"La soledad es el silencio del alma, donde se escuchan los ecos más profundos de nuestro ser."
Alberth
Veo el cielo oscuro por la prominente lluvia. Estamos en el cementerio, el sepulcro de Edwards se está llevando a cabo y los únicos presentes son sus empleados, la nana de Valeria, ella, Jovanny y yo. Me siento mal por ella; verla llorar es tremendamente triste. Jovanny se le acerca y la abraza, reconfortando su dolor.
Pienso en lo último que Edwards me dijo antes de morir. ¿Quiénes serán sus enemigos? ¿Por qué razón lo querían muerto? Dejo de lado esos pensamientos al ver a una señora de pie cerca de un árbol. Ella llora a mares, me pregunto de quién se tratará.
—Alberth, creo que lo mejor será llevar a la chica a la mansión. Se nota débil. Acompáñala con su nana, mientras yo me quedo hasta el final —me dice Jovanny.
—Está bien, hermano —respondo.
Me acerco a la nana de Valeria y le digo que la ayude a llevarla al coche. La amable señora se acerca a la joven, quien reniega al principio, pero luego acepta llorando en los brazos de su nana.
—Vamos —le digo, ayudándola. Prendo mi camioneta y la ayudo a subir.
Manejo en dirección a la mansión de Edwards. Lo único que escucho es el llanto lastimero de Valeria, mientras su nana intenta reconfortarla.
—Mi niña, me duele el alma verte destrozada. Te acompaño en tu dolor, no te me derrumbes estoy contigo.
—Nana, quiero a mi papito de vuelta, lo necesito. Sin él no quiero vivir.
—No digas eso, cariño. Me matas a mí también.
Suelto un suspiro lastimero al escuchar esas palabras de tristeza.
Pasó más de una hora cuando llegamos a la villa de mi amigo. Aparqué la camioneta y ayudé a Valeria a bajar, pero antes de ponerse de pie, se desmayó. Rápidamente la levanté en mis brazos.
—Mi niña, Dios, dale fuerzas —susurra la señora Martha, indicándome la entrada de la mansión.
—Muéstrame la habitación y prepárale un té.
—Sí, enseguida.
Entré a la habitación de la chica y la recosté sobre su cama. Le tomé el pulso, que era débil, y luego toqué su frente, pero no tenía fiebre.
—Papá —susurra débilmente. Intento levantarme, pero sus manos me detienen—. No me dejes, papá; te necesito.
Está en una pesadilla. Me recuesto sobre el borde de la cama y acaricio su cabello. Ella sonríe entre sueños. Pobre, me pregunto qué pasará con ella ahora que su padre no está. Me imagino que su familia materna o su tío, hermano único de Edwards, se harán cargo de ella.
—Señor, aquí está el té —dijo Martha al entrar. Me levanto de la cama y le indico que le dé el té en pequeños sorbos.
—Debo irme. Cualquier cosa, no dude en llamarme.
—Está bien, señor. ¿Me pasa su contacto?
Asiento y le pido el móvil. Guardo mi número y luego marco al mío para que ella guarde el suyo.
—Gracias por todo —agradece, acercándose a Valeria.
Salgo de la mansión de mi amigo, sintiendo un sabor amargo y una profunda tristeza. Espero que la joven Valeria pueda superar esta irremediable pérdida, aunque lo dudo. La pérdida de un ser querido jamás se olvida, ni aun cuando pasen los años.
Al llegar a mi casa, me tiro sobre el sofá, cierro los ojos por el cansancio y aún mi cabeza está procesando la muerte repentina de Edwards. Los recuerdos de la noche anterior me invaden, la escena en la que todos estaban tan atónitos, incapaces de comprender cómo algo tan trágico podía haber ocurrido de manera tan súbita. La imagen de Valeria, con el rostro desencajado y los ojos hinchados de tanto llorar, me persigue.
—Alberth vas a querer que pida que te preparen el almuerzo—. La voz de mi tía Gloria me saca de mis pensamientos. Ella se acerca y se sienta a mi lado.
—Tía, gracias, pero no tengo apetito. Solo necesito un café bien cargado.
—Está bien. Lamento mucho la muerte de Edwards, quién lo diría. Que Dios consuele a sus familiares. —Asiento mirándola fijamente. Lo que no entiendo es por qué no hubo ningún familiar en el velorio, ni siquiera en el entierro.
—¿Todo bien, hijo? —cuestiona mi tía, sacándome de mis pensamientos.
—Sí, tía, todo bien. Iré a mi despacho.
—Está bien, te llevaré tu café...
