Aquella caricia hizo que estallara el deseo que lo atormentaba noche y día, e incapaz de contenerse, Gtensó los brazos a su alrededor y empezó a devorarle la boca. Ella respondió con un gemido que él apenas logró oír, con un temblor que casi ni notó. Tenso, hambriento, cayó víctima de ella y de sus propios anhelos. La pasión no era algo nuevo para él, había sentido deseo de forma pasajera,deseo apasionado y con más o menos intensidad; entonces, ¿por qué aquello parecía una experiencia completamente nueva? Había tenido a otras mujeres en sus brazos en el pasado, había sentido su suavidad y había saboreado su dulzura, pero jamás había conocido una suavidad ni había experimentado una dulzura como las de Laurent. Su boca inició un lento recorrido por el rostro de ella, por el contorno de su mandíbula, por su cuello, saboreándola y devorándola. Sus largas manos se deslizaron bajo la camisa que ella llevaba, y empezaron a explorarla en dirección ascendente. Al principio, la delicada línea
Finalmente, respiró hondo, abrió la puerta y entró.Él estaba junto a la larga hilera de ventanas, con un pincel en la mano,trabajando en uno de los cuadros que había estado apilado a medio terminar en la cabaña. Ella se acordaba de él, era una escena en la nieve, un paisaje solitario y desnudo que lograba atraer la atención. La combinación de tonos blancos, fríos azules y plateados reflejaba un cierto aire de desafío. Pensó que el cuadro se adecuaba perfectamente a la situación, ya que un impulso desafiante era precisamente lo que ella necesitaba en ese momento.Él estaba tan concentrado en su trabajo, que ni siquiera la había oído entrar.No estaba dando largas pinceladas, sino añadiendo con delicadeza detalles tan diminutos, tan exactos, que Laurent casi podía oír el sonido del viento.—¿Kevin? —dijo, asombrada de que hiciera falta hacer tanto acopio de valor para pronunciar un simple nombre.Él se detuvo de inmediato, y se volvió hacia ella con obvia irritación. Nunca había permi
—Es increíble lo rápido que está creciendo —con orgullo de abuela y luciendo un nuevo y elegante peinado, su suegra se sentó en la mecedora de la habitación del pequeño, con el bebé en sus brazos.—Sí, nadie diría que nació prematuramente —dijo Laurent, sin saber aún cómo comportarse con Amanda. Con movimientos tranquilos, siguió doblando la ropita recién sacada de la secadora—. Lo hemos llevado hoy a hacerle una revisión, y el médico dice que está sano como un roble —se llevó un pequeño pijama a la mejilla, y disfrutó de la suavidad aterciopelada de la prenda, que sin embargo no podía compararse a la de la piel de su hijo—. Quería darte las gracias por recomendarme al doctor Stone, es fantástico.—Me alegro de que te guste, pero no hace falta la palabra de un pediatra para saber que el niño está completamente sano, mira la fuerza que tiene —Amanda rió con suavidad mientras Michael se aferraba a su mano, pero lo detuvo cuando el niño quiso chupar su anillo de zafiros—. Tiene tus ojos.
