Mi amado alfa no me rechaces
Mi amado alfa no me rechaces
Por: Dayrin
Capítulo 1

Cuenta la leyenda que un alfa llamado Alastor Bismarck, rey de la manada «luna blanca» fue castigado junto a todos sus lobos por la diosa luna. El pecado de ellos fue la maldad de su corazón, se destruían entre ellos y la codicia y vanidad los hacia no querer darle lugar a las lobas solteras o comprometidas abusando de ellas y quitándoles sus purezas. hacían mal a otras manadas provocando así, que todas estuvieran en contra de ellos, ya que muchas veces les robaban las mujeres qué, desde su codicia y egoísmo ellos deseaban.

El alfa Alastor, era el más pequeño de cinco hermanos, pero el más sangriento y despiadado, y decidió quitarle la vida a todos sus hermanos para quedarse con el trono antes de tiempo. Tuvo un reinado próspero y fértil, pero estaba basado en la lujuria y vanidad y solo derramar sangre los hacía sentirse saciados, cualquiera que se atreviera a enfrentarlos no dudaban en derramar su sangre, inocente o culpable todos pagaban a una. Causaban el terror a su paso y eran reconocidos por ser la manada con un alto índice de mortalidad, pues no les importaban matarse entre ellos y derramar la sangre de sus propios hijos, sin amor a nada, porque el amor, el respeto y la compasión la habían perdido por la vanidad de sus corazones.

Alastor; quien era rey, vivía de la buena vida y tomaba cualquier loba que sus ojos veían deseable y atractiva, era conocido como el lobo del rostro lujurioso, pues con verlo a su atractivo rostro varonil causaba el deseo de las mujeres, entregándose a pasiones pecaminosas con él, aun teniendo parejas, no importaba si era la mujer de otro lobo y había sido marcada por él, las mujeres caían a sus pies después de escuchar sus mentiras seductoras provocando así el rechazo de su pareja y dejándolas en completo abandono, provocando el suicidio en ellas y la depresión del rechazo hasta morir.

Él era un lobo alto y tan apuesto, sin olvidar su vigor y su voz imponente y dura, sacaba a cualquiera de sus cinco sentidos. Sus ojos azules llamaban tanto la atención por su brillo especial, sus facciones marcadas y su ancha espalda y abdomen marcado, igual que cada uno de sus músculos. Sus piernas largas y grandes y lo grande de sus manos callosas y pies. El bulto en la parte delantera de sus pantalones que era más que notorio anunciando lo que había debajo de la ropa y la sonrisa levantando una ceja haciendo que el fleco que caía en su frente se moviera.

Lo más pequeño de él, era inevitable no ver, porque su atractivo era demasiado perfecto, como si lo hubiesen dibujado con un pincel. Era imposible no darse a notar en cualquier reunión o presentación, sin olvidar lo arrogante y orgulloso que era. Los celos y envidia de otros alfa y manadas se hacían presente y buscaban la manera de destruirlo culpando a la diosa luna por todo el mal comportamiento de aquella manada que pese a todo su desastre, era próspera y eso también era causa se envidia.

Así pasaron los años, el alfa se negaba a tener pareja porque no quería tener hijos, solo él tenía derecho al trono.

Un día la diosa descendió y maldijo a Alastor diciéndole que la había decepcionado y que pasarán años y años hasta que su maldición termine, pero será tanto el tiempo de su sufrimiento que le sera casi imposible darse cuenta de cuando su implacable ira acabe. Su alma y su vida todo se reducirán a polvo y putrefacción, el hambre y la sed los consumirá como la polilla a la madera por cuanto el hirió y derramó sangre inocente.

Hirió su hermoso rostro con una cicatriz desde una ceja hasta sus labios, la cual arruinaba su belleza. Mientras lloraba arrodillado a los pies de la diosa, suplicándole que por lo menos le dejé su rostro intacto, ella le dijo unas últimas palabras.

"Tú vivirás bajo la sombra de tu casa, bajo la sombra de todos y te quedarás solo hasta que me acuerde de ti, pasarán años y no sabrás el día ni la hora. Que mi maldicion pese sobre ti hasta que tú corazón sea humilde y tu orgullo no pese más... hasta que puedas sentir amor. Cuando hablen de ti en tiempo pasado, cuando ya nadie se acuerde de ti, te llamarán el alfa de la belleza m*****a, porque tú don de la belleza fue maldito y lo usaste para lastimar a las mujeres que dan vida a las manadas, serás olvidado junto a tus lobos y los caminos se cerrarán, serás como un cuento de terror para asustar a los niños y hablarán pestes de ti, diciendo lo malo que fuiste y como la soberbia y el orgullo te hicieron perecer, la sequía los consumirá y llorarán por probar una gota de agua o comer un pedazo de carne"

La maldición era tan poderosa que todas las mujeres que lo miraban tenían miedo y era aborrecido por ellas, pues todas lo despreciaban como carne putrefacta, la cual huele mal y nadie se le acerca porque está llena de gusanos.

A los demás lobos les dijo; "no habrá para ustedes mujeres y no existirá el amor. Sus mujeres huirán y los lazos que las ataban a ustedes se romperán, ninguna mujer le dará a luz hijos y ninguno morirá, pues sufrirán las consecuencias de haber hecho lo malo delante de mí.

