Capítulo 64

Afuera, el sol brillaba con fiereza sobre los jardines impecables y las fuentes de mármol reflejaban la luz con destellos casi cegadores. Los guardias estaban apostados en cada rincón, reforzando la sensación de que aquella propiedad era una fortaleza impenetrable.

En una de las terrazas, Dante Bellandi estaba rodeado por varios de su personal de servicio. Con un cigarro entre los dedos y el ceño fruncido, daba órdenes con su tono grave y autoritario.

—Quiero que limpien la casa de huéspedes más grande —dijo, expulsando el humo con calma calculada—. Manden a alguien a cambiar las sábanas, repongan los artículos de baño y asegúrense de que haya comida suficiente en la despensa.

Fabio, que estaba tomando nota mentalmente, asintió.

—¿Desea alguna decoración especial, jefe?

Dante chasqueó la lengua con impaciencia.

—No es un hotel de lujo, Fabio. Solo quiero que sea habitable y cómoda para ellos. Que no les falte nada mientras estén aquí.

—Sí, señor. En un par de horas estará listo.

Dante
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