—Todo eso ha quedado atrás, ya no soy la persona que era entonces.—No puedo darte mi opinión, porque no te conocía en esa época, pero está claro que una mujer que ha conseguido salir adelante completamente sola tiene grandes reservas de fuerza y determinación. ¿No crees que es hora de que las utilices, y plantes cara a tus enemigos?—Ya lo he hecho.—Te has cobijado en tu propio oasis. Sé que necesitabas hacerlo por un tiempo, y que al huir demostraste tener tanto una enorme valentía como una gran resistencia, pero llega un momento en la vida en que hay que plantar los pies en el suelo y hacer que se escuche tu voz.Laurent era consciente de que se había dicho mil veces cosas parecidas, y que se había odiado por no ser capaz de llevar las palabras a la práctica. Miró hacia la cuna y contempló a su hijo, que gorjeaba alegremente mientras intentaba atrapar los pajaritos de colores que giraban por encima de su cabeza.—¿Y qué quieres que haga?, ¿que vaya a juicio, que se lo cuente a la
Nadie tuvo la culpa de que Michael eligiera precisamente aquella tarde para exigir todo el tiempo y la atención que se le podían dar a un niño. Kevin lo paseó, lo meció, le cambió los pañales, jugó con él, lo arrulló… sólo le faltó darle el pecho. Por suparte, Michael gorjeó, lo miró con sus ojos enormes… y se desgañitó llorando cada vez que se veía de nuevo en la cuna. Hizo de todo, menos dormir.Al final, Kevin abandonó la idea de trabajar y se llevó al niño de un lado a otro.Se comió un sándwich pollo y empezó a leer el periódico con él acurrucado en el brazo, y como no había nadie que pudiera reírse de él abiertamente, discutió con el bebé sobre asuntos de política internacional y sobre los resultados de la liga de fútbol mientras el niño se dedicaba a sacudir un sonajero y a hacer pompitas con la boca.Cuando finalmente consiguió encontrar uno de los sombreritos de punto que Laurent había comprado para proteger al niño de la brisa primaveral,salieron a dar un paseo por el jardín,
Hacía mucho tiempo que no había sido sólo una mujer enamorada.De pie frente al espejo del cuarto de baño, que estaba empañado con el vaho de la ducha, pensó que en ese momento parecía muy femenina. El camisón que llevaba era de un tono azul muy claro, casi blanco, y lo había elegido porque le había recordado a la nieve de las montañas en Colorado. Tenía unos pequeños tirantes y un corpiño de encaje, y al pasar la mano por encima experimentalmente, comprobó de nuevo la suavidad y la finura del tejido.¿Debería recogerse el pelo, o dejarlo suelto?, ¿acaso importaba realmente?¿Cómo sería convertirse en la mujer de Kevin…realmente? ¿Totalmente?Se llevó una mano al cliente y esperó a que se disipara un poco su nerviosismo, y cuando los recuerdos amenazaron con salir a la superficie, luchó por hacer que retrocedieran.Esa noche iba a seguir el consejo de Amanda, y no iba a pensar en el pasado, sino en el futuro.Amaba a Kevin con todo su corazón, pero no sabía cómo decírselo. Expresarse
Kevin sabía que tenía que ser cuidadoso por ella. Se había sentido aterrorizado con el primer contacto de su piel, porque a pesar de que ella había estado con otro hombre y había dado a luz a un bebé, tenía una inocencia que él había visto hora tras hora al pintarla. Y si iba a arrebatarle esa inocencia, estaba decidido a darle placer a cambio. Ella era increíblemente receptiva y sensible, y su cuerpo parecía fluir bajo sus manos. Su piel se volvía aún más cálida en cada punto que él cubría con sus labios, pero aunque ella le entregaba todo lo que le pedía, aún conservaba cierto aire de timidez, de duda, y él quería llevarla más allá de ese límite. Lentamente, con movimientos que eran apenas un susurro contra su piel, le fue quitando el camisón mientras seguía el paso del encaje con sus labios. Cuando la oyó gemir, sintió que estallaba en llamas. Jamás había imaginado que un sólo sonido podía llegar a ser tan excitante y seductor. Con la boca abierta, le cubrió de besos la piel h
Días después, reflexionó que ella no cambiaría nada en él, ni de su apariencia ni de su forma de ser. A veces deseaba que él se abriera un poco más, que compartiera con ella sus sentimientos y sus ideas, pero no había perdido la esperanza, y creía que algún día llegaría a hacerlo.Quería formar parte de su vida completamente, como amante, esposa y compañera, pero de momento sólo había llegado a ser las primeras dos cosas.En ese momento se abrió la puerta, y se volvió hacia ella.—Si estás lista, podemos…Él se paró en seco y se la quedó mirando con la boca abierta. Aquella era la mujer de la que ella misma le había hablado, la que aparecía en las portadas de las revistas y se ponía delante de una cámara luciendo sedas y abrigos de piel. Estaba frente al espejo, y su cuerpo esbelto y perfecto estaba cubierto por un vestido colorazul medianoche de corte sencillo, que le dejaba los hombros y el cuello al descubierto y enmarcaba sus senos de forma cautivadora, antes de caerle en líneas