Cuando llegó a la galería de arte, ya había recuperado completamente el control de sus emociones. Michael estaba a salvo con Amanda, y ya había dado el primer paso del plan que había trazado para asegurarse de que no le pasara nada.La Galería Trussalt estaba en un elegante edificio remodelado. Cerca de la entrada principal había unos bancos de flores, perfectamente cuidados y aún húmedos por la reciente lluvia, y al abrir la puerta olió el aroma de las rosas y de las hojas.En el interior, las claraboyas del techo permitían ver el cielo, que seguía encapotado, pero la galería en sí estaba brillantemente iluminada con focos y plafones. El silencio era tan absoluto que tuvo la impresión de estar en una iglesia, pero al mirar a su alrededorse dio cuenta de que aquelsitio estaba dedicado al culto del arte.Había esculturas en mármol, madera, hierro y bronce, y todas ellas estaban colocadas con un cuidado exquisito. En vez de competir entre ellas, parecían estar en perfecta armonía, igua
—Marion, creo que te estás olvidando de algo: sin importar lo que Kevin sienta o deje de sentir por mí, quiere a Michael.—Hay que ser muy patética para utilizar a un niño.—Eso es verdad —Laurent la miró a los ojos con expresión firme—. De hecho, en eso tienes toda la razón —cuando vio que la respuesta daba en la diana, añadió con calma—: Cuando Kevin llegue, te agradecería que le dijeras que le estoy esperando aquí.—¿Para que puedas correr a esconderte detrás de él?—No creo que las razones de mi esposa para venir a verme sean de tu incumbencia—dijo Kevin, desde la puerta.Cuando las dos mujeres se volvieron hacia él, Kevin vio la furia en el rostro de Marion y la agitación en el de Laurent, pero ambas mujeres se apresuraron a recomponerse, cada una a su propia manera. Marion enarcó una ceja y sonrió, y Laurent entrelazó las manos y levantó la barbilla.—Querido, sabes que es mi deber proteger a mis artistas de esposas y amantes histéricas —Marion fue hacia él, y le puso una mano
Laurent no podía dormir.Su memoria y su imaginación parecían haberse aliado contra ella, y no podía dejar de pensar en lo que había pasado y en lo que podía suceder al día siguiente. Hacía casi un año que se había ido de Boston y había decidido enfrentarse a sus miedos, pero ya no estaba sola.Kevin no había esperado a concertar una cita con su abogado en horas de oficina, sino que le había llamado y le había pedido, o más bien exigido, que fuera a verlos.Habían discutido sobre su vida, su hijo, su matrimonio y su futuro mientras tomaban café y pastas en el salón y una ligera neblina cubría la bahía. Al principio, había sentido vergüenza al contarle a un desconocido los detalles de su vida y de su primer matrimonio, y al admitir los errores que había cometido, pero la sensación se había ido desvaneciendo.En cierto modo, había sentido como si estuviera contando las experiencias de otra persona, y cuanto más abiertamente hablaban de ello, mientras el abogado iba anotando los detalle
Kevin la miró por un segundo, pero fue suficiente para que ella se diera cuenta de que aquellas palabras no habían bastado.—Sí, las cosas son distintas, pero no puedo entender por qué no odias a cualquier hombre que te toque siquiera —dijo él, de pie en la sombra. Tenía las manos metidas en los bolsillos de su bata, fuertemente apretadas en puños.—Hubo una un tiempo en la que no habría permitido que ningún hombre se me acercara, pero pude empezar a poner las cosas en perspectiva mediante terapia, escuchando a otras mujeres que habían superado situaciones parecidas. Cuando tú me tocas, cuando me abrazas, no recuerdo nada de todo aquello, sino que siento lo que siempre quise sentir por el hombre que fuera mi esposo.—Si estuviera vivo, querría matarlo —dijo él sin ninguna inflexión en la voz—. Me da rabia que ya esté muerto.—No te atormentes así —Laurnt alargó una mano hacia él, pero Kevin sacudió la cabeza y volvió junto a la ventana—. Estaba enfermo, pero yo no lo sabía en aquel en
