—Todo eso ha quedado atrás, ya no soy la persona que era entonces.—No puedo darte mi opinión, porque no te conocía en esa época, pero está claro que una mujer que ha conseguido salir adelante completamente sola tiene grandes reservas de fuerza y determinación. ¿No crees que es hora de que las utilices, y plantes cara a tus enemigos?—Ya lo he hecho.—Te has cobijado en tu propio oasis. Sé que necesitabas hacerlo por un tiempo, y que al huir demostraste tener tanto una enorme valentía como una gran resistencia, pero llega un momento en la vida en que hay que plantar los pies en el suelo y hacer que se escuche tu voz.Laurent era consciente de que se había dicho mil veces cosas parecidas, y que se había odiado por no ser capaz de llevar las palabras a la práctica. Miró hacia la cuna y contempló a su hijo, que gorjeaba alegremente mientras intentaba atrapar los pajaritos de colores que giraban por encima de su cabeza.—¿Y qué quieres que haga?, ¿que vaya a juicio, que se lo cuente a la
Nadie tuvo la culpa de que Michael eligiera precisamente aquella tarde para exigir todo el tiempo y la atención que se le podían dar a un niño. Kevin lo paseó, lo meció, le cambió los pañales, jugó con él, lo arrulló… sólo le faltó darle el pecho. Por suparte, Michael gorjeó, lo miró con sus ojos enormes… y se desgañitó llorando cada vez que se veía de nuevo en la cuna. Hizo de todo, menos dormir.Al final, Kevin abandonó la idea de trabajar y se llevó al niño de un lado a otro.Se comió un sándwich pollo y empezó a leer el periódico con él acurrucado en el brazo, y como no había nadie que pudiera reírse de él abiertamente, discutió con el bebé sobre asuntos de política internacional y sobre los resultados de la liga de fútbol mientras el niño se dedicaba a sacudir un sonajero y a hacer pompitas con la boca.Cuando finalmente consiguió encontrar uno de los sombreritos de punto que Laurent había comprado para proteger al niño de la brisa primaveral,salieron a dar un paseo por el jardín,
Hacía mucho tiempo que no había sido sólo una mujer enamorada.De pie frente al espejo del cuarto de baño, que estaba empañado con el vaho de la ducha, pensó que en ese momento parecía muy femenina. El camisón que llevaba era de un tono azul muy claro, casi blanco, y lo había elegido porque le había recordado a la nieve de las montañas en Colorado. Tenía unos pequeños tirantes y un corpiño de encaje, y al pasar la mano por encima experimentalmente, comprobó de nuevo la suavidad y la finura del tejido.¿Debería recogerse el pelo, o dejarlo suelto?, ¿acaso importaba realmente?¿Cómo sería convertirse en la mujer de Kevin…realmente? ¿Totalmente?Se llevó una mano al cliente y esperó a que se disipara un poco su nerviosismo, y cuando los recuerdos amenazaron con salir a la superficie, luchó por hacer que retrocedieran.Esa noche iba a seguir el consejo de Amanda, y no iba a pensar en el pasado, sino en el futuro.Amaba a Kevin con todo su corazón, pero no sabía cómo decírselo. Expresarse
Kevin sabía que tenía que ser cuidadoso por ella. Se había sentido aterrorizado con el primer contacto de su piel, porque a pesar de que ella había estado con otro hombre y había dado a luz a un bebé, tenía una inocencia que él había visto hora tras hora al pintarla. Y si iba a arrebatarle esa inocencia, estaba decidido a darle placer a cambio. Ella era increíblemente receptiva y sensible, y su cuerpo parecía fluir bajo sus manos. Su piel se volvía aún más cálida en cada punto que él cubría con sus labios, pero aunque ella le entregaba todo lo que le pedía, aún conservaba cierto aire de timidez, de duda, y él quería llevarla más allá de ese límite. Lentamente, con movimientos que eran apenas un susurro contra su piel, le fue quitando el camisón mientras seguía el paso del encaje con sus labios. Cuando la oyó gemir, sintió que estallaba en llamas. Jamás había imaginado que un sólo sonido podía llegar a ser tan excitante y seductor. Con la boca abierta, le cubrió de besos la piel h