Asiento, levantándome del sofá y caminando hacia mi biblioteca. Entro y cierro la puerta detrás de mí. Observo todo a mi alrededor, los libros ordenados en los estantes, el escritorio impecable. La soledad se siente más palpable que nunca. Esa chica se sentirá sola de por vida, así como lo estoy yo desde que mis padres murieron en ese crucero.
Me acerco a los cuadros en la pared, la imagen de mis padres en aquellos tiempos más felices. Me entristece profundamente. Es lamentable no tener a nuestros padres cerca. A veces, me pregunto cómo sería la vida si todavía estuvieran aquí.
*****
Entro a mi despacho y dejo caer en el sillón de cuero, perdido en mis pensamientos. La muerte de Edwards ha reabierto viejas heridas que creía cicatrizadas. Suspiro profundamente, intentando aliviar el peso en mi pecho. La soledad se cierne sobre mí como una sombra constante.
—Aquí tienes tu café — articulo mi tía, entrando con una bandeja y dejándola sobre el escritorio. Me ofrece una sonrisa compasiva.
—Gracias, tía —respondo, tomando la taza entre mis manos. El calor del café es reconfortante, aunque no mitiga del todo el frío que siento por dentro.
Ella se queda un momento en silencio, luego acaricia mi hombro con ternura antes de salir del despacho, dejándome a solas con mis pensamientos.
Miro por la ventana, observando cómo las sombras de los árboles se alargan con el atardecer. La vida sigue su curso, implacable, indiferente a nuestras penas. Pero hoy, el mundo parece un lugar un poco más oscuro sin mis padres ahora sin mi mejor amigo Edwards y sus constantes bromas. Mañana será otro día, y de alguna manera, tenemos que seguir adelante.
Con un último suspiro, me obligo a concentrarme en los documentos esparcidos sobre el escritorio. Tal vez el trabajo pueda ser una distracción, aunque sea temporalmente, de esta tristeza que parece no tener fin.
*****
Había transcurrido una semana de intenso trabajo, incluso el hospital me tenía agotado. A veces hacía turnos extra para seguir en lo que me gusta, pero ser empresario y médico me estaba sacando canas anaranjadas. Amaba ser médico; mi especialidad era la medicina general. Sin embargo, al morir mis padres tuve que hacerme cargo de las empresas y ahora ni siquiera tengo descanso. Estoy considerando darme unas buenas vacaciones.
Joselyn aún no había regresado de su viaje y casi no teníamos mucha comunicación. Su trabajo de modelo la tenía muy ocupada. Dejando ese tema a un lado, por otro lado, no sabía mucho sobre la joven Valeria. Jovanny me comentó que al parecer habían aparecido sus tíos maternos y el hermano de su padre, pero la chica no estaba conforme con sus visitas. Podría ser que no eran tan cercanos. Hablando del rey de Roma y él que se asoma, desde la hora que según nos encontraríamos.
—Pensé que el café se pondría frío de tanto esperarte —comenté irónico cuando Jovanny se sentó.
—Pensé que eras aburrido, pero veo que no, hasta sarcástico te has puesto —rodé los ojos ante su broma.
—Eh, un poco. Quizás el trabajo no ayuda. Necesito un respiro.
—¿Y qué esperas? Eres joven, tienes dinero, empresas, barcos e incluso una novia famosa. Ve, tómate tu tiempo. Tu tía puede reemplazarte —sugirió, palpándome la espalda.
—Vaya, eres un gran consejero. Gracias —dije sinceramente. Jovanny sorbió su café negando con la cabeza. Quería preguntarle sobre Valeria, así que sin pensar lo hice.
—¿Cómo está tu ahijada?
Jovanny bajó la taza de café y me miró fijamente.
—Tengo entendido que planean llevarla fuera del país —mencionó Jovanny, volviendo a sorber su café.
—¿Por qué? —negó dudoso—. ¿Será que ella desea eso?
—Lo dudo. Tengo entendido que nunca se llevaba bien con su familia materna. Por esa razón, si se la llevan, será a la fuerza.
—¿Es eso posible?
—No lo creo. Mañana se dictará el testamento y debo estar allí, espero que Valeria cumpla rápido sus dieciocho.
Asiento, soltando el aire estancado
Después de despedirme de Jovanny debido a una urgente reunión, llegué a la empresa a terminar de leer los contratos, pasé medio día ahi, salí de la empresa llegué cansado a casa. Mi novia me llamó y hablamos brevemente antes de que me quedara dormido. Al día siguiente, me desperté y me vestí como siempre: ropa formal impecable y mi luego me coloqué mi reloj Rolex. Estaba listo para salir al trabajo cuando recibí una llamada.
Contesté el teléfono y, al escuchar la voz desesperada de Jovanny, fruncí el ceño.
