―Esos malditos hijos de puta.Era la onceava grosería seguida de Derek. Me cansé de seguirlo con la mirada, dando vueltas en la habitación con el teléfono en mano.Se me olvidaba las actitudes que adquiría a la hora de los robo. Y era un recuerdo escalofriante; lo que hizo conmigo, lo que hizo con su empleado. Pero mis padres se merecían el trato que estaba segura que Derek les daría una vez que los encontrara.Lo que estaba ocurriendo con mis padres, no desencadenará ningún sentimiento antiguo por la vez que le robé, ¿verdad? No estaba segura que tanto me había perdonado aquel hombre. En la bañera podrá haber dicho mucho, sin embargo, sus sentimientos eran volubles.Permanecía con ese miedo que sus sentimientos cambiarán, que su odio por mí se volviera más fuerte que su afecto. Podría volver a humillarme frente a sus empleados, a ponerme sobre su regazo y pegarme. A veces tenía esos pensamientos, inclusive, hace unos días, tuve una pesadilla sobre eso, pero no fui capaz de contárselo
―Este lugar es una bazofia, ¿qué hacen los ladrones de tus padres con el dinero que roban?―Dije que robaban, no que supieran administrarlo.―Da igual. Este lugar no es apto para humanos ―Supongo que era el lugar más horrible que había visitado, porque se le iban a salir los ojos de la impresión. Me alegra saber que mi anterior apartamento es considerado un mejor lugar que este―. Parece un criadero de inadaptados.Le arrojé una mirada feroz. ¿Me llamó inadaptada?―Pero tú eres la excepción, por supuesto ―añadió con rapidez, dándome una ligera nalgada. ―Vamos. Acabemos con esto de una vez y trata de controlarte.¿Por qué le dije eso? ¿Por qué le dije que se controlara cuando los quiero ver pagar?―Si querías que me controlara, no debiste venir. No pienso tener consideración con ellos ―Se bajó del vehículo, dando un portazo.Lo seguí, unos pasos más atrás, viendo el suelo agrietado. Grietas que no estaban acá hace unos años, un pequeño recordatorio de que el tiempo había pasado, ya no e
El corazón casi se me salió del pecho, pegué un brinco digno de un cobarde. Abracé el brazo de Derek con mi extremidad buena. Busqué por todas partes el causante de aquel escalofriante chillido. Y entonces lo vi, un patito de hule con un esmoquin.Había demasiados cosas regadas por doquier. ¿Estás personas en verdad robaron un patito de hule con esmoquin? ¿Razón? Seguro que no tienen. Derek lo pisó a propósito y el muñeco de baño emitió el mismo ruido.Me acababa de asustar por el sonido de un pato de hule. ¡Que vergüenza!―Tranquila, mi amor, te protegeré de cualquier patito de hule que se atreva asustarte ―Y lo pisó tan fuerte que lo reventó.Lo decía jugando, pero sus acciones parecían las de un mafioso.―Tú no eres normal.―¿Seguimos? ―preguntó, manteniendo su brazo como apoyo para mí. ―Sí.Continué caminando con extremo cuidado entre los objetos desparramados en el suelo. ¿Cuáles eran las posibilidades de encontrar una mina escondida?A los minutos, escuché los gruñidos de Dere
―¡Hazlo! Me ahorraría el trabajo de llamarlos yo mismo para denunciarlos por robo, desgraciado.No sabía que pensar de la situación. Mi esposo por obligación estaba asfixiando a mi padre desobligado.Ninguna emoción de compasión cruzó mi corazón al ver a mi progenitor en ese estado, con los ojos desorbitados y amenazando con ponerse en blanco dentro de pocos segundos. Y aún así, no quise intervenir. ―¡Suelta a mi esposo, maldito! ―exclamó mi madre.Corrió en dirección a mi esposo, preparada para atacar. Sin embargo, fui más rápida y la abofetee, desorientándola. Se quedó quieta, sorprendida. Inclusive, yo estaba sorprendida. No podía creer mi accionar.Solo le había levantado la mano a mi madre una vez y tuve que huir de casa en el proceso porque pensé que la había matado y creía que mi padre me mataría a mí por eso. Derek soltó a mi padre con prisa y se interpuso entre mi madre y yo, supongo que usando su cuerpo como una barrera por si mi madre intentaba devolverme el golpe. Con mi
