, tanto espacio, que aún no se había integrado en aquel sitio. Se sentía como en su casa en la habitación del niño, va que la había decorado ella misma y se pasaba muchas horas allí, tanto de día como de noche, pero el resto de la casa, repleto de antigüedades, alfombras caras y madera pulida, le resultaba completamente indiferente y distante. Necesitaba aire y espacio, y gracias al benigno tiempo primaveral había descubierto que le gustaba la jardinería; disfrutaba del tiempo soleado, de los olores y de la sensación de la tierra bajo sus manos, y leía todos los libros sobre plantas que podía encontrar para familiarizarse con las flores y los arbustos, y con los
Sin él, el estudio era una habitación amplia y despejada, con mucho espacio vacío. Había gotas y manchas de pintura seca por el suelo, que podían llevar allí una semana o un año, y un pequeño fregadero en una de las esquinas, con una toalla dejada de forma descuidada en el borde. También había unas estanterías y una mesa de trabajo, sobre las que había esparcido todo tipo de material de pintura: jarros llenos de pinceles, espátulas, carboncillos, trapos… igual que en Colorado, Kevin había amontonado un montón de lienzos contra las paredes, pero no había colgado ninguno. De repente, supo que no se le había ocurrido preguntarle si tenía algo que pudieran colgar en el cuarto de Michael. Los pósteres que ella había elegido eran muy alegres y coloridos, pero uno de los cuadros tendría mucho más significado. Sin pensárselo dos veces, se arrodilló y empezó a mirar los lienzos. Era increíble la forma en que él podía despertar las emociones de los demás a través de sus cuadros. Encontró un
La lluvia había refrescado el ambiente, y había dejado su sabor en el aire. La luz entraba por la puerta, que seguía abierta, y los pájaros habían empezado a gorjear con optimismo de nuevo.Al ver todas aquellas muestras de normalidad, Laurent supo que la vida no se molestaba en detenerse por meras crisis personales.Aunque no pudo relajar los dedos en el pomo de la puerta, consiguió mantener la mirada serena y la voz firme al decir:—Recuerde que está en mi casa, señora Conningwood.—Las mujeres como tú siempre se las ingenian para conseguir maridos ricos y crédulos —la mujer arqueó una ceja, satisfecha al ver que ella seguía junto a la puerta, tensa y pálida—. Pero eso no cambia quién eres, ni lo que eres. Y quiero que sepas que, aunque hayas sido lo suficientemente lista para conseguir que Kevin Braxton se casara contigo, no vas a poder evitar que consiga recuperar lo que me pertenece.—No tengo nada suyo. Y ahora, me gustaría que se fuera de aquí.—Sí, eso no lo dudo —dijo Lorraine
Cuando llegó a la galería de arte, ya había recuperado completamente el control de sus emociones. Michael estaba a salvo con Amanda, y ya había dado el primer paso del plan que había trazado para asegurarse de que no le pasara nada.La Galería Trussalt estaba en un elegante edificio remodelado. Cerca de la entrada principal había unos bancos de flores, perfectamente cuidados y aún húmedos por la reciente lluvia, y al abrir la puerta olió el aroma de las rosas y de las hojas.En el interior, las claraboyas del techo permitían ver el cielo, que seguía encapotado, pero la galería en sí estaba brillantemente iluminada con focos y plafones. El silencio era tan absoluto que tuvo la impresión de estar en una iglesia, pero al mirar a su alrededorse dio cuenta de que aquelsitio estaba dedicado al culto del arte.Había esculturas en mármol, madera, hierro y bronce, y todas ellas estaban colocadas con un cuidado exquisito. En vez de competir entre ellas, parecían estar en perfecta armonía, igua