—Alberth, el abogado de Edwards, solicita tu presencia o no se hará el dictamen del testamento. Incluso hay dos videos, y son para ti —dijo Jovanny, su tono lleno de urgencia.
—¿Qué? No estoy entendiendo. No soy parte de la familia. ¿Por qué solicitan mi presencia? —replicó, bufando de frustración.
—Alberth, trae tu trasero aqui, o iré a tu empresa y te traeré de las greñas —advirtió Jovanny, con un tono serio que dejaba claro que no estaba bromeando.
—Dios, dame paciencia, por favor... ya voy.
Dicho eso, colgué la llamada y me dirigí sin más demora a la mansión de Edwards. Ahora de que se trata.
Aparqué mi camioneta en la entrada de la mansión de mi buen amigo Edwards Smith. Un nudo de tristeza se formó en mi pecho al pensar en él. El guardia abrió el portón de acero y entré con pasos rápidos, notando varios coches estacionados.Al entrar, me recibió una de las criadas, seguida de la señora Martha, que lucía demacrada. Ella me guió hasta el despacho donde aparentemente estaban los demás.—Buenos días —saludé al entrar. Los únicos en responder fueron mi amigo Jovanny y el abogado. Valeria estaba absorta mirando el gran cuadro que colgaba en la pared.—Alberth, toma asiento —me indicó Jovanny.—Señor Sandoval, se requería su presencia —declaró el abogado. Los presentes estaban molestos.—No entiendo por qué se requiere aquí a un desconocido en un momento familiar —protestó uno de los presentes, mirándome con desdén.Lo miré seriamente. ¿Quién se creía que era?—¿Y ustedes quiénes eran para mi padre? Nada. Así que no deberían ni siquiera estar sentados en su silla —mencionó Valer
AlberthReproducía en mi cabeza una y otra vez el video que me dejó mi amigo. Era algo sorprendente; su hermano era peligroso y sus cuñados harían todo por meter a su hija en un hospital de jóvenes con problemas de drogadicción. Su única salida era casarse conmigo. Es decir, yo tenía que ser el héroe. Qué cosas, ¿no? Una joven con problemas depresivos, unos tíos locos y un tío que casi abusa de ella. Cuando él quiso demandar, no sirvió de nada porque no había pruebas. Yo estoy a punto de volverme loco con algo que no tengo idea de cómo resolver. Tengo que casarme porque le debo un favor: cuando estuve a punto de morir en ese río, él me salvó. En aquel entonces solo tenía 12 años y le prometí que le pagaría como fuera. Era un suicidio que yo mismo provoqué. Qué locura. Necesito saber qué haré. Aunque podría casarme con un contrato que dure cinco años y luego nos divorciamos. Le explico a mi novia y Valeria, cuando cumpla los veinticinco años, puede hacer lo que quiera. Esa idea no está
Estacioné mi camioneta en la entrada del hospital, bajé rápidamente y entré apresurado. Vi a la señora Martha con la cabeza baja y a Jovanny dando vueltas, visiblemente nervioso.—Señora Martha, ¿qué sucedió? —pregunté con urgencia.—Mi niña estaba en la sala cuando empezó el fuego... la casa explotó —respondió ella con la voz quebrada.Jovanny añadió, con el rostro pálido de preocupación:—Alberth, Valeria casi muere en ese incendio. Siento que fue provocado, aunque los empleados no vieron nada raro. Hablan de una mala conexión, pero no creo nada de eso.Apreté los puños, sintiendo una mezcla de rabia e impotencia. ¿Quién podría ser tan cruel con esta familia?—Necesitamos alejarla cuanto antes. ¿Cómo está? —pregunté, cada vez más angustiado.—Su estado es reservado. Inhaló mucho humo, no tiene quemaduras graves, solo algunas en la espalda —respondió Martha—La están practicando una cirugía.Pobre chica.Comencé a caminar de un lado a otro en el pasillo. La incertidumbre me estaba mat
Carajos, ahora sí estoy en problemas. ¿Cómo es posible que Joselyn ya esté de regreso? Pienso sin poder articular palabra alguna.—Amor, ¿estás ahí? —preguntó Joselyn al teléfono.—Sí, estoy aquí. Bueno, iré a verte al Penthouse —respondí.—No, te aviso, eh... me vine donde unas amigas. Cuando esté en mi casa te escribo.Fruncí el ceño, dudoso.—¿Viniste a quedarte o regresarás a Miami?—Vamos a hablar cuando nos veamos, ¿te parece?—Sí, de hecho, necesito conversar contigo sobre un asunto...—Amor, te hablo luego, bye.No me dio tiempo a terminar de hablar y ella ya había colgado. Suspiré, resignado; era normal en Joselyn ser así de impaciente.Marqué el número de Jovanny mientras salía del hospital.—Dime, hermano —respondió Jovanny.—Jovanny, Joselyn regresó y no tengo idea de cómo hablar con ella sobre mi matrimonio sin amor.Jovanny soltó una risa.—¿Por qué mierda te ríes de mi situación?—Calma, caramba. Es que tu situación es complicada. Sé que te casarás con Valeria para prot