Otro maldito día; la misma testada rutina, la misma insípida comida, la mayor parte de mi día trabajando en una aburrida oficina, tolerando a una arrogante y prepotente jefa. Apenas llegue a mi casa veré por décima vez en esta semana la película: quiero matar a mi jefe. Estuve matándome estudiando para terminar siendo la asistente de una infeliz millonaria clasista y sin corazón. Me endeudé en la universidad, pagando una costosa matrícula la cuál aún debo, ¿para esto? ¿Esta era mi gran meta en la vida? No sé qué es peor, ¿tener a la peor jefa del mundo o que la peor jefa del mundo sea mi ex compañera de universidad que siempre me detestó? Por algún motivo que no entiendo, siempre estuvo en mi contra. Si yo decía que el pasto era verde, ella proclamaba que era amarillo. Si decía que el océano era azul, ella juraba que era rosado. La vida era tan injusta. Mientras yo me endeudaba para poder pagar la universidad, ella iba a grandes fiesta, nunca estudiaba y pasaba los semestr
Se me cortó la respiración. Llevaba años sin verlo en persona, específicamente desde los veintiuno. No podía negar que este hombre siempre fue atractivo hasta el punto de ser doloroso. Y los años solo lo mejoraron y le dieron un aire de madurez y sofisticación difícil de pasar por alto. Su estatura rozaba el metro noventa, sus piernas eran largas y bien definidas. Sus hombros anchos cubiertos con el traje de vestir. Siempre tuvo una contextura envidiable, no era ni muy robusto ni muy flaco, un equilibrio perfecto entre ambos. Me preguntaba cómo se vería sin camisa, que tanto se le marcarían los músculos. Me encontré con su mandíbula marcada y las facciones de su rostro eran armoniosas. Su cabello negro azabache estaba peinado hacía atrás y sus ojos grises creaban un gran contraste con su piel pálida. Jamás lo negué, físicamente me atraía, pero su personalidad me alejaba. Un brillo burlón bailaba en sus ojos grises. No sabía que expresión tenía mi rostro, pero debí que
El rostro de Derek era tan severo como armonioso. Sus fosas nasales se ensanchaban, su mandíbula estaba tensa y sus labios eran una línea recta. Sus ojos grises me evaluaron de arriba abajo, recorriendo mis piernas desnudas, mi blusa suelta que dejaba a la imaginación mis curvas, mis pequeños pechos que no se notaban gracias a la tela. A una chica de busto grande o promedio se le hubieran notado los senos a través de la tela, la forma al menos. Pero a mí no. Mis limoncitos no resaltaban. Y aún así, Derek las miraba con una intensidad que me hacía preguntar que estaba pasando por su mente. Por fin vio mi rostro y apartó la mirada sin mostrar expresión alguna. Aproveché y examiné su cuerpo. Tenía puesta una pijama sencilla; una camisa manga larga blanca y un pantalón gris de algodón. Parpadeé con pesadez. Mi cerebro aún estaba medio dormido, pero no comprendía porque se encontraba en esas fachas. Cómo si hubiera saltado de la cama. Pero eso no tenía sentido, porque había llamad
Me aclaré la garganta, pasando del rostro de Derek, al de su acompañante y el de mi jefa. Katy se encontraba con el ceño fruncido, los labios rojos apretados y la mandíbula tensa. Estaba celosa. El hombre con el que estaba intentando concertar un matrimonio tiene sus manos puestas sobre una secretaria que estudió en el pasado con él. Me solté bruscamente. ―No, no estaba fumando. Recordé al desgraciado de Martin; el prestamista, y lo maldije mentalmente. No era consciente del calibre de mi olor porque el humo que soltó en mi cara bloqueó mis fosas nasales. Pero debió ser tan grave para que Derek se diera cuenta solo por pasarle por el lado. Volvió a sujetar mi muñeca y llevó su nariz a la palma de mi mano. Mi corazón dio un vuelco por su forma tan íntima y personal de tocarme. No podía negar que este hombre me afectaba, no estaba hecha de hierro. Tenía corazón y hormonas como el resto de las mujeres. Físicamente era perfecto, el problema era su forma de tr