—¿Por qué estás haciendo esto? —susurró—. ¿Qué importancia puede tener para ti mi pasado?—Querida, todo lo que tiene que ver con Kevin tiene importancia para mí. Voy a hacer que llegue a la cima, y no pienso dejar que nada impida su ascenso a lo más alto. Por cierto, me gusta mucho tu vestido —añadió. En ese momento vio que Amanda se acercaba a ellas, y se escabulló sin añadir nada más.—¿Estás bien, querida? Te has puesto blanca como la cera. Ven, siéntate en una silla.—No, necesito algo de aire —consiguió decir, antes de ir a toda prisa hacia las puertas acristaladas que daban a la terraza de piedra.Amanda la siguió, y una vez fuera, la tomó del brazo y la condujo a una silla.—Vamos, siéntate un rato, antes de que Kevin nos encuentre. Si te ve así, me echará la culpa por hacer que salgas y que empieces a hacer vida social demasiado pronto.—No tiene nada que ver con eso.—Y mucho que ver con Marion —Amanda tomó el vaso de agua que Laurent estaba apretando con fuerza, y le dijo c
Estaba en el jardín cuando empezó a nublarse. Se había acostumbrado a pasar allí las mañanas, mientras el niño dormía o se mecía en su columpio. La casa se ensuciaba poco, y Kevin sólo era descuidado cuando estaba pintando, así que normalmente tenía pocas tareas en las que ocuparse. Lo cierto era que había tantas habitaciones, tanto espacio, que aún no se había integrado en aquel sitio. Se sentía como en su casa en la habitación del niño, va que la había decorado ella misma y se pasaba muchas horas allí, tanto de día como de noche, pero el resto de la casa, repleto de antigüedades, alfombras caras y madera pulida, le resultaba completamente indiferente y distante. Necesitaba aire y espacio, y gracias al benigno tiempo primaveral había descubierto que le gustaba la jardinería; disfrutaba del tiempo soleado, de los olores y de la sensación de la tierra bajo sus manos, y leía todos los libros sobre plantas que podía encontrar para familiarizarse con las flores y los arbustos, y con los
Sin él, el estudio era una habitación amplia y despejada, con mucho espacio vacío. Había gotas y manchas de pintura seca por el suelo, que podían llevar allí una semana o un año, y un pequeño fregadero en una de las esquinas, con una toalla dejada de forma descuidada en el borde. También había unas estanterías y una mesa de trabajo, sobre las que había esparcido todo tipo de material de pintura: jarros llenos de pinceles, espátulas, carboncillos, trapos… igual que en Colorado, Kevin había amontonado un montón de lienzos contra las paredes, pero no había colgado ninguno. De repente, supo que no se le había ocurrido preguntarle si tenía algo que pudieran colgar en el cuarto de Michael. Los pósteres que ella había elegido eran muy alegres y coloridos, pero uno de los cuadros tendría mucho más significado. Sin pensárselo dos veces, se arrodilló y empezó a mirar los lienzos. Era increíble la forma en que él podía despertar las emociones de los demás a través de sus cuadros. Encontró un
La lluvia había refrescado el ambiente, y había dejado su sabor en el aire. La luz entraba por la puerta, que seguía abierta, y los pájaros habían empezado a gorjear con optimismo de nuevo.Al ver todas aquellas muestras de normalidad, Laurent supo que la vida no se molestaba en detenerse por meras crisis personales.Aunque no pudo relajar los dedos en el pomo de la puerta, consiguió mantener la mirada serena y la voz firme al decir:—Recuerde que está en mi casa, señora Conningwood.—Las mujeres como tú siempre se las ingenian para conseguir maridos ricos y crédulos —la mujer arqueó una ceja, satisfecha al ver que ella seguía junto a la puerta, tensa y pálida—. Pero eso no cambia quién eres, ni lo que eres. Y quiero que sepas que, aunque hayas sido lo suficientemente lista para conseguir que Kevin Braxton se casara contigo, no vas a poder evitar que consiga recuperar lo que me pertenece.—No tengo nada suyo. Y ahora, me gustaría que se fuera de aquí.—Sí, eso no lo dudo —dijo Lorraine