"La verdadera fuerza no se mide por lo que puedes cargar, sino por la capacidad de cuidar y proteger a quienes amas."******ALBERTH —¡Qué mierda! —exclamó Joselyn, levantándose de la cama, visiblemente furiosa y a punto de explotar.— Alberth, me estás cargando una broma de mal gusto.—Cálmate. Y no, le hice una promesa a mi amigo Edwards y debo cumplirla. Me casaré con su hija, pero será por un contrato de cinco a seis años.Joselyn estaba claramente molesta. Se puso su ropa interior apresuradamente y se sirvió una copa de coñac. Negué con la cabeza al ver eso; no me agradaba ver a una mujer bebiendo en estas circunstancias.—¡Qué locura! O sea, ni siquiera me has pedido que sea tu esposa y tienes que casarte por una maldita promesa que le hiciste a un estúpido muerto.—Joselyn, ese vocabulario no te lo conocía —dije mirándola severamente.—Pues lo siento. Explícame bien, necesito aclarar la cabeza.Le expliqué todo sobre la supuesta boda y los motivos detrás de ella, pero ella inte
"Entre el tumulto de mis pensamientos, anhelo encontrar el sosiego que mi alma tanto necesita."ALBERTH Estacioné mi coche en la entrada de la mansión. Al vernos llegar, los guardias se acercaron para ayudar. Bajé a Valeria en mis brazos y la llevé dentro de la casa. Martha y los demás empleados se apresuraron a bajar para ocuparse del equipaje.Mi tía Gloria, al vernos entrar, no pudo ocultar su sorpresa. Con Valeria en brazos, subí las escaleras hasta su nueva habitación y la deposité suavemente sobre la alcoba.—Espero que te sientas cómoda, cualquier cosa que necesites no dudes en llamarme—expresé mientras Valeria miraba hacia el jardín. —Debo irme.—Gracias, espero no darte tantos dolores de cabeza—dijo ella, y yo esperaba lo mismo.—Trata de no darme dolores de cabeza. Cuando te sientas recuperada, debemos ver lo de la boda.—¿Crees que una boda resolverá todo? Mi padre no estaba en sus cinco sentidos cuando grabó esos videos.—Puede que resuelva algunos problemas, no todos. Y
Valeria.No dejaba de pensar en todo lo que había sucedido en las últimas semanas. Mi padre había muerto, casi muero calcinada en mi propia mansión, y ahora vivo en la casa de un hombre a quien apenas conozco, pero en quien mi padre confiaba plenamente. Pronto seré su esposa, no una boda por amor, sino un pacto. El aire se vuelve espeso cuando está cerca de mí. Actúa como si nada, pero se nota que no quiere esto, y la verdad, yo tampoco lo deseo. Mi padre no estaba en su sano juicio cuando dejó ese estúpido video, y resulta que hay más videos que podremos ver después de un año de casados.Pobre Alberth, casarse conmigo será como entrar en el infierno. Espero no causarle problemas; trataré de no perderme en mis arranques de desesperación y seré una buena chica hasta que expire el contrato.Miro hacia el jardín, la mañana se ve melancolía, recuerdo mi vida de hace unos meses. Papá siempre estaba preocupado, decía que tenía que estar preparado para lo que viniera. Últimamente no comía bie
Alberth Salí corriendo de mi mansión, todavía sorprendido por lo que había visto. "¿Qué era eso?", me preguntaba una y otra vez. La vi desnuda y me puse nervioso. Es una jovencita de apenas dieciocho años, aunque pronto cumplirá diecinueve. Pero para mí, sigue siendo una pequeña. Mientras manejo hacia la empresa, sigo pensando en mi boda, que se llevará a cabo la primera semana del mes siguiente, y aún no puedo creerlo. Por otro lado, Joselyn sigue molesta porque ni siquiera respondo a sus llamadas. Le dejé un mensaje en la mañana, pero aún no está en línea. Debería ir a su penthouse, pero no me atrevo; no soy de esos. Mejor dejo todo tal y como está hasta que las aguas se calmen.Llego a la empresa y empiezo la reunión junto a los accionistas y congresista de las diferentes empresas en las que estamos fusionados. Dentro de poco me tomaré unas vacaciones, lo cual será lo mejor; estoy estresado. Ser dueño de una empresa y una clínica privada no es nada bonito. Es cansado y aburrido, a