Para Alastor esto fue un castigo demasiado duro, pues no comprendía como era que su destino iba a ser tan cruel, pero hubo unas palabras que se quedaron rondando en su cabeza "¿hasta que sienta amor?"

Los caminos a luna blanca se cerraron para siempre con ramas de espinas gruesas y flores negras, y cuando hablaban de su manada solo decían que una vez vivió allí un rey muy poderoso, el lobo del rostro lujurioso y que por esa misma lujuria fue maldito y su rostro arruinado y su manada quedó entre las espinas.

Aquella manada se perdió en el bosque y sus caminos nunca más fueron hallados, cualquiera que conociera los alrededores no se paseaba cerca, pues decían que un mal rondaba y todos solían ser muy supersticiosos.

Los años pasaron como la diosa había dicho, luna blanca, la manada que fue muy famosa una vez, perdió todo su poder, valor y dignidad y ahora era una manada de la cual se referían como un lugar tenebroso donde nadie ningún lobo tenía el valor de pisar o asomarse y ningún ser vivo se paseaba incluyendo animales. Espinos y cardos crecieron y ramas llenas de espinas, nunca más cayó la lluvia y el viento no existía, los árboles se secaron y la gran mansión se iba desvaneciendo poco a poco.

***

—¡AHHHH!—grita el alfa, se había enfrentado con lobos que querían quitarle el puesto de alfa de su propia manada, pero aun así los vencía porque su fuerza les sobrepasaba.

—estoy harto de esta maldición, han pasado años y años y esta m*****a maldición no desaparece, no recuerdo el sonido de la lluvia o como se siente comer una m*****a fruta—

patea un escombro molesto. El alfa era agresivo e imponente, estaba lleno de odio y cualquiera que le respirara muy cerca era capaz de estrangularlo o peor que eso, arrancarle la cabeza si no estaba de buen humor, cosa que pasaba poco. Tenía un beta quien era su mano derecha y encargado de sus mandados fuera de la manada, pues aquel beta era de corazón más blando que él y muy inteligente.

—señor Alastor, debe tener paciencia, tengo fe, que este año seremos libres, en lo que pude entender sobre que debes aprender a sentir amor, tal vez es porque con un beso de amor, tú hechizo se romperá-

Alastor se ríe con ironía y se quita lo que cubría su rostro

—¿CREES QUE ALGUIEN ME BESARA CON EL ROSTRO DESFIGURADO? TU FE NO ME SIRVE ARLO, DEJA DE LEER CUENTOS PARA NIÑOS— el beta se hecha hacia atrás para evitar ser asesinado esperando que se calme, porque ya estaba acostumbrado a esa situación.

—ninguna mujer amara un hombre como yo, aún recuerdo como me despreciaban y corrían lejos de mí, después de que todas morían aunque sea porque les hablara, así que deja la idiotez, tal vez se refería a aprender a tener amor entre nosotros mismos, ni siquiera nos ha importado herirnos en ocaciones aún viendo lo mal que estamos—

estrelló unos libros viejos que estaban en una mesa polvorienta y subió las escaleras viejas y sucias a su habitación.

Todo el Castillo una vez fue hermoso, pero debido a la maldición parecía un castillo abandonado lleno de mugre y suciedad. Los espejos estaban rotos y tapados, pues Alastor no soportaba verse desfigurado.

El beta Arlo, hacía todo lo que podía, no había mujeres en la manada para realizar la limpieza y los lobos que vivían en la manada, vivían en conflictos. Tenían que cazar y de cada caza darle la mitad a Alastor, era una regla que cualquiera que la violara lo matarían y sería comido por los demás, ya que el hambre azotaba a los lobos y el agua escaseaba, por lo que tenían que buscar y traer para el alfa Alastor.

Quitó todos sus harapos y se metió a la bañera, era amplia por el hecho de que él era muy grande.

Se quedó meditando como cada día recordando las palabras de la diosa luna, quien nunca más volvió a aparecerse ante él. Terminó su baño y dejando caer agua al piso seco su cuerpo y se vistió para ir a sentarse para la cena.

—acabo de secar el piso, no otra vez...—

—te quejas demasiado Arlo, como si tuvieras tanto que hacer aquí— bufa, mientras se acomoda para que él le corte el cabello y quite su barba, pues no le gustaba, así que, arlo molesto, le responde:

—si hay mucho que hacer, cada día tenemos que cazar y buscar agua que es muy difícil— La voz de Alastor era imponente y varonil pese a todo, su mirada era intensa como si a cazarte fuera.

Arlo terminó de cortar su cabello y afeitó la barba con una navaja

—¿se ha dado cuenta de algo alfa? Justo como estoy, podría herirlo y cortar su garganta sin que usted sepa ni tenga tiempo para reaccionar—

—¿es un chiste o una amenaza?— alza las cejas

—creo que las dos— ríe luego de acabar, quitó todo el desastre de cabello y él espetó

—debes ser paciente Arlo, no me puedes matar aún y menos si quieres que la maldición termine un día—

Pese a que era agresivo y de poco hablar, con su beta se llevaba bien y era con el único que hablaba y se reía de sus chistes, pues él lo conocía desde los pies hasta la cabeza y le tenía aprecio sin importar qué, no como los demás lobos que anhelaban la cabeza del alfa aun sabiendo que él era su única posibilidad de poder salir de la maldición.

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