Capítulo 66

El puerto clandestino estaba sumido en la penumbra. Solo el vaivén de las aguas contra los muelles y el sonido distante de una bocina rompían el silencio espeso de la noche. Un grupo de hombres vestidos de negro descendió de un barco de carga sin nombre, moviéndose con precisión quirúrgica. No hubo palabras, solo miradas y gestos ensayados. Maletines intercambiaban manos, sobres gruesos pasaban de un bolsillo a otro. Un hombre alto, de facciones afiladas, sacó un fajo de billetes y se lo entregó a un estibador que miraba en todas direcciones, nervioso.

—No has visto nada —murmuró el ruso.

El estibador asintió apresuradamente y desapareció en la oscuridad.

Los hombres avanzaron por callejones estrechos, cruzando la ciudad con el sigilo de depredadores nocturnos. Sabían exactamente a dónde ir. No fue casualidad. Cada negocio, cada local, había sido cuidadosamente seleccionado semanas antes. La Bratva no dejaba nada al azar.

Un hombre de cabello oscuro y mirada gélida se detuvo frente a
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