Cuando llegó a la galería de arte, ya había recuperado completamente el control de sus emociones. Michael estaba a salvo con Amanda, y ya había dado el primer paso del plan que había trazado para asegurarse de que no le pasara nada.La Galería Trussalt estaba en un elegante edificio remodelado. Cerca de la entrada principal había unos bancos de flores, perfectamente cuidados y aún húmedos por la reciente lluvia, y al abrir la puerta olió el aroma de las rosas y de las hojas.En el interior, las claraboyas del techo permitían ver el cielo, que seguía encapotado, pero la galería en sí estaba brillantemente iluminada con focos y plafones. El silencio era tan absoluto que tuvo la impresión de estar en una iglesia, pero al mirar a su alrededorse dio cuenta de que aquelsitio estaba dedicado al culto del arte.Había esculturas en mármol, madera, hierro y bronce, y todas ellas estaban colocadas con un cuidado exquisito. En vez de competir entre ellas, parecían estar en perfecta armonía, igua
—Marion, creo que te estás olvidando de algo: sin importar lo que Kevin sienta o deje de sentir por mí, quiere a Michael.—Hay que ser muy patética para utilizar a un niño.—Eso es verdad —Laurent la miró a los ojos con expresión firme—. De hecho, en eso tienes toda la razón —cuando vio que la respuesta daba en la diana, añadió con calma—: Cuando Kevin llegue, te agradecería que le dijeras que le estoy esperando aquí.—¿Para que puedas correr a esconderte detrás de él?—No creo que las razones de mi esposa para venir a verme sean de tu incumbencia—dijo Kevin, desde la puerta.Cuando las dos mujeres se volvieron hacia él, Kevin vio la furia en el rostro de Marion y la agitación en el de Laurent, pero ambas mujeres se apresuraron a recomponerse, cada una a su propia manera. Marion enarcó una ceja y sonrió, y Laurent entrelazó las manos y levantó la barbilla.—Querido, sabes que es mi deber proteger a mis artistas de esposas y amantes histéricas —Marion fue hacia él, y le puso una mano
Laurent no podía dormir.Su memoria y su imaginación parecían haberse aliado contra ella, y no podía dejar de pensar en lo que había pasado y en lo que podía suceder al día siguiente. Hacía casi un año que se había ido de Boston y había decidido enfrentarse a sus miedos, pero ya no estaba sola.Kevin no había esperado a concertar una cita con su abogado en horas de oficina, sino que le había llamado y le había pedido, o más bien exigido, que fuera a verlos.Habían discutido sobre su vida, su hijo, su matrimonio y su futuro mientras tomaban café y pastas en el salón y una ligera neblina cubría la bahía. Al principio, había sentido vergüenza al contarle a un desconocido los detalles de su vida y de su primer matrimonio, y al admitir los errores que había cometido, pero la sensación se había ido desvaneciendo.En cierto modo, había sentido como si estuviera contando las experiencias de otra persona, y cuanto más abiertamente hablaban de ello, mientras el abogado iba anotando los detalle
Kevin la miró por un segundo, pero fue suficiente para que ella se diera cuenta de que aquellas palabras no habían bastado.—Sí, las cosas son distintas, pero no puedo entender por qué no odias a cualquier hombre que te toque siquiera —dijo él, de pie en la sombra. Tenía las manos metidas en los bolsillos de su bata, fuertemente apretadas en puños.—Hubo una un tiempo en la que no habría permitido que ningún hombre se me acercara, pero pude empezar a poner las cosas en perspectiva mediante terapia, escuchando a otras mujeres que habían superado situaciones parecidas. Cuando tú me tocas, cuando me abrazas, no recuerdo nada de todo aquello, sino que siento lo que siempre quise sentir por el hombre que fuera mi esposo.—Si estuviera vivo, querría matarlo —dijo él sin ninguna inflexión en la voz—. Me da rabia que ya esté muerto.—No te atormentes así —Laurnt alargó una mano hacia él, pero Kevin sacudió la cabeza y volvió junto a la ventana—. Estaba enfermo, pero yo no lo sabía en aquel en