Días después, reflexionó que ella no cambiaría nada en él, ni de su apariencia ni de su forma de ser. A veces deseaba que él se abriera un poco más, que compartiera con ella sus sentimientos y sus ideas, pero no había perdido la esperanza, y creía que algún día llegaría a hacerlo.Quería formar parte de su vida completamente, como amante, esposa y compañera, pero de momento sólo había llegado a ser las primeras dos cosas.En ese momento se abrió la puerta, y se volvió hacia ella.—Si estás lista, podemos…Él se paró en seco y se la quedó mirando con la boca abierta. Aquella era la mujer de la que ella misma le había hablado, la que aparecía en las portadas de las revistas y se ponía delante de una cámara luciendo sedas y abrigos de piel. Estaba frente al espejo, y su cuerpo esbelto y perfecto estaba cubierto por un vestido colorazul medianoche de corte sencillo, que le dejaba los hombros y el cuello al descubierto y enmarcaba sus senos de forma cautivadora, antes de caerle en líneas
Mientras bebía un sorbo del champán que parecía fluir incesantemente entre los invitados, recordó que a su hermano pequeño le encantaban las fiestas como aquella, la risa, la gente y los rumores. Michael había sido un cotilla impenitente.Todo el mundo le adoraba a los pocos minutos de conocerlo, y era una persona extrovertida, divertida y cariñosa tanto con los desconocidos como con sus amigos.Michael había sido el verdadero héroe, ya que siempre estaba haciendo favores sin pedir nada a cambio, y siempre estaba dispuesto a ayudar o a mostrarsu entusiasmo.por un proyecto.Sin embargo, tenía una vena de genio y firmeza que le había proporcionado un cierto equilibrio, y que había impedido que fuera demasiado… demasiado bueno, por decirlo de alguna manera.Dios, aún lo echaba mucho de menos, a veces con una intensidad insoportable.En aquella fiesta había personas que habían conocido a su hermano, que habían.conversado y brindado con él. A lo mejor eso era lo que había hecho que su dol
—¿Por qué estás haciendo esto? —susurró—. ¿Qué importancia puede tener para ti mi pasado?—Querida, todo lo que tiene que ver con Kevin tiene importancia para mí. Voy a hacer que llegue a la cima, y no pienso dejar que nada impida su ascenso a lo más alto. Por cierto, me gusta mucho tu vestido —añadió. En ese momento vio que Amanda se acercaba a ellas, y se escabulló sin añadir nada más.—¿Estás bien, querida? Te has puesto blanca como la cera. Ven, siéntate en una silla.—No, necesito algo de aire —consiguió decir, antes de ir a toda prisa hacia las puertas acristaladas que daban a la terraza de piedra.Amanda la siguió, y una vez fuera, la tomó del brazo y la condujo a una silla.—Vamos, siéntate un rato, antes de que Kevin nos encuentre. Si te ve así, me echará la culpa por hacer que salgas y que empieces a hacer vida social demasiado pronto.—No tiene nada que ver con eso.—Y mucho que ver con Marion —Amanda tomó el vaso de agua que Laurent estaba apretando con fuerza, y le dijo c
Estaba en el jardín cuando empezó a nublarse. Se había acostumbrado a pasar allí las mañanas, mientras el niño dormía o se mecía en su columpio. La casa se ensuciaba poco, y Kevin sólo era descuidado cuando estaba pintando, así que normalmente tenía pocas tareas en las que ocuparse. Lo cierto era que había tantas habitaciones, tanto espacio, que aún no se había integrado en aquel sitio. Se sentía como en su casa en la habitación del niño, va que la había decorado ella misma y se pasaba muchas horas allí, tanto de día como de noche, pero el resto de la casa, repleto de antigüedades, alfombras caras y madera pulida, le resultaba completamente indiferente y distante. Necesitaba aire y espacio, y gracias al benigno tiempo primaveral había descubierto que le gustaba la jardinería; disfrutaba del tiempo soleado, de los olores y de la sensación de la tierra bajo sus manos, y leía todos los libros sobre plantas que podía encontrar para familiarizarse con las flores y los arbustos, y con los