—Sé que estoy haciendo lo correcto —dijo Laurent. Aun así, dudó por un segundo cuando salieron del ascensor en el hotel donde se hospedaba Lorraine—. No importa lo que pase, no pienso echarme atrás —agarró la mano de Kevin y se aferró a ella con fuerza.La falta de sueño hacía que tuviera la cabeza extrañamentedespejada, y que se sintiera lista para pasar a la acción.—Me alegro muchísimo de que estés aquí conmigo.—Ya te dije que no me gusta que vuelvas a verla, ni que tengas que tratar con ella para nada. Yo puedo ocuparme de esto.—Ya sé que puedes, pero sabes que es algo que necesito hacer por mí misma. Yo…—¿Qué?—Por favor, intenta controlar tu genio —al ver cómo enarcaba las cejas, soltó una suave carcajada y sintió que la tensión que sentía se aligeraba—. No hace falta que me mires así, sólo quería decir que gritarle a Lorraine no servirá de nada.—Nunca grito, aunque de vez en cuando levanto la voz para que se me entienda mejor.—Como ya hemos aclarado eso, supongo que sólo n
—Si vuelve a hablar así de mi mujer, va a tener que enfrentarse a algo más que unas simples amenazas… — Kevin susurró por lo bajo, mirandole y añadió—: Señora Conningwood.—No importa —dijo Laurent. Le dio un ligero apretón en la mano, consciente de que él estaba a punto de perder el control—. Ya no puedes intimidarme, Lorraine, y no vas a hacer que te suplique. Sabes perfectamente bien que siempre le fui fiel a tu hijo.—Lo que sé es que Terry no creía que fuera así.—Entonces, ¿cómo sabe quién es el padre del niño?Las palabras de Kevin fueron seguidas por un silencio absoluto. Laurent empezó a decir algo, pero se detuvo al ver la advertencia en los ojos de él. El rostro de Lorraine volvió a sonrojarse, y finalmente pudo decir:—Ella no se habría atrevido a…—¿No? Vaya, qué raro. Usted piensa probar que Laurent le fue infiel a su hijo, pero ahora está diciendo que no pudo serlo. En cualquiera de los dos casos, lo va a tener complicado. Si ella hubiera tenido una aventura con alguie
—Pareces agotada —comentó Amanda al entrar en la casa. —A Michael le están saliendo los dientes —la excusa era lo suficientemente válida, aunque el nerviosismo del niño no era lo único que mantenía a Laurent despierta—. Lleva durmiendo diez minutos, con un poco de suerte no se despertará por lo menos en una hora. —Entonces, ¿por qué no estás acostada? Amanda entró en el salón, y ella la siguió. —Porque me has llamado para decirme que venías. —Vaya, es verdad —Amanda esbozó una sonrisa, se sentó y dejó su bolso encima de la mesa—. No te entretendré demasiado. ¿Kevin no está? —No, me ha dicho que tenía que salir a hacer algo —Laurent se sentó en una butaca frente a su suegra, y apoyó la cabeza en el respaldo. A veces, los pequeños placeres parecían un regalo divino—. ¿Quieres algo para beber?, ¿un café? —Por tu aspecto, me sorprendería que pudieras levantarte de esa butaca. No, no quiero nada. ¿Cómo está Kevin? —Tan cansado como yo, ninguno de los dos hemos podido descansar dema
Kevin permaneció callado durante tanto tiempo, que Laurent estuvo a punto de decirle que se olvidara del asunto, que no tenía importancia; sin embargo, tenía demasiada. Estaba segura de que la muerte de su hermano había sido lo que le había impulsado a irse a Colorado, y lo que le impedía, incluso en ese momento, organizar una exposición con sus obras.—Kev —dijo, al posar una mano sobre su brazo—: Me pediste que me casara contigo para poder hacerte cargo de mis problemas. Querías que confiara en ti y lo hice, pero hasta que tú hagas lo mismo, seguiremos siendo como desconocidos.—Tú y yo dejamos de ser desconocidos desde el primer momento en que nos vimos, Laurent. Te habría pedido que te casaras conmigo aunque no hubieras tenido ningún problema.Ella se quedó muda de sorpresa, y sintió una punzada de esperanza.—¿Lo dices en serio?Kevin se puso al bebé contra el hombro.—No siempre digo todo lo que quiero, pero siempre hablo en serio —cuando Michael empezó a gimotear, se levantó pa